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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Indicador Político domingo 29-noviembre-09.

+ España: transición en la crisis
+ México; crisis en la transición

Carlos Ramírez

Como parte de un proyecto de entrevistas en Madrid, España, sobre la transición española a la democracia y los pactos de la Moncloa, el autor de Indicador Político comenzó una serie de notas sobre la situación actual de España, el escenario histórico de la transición 1976-1978 y el contrapunto de México ahogado en la no-transición. En el contexto de las entrevistas para un documental de televisión, el autor ha llevado un libro de notas sobre la cotidianeidad y los temas políticos, una especie de diario de la transición en la crisis:

Lunes 23 de noviembre, 2009.

España parece no haber aprendido de su pasado reciente. A comienzos de año, Zapatero propuso un pacto social entre todas las fuerzas políticas y económicas, pero puso la condición de mantener los compromisos sociales con los trabajadores. Por tanto, fue obvio que los empresarios dijeran que no. Y no tanto por el pacto en sí, sino por la forma de Zapatero de eludir las reglas de la negociación: negociar es conceder. Y Zapatero quería congraciarse con los sindicatos --poderosos en España, por cierto-- y doblegar a los empresarios. El pacto social fracasó.
Ahora Zapatero volvió a las andadas. Ayer domingo, en un mitin de partido, anunció la ley de desarrollo sustentable como una fuga hacia adelante para salir de la crisis. La idea, dicen hoy los diarios, no es mala, sólo que sale tarde, carece de un objetivo concreto contra la crisis y de nueva cuenta quiere dejar a un lado su alianza con los trabajadores. La nueva ley dice que quiere fundar un nuevo modelo de desarrollo, pero carece de definiciones de producción. Inclusive, todos los diarios hoy dicen que será difícil echarla a andar. En todo caso, Zapatero la usará para responsabilizar a otros de la crisis y decir que él sí quiere avanzar pero que los viejos compromisos no lo dejan.
La élite política actual parece haber olvidado sus propias experiencias de negociación. En medio de una crisis mucho más severa que la de hoy, en 1977 Adolfo Suárez negoció los Pactos de la Moncloa. A cada sector le pidió sus exigencias y luego fue con los otros a decir que qué querían a cambio de ceder en lo más importante. Esos Pactos controlaron la crisis y catapultaron a España en una modernización que la hizo europea. Hoy España se está quedando rezagada de Europa, exige una modernización mucho más avanzada y le llegó la hora de replantear sus relaciones laborales con los sindicatos. Inclusive, hay algunos dirigentes medios que saben que deben de ceder en sus exigencias, pero no lo quieren hacer a cambio de nada.
Pero algo ha cambiado en el socialismo español. Los medios criticaron el estilo del mitin de Zapatero: un centro de convenciones, sin la masa obrera o social, como dos mil miembros de las élites, una auténtica alfombra roja a la entrada por la que caminaban, luciéndose, la dirigencia socialista y los miembros del gobierno. Y como si fuera un show de MTV, a la entrada había un locutor que le hacía una pregunta a cada uno de los socialistas y las escenas se repetían en el interior del evento. Por cierto, sólo Felipe González se negó a entrarle al show y no respondió a las preguntas.
El consenso de la transición llegó a su fin. Pero en mala hora. Todos los datos indican que la reactivación de la economía española será la última en darse entre las europeas y la tienen más o menos señalada para finales del próximo año. Así que el cierre de 2009 será difícil. Y parece que a Zapatero y al PSOE se le están terminando los cuentos de las Mil y Una Noche y le llegará pronto el momento de la verdad. Eso sí, mientras tanto se le ve disfrutando el poder. Pero sin certezas. Hoy en un seminario de la revista The Economist Zapatero habló de salir de la crisis pero reconoció que ignoraba cuándo y cómo. Algo realmente inusitado, Dijo que la recuperación había llegado pero no la explicó.
En fin. El debate político va a terminar pronto. En dos semanas España entrará en la parafernalia de las fiestas de fin de año. Pero de todos modos Zapatero comienza a verse arrinconado, sin respuestas. Y la crisis aún va a dar un bajó adicional en desempleo. Pero Zapatero aplica la ley de la física que dice que todo lo que resiste, apoya.


Miércoles 25 de noviembre, 2009.

Ayer martes tuve una larga entrevista de una hora con Abel Hernández, algo así como el biógrafo no oficial de Adolfo Suárez. Fue amigo cercano del presidente Suárez y ha escrito libros sobre él. Ahora circula Suárez y el Rey, a partir de una fotografía espectacular por su dramatismo. A mediados del 2008 le concedieron una medalla a Suárez, quien se encuentra recluido en su casa víctima de una enfermedad que no han explicado a profundidad: algo parecido al alzhéimer. Poco a poco fue perdiendo la memoria. Abel me dice que hubo un tiempo en que olvidó todo lo que lo rodeaba y sus relaciones sociales y personales pero logró mantener viva la memoria política. Hoy me dice Abel que ya ni eso. Camina, vive, pero en un mundo de soledad. Su esposa y su hija murieron y Suárez sigue desconectado de la realidad.
Para el proyecto de “La transición española y los Pactos de la Moncloa”, la entrevista con Abel fue de mucho valor. Abel hizo un perfil político y de poder de Suárez, sin duda el artífice de la transición española a la democracia. A pesar de venir del fondo del régimen de Franco, siempre pensó en contribuir al proceso democrático de la dictadura. Abel me contó la anécdota de cuando en un evento delante de Franco, Suárez se atrevió a mencionar la necesidad de la democracia, Al terminar, Franco llamó aparte a Suárez y le preguntó las razones de su imprudencia. Suárez le dijo que la única manera de mantener el legado de Franco era la democracia. Abel dice que Franco lo miró con picardía, como atribuyendo a su juventud los impulsos.
Pero Suárez siempre tuvo la intención democratizadora. Abel me cuenta la devoción de Suárez al Rey, pero desde el momento mismo en que Juan Carlos I le comunicó que sería el jefe de gobierno, Suárez le dijo que la democratización tendría que pasar por la reconsideración de algunas de las facultades de la Corona. Abel dice que Juan Carlos lo miró extrañado pero aceptó. Y así fue: la transición de Suárez no sólo contempló el desmantelamiento de la estructura de la dictadura sino también el traslado de los poderes de la jefatura de gobierno que Franco le había dejado al Rey. Franco había optado por adelantar su sucesión al señalar a Juan Carlos iba a ser su sucesor a título de Rey, logrando que don Juan de Borbón, el aspirante legítimo al trono de España, abdicara a favor de su hijo Juan Carlos. Así, Juan Carlos debía ser el jefe de Estado y el jefe de gobierno. Pero Suárez lo dejó sólo como jefe de Estado sin facultades. Y Juan Carlos aceptó esa parte no tan conocida de la democratización de España.
Abel contó la consolidación de Suárez, su perfil no intelectual sino intuitivo y audaz, su forma de negociar aceptando todo de todo pero decidiendo lo suyo. Por ejemplo, mandó mensajes más que suficientes para comprometerse a no legalizar al Partido Comunista de España, de Santiago Carrillo y La Pasionaria, por su papel clave en la república y la guerra civil y aprovechó el sábado de gloria de 1977 para legalizarlo. Suárez sabía que no había democracia si los comunistas no entraban a la legalidad, pero pasó buen tiempo negociando con Santiago Carrillo para que el PCE aceptara la monarquía --luego de haber sido el pivote de la república-- y los colores de la Corona.
Suárez fue un político, un hombre de poder. Sin embargo, su periodo fue corto. El día de julio en que se anunció su designación como presidente del gobierno, los medios criticaron la medida porque Suárez venía de la falange social, el Movimiento, de Franco. Los titulares fueron demoledores. Sin embargo, Suárez cambió el ambiente y la prensa lo trató de manera diferente. Suárez se convirtió en el arquitecto de la transición de julio de 1977 a diciembre de 1978 con el referéndum sobre la Constitución, apenas dos y medio años. A partir de 1979 Suárez se vio atrapado en una severa lucha por el poder dentro de su partido Unión de Centro Democrático (UCD) y acosado por el Partido Socialista Obrero Español de Felipe González. Suárez padeció la traición, no pudo convencer a González de los tiempos políticos y su debilidad se convirtió en un factor de gobernabilidad. Hacia finales de 1979 Suárez había perdido el control. En mayo de 1980 el PSOE coloca en el Parlamento una moción de censura. Y aunque esa moción fue derrotada, se le quedó clavada a Suárez en el corazón: no concebía que lo quisieran echar del poder cuando acababa de democratizar a España. La segunda mitad de 1980 aumentó la debilidad de Suárez y al finalizar el año los rumores de golpe de Estado volvieron a crecer: grupos del ejército pedían un gobierno de salvación nacional con un militar al frente. El 29 de enero Suárez decide renunciar. Para entonces, su relación con el Rey estaba rota. Suárez decide nominar como sucesor a Leopoldo Calvo Sotelo.
En la sesión de votación, el 23 de febrero de 1981, el teniente coronel Antonio Tejero ingresa violentamente y armado al Parlamento y toma como rehenes a los diputados, entre los que se encontraba Suárez y su gabinete. Un video de Radio Televisión Española muestra el ingreso de Tejero, su violenta imposición, los disparos al aire y luego once tortuosos y largos minutos de silencio, con todos los diputados ahí, a la espera. A los once minutos regresó Tejero ya menos violento y dijo que esperaba a una autoridad militar para que le dijera qué hacer. Los diputados supusieron que había triunfado el golpe de Estado. Pero fue al revés. Los militares, si acaso estaban detrás de Tejero, nunca lo apoyaron, salvo el almirante Armada que sacó a sus tropas a la calle pero fue inmediateme4nte controlado. Por la noche el Rey Juan Carlos habló por televisión comprometiéndose con la democracia., El golpe había fallado pero Suárez estaba derrotado: su transición se había consolidado con un fracasado golpe de Estado, pero dejándolo a él inutilizado.
En octubre de 1982 el partido de Suárez fue derrotado por el PSOE de Felipe González y la izquierda comenzó un largo periodo de gobierno. En 1996 tuvo que abandonar el poder por escándalos de corrupción. Suárez se retiró un tiempo, luego intentó fundar un partido político, fracasó y pasó a la vida privada. En el 2008 apareció en la foto que usa Abel Hernández en su libro: el Rey camina con Suárez por un jardín, el brazo derecho del Rey por encima del hombro de Suárez, los dos con la cabeza baja. Dramática. Dicen que Suárez no reconoció al Rey. Eso sí, Juan Carlos ordenó colocar esa foto en la entrada a su despacho para significar el alto grado de amistad con Suárez.
A la fecha, Suárez sigue siendo el político más incomprendido de la historia moderna de España, a pesar de haber sido el pivote de la democratización. Sin Suárez en el gobierno, España hubiera entrado en una espiral de violencia e inestabilidad. Pero al final, los hombres grandes dejan huella. Y a pesar de ser un hombre de coyuntura, de haber desmantelado el franquismo sin violencia y de haber sentado las bases de la democracia, Suárez padecerá el egoísmo de la política. Me dicen que ahora el Rey trata de recordar a su amigo, pero algunos amigos de Suárez recuerdan que el Rey se hizo a un lado en 1980 y dejó que corriera la versión de que apoyaría un golpe de Estado militar para desplazar a Suárez, quien ya no le servía.
Pero así es la política. Y como escribió Abel Hernández, los reyes no tienen amistad ni afectos sino obediencia y sumisión.

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