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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

lunes, 31 de octubre de 2011

31-Octubre-2011, Lunes.

INDICADOR POLITICO




+ UNAM: ¿son ni-nis o sin-sin?

+ Narro, sin oferta educacional



Carlos Ramírez



Luego de haber fracasado en la reforma universitaria que le encomendaron y después de cuatro años de flotar como rector, José Narro Robles se encamina a una segura reelección por convenir así a los intereses de los grupos fácticos de poder que dominan la UNAM.

La gestión del primer rectorado de Narro se delineó no para reformar la UNAM para los retos del siglo XXI, sino que se redujo a la administración del conflicto interno respetando los espacios de poder de los grupos dominantes. Si se reelige, su segundo periodo también estará determinado por la elusión de los problemas y, eso sí, el reposicionamiento mediático de la Universidad a través de propuestas que quieren resolver el problema del país sin antes solucionar los gravísimos problemas internos que han paralizado a la casa de estudios.

El problema de la UNAM no son los ni-nis, concepto tomado por Narro de la crisis española: jóvenes que ni estudian ni trabajan. La situación en México es peor: hay estudiantes que abandonan los estudios o egresan sin expectativas de empleo y sin comprensión del mundo real y utilizan su preparación universitaria para incursionar en el subempleo, en el que tiene una creciente participación el delito de la piratería.

El mensaje de este escenario tiene que ver con el papel de la educación universitaria: preparación profesional para el desempleo porque la UNAM carece de una visión estratégica de la modernización productiva que es el mercado de empleo de los egresados. El pensamiento económico de la UNAM se basa en la teoría crítica, que en los tiempos del Estado priísta sirvió como contrapeso pero que hoy sirve sólo para criticar y no para construir opciones.

Por tanto, el problema de los jóvenes que tanto preocupa a Narro no radica en los ni-nis sino en un problema mayor: los sin-sin, jóvenes sin preparación educativa para el nuevo mundo real que les tocará vivir y sin expectativas reales al carecer de una comprensión del mundo en constante modernización. El concepto de ni-nis en España se basa en el enfoque paternalista que espera que el Estado resuelva los problemas de empleo; en México, el mismo enfoque ha creado generaciones de jóvenes ­estado-dependientes. En una economía dominada por la producción en el sector privado, la permanencia en el empleo se basa en la competencia, no es el compromiso social.

Narro tenía un mandato que no cumplió; fue pieza importante en conflicto universitario de 1999-2000 cuando el CEU cerró la UNAM en protesta por la iniciativa de aumentar las cuotas universitarias: a finales de 1999 cayó el rector Francisco Barnés de Castro por el conflicto y llegó Juan Ramón de la Fuente procedente del gabinete del presidente Zedillo y en ese escenario Narro fue designado coordinador general de la Comisión Especial para el Congreso Universitario; este grupo debió de encargarse de organizar una reunión para la gran reforma de la UNAM, pero Narro usó el cargo sólo para afianzar la posición de De la Fuente, operar su reelección y ser designado por dedazo por De la Fuente como rector en 2007.

Desde la crisis de 1999, la UNAM ha eludido el paso decisivo de la gran reforma. Ello sólo establece la certeza de que dentro de la UNAM existe una estructura de poder dominante que convierte a los rectores en simples intendentes de la casa de estudios y los obliga a posicionar a la Universidad fuera del campus estudiantil. Por eso Narro se ha dedicado a fijar a la UNAM como un grupo de presión al Estado hoy dirigido por el PAN pero no para mejorar las condiciones de desarrollo sino para regresar al populismo paternalista priísta que usaba a la UNAM como centro de capacitación de los recursos de funcionarios públicos.

En estos años de cambio ideológico en la configuración del Estado, sobre todo del arribo del grupo salinista neoliberal a la administración pública a mediados de 1979, la UNAM ha ido perdiendo influencia en la dirección ideológica del Estado y del gobierno y también ha visto reducida su participación en las estructuras decisivas del poder, mientras que los egresados de las universidades privadas han ido desplazando a los unamitas. Por ello las propuestas de la UNAM en seguridad, reforma del Estado y reforma política y el papel mediático de Narro contra la política neoliberal que instauró en México el unamita Carlos Salinas de Gortari y unamitas que lo acompañaron.

Por eso la esperanza de Narro se sustenta en la restauración del PRI en la presidencia de la república --del viejo PRI populista-- y que ello permita la recuperación del viejo Estado social populista que los priístas ayudaron a consolidar. Sólo que la incomprensión de la política por parte del rector Narro no alcanza a prever que el PRI que podría regresar al poder presidencial no sería el populista sino el neoliberal de Salinas de Gortari a través de Enrique Peña Nieto. Lo peor del asunto fue que Narro fue cómplice de la neoliberalización del Estado mexicano por haber participado como priísta en el gabinete de Salinas.

Así, hay una generación de élites políticas --a la que pertenece Narro-- que forman su propia corriente de ni-nis: ni son coherentes con su pasado ni saben que el mundo productivo cambia demasiado rápido y su máxima aspiración se resume en la restauración del pasado priísta.

La UNAM se encuentra en un momento de definición en el que las amenazas de inestabilidad estudiantil sólo rehúyen el verdadero debate de fondo: la reforma de la educación pública para rehacer programas de estudio en función del perfil social del egresado vía subsidios del Estado pero también para diseñar egresados en las áreas científicas, humanistas y de gobierno para el nuevo mundo productivo. Pero Narro espera sólo empleo porque ve a estudiantes como ejército laboral y no líderes del cambio.

Narro podrá reelegirse, pero la UNAM seguirá igual porque el rector carece de un pensamiento educativo estratégico y sólo va a dedicarse a esperar que el PRI regrese a la presidencia.

(Diario Político 2012 de Carlos Ramírez en www.grupotransicion.com.mx)




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viernes, 28 de octubre de 2011

28-Octubre-2011, Viernes.

INDICADOR POLITICO




+ Reelección legislativa: trampas

+ Con primarias mandaría elector



Carlos Ramírez



A pesar de los autoelogios que sonaron a vituperios, de amenazas de muerte entre ellos, de acusaciones mutuas de borrachos y sobre todo de un negativo rendimiento legislativo, diputados de la actual legislatura hicieron un denodado esfuerzo por aprobar la reelección legislativa consecutiva.

Los promotores de la iniciativa sólo mostraron que no tienen llenadero. De hecho, la reelección legislativa ya existe y en nada los legisladores han recibido en las urnas el castigo-premio del electorado. Hay legisladores que toda su vida política ha estado marcada por el modelo chapulín: saltar de una legislatura a otra; son diputados, luego se van de senadores, regresan  de diputados, pasan por la asamblea legislativa estatal y así circulan durante decenios sin que los votos a su favor estén determinados por la calificación del electorado.

El problema de la reelección legislativa estuvo en las argumentaciones. El diputado panista Javier Corral Jurado fue el más vehemente en desarrollar el discurso de las bondades de la reelección: experiencia, calificación del electorado y otros argumentos similares. Lo malo del asunto es que ninguno de esos criterios ha sido usado para calificar a los legisladores por la sencilla razón de que sus partidos controlan el voto y muchos de ellos han hecho carrera en la vertiente de los legisladores plurinominales.

Este argumento fue el que faltó en el debate del miércoles: el 40% de los diputados y el 50% de senadores van por primera minoría o representación proporcional. Por tanto, no necesitan de la calificación del electorado porque los eligen en bola. Para una reelección se necesitaría la desaparición de los diputados plurinominales y así obligar a los legisladores a pasar por el tamiz de las elecciones distritales. De todos modos, la carrera legislativa registra un buen porcentaje de políticos que viven en cualquiera de las cámaras --federal o locales-- sin tener que pasar por el examen de elecciones en las urnas.

El inconveniente de los legisladores no radica en lo que pudiera ser si en la actualidad los beneficios de la reelección deberían operar en su relación con sus electores… y esa relación es inexistente. Hay diputados que ganan un distrito, no regresan a rendir cuentas, se van a otra cámara por el mismo distrito, tampoco regresan a su comunidad política… y así se la pasan toda su vida política.

Hay casos peores. En la época de la presidencia de Zedillo, el líder de los diputados priístas Arturo Núñez Jiménez necesitó el voto en bloque de toda la bancada para proteger al Fobaproa. El diputado priísta Oscar González condicionó su voto al mandato de sus electores, fue a su comunidad política y pidió que sus electores le dieran el sentido del voto; los electores dijeron que votara por el no. El diputado González obedeció a sus electores pero fue castigado por su jefe de bancada quitándole comisiones. Hoy Núñez, por cierto, es flamante legislador del PRD.

La estructura de poder en las cámaras nunca ha obedecido al mandato de los electores porque los electores solamente ratifican la decisión de las oligarquías que dirigen los partidos. Los legisladores obedecen a los intereses de su partido, a la persona o grupo que lo designó como legislador, al jefe de la bancada que reparte a capricho las comisiones, a los sectores que financian sus campañas --el partido, el gobierno o algún poder fáctico--, a las alianzas de grupos dentro de las cámaras, a los grupos de poder que se apuntan para posiciones superiores --gabinete, presidencia, gobiernos estatales, alcaldías-- y a sus intereses con otros poderes de decisión. El reclutamiento de las élites no pasa por la sociedad sino por los grupos de interés.

Por tanto, los legisladores mexicanos nunca han dependido de su calidad profesional para ser electos y sus elecciones las ganan, en su abrumadora mayoría, por los recursos y el apoyo de estructuras de gobierno; así, sus votaciones en el congreso están determinadas por la disciplina de partido, de grupo o de poder y no por el mandato de los electores. Existe también una falsa percepción de que en el sistema político priísta vigente los electores exigen lealtad a sus legisladores; en el debate del federalismo de la Constitución de 1924, Servando Teresa de Mier afirmó que los diputados eran los “representantes de la nación” y no sin ironía le dijo a los electores: “no somos sus mandaderos”. El día en que los legisladores voten por el mandato de sus electores se terminaría con el federalismo.

Al final, los legisladores debieran revisar a Vilfredo Pareto y a Gaetano Mosca, los padres de la teoría del elitismo político. El primero estableció la ley de la circulación de las élites y el segundo definió el bloque de poder conocido como clase política. Los dos analizaron cómo se conforman las oligarquías políticas. Al final, los electores son sólo votos para llevar a políticos a las curules, en tanto que los intereses reales de los legisladores están en otro lado y son los que aseguran una carrera política.

Más que la reelección de legisladores, la solución estaría en nuevas reglas de funcionamiento del Congreso que rompieran el modelo de bancadas partidistas, formas más democráticas de asignación de comisiones y una observación ciudadana sobre cada uno de los votos de los legisladores, además de ciudadanos sin partido con dos terceras partes de los plurinominales. La única forma de romper con el control oligárquico en la designación de candidaturas sería a través de elecciones primarias controladas por la autoridades electorales; ahí el elector sería el responsable de la designación de candidatos. Si no, la cultura del dedazo terminará con cualquier posibilidad democratizadora.

El problema, por tanto, no se localiza en la reelección de legisladores sino en la designación de candidatos y en los controles camarales.

(Diario Político 2012 de Carlos Ramírez en www.grupotransicion.com.mx)




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jueves, 27 de octubre de 2011

27-Octubre-2010, Jueves.

INDICADOR POLITICO




+ Reforma política: sólo el poder

+ Pluris deben ir a ciudadanos



Carlos Ramírez



A pesar de que en el congreso hay politólogos, juristas y estudiosos de la historia del poder, la reforma política que se discute no es más que un esperpento que obedece a un nuevo reparto del poder y nada tiene que ver con  la reorganización del sistema de gobierno.

Una de las ocurrencias con las que se pretende reformar el poder busca reducir en 50% el número de curules de representación proporcional pero sin un razonamiento político. Si bien esas curules son una prueba de la forma en que se ha pervertido el reparto del poder político, en realidad fueron creadas en la reforma política de 1977 como una forma de consolidar la teoría de la representación de las minorías.

Si el problema es que esas curules plurinominales aparecen como una carga por la ineficacia en la representación, entonces la solución no radica en disminuirlas y con ello reducir la representación de las minorías sino en reformular su existencia. Una salida sería dividir esas 200 curules en dos partes: un 30% exclusivamente para los partidos con votaciones menores a 20% y un 70% para candidaturas ciudadanas que no representen a ningún partido y que sean elegidos a nivel distrital. Así los ciudadanos verdaderamente tendrían posibilidades de llegar al Congreso sin tener que pasar por el control autoritario y oligárquico de los partidos.

En el Senado también podría asumirse un modelo similar. La cámara alta surgió para una representación estatal, en tanto que los diputados --dijo Servando Teresa de Mier en la discusión de la Constitución de 1824-- “representan a la nación”. Pero las concesiones de Zedillo llevaron a la duplicación de senadores con dos electos directamente y los dos restantes para minorías de partidos. Si realmente quisiera darle representación a las minorías, entonces podría destinarse una de las cuatro senadurías por estados para ciudadanos sin partido.

Las iniciativas de reforma política conservan la estructura actual de los plurinominales, pero las reparte a las minorías partidistas no para ampliar la representación de esas minorías sino para ayudar a consolidar a las mayorías. Los grandes partidos destinan el reparto de las plurinominales a figuras con formación de poder para hacerse cargo de las comisiones, dejando que los liderazgos sociales ganen distritos por el control de masas pero no por capacidad política o intelectual. Así, el manejo del Congreso está en manos de los plurinominales que representan, así, una nueva oligarquía.

La representación de las minorías tenía históricamente otro sentido. De hecho, viene del voto particular del diputado Mariano Otero en la discusión de las reformas constitucionales de 1847 en el contexto de la invasión de los Estados Unidos y la recuperación del federalismo. La tesis de Otero debiera privilegiarse hoy en la reorganización del poder entre mayorías y minorías:

“La simple razón natural advierte que el sistema representativo es mejor en proporción que el cuerpo de representantes se parezca más a la Nación representada. La teoría de la representación de las minorías no es más que una consecuencia del sufragio universal: porque nada importa que ninguno quede excluido del derecho de votar, si muchos quedan sin la representación, que es el objeto del sufragio”.

Por tanto, la reorganización del número de legisladores no tiene que ver con concesiones a las minorías partidistas que reciben un premio aún sin representar realmente a las minorías por su estructura dependiente de las alianzas con los partidos grandes. Por ello es que el modelo de representación de las minorías debería regresar al esquema en que los votos deben dirigirse a partidos y que las coaliciones sumen al final la totalidad de los votos, pero que cada partido tenga una representación real con votos y no con alianzas que los dejan en el furgón  de cola y que no contabilizan los votos reales.

Si el sistema de partidos se ha movido para darle espacio y representación a las minorías agrupadas en partidos chicos, ese sistema se ha pervertido al sumar en los hechos a los chicos bajo el dominio de los grandes, dejando a un sector ciudadano que no cree en los partidos fuera del modelo de representación política. Se trata de ciudadanos que reniegan de los partidos y de estructuras partidistas organizadas --como lo criticó hace casi cien años Robert Michels como el primer teórico de los partidos políticos-- alrededor de una oligarquía dominante que decide candidaturas; la “ley de hierro de la oligarquía”, la llamó Michels.

La aprobación de las candidaturas ciudadanas quedó sin reglamentar, pero desde ahora se prevé que sea imposible de mantener la condición de ciudadanos por los requerimientos de organización para defender el voto. También se prevé que los partidos lancen el anzuelo de candidaturas a “ciudadanos” pero a la hora de las votaciones legislativas se perdería esa condición por la exigencia del voto en bloque partidista.

De ahí que las verdaderas candidaturas ciudadanas para los cuerpos legislativos estatales y federal puedan tener su espacio propio con un porcentaje de las diputaciones plurinominales, a fin de garantizar su característica de ciudadanos. Ello debería obligar a la autoridad electoral a proteger el respeto al voto sin que necesariamente cada candidato ciudadano tenga que destinar a un ejército de funcionarios electorales para cada casilla para evitar el fraude, lo que ha permitido que los maestros del SNTE sean un ejército electoral al servicio del mejor postor y no de la democracia.

La reforma política se ha realizado para afianzar el poder de las oligarquías que dominan el sistema político y no para reorganizar la distribución del poder. La negociación de intereses del PRI, del PAN y del PRD ha producido una reforma cucha que nada más ha repartido áreas de poder entre los grupos dominantes, dejando fuera a los ciudadanos que seguirán siendo rehenes de los partidos y de sus oligarquías dirigentes.

(Diario Político 2012 de Carlos Ramírez en www.grupotransicion.com.mx)




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miércoles, 26 de octubre de 2011

26-Octubre-2011, Miércoles.

INDICADOR POLITICO




+ 2012: la reelección de Salinas

+ La que no pudo darse en 1994



Carlos Ramírez



El regreso político de Carlos Salinas de Gortari va mucho más allá del ajuste personal de cuentas con políticos e intelectuales y se localiza en cuando menos cinco variables que confirman la restauración del PRI salinista:

1.- La reelección presidencial de Salinas que no pudo cuajar en 1994 por el aún sospechoso asesinato de Luis Donaldo Colosio y su proyecto populista y tampoco logró consolidarse con Ernesto Zedillo pero no por diferencias de pensamiento económico sino porque Zedillo no quiso cargar con la complicidad política y moral del asesinato de Colosio. Esa reelección de Salinas podría darse en el 2012 con el PRI y con Enrique Peña Nieto.

2.- La reconfiguración del bloque de poder salinista con figuras que tienen mecanismos de control social de masas. Por ello el regreso de Elba Esther Gordillo y sus mapaches maestros al PRI tiene que ver con la reactivación política de Salinas. La alianza de Gordillo con el PRI, del cual fue echada por sus acuerdos secretos con el PAN de Vicente Fox, sería una de las señales más importantes de la reorganización del PRI de Salinas.

3.- El fortalecimiento del proyecto salinista privatizador y globalizador que se inició en febrero de 1990 con las negociaciones secretas con los Estados Unidos para la firma de un tratado comercial de integración-subordinación. Con este proyecto, Salinas cumpliría los pendientes que Zedillo, Fox y Calderón no realizaron: la privatización del petróleo. No por menos, por ejemplo, Peña Nieto ya adelantó el ingreso de inversión privada internacional a Pemex. Y en los acuerdos secretos del Tratado de Comercio Libre Salinas forjó compromisos con George Bush padre y sus negocios petroleros.

4.- En este contexto, Salinas estaría forjando una nueva alianza dentro del PRI pero con las mismas trampas políticas del pasado: recuperar el discurso populista y de nacionalismo revolucionario, pero para profundizar el proyecto neoliberal comprometido con los grupos de poder de los EU y con el Consenso de Washington. La coartada se dará con la reactivación del discurso político y social del viejo PRI pero para la nueva fase de los intereses globalizadores del PRI. La prueba se localiza en los libros de Salinas donde esconde el neoliberalismo debajo de un discurso social y ciudadano.

5.- En todo caso, el regreso de Salinas podría de muchas maneras volver a debatir los expedientes abiertos del largo periodo salinista 1979-1988: la neoliberalización del PRI en 1987 que provocó la salida del partido de Cuauhtémoc Cárdenas, los acuerdos secretos con los EU en materia de proyecto productivo y el petróleo, el fraude electoral de 1988, la privatización de empresas propiedad de la nación para crear una oligarquía salinista, la lobotomización del PRI para hacerlo olvidar de su origen político y popular, el pacto secreto con la iglesia para modificar el 130 constitucional a cambio de la asistencia de la jerarquía católica a su toma de posesión, el asesinato de más de 500 perredistas, los asesinatos políticos del cardenal Posadas, Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, el narcotráfico y la creación de una oligarquía sindical que espera el llamado salinista para comenzar a moverse.

A partir de su poder como ex presidente de la república, Salinas se ha convertido en el jefe máximo del partido, en el Plutarco Elías Calles priísta del siglo XXI. A Salinas se debe el fortalecimiento mediático de Peña Nieto vía la alianza salinista de Televisa. Y Salinas es en este momento político el factor de negociación al interior del PRI para aglutinar grupos alrededor de Peña Nieto. El PRI se fracturó en 1999-2006 y ello contribuyó a las dos derrotas presidenciales.

El PRI no nació como partido político sino como aparato de poder de la estructura presidencialista. A lo largo de su vida dominante en el poder, la fuerza del PRI radicaba en el hecho de que el presidente de la república en turno era el jefe máximo del PRI, el que ponía dirigentes, el que designaba candidatos a todos los cargos de elección popular y el que facilitaba financiamiento oscuro al partido para sus actividades. Este modelo fue inoperante en el gobierno de Zedillo por el planteamiento presidencial de una “sana distancia” del presidente de la república hacia el PRI. Dos intentos hizo Zedillo para tomar el control del PRI pero los priístas lo bloquearon: las reglas para la designación del candidato presidencial y el bloqueo a los precandidatos presidenciales zedillistas del grupo financiero. Zedillo bloqueó a Roberto Madrazo en el 2000 y abandonó a Francisco Labastida a su suerte.

Sin el dominio del presidente de la república, el PRI perdió el poder y las elecciones. Ahora Salinas quiere reconstruir el modelo del partido articulado al poder político. No por menos, por ejemplo, la casi segura nominación de Peña Nieto ha llevado a tomar el control total del partido para someterlo desde ahora a los dictados pre-presidencialistas. No por menos, tampoco, Peña Nieto comenzó a ejercer el dominio presidencialista al designar por dedazo a Beatriz Paredes Rangel como precandidata única a la jefatura de gobierno del DF. No por menos, pues, Peña Nieto como precandidato mejor posicionado en las encuestas presidenciales ha comenzado a designar a candidatos a cargos legislativos.

La nueva alianza orgánica del PRI de Salinas con la señora Gordillo no hace sino mandar el mensaje del regreso del viejo PRI y de la restauración no sólo del PRI en el poder sino, peor aún, del proyecto salinista neoliberal que sigue vigente a la fecha pero que Salinas quiere de nueva cuenta reconducir en función de los intereses de la hegemonía económica estadunidense. Con el pacto PRI-Salinas-Gordillo el PRI no hace sino fortalecer el modelo educativo ajeno al desarrollo, a la libertad de conciencias y a la modernización y revivir el PRI de los intereses por el poder político.

La presencia de Salinas como el jefe máximo del PRI no hace sino asegurar su reelección presidencial en el 2012, la que no pudo lograr en 1994.

(Diario Político 2012 de Carlos Ramírez en www.grupotransicion.com.mx)




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martes, 25 de octubre de 2011

25-Octubre-2011, Martes.

INDICADOR POLITICO




+ ¡Una-dos-tres, Salinas otra vez!

+ Peña Nieto y PRI, intendentes



Carlos Ramírez



Justo cuando el PRI y Enrique Peña Nieto se posicionan de las tendencias electorales del 2012 en las encuestas, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari retoma el liderazgo político del partido tricolor para anunciar la restauración no del viejo modelo priísta sino del salinismo como proyecto transexenal.

Salinas utilizó ayer varios medios para promocionar su último libro que no es sino una síntesis del mamotreto de casi mil páginas circulado a finales del año pasado sin pena ni gloria. Y como van las cosas, seguramente prepara ya una síntesis de la síntesis para seguir ocupando los espacios mediáticos.

Desde su torre de marfil de la impunidad, Salinas ha logrado ya definir el perfil del PRI que regresaría al poder con Peña Nieto en las elecciones presidenciales del 2012: el PRI que impuso sobre sí mismo el proyecto neoliberal de desarrollo. Claro que hoy Salinas inventa la dicotomía neoliberalismo-neopopulismo para afirmar que su PRIpuesta sería el camino intermedio. Sin embargo, la historia económica del país aporta elementos duros para probar que Salinas impuso el neoliberalismo en México en el periodo 1979-1994, que no tuvo garantías para continuarlo con Luis Donaldo Colosio, que colocó a Ernesto Zedillo como el sucesor luego del crimen en Lomas Taurinas y que Zedillo le dio continuidad al neoliberalismo salinista pero sin Salinas.

El neoliberalismo se instaló en el proyecto de gobierno en 1979 con la designación de Miguel de la Madrid como secretario de Programación y Presupuesto. El Plan Global de Desarrollo 1980-1982 contuvo la esencia del modelo neoliberal: el agotamiento del papel del Estado como promotor del desarrollo y la entrega de esa función al mercado. Salinas dio por terminado el concepto social del desarrollo y le dio legitimidad política al mercado como acumulación privada de la riqueza como el motor de la economía. Si eso no es neoliberalismo, entonces Salinas de Gortari es un monje incomprendido.

El modelo neoliberal de Salinas y el salinismo se conjuntó de una serie de decisiones que cambiaron el rumbo social y político del país: la privatización de las empresas públicas, la venta de Teléfonos de México, las acereras, los hoteles y los bancos, la creación de una nueva oligarquía empresarial salinista a través de la venta de empresas propiedad de la nación, el fin histórico del concepto de Revolución Mexicana en los documentos básicos del PRI, la elevación a consigna histórica del “liberalismo social” como doctrina económica salinista, la firma del tratado comercial con los Estados Unidos para subordinar a México a las nece4sidades de producción estadunidense y la entrega de México como mercado de productos excedentes de la economía de los EU.

Asimismo, la opción de una integración subordinada a la producción estadunidense, la desindustrialización de sectores productivos completos por la apertura indiscriminada en lugar de una reconversión industrial nacional, la creación de una nueva oligarquía sindical funcional a los intereses de terminar con la política de desarrollo social del Estado, el fin de la ideología histórica mexicana, la privatización del ejido, el reconocimiento a los derechos políticos de la Iglesia católica sin que ésta haya reconocido la Constitución laica y la toma de control del PRI para imponer candidatos tecnocráticos en senadurías y gobiernos estatales.

Más aún: Salinas hizo que México cumpliera puntualmente, como ningún otro país, con el decálogo del Consenso de Washington que impuso el capitalismo norteamericano para dar el salto cualitativo después del desmoronamiento del modelo socialista de la Unión Soviética: disciplina fiscal, reordenamiento de las prioridades del gasto público, reforma fiscal, liberalización de los tipos de interés, tipo de cambio competitivo, liberalización del comercio internacional, liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas, privatización de empresas públicas, desregulación productiva y respeto a  derechos de propiedad. El modelo salinista se ajustó al Consenso de Washington

Asimismo, Salinas aplicó a lo largo de su sexenio la esencia de la teoría económica del neoliberalismo: estabilización macroeconómica de la inflación a través del control de la demanda, a partir del criterio de Milton Friedman de que la inflación es en todo tiempo y en todo lugar un fenómeno monetario. Así, Salinas controló los salarios para bajar los precios. También abrió las puertas a las importaciones como una forma de ofrecer productos importados a precios más bajos de los nacionales, aunque con ello quebrara líneas productivas completas.

Así, el neoliberalismo salinista redujo el papel social y económico del Estado, privatizó la economía, desactivó el papel del PRI como pivote de la economía social  privatizó el campo, desindustrializó la economía para incorporarla a la estadunidense pero sólo como consumo. Y todo ese cambio de enfoque económico provocó el ascenso de una clase política tecnocrática, funcional. Colosio iba a ser quitado de candidato porque no respondía a la continuidad salinista.

El regreso de Salinas al debate y a la política tiene que ver con el hecho de que él será el eje central de la propuesta política del PRI y de la candidatura de Peña Nieto a la presidencia de la república. Se trataría, así, del doble regreso: de Salinas como el poder tras del trono presidencial y del salinismo como ejercicio del poder, la reelección presidencial tan ansiada en 1993.

Lo que queda por aclarar es si los libros y el proyecto salinista es de Salinas y lo encabeza Salinas o en realidad Salinas ya no existe y todo lo maneja un consejo anónimo del avatar conocido como “Oficina del Lic. Carlos Salinas de Gortari”, a menos que sea parte de la cobardía política de no dar la cara. Y también podría tratarse de la forma de operar de Salinas y de cómo manejará los hilos presidenciales del PRI y del candidato priísta: desde las tinieblas del poder oculto.

(Diario Político 2012 de Carlos Ramírez en www.grupotransicion.com.mx)




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lunes, 24 de octubre de 2011

24-Octubre-2011, Lunes.

INDICADOR POLITICO




+ 2012: lucha por segundo piso

+ Ingobernabilidad: sólo tercios



Carlos Ramírez



El 2012 mexicano se va a decidir en dos pisos: el primero se disputa en las candidaturas presidenciales de los tres principales partidos pero arrojará un próximo gobierno con apenas un tercio de los votos; el segundo ocurre en el control de las instancias intermedias de la gobernación, la gobernabilidad y hasta la gobernanza.

En el primer piso ya casi están decididas las cosas: Enrique Peña Nieto irá por el PRI, Andrés Manuel López Obrador por la coalición neopopulista y en el PAN van a decidir por Ernesto Cordero o Josefina Vázquez Mota. La ventaja del priísta será acotada por la movilización del perredista y por el aparato de poder del panista.

En el segundo piso hay un manjar político: la jefatura de la bancada en el Senado, la jefatura de las bancadas en la Cámara de Diputados, la Secretaría de Gobernación como eje político, la jefatura de gobierno del DF, la renovación de las direcciones nacionales de los tres principales partidos y, si cuaja la iniciativa del gobierno de coalición, la jefatura del gobierno federal o la jefatura del gabinete presidencial.

De hecho, la imposibilidad de una mayoría absoluta en la elección presidencial y en el congreso federal obligará al próximo presidente de la república a recurrir de urgencia al segundo piso del poder para lograr la gobernabilidad mínima, sobre todo por la inevitable tensión preelectoral, electoral y poselectoral.

Y ante la imposibilidad de lograr acuerdos políticos antes y después de las elecciones por la multipolaridad de las posiciones de los principales candidatos, entonces la capacidad de gobernación del próximo gobierno va a depender del segundo piso de poder. De ahí que las posiciones claves de la próxima administración requieran de políticos curtidos, experimentados y con un posicionamiento sólido en la etapa preelectoral. Ahí fue donde radicó la importancia de las firmas del desplegado de gobiernos de coalición.

El sistema presidencial ha demostrado que el cargo de presidente de la república carece de la flexibilidad necesaria para encabezar alguna negociación formal, sobre todo por la astucia de la oposición en tratar de doblegar al presidente en turno. Los presidentes de la república han necesitado un espacio de negociación intermedia, quedándose ellos como la instancia final de los acuerdos. Ahí fue donde fallaron Vicente Fox y Felipe Calderón.

La gobernabilidad del próximo sexenio no va a depender del porcentaje de votos del candidato ganador o de su carisma o de su habilidad, sino de contar con instrumentos de negociación: ofertas de modernización y sobre todo operadores de los acuerdos. Y el canal de negociaciones tendrá que ser en el largo y sinuoso camino de cuando menos cinco instancias de intermediación: Gobernación, Congreso, partidos, DF y gobernadores.

En este contexto se localiza la importancia de los cargos en el segundo piso del poder. En los hechos, el próximo gobierno tendrá que convertir formalmente a la Secretaría de Gobernación en la jefatura del gobierno federal o en la jefatura del gabinete presidencial. Y ahí se localizó, por lo demás, las fallas de Fox y Calderón, además del mismo error cometido por los gobiernos de Zedillo, Salinas y De la Madrid: Gobernación ha sido el engrane fallido de la larga crisis política mexicana de 1971 al 2011, salvo por la excepción de la gestión de Jesús Reyes Heroles en la negociación de la reforma política que legalizó al Partido Comunista Mexicano y metió al país de lleno en el sistema de partidos sin control oficial.

La pista secreta del desplegado de políticos, intelectuales y académicos sobre el gobierno de coalición radicó en la presencia de importantes personalidades que bien hubieran podido tener algún espacio en la lucha por las candidaturas presidenciales de los tres partidos --Cuauhtémoc Cárdenas, Manlio Fabio Beltrones y Marcelo Ebrard--, pero al estampar su firma en una propuesta sin pista de despegue y menos de aterrizaje no hicieron más que atraer la atención al papel bastante acotado que tendrá el candidato que gane las próximas elecciones presidenciales y hacer énfasis en la urgencia de analizar desde ahora la necesidad de espacios políticos, institucionales o de tensión para negociar la gobernabilidad de un presidente de la república que tendrá sólo un tercio de votos.

La urgencia de reformas ha enlistado no sólo las indispensables en una república en transición hacia una democracia integral --no sólo parcialmente electoral-- sino las que se han estado acumulando a lo largo de dos sexenios de alternancia sin modificación del sistema político, del modelo de desarrollo y del pacto constitucional y las propias de las crisis política, económica y social, además de un elemento poco atendido por los estrategas políticos: las revueltas sociales de jóvenes sin expectativas, azuzados por las redes sociales de la globalización del descontento.

El país fue sobretensado por la falta de avances en la modernización durante los dos sexenios panistas. El PRI atlacomulquense viene por la restauración pero en un escenario diferente al que permitió el largo reinado priísta. El neopopulismo depende de un presupuesto público que no alcanzará para el asistencialismo. Y el panismo parece no tener más expectativa que la administración cada vez más complicada e imposible de las crisis del viejo régimen.

De ahí la lucha política sorda por el segundo piso del poder, pero con candidatos presidenciales forjados en el viejo modelo de presidencialismo autoritario. Por eso no hay que perder de vista a las figuras políticas de primer nivel que aparecieron como abajofirmantes del desplegado sobre el gobierno de coalición y que podrían tener el control del segundo piso del poder.

(Diario Político 2012 de Carlos Ramírez en www.grupotransicion.com.mx)




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viernes, 21 de octubre de 2011

21-Octubre-2011, Viernes.

INDICADOR POLITICO




+ María Amparo Casar: desafíos

+ Discutir formas de salir de crisis



Carlos Ramírez



Para Juan Carlos, apoyo indispensable, en sus 27



El desplegado de no más de una docena de líneas proponiendo el gobierno de coalición causó más dudas que certezas porque fue un deseo pero sin explicar beneficios y problemas. Al final, el desplegado fue un acto de oportunismo.

Sin embargo, el modelo de gobiernos de coalición tiene un sustento en la teoría de las formas de gobierno. De ahí la importancia del texto de María Amparo Casar, politóloga que ha estudiado los gobiernos divididos y sin mayoría, el presidencialismo y el sistema político, sobre lo que son y lo que no son los gobiernos de coalición.

En un artículo aparecido en Reforma el martes de esta semana, Casar reconoce el ambiente adverso de la iniciativa en un escenario de desacuerdos políticos permanentes pero al mismo tiempo convoca a su debate a partir del criterio simple de “por qué no”. Por su importancia, Indicador Político reproduce el artículo de Casar:

Muchas y variadas han sido las reacciones ante la propuesta de dar respaldo jurídico a la figura de un gobierno de coalición. Ofrezco mi punto de vista --uno entre los 46-- sobre su sentido y contenido.

La propuesta consiste en que si el voto no le otorga mayoría en el Congreso al partido del Presidente, éste pueda acogerse a la figura de gobierno de coalición bajo dos premisas: el pacto entre dos o más partidos de una agenda legislativa común que respalde el programa de gobierno y el acuerdo sobre el equipo encargado de implementarlo. En este caso, ambos --agenda y equipo-- deberán ser sometidos a aprobación del Congreso. El esquema propuesto tiene algunas ventajas.

Primero, es opcional. Si un Presidente sin mayoría en el Congreso no deseara acogerse a la figura del gobierno de coalición, sería libre de apostar a gobernar en condición minoritaria e intentar hacer, como hasta ahora, alianzas legislativas caso por caso.

Segundo, respeta el sistema de representación proporcional vigente que cuenta con el consenso de la mayor parte de las fuerzas políticas y que guarda una proporcionalidad aceptable y aceptada entre número de votos y número de asientos en el Congreso. En este sentido cuida la pluralidad que es un elemento importante de la gobernabilidad.

Tercero, ofrece una alternativa a la formación de mayorías partiendo del reconocimiento de que los votantes tienen preferencias distintas, que es necesario conciliarlas y que los partidos coaligados tienen más que ganar si hacen una coalición que si cada uno jala por su lado. Esto es, reconoce que si ningún partido logra la mayoría es porque no hay un sentido mayoritario del voto y que la única manera de llevar a buen puerto un programa de gobierno es negociándolo. Desde luego que dicho programa sería uno de compromiso y, como en todo compromiso, las partes se verían obligadas a sacrificar porciones de sus proyectos. Así es la política.

En la propuesta no hay toma de posición política en favor o en contra de algún candidato o partido. No se pronuncia sobre las alianzas electorales: válidas pero inútiles a la hora de gobernar. Nada tiene que ver con cómo se accede al poder. Es un planteamiento sobre la conformación y ejercicio de gobierno una vez que los votantes emitieron su voto y decidieron la Presidencia y la integración del Congreso.

Hay, sí, una toma de posición frente a aquellos que ante la ausencia de una mayoría parlamentaria para el partido del Presidente buscan crearla a partir de reglas electorales que no incorporan como valor central el que la proporción de legisladores de cada partido sea igual o lo más parecida posible a la proporción de la votación nacional que recibió. Una toma de posición frente a la desaparición o reducción de la representación proporcional, la eliminación del tope de sobre-representación o la adopción de la cláusula de gobernabilidad que premiaría al partido que obtuviese el 35% o 40% de los votos con el 51% de los diputados.

Los promotores de estas alternativas aducen dos ventajas. El Presidente tendría el respaldo parlamentario para llevar a buen puerto su programa y dejaría en claro al ciudadano quién es el responsable del buen o mal desempeño del gobierno.

Ambos argumentos tienen problemas. La creación de una mayoría en la Cámara de Diputados dejaría abierta la posibilidad de que el Senado quedara dividido --como lo está hoy-- impidiendo que el Presidente pasara sus reformas. Por otra parte, la Constitución imposibilita que un partido por sí mismo tenga los 2/3 de la representación y por tanto la posibilidad de reformar por sí solo la Constitución. La persistencia de estas dos características --entre otras-- anula las ventajas de la solución "mayoritarista": la eficacia en la implementación del programa del Presidente y la asignación de responsabilidades. Para que ello ocurriera un partido debería controlar todas las instancias decisorias.

A ello habría que añadir que las fórmulas propuestas son para crear mayoría para algún partido, no específicamente para el partido del Presidente. Bien podría ocurrir --como de hecho ocurre en el sistema mixto que hoy prevalece o como ocurre desde hace 50 años en Estados Unidos-- que las elecciones bajo la fórmula mayoritaria dieran el triunfo a un partido distinto al del Presidente. En este caso, también desaparecerían las ventajas aducidas.

Tienen razón los críticos de la propuesta de los gobiernos de coalición sobre que las posibilidades de que transite son pocas, pero eso no la descalifica. Tienen razón también al decir que nada impide hacer gobiernos de coalición y que si no se hacen es porque falta voluntad política. Pero, ¿por qué no acicatear la voluntad con una reforma que puede incentivarla?

(Diario Político 2012 de Carlos Ramírez en www.grupotransicion.com.mx)




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jueves, 20 de octubre de 2011

20-Octubre-2011, Jueves.

INDICADOR POLITICO




+ Cárdenas: regresar al 88 y 2000

+ Transición o restauración, dilema



Carlos Ramírez



Como los tres principales partidos ya rechazaron algún tipo de acuerdo y como los seis precandidatos nada dicen del diseño de unos Pactos de la Moncloa para México, el dilema electoral del 2012 se reduce a la restauración priísta, a la continuidad panista o al neocaudillismo perredista.

El único camino que queda para rescatar el espíritu de la transición democrática que el país tanteó en 1988 y que dilapidó Vicente Fox hoy convertido en el Chachalaco de sí mismo, radica en la posibilidad de que Cuauhtémoc Cárdenas encabece una propuesta de transición real a un sistema democrático que habría de construirse como propuesta plural.

Cárdenas ya ha dicho que . La medalla Belisario Domínguez, que retoma su valor de reconocimiento y deja el camino del pago de facturas partidistas, lo ha impulsado a afirmar la posibilidad de ser candidato en la tesitura de un acuerdo plural hacia la construcción del nuevo proyecto de nación.

Ya no hará más posibilidades. Los tres principales partidos tienen definidos sus nominaciones en figuras que carecen de alguna aportación para la reconstrucción del sistema político y del proyecto de nación. Así, el país podría ahogar la alternancia partidista del 2000 en candidatos que representen a sus propias formaciones, sin tener capacidad para construir alianzas en torno a una propuesta de reorganización nacional.

La única figura capaz de lograrlo es Cárdenas. No se trata sólo de sumar votos, sino de ofertar un proyecto de instauración de la democracia. Algunas de las firmas del desplegado proponiendo un gobierno de coalición podrían consolidar la propuesta de llevar la alternancia a un nuevo proyecto nacional: Manlio Fabio Beltrones, Santiago Creel, Manuel Camacho Solís, Marcelo Ebrard y politólogos que han insistido en el cambio de fondo como María Amparo Casar y José Antonio Crespo. Todos ellos podrían configurar un bloque político capaz de consolidar una candidatura de emergencia para llevar la transición a la instauración de un nuevo régimen de gobierno con nuevas y mejores reglas, y evitar que la alternancia caiga en el círculo vicioso de la restauración del viejo régimen que se ve en el corto plazo histórico.

Para lograr esa oportunidad no se requiere la voluntad de Cárdenas --que ya la fijó con precisión--, sino del paso audaz de mexicanos que dicen estar comprometidos con los cambios: una candidatura plural de Cárdenas a la presidencia, con un programa de refundar el proyecto nacional. En este escenario podrán contribuir Beltrones, Creel, Camacho, Ebrard y otros que sí existe una viabilidad para rescatar el voto histórico del 2000 que Fox dilapidó con irresponsabilidad histórica al olvidarse de la transición y dedicar su presidencia a colmar de bendiciones y poder a Martha Sahagún; se trataría, con Cárdenas, de retomar el camino desviado en el 2001: el cambio de modelo político.

El ejemplo español de los Pactos de la Moncloa, diseñados por la dirección política de Adolfo Suárez, logró que todas las fuerzas políticas, económicas y sociales --aún con la resistencia y mezquindad del PSOE-- definieran los cambios en el modelo político, productivo y de seguridad que le permitieron a España consolidarse después de Suárez en uno de los países más desarrollados de Europa; de nueva cuenta la mezquindad del PSOE y la incapacidad de Zapatero tienen a España en calidad de damnificada del desarrollo.

El congreso ha demostrado en los dos sexenios de la alternancia su incapacidad para construir un nuevo proyecto de nación porque su composición partidista ha obedecido a facciones y no a legisladores. El error ha sido esperar el reacomodo de grupos de poder en el congreso y luego diseñar iniciativas parciales. Por ello se requiere desde ahora convertir la elección presidencial del 2012 en un verdadero plebiscito nacional: ¿quiere la sociedad mexicana el continuismo, la restauración o el neocaudillismo cesarista o está dispuesta la sociedad mexicana a impulsar la gran reforma del cambio de fondo con una candidatura que tenga como programa de gobierno unos Pactos de la Moncloa mexicanos? Cárdenas ya dijo que estaría dispuesto a ser candidato pero a condición de lograr una gran coalición plural de políticos que quieren el cambio pero que en sus partidos no encuentran la forma de empujarlo.

Las oportunidades son pocas. Y parece que ya no habrá otra. Por más que se busque, no existe otra figura de consenso nacional para la verdadera transición-alternancia-construcción democrática que Cárdenas. Cualquiera de los tres precandidatos que se perfilan como candidatos no ofrece la posibilidad de una oferta seria por la reconstrucción nacional del proyecto de desarrollo.

Los Pactos mexicanos de la Moncloa no son difíciles de diseñar. Se trata de dar por terminado el ciclo del desarrollo, Estado y acuerdo constitucional que hizo el PRI desde 1920 bajo el mando caudillista de Oregón y comenzar un nuevo ciclo. No es difícil elaborar un nuevo proyecto nacional de desarrollo; el problema se localiza en los grupos de poder que quieren mantener sus privilegios y espacios de poder. Cada uno de los precandidatos que se perfilan como candidatos busca tan sólo mantener esos privilegios parciales y confrontados unos con otros.

Si no hay un candidato de consenso como Cárdenas y si no se forma un nuevo bloque histórico de poder con líderes que fueron capaces de hacer una propuesta contraria a los intereses de sus respectivos partidos, entonces el país llegará al 2012 con propuestas parciales, con campañas destructivas y sin ofrecerle al país y a la sociedad una esperanza de cambio real. En 1988 Cárdenas construyó un frente opositor que hizo tambalear al PRI y en el 2000 Fox dilapidó irresponsablemente el voto del cambio para pactar vergonzosamente con el PRI una continuidad del viejo Estado priísta.

Así que la última oportunidad del cambio mexicano será en el 2012.

(Diario Político 2012 de Carlos Ramírez en www.grupotransicion.com.mx)




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miércoles, 19 de octubre de 2011

19-Octubre-2011, Miércoles.

INDICADOR POLITICO




+ Sicilia, sólo grupo de presión

+ Con FCH, poesía en voz alta



Carlos Ramírez



A Carlos Salomón, por el reconocimiento trayectoria profesional por el Consejo Académico de la Escuela Europea de Dirección de Empresa, de la Real Centro Universitario Escorial Ma. Cristina

Enamorado de su tono engolado de voz, con argumentaciones sociales y de seguridad reducidas a versos y chantajeando con las víctimas de la violencia del crimen organizado, Javier Sicilia ha convertido las reuniones de su movimiento social en un mero grupo de presión con cinco objetivos:

1.- Convertir las reuniones con el ejecutivo federal en sesiones de poesía en voz alta con transmisión nacional.

2.- Convertir al movimiento en un instrumento de presión para obligar al Estado a tomar ciertas decisiones, pero en el contexto de la propuesta de John  Holloway de “cambiar el mundo sin tomar el poder”.

3.- Debilitar al Estado parando la ofensiva de seguridad justo cuando se están desmoronando los carteles. Detener la ofensiva en este momento sería un gran respiro para los cárteles. Así, objetivamente Sicilia y su movimiento están al lado de las organizaciones criminales responsables de la abrumadora mayoría de asesinatos, secuestros y desapariciones que denuncia Sicilia.

4.- Utilizar a las víctimas de la violencia criminal para reintroducir la agenda de la autonomía indígena del EZLN que representa la balcanización de la república y que ya había sido resuelta en el congreso.

5.- Y desconocer los avances de la estrategia de seguridad en el desmantelamiento de los cárteles del narco, sobre todo por la ausencia de algún pronunciamiento directo, estricto y severo de Sicilia contra los capos de los cárteles de la droga.

Luego de haber desenfocado su movimiento por la incorporación de la agenda indígena del EZLN, Sicilia ha basado su estrategia en dos pivotes perfectamente definidos: su anarquía católica y su repudio al ejercicio del poder. El anarquismo tiende a aniquilar al Estado para que el sistema se acomode justamente a organizaciones del estado de naturaleza. Y su desdén hacia las instituciones de ejercicio del poder reduce su movimiento al de un grupo de presión que induce decisiones a partir de movilizaciones callejeras.

La teoría que sustenta el modelo de grupo de presión de Sicilia es el del investigador John Holloway, quien ha definido la tesis de que los movimientos revolucionarios del siglo XXI deben “cambiar el mundo sin tomar el poder”. Y en ese modelo se incluyen, por ejemplo, el EZLN de Marcos, los indignados de España, los ocupantes de Wall Street y algunos otros. La propuesta se sustenta en la tesis del anarquismo que tiene el objetivo de abolir el Estado y el gobierno  se basa en el factor de presión callejera de grupos sociales, aunque una sociedad sin Estado es una sociedad dominada por los más fuertes.

La tesis de Holloway suena utópica. Dice en el prólogo de su libro ¡Cambiar el mundo sin tomar el poder!: “¡que se vayan todos! ¡Que no quede ni uno! ¿Qué sueño! ¡Qué sueño tan lindo! Imagínense, un mundo sin políticos, un mundo sin sus amigos capitalistas, un mundo sin Estado, un mundo sin capital, un mundo sin poder”. La de Holloway es una utopía huxleyiana del mundo feliz. Al final el Estado tiene que existir y la autoridad debe de gobernar, sólo que la sociedad elimina la intermediación institucional y las decisiones se tomar por efecto de los grupos de presión en manifestaciones callejeras.

Sicilia quiere el anarquismo absoluto, tiende a desconocer la jerarquía del Estado, la función de la autoridad y el papel de las instituciones. Asimismo, esconde su propuesta secreta: el lugar del Estado lo tomaría la religión católica, la misma que prohijó al Padre Maciel ya defendido por el propio Sicilia. Sin embargo, sus propuestas son autoritarias e inflexibles y responden al juego de intereses con un objetivo: el anarquismo anticapitalista y antisocialista.

Se trataría de una democracia de mano alzada, impuesta por razones de la presión y no por las bondades de las propuestas. Y en lo que desparece el Estado, Sicilia busca es imponerle decisiones al Estado desde la movilización callejera. Por eso Sicilia quiere detener la ofensiva de seguridad porque es el lado más débil del Estado, aunque a costa de permitir el fortalecimiento de las bandas del crimen organizado. Sicilia sabe que la gran victoria de su movimiento no sería la aniquilación de los cárteles sino doblegar al Estado. La jugada tiene su lógica: los cárteles también son un grupo de presión contra el Estado.

Al asumirse como un enemigo del capitalismo, el movimiento “Cambiar al mundo sin tomar el poder” se coloca en el espacio del socialismo utópico premarxista. Su tesis central se basa en la negatividad: decir no a las cosas y luchar porque la presión social en las calles impida ciertas decisiones. Lo que todo socialismo utópico no ha resuelto es la forma de construir la gobernación de la sociedad. El Estado es el contrato social de la sociedad para crear una estructura de defensa y de gestión. Sin el Estado entonces todo regresaría al estado de naturaleza.

Sicilia, el ELZN, los indignados y los ocupantes de Wall Street no quieren el poder sino que el Estado decida a favor de estos grupos de presión. Para Sicilia la paz es la no agresión contra los cárteles porque también combaten al Estado; por tanto, el Estado debe detener su ofensiva, aunque con ello beneficie a los cárteles.

La estrategia de Sicilia se ahogó en las sesiones de Poesía en Voz Alta en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, haciendo poesía en prosa con la tragedia de la gente.

Además, opino que Javier Sicilia, su movimiento y el rector de la UNAM José Narro deben pedir directamente la rendición incondicional de Joaquín El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada, Heriberto Lazcano El Lazca, Servando Gómez La Tuta, Juan José El Azul Esparragoza, Vicente Carrillo Fuentes y otros capos y exigirles la entrega de su arsenal de armas para ser juzgados como responsables de la violencia criminal en el tráfico de drogas y de varios de miles de muertos.

(Diario Político 2012 de Carlos Ramírez en www.grupotransicion.com.mx)




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