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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

domingo, 31 de enero de 2010

Indicador Político 31-enero-2010, domingo

+ México: crisis 1995-2010 (4)
+ Literatura de anti transición

Carlos Ramírez

En 1937 el país se encontraba en el ojo del peor de los huracanes: la guerra civil en las élites del poder. Los grandes jefes revolucionarios se habían asesinado entre sí, la revolución se había convertido en una estructura burocrática de un partido de reminiscencias fascistas, la lucha por el poder comenzaba a ser del arte de la guerra, Calles finalmente fue destruido y México se encontraba en una especie de leninismo enguarachado en el Partido dominante. Atrás quedaba la fase más violenta de la revolución: la disputa por el poder, no la destrucción de la dictadura.
Dos obras lograron correr el velo del discurso oficial de la demagogia: en 1929 publicó Martín Luis Guzmán su novela La sombra del caudillo y en 1937 terminó de escribir Rodolfo Usigli su obra de teatro El gesticulador. Dos reflejos del mismo prisma del poder: la política sin sentimientos sociales. Guzmán dio estructura de novela a la lucha por la sucesión presidencial de 1924, cuando Alvaro Obregón impuso la candidatura presidencial de Plutarco Elías Calles, previó el asesinato del general Francisco Serrano en 1927, un hecho histórico que marcó el inicio de la fase de los caudillos político-revolucionarios. Y Usigli logró fotografiar, sin un hecho en especial, el tránsito del sistema político revolucionario de su fase realmente de convicciones revolucionarias a la etapa de los gesticuladores de la política como uso del poder.
Nunca como antes en la literatura mexicana dos obras lograron no sólo reflejar la realidad sino entender la lógica del poder político. Guzmán, nacido de un militar porfirista, se había hecho revolucionario en las aulas universitarias y escaló posiciones hasta secretario particular de Francisco Villa. Usigli, menos activo, paradójicamente más conservador, inclusive más tarde entronizado en las reglas priístas de la política, también como Guzmán, retrató el momento en que los héroes de la revolución fueron aplastados por los generales de los pasillos de Palacio Nacional. Los dos, en una lectura lejana de sus obras --lejana en tiempo aunque no en historia--, pudieron congelar en obras que se leen casi cuadro por cuadro los conflictos de la transición política mexicana a la democracia: sus personajes del poder carecieron, como todos los revolucionarios y políticos forjados en 1910, de voluntad democrática, aunque todo hablaron en nombre de la democracia.
Las obras de Guzmán y Usigli, además de ser obras literarias de primer orden, fijaron las coordenadas de instantes en que fracasaron las posibilidades de la transición. Aplacados casi los principales líderes revolucionarios, el país hubo de enfrentar hacia 1924 el dilema de encauzar la revolución hacia prácticas democráticas modernas o hundirse en los vericuetos del ejercicio personalista del poder. La ambición de Obregón iba más allá de la democracia: quería convertirse en el dictador revolucionario. Hombre de astucia en el campo de batalla, con habilidad en el movimiento de los hilos del poder y hombre fuerte que había sobrevivido a las purgas revolucionarias, Obregón tenía el impedimento del principio de la no reelección presidencial en la Constitución.
En 1924, al terminar su periodo cuatrienal de gobierno, Obregón instauró el mecanismo de sucesión presidencial, que era algo más que la operación política para definir un candidato presidencial a su modo: se trataba, en la versión jurídica del concepto, heredar el poder, de imponer a un sucesor que representara sus intereses. Obregón optó por el leal Calles y le asignó la tarea de modificar la Constitución para permitir la reelección presidencial luego de un periodo. Calles cumplió la tarea, pero la elección presidencial de 1928, con Obregón como candidato-caudillo y previo el asesinato del general Francisco R. Serrano, condujo al magnicidio: Obregón fue asesinado por una conspiración del poder. La casuística de la sangre --como escribiría Albert Camus-- determinó cambiar el curso de la historia: Obregón, el que cargó con la culpa del asesinato de Serrano, fue asesinado en Coyoacán. Calles, el beneficiario obregonista de la muerte de Serrano, quedó marcado como el responsable político del crimen en el Parque de la Bombilla, aunque se erigió en el jefe máximo de la revolución… pero hasta que otro caudillo, Lázaro Cárdenas, lo liquidó políticamente e instauró, quizá para evitar más disputas criminales, el caudillismo de partido.
La historia de las sucesiones presidenciales es literaturizada por Guzmán. Con un estilo sobrio, sin intervención excesiva del narrador, ajustándose a contar una historia de personajes, Guzmán exhibe, de manera descarnada, el ejercicio del poder: engaños, crímenes, corruptelas; el fin de las ideas; el verbo político del poder era madrugar, madrugar al adversario, ganarle la partida en el tiempo. Si Mario Puzo logró resumir en la figura familiar del padrino la personalización del poder en la pirámide de los intereses, Guzmán se adelantó casi medio siglo en utilizar la figura política del caudillo como el eje personalizado del poder.
No, no hubo entonces democracia, a pesar de que la revolución había estallado para ingresar a México en las transformaciones. La historia posterior demostraría que tampoco era cuestión de instituciones. Calles se erigió con el último caudillo revolucionario pero la muerte del anterior caudillo, Obregón, lo llevó a una de las etapas de mayor confusión semántica de la política mexicana: el Caudillo Calles liquidó al caudillo Obregón y luego fundó el Partido Nacional Revolucionario como la figura del aparato del poder como caudillo y sobre esos hechos anunció Calles el fin de la era de los caudillos y el comienzo de la etapa de las instituciones, aunque esas instituciones, como lo demostraría Cárdenas con la reforma al PNR y la creación de sectores corporativos como brazos del poder presidencial, a su vez se convirtieron en burocracias del poder político.
La aspiración democrática, el tránsito de la dictadura a la democracia que soñó Francisco I. Madero, no pudo llegar. La dictadura personal de Díaz fue sustituida por la dictadura de los jefes revolucionarios y ésta a su vez derivó en la dictadura del partido hegemónico. Ese largo tránsito de 1910 a 2000 vio la construcción y consolidación de una poderosa estructura de poder, un juego de engranes político de la relojería más sofisticada, lo suficientemente fuerte para que la alternancia partidista en el 2000 no hubiera podido en el corto plazo de un decenio sustituirla por una maquinaria alternativa verdaderamente democrática. Guzmán logró captar y sobre todo exponer en toda su dimensión el ejercicio personalista del poder político de los jefes revolucionarios. La sucesión presidencial se convirtió en la piedra de toque de todo el sistema político revolucionario-priísta, en esa antigua roca que servía para probar la riqueza de las joyas. Y también fue la piedra filosofal que podía transformar los metales vulgares en oro de mayor riqueza.
Ningún ensayo político de entonces o después pudo lograr ese negativo fotográfico del poder político mexicano. Inclusive, el ensayo El sistema político mexicano, de Daniel Cosío Villegas en 1971, apenas pudo dibujar tenuemente algunas de las reglas del juego que le dieron tranquilidad a la elección de presidentes desde 1934 hasta 1994, casi dos generaciones. Guzmán consigue un estudio shakesperiano de caracteres, convierte la lucha por el poder en los años veinte y treinta en una disputa monárquica en los Castillos de Inglaterra y Dinamarca, pudo encontrar el trasfondo de las pasiones en las imágenes bondadosas y enérgicas de los jefes revolucionarios. El caudillo engaña, obliga a los políticos y jefes militares a pervertirse políticamente. Los aspirantes tienen que ceder. Y no sólo eso: Ignacio Aguirre --la figura literaria de Serrano y Adolfo de la Huerta-- es conminado a probar su lealtad al caudillo no sólo negando públicamente sus aspiraciones presidenciales, sino entregando a sus seguidores a la justicia criminal revolucionaria. Y el general Hilario Jiménez --Calles como personaje literario--, siempre oculto detrás de las cortinas del despacho presidencial, se deja llevar de la mano por el caudillo, pero --como ocurrió en la realidad-- preparando el parricidio como zarpazo final.
¿Y la democracia? La lucha contra el dictador Díaz se organizó porque el ejercicio unipersonal del poder impedía convertir la democracia en el factor de funcionamiento de la política y de las instituciones. Madero convirtió su gobierno en una institución democrática, pero fue arrasado por las ambiciones de poder. Madero quiso una verdadera transición a la democracia, pero los demonios se soltaron rápidamente. De 1913 a 1920 el país se desbarrancó del camino de la democracia y cayó en la cuneta de la dictadura revolucionaria y de la dictadura de partido, con la circunstancia agravante de que las instituciones presuntamente democráticas se fundaron no para la democracia sino para el dominio hegemónico del partido en el poder. Guzmán, en su novela, exhibe el fracaso de las instituciones ante las ambiciones de poder de políticos y élites revolucionarias.
La ficción logró, en Guzmán, abarcar la realidad. La construcción y crisis del caudillismo se entiende hoy con facilidad debido a La sombra del caudillo. Obregón impuso a Calles, Calles modificó la Constitución para permitir la reelección de Obregón, Obregón cayó asesinado a las pocas horas de haber ganado las elecciones, Calles --sospechoso del magnicidio-- entendió la lógica del poder e inventó la dictadura del caudillo a través del partido, el Partido se fortaleció con el corporativismo organizado por Cárdenas y Cárdenas marcó la declinación de la fase política de la revolución mexicana. Avila Camacho y Alemán consolidaron la etapa de la burocracia del poder. El huevo de la serpiente había sido incubado en 1924. Y Guzmán logró fotografiar, a través de la literatura, ese proceso.
Usigli, por su parte, completó el gran fresco literario de ese proceso. Escrita en 1937, al calor del cardenismo, El gesticulador pudo ponerse en escena hasta 1947, en pleno ascenso de Miguel Alemán como el inicio del gobierno de los civiles-abogados-burócratas. A diferencia de Guzmán, en realidad Usigli no participó directamente en la lucha revolucionaria; más bien tuvo cargos burocráticos en el área cultural, diplomática y de comunicación. Nacido en 1905, su obra El gesticulador la escribió apenas rebasado los treinta años. Luego escribió obras de contenido religioso, entre ellas Corona de sombras. En 1972 publicó Buenos días, señor Presidente, un drama que se quiso meter en el asunto de la rebeldía estudiantil, que fue leída como de apoyo al gobierno priísta y que se preocupó por enviársela al presidente Luis Echeverría con una dedicatoria muy sentida. La obra de teatro aborda el conflicto estudiantil pero dejando entrever la incapacidad de la lucha de los jóvenes.
Este perfil conservador de Usigli le dio un valor más especial a El gesticulador, aunque al final fue leída por el gobierno priísta de Miguel Alemán como una dura crítica al modelo ideológico de los gobernantes posrevolucionarios y en ciertos sectores progresistas se entendió como una versión conservadora del ejercicio del poder. Pero en el fondo, la obra llegó al corazón de la clase gobernante. Usigli cuenta en su texto “Gaceta de clausura de El gesticulador” que el presidente Alemán ordenó a sus ministros del gabinete acudir al teatro a ver la obra y que luego realizó una reunión formal para escuchar impresiones. La principal inquietud radicaba en la percepción política, en su primer efecto, de que trataba mal a los generales. Pero en el fondo, la obra no abordaba formalmente al sector militar, sino que aparecía el choque entre un general amado por el pueblo y un general marcado por la ambición personal. Por tanto, Usigli no quiso poner a los militares en la mira. A partir de las opiniones de su gabinete, Usigli fue separado de un cargo diplomático.
La lectura del poder sobre la obra concluyó que “atacaba” la esencia de la revolución mexicana. Pero Usigli no era en realidad un enemigo del sistema. En todo caso, había logrado, como Guzmán, encontrar una veta creativa de la realidad. La anécdota de El gesticulador es sencilla: una noche, en un pueblo apartado, un profesor norteamericano busca refugio en la casa de un modesto profesor mexicano de historia. El extranjero estaba indagando datos sobre un famoso general César Rubio, de los más puros de la lucha revolucionaria, quien había desaparecido y lo daban por muerto. El profesor mexicano, llamado también César Rubio, le cuenta a su invitado datos desconocidos del militar y le vende documentos de la vida del revolucionario. El profesor norteamericano, invadido por la emoción, publica en un periódico estadunidense la versión de que el general César Rubio está vivo.
Ahí se desencadena la historia. La versión es recogida por la clase política y dan por el general César Rubio al profesor César Rubio. La pasión política crece y el presidente de la república, un general, deja entrever que el general Rubio debiera ser el candidato oficial a la gubernatura. Uno de los generales más perversos de la comarca, Navarro, se sentía ya el candidato y va a ver a Rubio. Tienen una discusión fuerte: Navarro comprueba que Rubio no es el general, pero conoce datos de su traición, de Navarro, a Rubio. Se amenazan mutuamente. La conversación es escuchada por el hijo de Rubio, quien se decepciona de su padre. Rubio asume la personalidad del general con el objetivo de hacer el bien. Pero Navarro no se deja y el día de las votaciones sus sicarios matan a César Rubio. El hijo del profesor amenaza a Navarro con dar a conocer la verdad, pero las ruedas del sistema comienzan a moverse: más vale un héroe muerto como víctima que vivo haciendo daño con sus idealismos. Al final, Navarro grita vivas a Rubio y dice que enarbolará las banderas de Rubio.
Los simbolismos permean el dramatismo de las páginas finales --o los minutos finales--. Conocido el magnicidio, la esposa de Rubio, Elena, le dice a su hijo: “cierra, Miguel. Las puertas, las ventanas, ciérralo todo”. Su hijo le responde: No, mamá. Todo el mundo debe saber, sabrá… No podría yo seguir viviendo como el hijo de un fantasma”. Elena, desecha, se derrumba y le dice a su hija: “Cierra, Julia. Todo se ha acabado ya”. La lectura política de esta escena no puede ser más crítica: la vida ideológica de los valores de la Revolución Mexicana habían caído abatidas por las balas del oportunismo político, de la corrupción, de los intereses dominantes. Esa Revolución Mexicana en estado puro, había sido asesinada. Y sus herederos, sin fuerza, abatidos, se encerraron en el aislamiento, mientras afuera la revolución oportunista asumía todo el control de los acontecimientos… y del poder. Este simbolismo se ajusta a la percepción del dramaturgo Vicente Leñero de que Usigli estaba obsesionado con el teatro político del radical anarquista Bertolt Brecht.
En el juego dramático de Usigli se resumió una percepción de la lucha revolucionaria. El movimiento armado y social de 1910, pese, inclusive, a una de las constituciones de mayor contenido social, se había reducido a una disputa por el poder. Los valores morales esenciales --honestidad, servicio al pueblo, poder popular-- fueron asesinados en la figura simbólica del general César Rubio. La obra fue escrita en 1936-1937, en la fase más radical del cardenismo, pero ni esa forma populista de ejercer el poder cambió el enfoque moralista de Usigli. Quizá los hechos más cercanos a la obra de Usigli fueron, como en Guzmán, los de la sucesión presidencial de 1924: el general Serrano como la revolución social y el general Obregón como la perversión del ejercicio del poder: los generales como gesticuladores. Luego vendría el asesinato de Obregón y el fortalecimiento de Calles como el jefe máximo de la Revolución Mexicana, con esa forma de ejercer el poder por la vía de la corrupción de los valores idealistas de la misma revolución. En el fondo, Usigli logró captar dramáticamente el parteaguas de las dos revoluciones: cuando la corrupción le ganó la partida al idealismo. La Revolución Mexicana había muerto para darle espacio al ejercicio oportunista del poder. Inclusive, la escena de la muerte del general Rubio tiene muchos parecidos con la del general Obregón: desde el poder, pero vía un asesino solitario fanatizado.
Los hechos posteriores a 1937 parecieron darle la razón a Usigli. Cárdenas sólo reformó la estructura del partido para consolidar al presidencialismo, a costa de establecer mecanismos de control social de las masas a cambio de beneficios vía subsidios. Avila Camacho enterró los últimos valores morales de la revolución. Y Alemán, el primer gobierno de los civiles, abogados y burócratas de la revolución, entronizó la corrupción. Usigli no llegó a tanto, pero en su obra dejó entrever que la transición política del país no había llevado a una democracia ni menos aún a un modelo moral del poder, sino que había sido expropiada por las élites dominantes que despojaron al ejercicio del poder su compromiso de justicia y equidad. Los políticos priístas habían encarnado en uno, dos, muchos generales Navarro: ejercer el poder sin escrúpulos, aunque con el discurso de los idealistas que fueron abatidos por los corruptos.
La conversación de Miguel, hijo de Rubio, con el general Navarro es la síntesis del final histórico de la Revolución Mexicana: más vale un héroe muerto que vivo y causando estragos en los altos niveles del poder ya corrompido. Dice Navarro: “todo aquel que derrama sangre por su país es un héroe. Y México necesita héroes para vivir. Su padre es un mártir de la revolución”. Navarro encuentra el punto débil del hijo: Miguel no puede revelar la verdad porque entonces probaría que su padre era un farsante. Pero la maquinaria del poder había convertido a Rubio en un héroe en el instante mismo del primer disparo. “Es usted mi mejor defensor”, le dice Navarro. Miguel queda derrotado. Y ahí hay otra escena simbólica de Usigli: Miguel toma la maleta y escapa, desaparece, “huyendo de la sombra misma de César Rubio, que lo perseguirá por siempre”. La desaparición de Miguel es, simbólicamente, el fin histórico de los valores morales y éticos de la Revolución Mexicana.
Las obras de Guzmán y Usigli en realidad cerraron el ciclo ideológico de la revolución social de 1910 y revelaron, de paso, la perversión de la lucha de millones de mexicanos. La revolución no había llevado al país a una situación de justicia y bienestar, sino de creación de una nueva élite explotadora, aunque ahora en nombre del pueblo. Aguirre en Guzmán y Rubio en Usigli representaban los valores éticos y sociales de la revolución y los dos resultaron asesinados desde el poder por la clase revolucionaria gobernante. Por tanto, la revolución había sido derrotada por sí misma, aunque la demagogia había logrado superar los conflictos. Más que una bandera, la Revolución Mexicana se redujo a un discurso. En lugar del ideal de justicia, se impuso el objetivo de la coartada política y demagógica. La transición política de una dictadura a un régimen de justicia social se había pervertido desde el poder.Lo paradójico fue que los dos autores, Guzmán y Usigli, aportaron elementos literarios para la peor crítica política al régimen revolucionario, pero los dos lo hicieron desde dentro de la clase gobernante, sin afanes de disidencia y terminando sus vidas reafirmando su compromiso con el mundo político perverso que denunciaron de manera descarnada: Guzmán como funcionario y senador, sin duda ajeno al espíritu del agitador social Axcaná González, y Usigli sin hacer honor a la rebeldía de Miguel Rubio, los dos, ciertamente, sin llevar su crítica a posiciones idealistas más profundas. Ahí se percibió la segunda derrota de la transición política de la revolución: la falta de coherencia de sus protagonistas para defender los valores sociales de la revolución. Eso sí, La sombra del Caudillo y El gesticulador quedaron prendidas como las grandes obras literarias críticas de las traiciones de la Revolución Mexicana.

viernes, 29 de enero de 2010

Indicador Político 29-enero-2010, viernes

+ Ebrard-DF: sube inseguridad
+ “Si no pueden…, renuncien”

Carlos Ramírez

Apenas un par de horas de ocurrido la agresión, el secretario de Seguridad Pública del DF, Manuel Mondragón y Kalb, se comunicó a un programa de radio para informar a las 7.40 de la mañana que el futbolista Salvador Cabañas había fallecido en el traslado del antro al hospital. El jefe de la policía capitalina demostró que no tenía la menor idea del asunto.
A lo largo de las 48 horas de la indagatoria, la procuraduría de justicia del DF acumuló varias pifias: confundió la personalidad de uno de los agresores, no supo explicar la escena del crimen, dio datos equivocados de las casa del agresor principal, no supo que uno de los señalados estaba encarcelado desde hace meses.
Estos datos ilustran el desorden y la incompetencia del área de seguridad pública del Distrito Federal, con el hecho agravante de que el jefe de gobierno Marcelo Ebrard fue coordinador de la policía con Manuel Camacho en el gobierno de Carlos Salinas y luego fue secretario de Seguridad Pública en la administración de López Obrador.
Las cifras oficiales informan de un aumento en la inseguridad pública en el DF en el gobierno de Ebrard, aunque el propio jefe de gobierno abandonó el manejo político de la ciudad para dedicarse tiempo completo a operar su precandidatura presidencial perredista para el 2012. El caso Cabañas ilustró el hecho de que Ebrard no ha podido con el problema de la seguridad y que sigue vigente su compromiso de tomarle la palabra al empresario Alejandro Martí cuando dijo: “si no pueden, renuncien”. Públicamente, Ebrard le dijo a Martí que aceptaba el desafío. Pero las cifras oficiales señalan un aumento grave en la inseguridad y Ebrard se ha olvidado de su compromiso político con Martí.
De acuerdo con las cifras oficiales de la procuraduría General de Justicia del DF, al final del 2009 habían aumentado los delitos de fuero común en 26% con respecto a 2006. Dentro de ellos, los delitos realizados con violencia subieron en los años de Ebrard 25%.
El jefe de gobierno del DF ha fracasado en sus programas especiales. Ebrard inventó el programa de taxi seguro, pero los robos a bordo de taxi en su trienio han aumentado la escandalosa cifra de 104%.Asimismo, inventó el programa de microbús seguro y dijo que había colocado policías disfrazados en los microbuses de las rutas más inseguras, pero en el trienio 2007-2009 los asaltos en microbuses subieron 105%.
La incongruencia política también ilustra el estilo de Ebrard de vender lo menos por lo más. Ebrard fue el promotor de la legalización del aborto en el DF, a pesar del daño sicológico en la mujer, y lo vendió como una victoria para la mujer. Sin embargo, nada, pero absolutamente nada ha hecho Ebrard para proteger a las mujeres de las agresiones sexuales. De acuerdo con cifras de la PGJDF, el delito de violación en el DF aumentó 21.5% en el periodo 2006-2009. En el 2009 hubo en el DF una media de 3.78 violaciones diarias, sin que Ebrard haya propuesto un castigo mayor a los violadores. Al final, ha preferido que las mujeres violadas paguen con el aborto el delito de la violación.
Los capitalinos se encuentran a merced de la delincuencia y de la incompetencia de la policía del DF: los asaltos a transeúntes en vía pública han aumentado 21% en el trienio de gobierno del DF. Y los homicidios dolosos aumentaron en el mismo periodo 15%.
Por tanto, el caso Cabañas no representa una situación extraordinaria sino que se inscribe en la lógica del incremento de la inseguridad en el DF. El problema con Ebrard es que siempre encuentra a quién echarle la culpa: los linchados del Sur, el Lobohombo, la News Divine, el asesinato de Fernando Martí. Aún no se cierra el caso de los linchados en el sur del DF que provocó el despido por incompetente por el presidente Fox.
El caso Cabañas sólo vino a recordar que el tema de la inseguridad es el más grave en el DF, a pesar de que Ebrard como jefe de gobierno se ha dedicado a viajar al interior de la república y al extranjero para promover su figura como precandidato presidencial perredista, aunque su carta de presentación sobre la seguridad pública sea la peor de las recomendaciones. En lugar de cumplir con su compromiso con el empresario Martí, Ebrard quiere olvidarse de la seguridad pública en el DF y poner la mira en Los Pinos.
La imagen de la seguridad en el DF quedó dibujada por el jefe policiaco Mondragón dando por muerto al futbolista Cabañas y por las pifias del procurador capitalino. Si fueran del PAN o del PRI, ya hubiera gritos de indignación clamando por su cese. Pero seguramente Ebrard los va a condecorar.

Delitos 2006 2009 Aumento %
Delitos de fuero común 149,273 188,297 26.1
Delitos con violencia 55,446 69,278 24.9
Violaciones 1,106 1,334 20.6
Robo a transeúntes 12,883 15,625 21.2
Asalto en taxis 775 1,585 104.1
Asalto en microbús 1,155 2,374 105.5
Homicidio doloso 649 747 15.1

Fuente: Procuraduría de Justicia del DF.

jueves, 28 de enero de 2010

Indicador Político 28-enero-2010, jueves

+ Juanito Cue, caballo de Troya
+ ¿No que el poder daba güeva?

Carlos Ramírez

Alguna vez el columnista Manuel Buendía escribió que si Kafka viviera en México sería un humilde redactor de boletines políticos. Y hoy tendría más razón que nunca: más que el dilema de Weber de la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, la política se resuelve en el escenario kafkiano del absurdo cotidiano.
1.- Andrés Manuel López Obrador se dispone a tomarle el pelo al PAN y a los oaxaqueños. Sus críticas a las alianzas y a su Juanito, Gabino Cué, son engañosas y arregladas. Los dos quieren que el PAN y Calderón crean que hay ruptura. Pero la ingenuidad de Cué lo ha llevado a defender su amistad con el tabasqueño y tirar el teatrito. Pero quedó revelado el juego perverso de introducir en Oaxaca a Cué un segundo Caballo de Troya en el PAN --el primero es el panista hoy nuevamente priísta y próximo diputado del PRD Diódoro Carrasco--. Si Cué gana, su aliado será López Obrador y no el PAN.
2.- Luego de que la señora Xóchitl Gálvez se dio a conocer en el foxismo nada más por su lenguaje vulgar y sus apuestas en el futbol, ahora quiere incrustarse en la política directa. Si antes declaró que “el poder me da güeva”, hoy quiere unir al PAN y al PRD para llegar al poder del gobierno estatal de Hidalgo. Claro que hoy no quiere el poder para echar la güeva, sino que se sacrificará para bla, bla, bla y el poder ya no le da güeva sino que lo desea para bla, bla, bla. Kafkiano, pues.
3.- Otra de las mentiras de López Obrador sobre sus principios se verá en Zacatecas. Su partido, el PT, el único que le ha prestado su tiempo en spots para anunciar la venida del nuevo Mesías tropical, el PT salinista que hoy lleva el sello del lopezobradorismo, se va a aliar al PRI --¡¡¡horror!!!-- en Zacatecas para echar del poder no al PRI sino ¡al PRD!, partido al que formalmente pertenece aún López Obrador. Con esta locura política, López Obrador y su escudero el congruente Ricardo Monreal han introducido la locuacidad a la política. Con la alianza PT-PRI, López Obrador deja claro que no todo el PRI es malo y con ello también revive su alma priísta. Al final, Monreal sólo demuestra que sigue siendo priísta y que como priísta quiere restaurar el cacicazgo priísta de la familia Monreal en Zacatecas. Claro, es el mismo Monreal que trató en el 2000 a Carlos Salinas de “señor Presidente”. La congruencia como un atributo kafkiano del ético Monreal.
4.- El dirigente nacional del PRD, Jesús Ortega, es todo un dechado de congruencia… kafkiana. Por la mañana propone en el Senado un pacto con todas las fuerzas políticas y por la tarde señala que el PRD sigue sin reconocer a Calderón, aunque ya lo haya reconocido. Va en alianza con el PAN de Calderón pero destruye la propuesta de reforma política de Calderón. Asimismo, niega que el reconocimiento se haya convertido en una moneda de cambio, aunque su candidato en Oaxaca Cué haya aceptado a Calderón sólo a cambio de la alianza del PAN con el PRD. Es el mismo PRD que se ha sometido a los juegos de poder del priísta-salinista Manuel Camacho como --otra congruencia kafkiana con cargo al PRD-- el refundador de la izquierda mexicana.
5.- En Puebla, el PRD podría dar otra exhibición de coherencia y respeto a los principios éticos: se aliará con el PAN del Yunque local para lanzar la candidatura del senador ex priísta Rafael Moreno Valle que está siendo colocado en esa posición por la señora Elba Esther Gordillo, propietaria del SNTE. Así, el PRD aún de López Obrador y el PT lopezobradorista firmaría una alianza con la señora Gordillo y con el Yunque para poner un priísta como candidato. No habrá dudas: AMLO, el Yunque y Gordillo, aliados.
6.- Al final, el PRI aparece como el Cid: ganando batallas después de muerto. La élite política de los partidos y los candidatos fueron priístas y ahora luchan contra… el PRI. Así, el PRI va a desplazar el PRI en algunas plazas para instalar en esos gobiernos… al PRI. El dirigente del DIA-ex FAP es el priísta Manuel Camacho, López Obrador se hizo en el PRI, el candidato de Convergencia a Veracruz es el priísta Dante Delgado, los candidatos aliancistas en Oaxaca, Puebla, Durango y Veracruz serían priístas --Gabino Cué, Moreno Valle, Aispuro Torresy Yunes--. A todos se les mantiene al apelativo de priísta porque no salieron del PRI por razones ideológicas sino nada más porque ahí les negaron candidaturas y por tanto mantuvieron su pensamiento priísta.
7.- La alianza PAN-PRD será la muestra el pragmatismo más deleznable que definiría el estado actual de la ideología de las partidos: el vacío, el no ser, la ausencia de ideas y la traición a sus historias. Y es tan superficial, que PAN y PRD no se entendieron en la reforma política y el PRD se convirtió en el peor enemigo de la iniciativa de Calderón. La mejor definición de la alianza PAN-PRD la dio el politólogo José Antonio Crespo, en Excelsior: “ensalada de locos”.
8.- Si viviera hoy en México, Kafka sería un politólogo desempleado. La ficción política terminó por tragarse a la realidad. Más que Maquiavelo o Rousseau, el pensador del momento actual mexicano sería Marx, pero no el alemán Karl sino Groucho.

miércoles, 27 de enero de 2010

Indicador Político 27-enero-2010, miércoles

+ PRI: 2010 sólo para el 2012
+ Roberto Borge, candidato QR

Carlos Ramírez

Las certezas que tenía el PRI sobre la recuperación de la presidencia de la república en el 2012 se han convertido en caminos llenos de sobresaltos: desde los problemas para resolver nominaciones internas, hasta la definición de la lista de aspirantes presidenciales, pasando la posible alianza PAN-PRD no en gubernaturas sino en la candidatura presidencial.
Las piedritas en el camino del PRI rumbo al 2012 no son pocas ni inofensivas:
1.- Las alianzas PAN-PRD en algunas entidades podrían generar errores de percepción en los gobernadores priístas salientes y en aquellas entidades donde los mandatarios estatales tienen imágenes débiles. Más que la alianza en sí, el conflicto se percibe en la construcción de un ambiente adverso al PRI para quitarle la imagen de un partido que sí sabe gobernar. Asimismo, ha crecido el escenario de que se trata del viejo PRI.
2.- Divisiones en el PRI local para definir candidaturas. La facilidad que existe hoy para el trapecismo electoral ha permitido que militantes de un partido cambien de caballo a la mitad del río y fracturen el voto. En Sinaloa se cocina una imposición que dividirá y debilitará al PRI por el dedazo del gobernador saliente Jesús Aguilar Padilla a favor de su compadre y socio Jesús Vizcarra, a pesar del mejor posicionamiento del senador Mario López Valdez Malova. Ese problema podría fortalecer la nominación panista de Manuel Clouthier para repetir el fenómeno político de Michoacán con Lázaro Cárdenas, en donde el nombre garantice votos adelantados.
3.- El futurismo adelantado de los precandidatos arrancó con el destape de precandidatos oficializados del PRI que hizo el ex diputado Emilio Gamboa Patrón hace un par de semanas y alimentó el alineamiento de priístas. Y nada ha dañado más al PRI que la organización de grupos a favor de varios candidatos de entre los cuales sólo llegará uno. En el pasado hubo listas de aspirantes pero bajo el control del presidente saliente de la república. El PRI aún no está preparado para un juego democrático interno.
4.- La posición en aventajada del gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto ha comenzado a registrar el fuego amigo. Asimismo, de nueva cuenta se ha puesto en acción el modelo Arturo Montiel del grupo Fuerza Mexiquense en todas las plazas del país para consolidar la ventaja de Peña. Y también afecta el hecho de que haya una posición tan adelantada porque ha convertido a Peña en el objetivo de los ataques políticos.
5.- La reforma política ha sido asumida por el PRI como misil a la estructura del tricolor. Lo de menos es que el priísmo aproveche su mayoría para reventarla, aunque dejaría la imagen de un partido del pasado. Este punto ha desatado una competencia entre Beatriz Paredes y Manlio Fabio Beltrones, porque el legislativo es su único espacio de movilidad y de posicionamiento político. La ausencia de una iniciativa priísta de reforma política dejaría el punto explotable para la oposición de que va a regresar a Los Pinos el viejo PRI. Hasta ahora, el dinosaurio de Monterroso --“y cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí”-- es una amenaza para la credibilidad priísta. Así se lee la negativa del PRI a cambiar estructura de Estado.
6.- La tendencia al bipartidismo no tanto en plazas estatales con alianzas coyunturales que poco importan al PAN y al PRD, sino la posibilidad de que pueda darse una coalición PAN-PRD en la candidatura presidencial, algo similar a la que se frustró con Vicente Fox y Felipe Calderón. La iniciativa de una segunda vuelta en las presidenciales fue un guiño del PAN al PRD como el único camino para impedir el regreso del PRI a la presidencia de la república. Las alianzas son parte de un juego político de largo plazo, aunque con el problema de fondo en el sentido de que el PAN y el PRD carecen de posibilidades de un acuerdo de transición a la democracia por las ambiciones de poder.
En este contexto, las soluciones a las candidaturas estatales se han convertido en un serio problema para el PRI en algunas plazas. Por lo pronto, ya se resolvió, sin problemas, Quintana Roo. El candidato será Roberto Borge, luego de una competencia con Carlos Joaquín González. Borge se formó como un cuadro del gobernador saliente Félix González Canto: secretario particular, tesorero estatal, presidente estatal del PRI y hoy diputado federal. La competencia final fue entre dos familias: la del ex gobernador Miguel Borge Martín (1987-1993) y la de Pedro Joaquín Coldwell (1981-1987). Decidida la nominación, Borge ha emprendido ya giras estatales para recibir las adhesiones al viejo estilo de las cargadas del PRI.
Las alianzas PAN-PRD desbalancearon la estrategia del PRI rumbo al 2012, no tanto por la pérdida de algunos de los estados en disputa sino por el mensaje de que podría revivirse la experiencia frustrada Fox-Cárdenas para una alianzas entre los dos partidos contra el PRI. Aunque en el fondo, el PRI ha comenzado a evaluar la extraña alianza PRI-PT en Zacatecas para sacar al PRD de la gubernatura.
El saldo electoral del 2010 va a definir la candidatura presidencial del PRI para el 2012.

martes, 26 de enero de 2010

Indicador Político 27-enero-2010, martes

+ Vizcarra: averiguaciones en PGR
+ ¿PRI: narcoelección en Sinaloa?

Carlos Ramírez

La elección del PRI de candidato a gobernador en Sinaloa ha abierto el debate sobre el hecho de que los estados del norte más afectados por el narcotráfico sean justamente los encabezados por priístas.
La discusión sobre el pasado de Jesús Vizcarra, alcalde de Culiacán, candidato designado y socio del gobernador saliente Jesús Aguilar Padilla, apenas ha comenzado. El desplegado que Vizcarra publicó la semana pasada para aclarar las sospechas de sus vínculos con el narcotráfico dejó en la oscuridad cuando menos cinco hechos:
1.- En la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada de la PGR existen dos averiguaciones previas abiertas sobre Vizcarra: SIEDO/SIN/458/2002 y SIEDO/SIN/128/2004, ambas sobre lavado de dinero.
2.- Las hojas bautismales de del hijo de Vizcarra fueron arrancadas del libro porque hay indicios de que el padrino habría sido Ismael El Mayo Zambada. La versión ha crecido por el hecho de que el propio hijo de Vizcarra, con sus presunciones, ha sido la fuente directa de la versión.
3.- La fotografía publicada en el DF y Sinaloa donde aparecen Vizcarra y El Mayo Zambada no es de una operación de compra-venta de ganado sino una misa. Vizcarra afirmó en su desplegado que ese día estaba comprando ganado.
4.- Siguen vigentes los datos de la relación empresarial y familiar con Inés Quintero Godoy e Inés Calderón Quintero, con vínculos sanguíneos. Los dos aparecen también con vinculaciones con el narco.
5.- Y los datos de que el gobernador saliente Aguilar Padilla, su esposa y su hijo fueron hechos socios de la empresa Viz de Vizcarra, además de un paquete de acciones en poder de Oscar Lara, diputado federal, para sellar una alianza política transexenal. En el desplegado público Vizcarra nada se dice al respecto. Esa sociedad se dio en el contexto de la decisión de Aguilar Padilla para designar a su sucesor directamente y quién mejor que su socio.
El asunto va más allá de la sucesión local e involucra el factor del narcotráfico en Sinaloa y en el PRI, una de las entidades más controladas por el crimen organizado articulado al tráfico de drogas. Vizcarra eludió durante meses aclarar el asunto de la fotografía y en su desplegado quiso hacer creer que se trataba de un negocio al aire libre. Asimismo, ha querido que la PGR le otorgue una carta de buena conducta para deslindarse, pero la dependencia no aclara presuntos hechos delictivos en procesos políticos y menos cuando existen dos averiguaciones previas que involucran a Vizcarra.
El conflicto alrededor de la candidatura priísta a gobernador en Sinaloa ha contaminado el proceso local y debe obligar al PRI a intervenir para evitar que el debate en la nominación sea ocupado por las sospechas del crimen organizado. El asunto se podría complicar por las versiones de que la presidenta nacional del PRI, Beatriz Paredes, ha utilizado en avión privado de Vizcarra para tareas políticas. Ello hablaría de una complicidad política en la decisión de Sinaloa. Hasta ahora, el PRI nacional ha evitado involucrarse en candidaturas locales, a pesar de que ahí podrían darse tropiezos que eviten la victoria tricolor.
Sinaloa ha visto cruzarse dos coordenadas de conflicto: la imposición de Vizcarra como candidato frente al posicionamiento del senador Mario López Valdez Malova como preferido en las encuestas con una ventaja de 2 a 1 y la necesidad urgente de que el PRI decida encarar el problema del narcotráfico en plazas donde habrá elecciones, sobre todo Tamaulipas, Chihuahua y Sinaloa. El PRI, hasta ahora, ha mirado hacia otro lado frente al crecimiento de la delincuencia y la inseguridad en estados de hegemonía priísta, pero comienzan a darse indicios de que las bandas del crimen organizado estarían dispuestas a involucrarse en los procesos políticos locales, sobre todo por la intensidad de la presencia federal.
El tema de la inseguridad está contaminando también las elecciones en Tamaulipas, donde el narco se ha asentado como la autoridad no sólo criminal sino política y social. Y también en Ciudad Juárez, donde la autoridad política priísta local ha sido anulada por la presencia del narco en la vida cotidiana., En ambas plazas hubo de intervenir con decisión la autoridad federal, pero sin contar con la colaboración de las autoridades políticas locales y ante la indiferencia de la sociedad que padece la criminalidad. La presión social y política para disminuir la participación del ejército y dejar el asunto en manos de la policía federal en Ciudad Juárez respondió al modelo de cancelar la persecución de las bandas del narco y dejar sólo como inhibitoria la presencia policiaca.
Sinaloa es la plaza que ha comenzado a calentarse. Los asesinatos, el aumento de actividad violenta de las bandas, el crecimiento del tráfico de drogas han regresado a Culiacán, donde Vizcarra es alcalde, y se han extendido a otras partes del estado que gobierna Aguilar Padilla. Por tanto, al PRI le conviene atender el proceso de selección del candidato a gobernador. Si no, los beneficiarios del conflicto en Sinaloa será el PAN, cuyo candidato va a explotar políticamente la crisis en la nominación priísta, y obviamente el crimen organizado.

lunes, 25 de enero de 2010

Indicador Político 25-enero-2010, lunes

+ Candidatura compra legitimidad
+ Gonzalo Santos por Gómez Morín

Carlos Ramírez

La candidatura del lopezobradorista Gabino Cué en Oaxaca presenta al PAN tres conflictos de largo plazo:
1.- Los priístas empanizados han conformado dentro del PAN un verdadero caballo de Troya para priízar al PAN. La agenda sexual del PRD va ser avalada por el PAN por la vía de ex priístas que siguen siendo priístas.
2.- Cué llevaría al PAN al pragmatismo que ruborizaría la ética de los fundadores e ideólogos del PAN: en Oaxaca se busca comprar la legitimidad de Calderón al precio de una candidatura a gobernador en alianza.
3.- Por tanto, el PAN estaría convirtiendo a Gonzalo N. Santos en el ideólogo del partido, en lugar de los principios históricos de Manuel Gómez Morín. Si la moral es un árbol que da moras, entonces el PAN se va a aliar en Oaxaca para destronar al PRI y poner… al priísta Cué en la gubernatura.
El pragmatismo al estilo priísta ha metido en el patio ideológico del PAN a un caballo de Troya. El ahora panista Diódoro Carrasco, que armó la candidatura de su secretario particular Cué como candidato a gobernador por la alianza PRD-PAN, es un indicio de la troyización del PAN. Cuando el PRI lo echó de sus filas por aliarse con otros partidos, el PAN lo hizo diputado. Hoy, sin embargo, Carrasco ha regresado al redil ideológico del PRI sólo que dentro de las entrañas del PAN.
En su artículo publicado en Milenio Diario el pasado 7 de enero, Carrasco se quita la máscara, vuelve a respirar el aire priísta y se lanza contra la “ofensiva reaccionaria” que está atacando al Estado laico por los temas de aborto y matrimonios y adopciones homosexuales. Sólo que esa ofensiva está encabezada nada menos que por el PAN, el partido que le dio asilo político. Así que el neopanista Carrasco ha decidido atacar al PAN para asumir la agenda del PRD. Es probable que Carrasco regrese al legislativo en el 2012 por el PRD como premio por Oaxaca. La señal es muy clara: su pupilo Gabino Juanito Cué va como candidato del PRD que impuso el aborto y las bodas y adopciones gay y buscará la alianza del PAN para ser gobernador en Oaxaca e introducir la agenda perredista en esos temas.
El artículo de Carrasco ejemplifica cómo ingenuamente el PAN ha dejado entrar a su patio ideológico un caballo de Troya del PRI, del viejo PRI. En realidad, la ruptura de Carrasco con el PRI fue de cacicazgos, de intereses, de juegos de poder, no de reformulación ideológica. Y el PAN tiene que decidir desde ahora si le entra al oportunismo de la coyuntura para cachar descontentos priístas sólo en candidaturas pero convencidos ideológicos del PRI. Juanito Cué sería el camino para restaurar los cacicazgos priístas de Carrasco y José Murat --¡sorpresa: hoy aliados!-- y no para entronizar las propuestas ideológicas del PAN. No por menos a Carrasco le conocen en Oaxaca como el juniorcique priísta.
Así, el PAN va a ser el camino en Oaxaca para mantener al PRI en el poder, sólo que en los intereses de los cacicazgos políticos de Carrasco y Murat. El artículo de Carrasco en Milenio Diario es el indicio de la recuperación de la memoria priísta de su autor. En el contexto de la candidatura de su pupilo Cué en Oaxaca, Carrasco retoma los ataques contra el PAN porque --horror-- revela que “el Estado laico está bajo acoso”. Asimismo, Carrasco se pone del lado de los priístas y perredistas en los temas sexuales que el PAN ha decidido combatir por los caminos legales. Y también apoya la iniciativa priísta de llevar la definición de Estado laico a la Constitución.
Así, un priísta rescatado por el PAN ahora recupera su priísmo para lanzarse contra el PAN en temas perredistas e impulsar la candidatura priísta-perredista en Oaxaca con el apoyo del PAN. Este enredo al estilo del quesillo oaxaqueño debería llevar a los panistas a revisar su historia para que Gonzalo N. Santos, el famoso Alazán Tostado cuyo pragmatismo político definió la ideología del PRI, sustituya el papel de los principios definidos por Manuel Gómez Morín en la fundación del PAN.
El trasfondo en la alianza del PRD con el PAN en Oaxaca y Puebla llevará al PAN a replantear su propia historia. En 1940 el PAN decidió no sumarse a la candidatura de Juan Andreu Almazán, un disidente del PRM de Cárdenas, y sí apoyar su candidatura pero sin ninguna articulación orgánica. En cambio, el PRD ha sido veleidoso en andar cachando descontentos para hacerlos candidatos y convertirse en una sucursal del PRI, aunque a final de cuentas el PRD viene del venero ideológico del PRI. Y no debe olvidarse que el Partido Comunista Mexicano, que dejó parte de su ADN en el PRD, participó en la coalición de partidos de las candidaturas de Plutarco Elías Calles, Alvaro Obregón, Manuel Avila Camacho y Miguel Alemán Valdés.
De ahí que en Oaxaca y Puebla en realidad se asista a un teatro político de ópera bufa en el que el PAN estaría siendo el partido para consolidar al PRI en los gobiernos estatales. Los priístas López Obrador, Diódoro Carrasco y José Murat son los titiriteros de Juanito Cué y la priísta Elba Esther Gordillo mueve los hilos de Moreno Valle también para regresar a una fracción priísta al poder. Juanito Cue sólo reconoció a Calderón cuando vio el apoyo del PAN a su candidatura. ¿Hay algo más inmoral en política?Así que las alianzas del PAN no van a terminar con el PRI sino que contribuirán a consolidarlo.

domingo, 24 de enero de 2010

Indicador Político 24-enero-2010, domingo

+ México: crisis 1995-2010 (3)
+ Guzmán: en busca de razones

Carlos Ramírez

I

En uno de sus ensayos más antiguos, menos leído, peor comprendido y más ocultado, Martín Luis Guzmán emprendió en 1915 La querella de México --más bien contra, no de-- como un alegato exploratorio --sentimiento doloroso-- en busca de las razones de la crisis mexicana. Ya había pasado la etapa más difícil de la Revolución --el alzamiento, la caída del dictador, la democracia incipiente, el asesinato de Madero y Pino Suárez, el golpe de Estado de Huerta, la radicalización de Villa, las exigencias de Zapata-- pero el país entraba en su fase de mayor desconcierto y sin poder construir un Estado garante de la estabilidad. Perseguido por Pancho Villa, Guzmán huyó a España y escribió su ensayo como una antihistoria oficial mexicana.
El ensayo La querella de México era, por cierto, la primera obra del autor de entonces veintiocho años de edad. Guzmán venía de experiencias literarias e intelectuales reconocidas --con los que serían los intelectuales más importantes del primer cuarto del siglo XX, entre ellos el de los Siete Sabios-- pero también de una militancia revolucionaria contradictoria por su origen familiar porfirista. Ese Guzmán atrapado en el vendaval político-ideológico de la revolución escribiría después dos obras clave de la literatura de la Revolución Mexicana --El águila y la serpiente y Memorias de Pancho Villa, ambas, por cierto, precursoras del nuevo periodismo mexicano-- y una de las novelas decisivas del poder revolucionario corrompido por la política --La sombra del caudillo, la versión mexicana de El Padrino, de Mario Puzo--, además de algunos ensayos breves sobre historia y sus personajes. Al final, para agobio de su biografía intelectual, Guzmán terminó sus días como un peón de la burocracia política del sistema priísta.
El ensayo La querella de México fue también un ajuste de cuentas en la doble acepción del término querella en el Diccionario de la Lengua: “acto por el que el fiscal o un particular ejercen ante un juez o un tribunal la acción penal contra quienes se estiman responsables de un delito” o “reclamación que los herederos forzosos hacen ante el juez, pidiendo la invalidación de un testamento por inoficioso”. Eran los años malos --¿o buenos?-- de Guzmán, pero también los de las más frescas y brillantes de sus ideas. ¿El propósito? Apelar a una reconsideración de los caminos de México evaluando descarnadamente el pasado y el presente: descubiertos los males, las soluciones podrían ser más fáciles y rápidas y sobre todo menos radicales, menos revolucionarias. Y sobre todo, como una advertencia de que el origen de la crisis estaba en otro lado.
A diferencia de las obras típicas de la historiografía oficial, Guzmán definió en La querella de México un punto de partida inédito: “exponer un mal”, es decir, un método negativo de análisis. Por ello hizo a un lado las bondades del pueblo mexicano y le entró de lleno a analizar sus defectos. Y el resultado intelectual fue una breve --brevísima, de apenas veintidós páginas-- revisión histórica de los males de la sociedad mexicana: el pasado revistado desde la perspectiva negativa, mucho más allá de la cultura oficial de la exaltación del pasado. Frente a las obras que partían de la exaltación del pasado, el texto de Guzmán fue obviamente muy incómodo. Y más en los tiempos en que México estaba transitando del antiguo régimen al nuevo orden revolucionario.
Esta forma de indagatoria se puede convertir, de quererlo los historiadores, en un método histórico analítico en épocas de crisis para evitar el defecto de exaltar el pasado y cometer casi siempre los mismos errores al edificar ideales sobre ideales y no sobre realidades. La historia oficial de las naciones parte de la cultura del poder, de la historia contada y protegida por los vencedores y de la construcción de prototipos y paradigmas de fácil digestión popular. Cada uno en su escenario y sin referencias mutuas de sus trabajos --al menos hasta ahora conocidas--, Guzmán llegó a una conclusión: el mal de las sociedades no era solamente el ejercicio desviado del poder o la educación fallida o el fracaso de los gobernantes, sino una crisis espiritual de los pueblos. Guzmán escribió en 1915 que “padecemos una penuria del espíritu”.



II

Sin pesimismo, analistas, filósofos y politólogos han tratado de evaluar la historia de una sociedad o de una nación en función de espacios históricos aislados, a veces correspondientes, en otras ocasiones separados. La cultura política oficial mexicana se ha cansado de privilegiar el pasado histórico como un ejemplo, no como una circunstancia inevitable o una realidad con todas sus contradicciones, pero convertido en lastre. Se trata del método histórico de la continuidad, que analizó José Ortega y Gasset en España invertebrada: la Independencia llevó a la Reforma, aunque hubo de pasar por uno de los periodos más negros de la historia nacional. Y luego la Reforma condujo a la Revolución, pero también con un periodo de dictadura deleznable. Y después… nada: el vacío histórico hacia delante por la incomprensión del pasado real, pero con una descomposición moral del ciudadano.
El problema de la crisis mexicana no radica en su documentación económica, política, social, histórica e intelectual, sino en la falta de una reflexión crítica sobre cómo abordar el pasado, para así poder explicar las inconsistencias del presente y dibujar las dudas sobre el futuro: ¿lección de salón de clases o realidad plagada de contradicciones? La realidad histórica tiene muchas caras: la que forma parte una cultura dominante del poder, la crítica desde posiciones ideológicas disidentes y la que intenta --la otredad cortazariana-- indagar desde el enfoque crítico sin ideologías sino en función del ser mexicano. La cultura oficial ha buscado, desde siempre, ocultar las realidades. La historia oficial radica en la documentación de la hazaña de la sociedad. Pero al final de cuentas, la historia no contada podría ayudar a explicar las crisis nacionales. O la historia escrita pero oculta debajo de la avalancha de himnos, discursos oficiales y una cultura gubernamental como ideología histórica.


III

El ensayo La querella de México tiene referentes en análisis críticos paradigmáticos, algo olvidados, que revelarían una interpretación diferente de la historia oficial, en esa tercera posición de la progresión: la crítica de la historia real. El ensayo de Guzmán tendría un punto de continuidad --hacia atrás y hacia delante-- en otros muy críticos sobre la realidad que estudian y cuyo enlace podría ayudar a explicar primero la crisis del 2006 como una crisis de agotamiento de un modelo histórico y después encontrar posibles caminos de salida:
1.- Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que agita en la república mexicana, de 1842, y Consideraciones sobre la situación política y social de la república mexicana, de 1847, de Mariano Otero.
2.- Evolución política del pueblo mexicano, de Justo Sierra, de 1869.
3.- La Constitución y la dictadura. De Emilio Rabasa, 1912.
4.- Evolución histórica del pueblo mexicano, de Emilio Rabasa, de 1920.
5.- La Revolución Mexicana en crisis, de 1943, La Revolución Mexicana es un hecho histórico, de 1949 y Trayectoria ideológica de la Revolución Mexicana, de 1963, tres ensayos de Jesús Silva Herzog.
6.- “El problema político de la Revolución Mexicana”, conferencia de Narciso Bassols en "Tribuna de México", 29 de noviembre de 1950
7.- México: una democracia bárbara, de José Revueltas, de 1958.
Se trata de textos que revelaron dos matices fundamentales: el enfoque crítico de su momento y una revisión no complaciente del pasado histórico y propuestas de fondo que se salieron en su momento del discurso oficial vigente, además de exaltar el modelo de la “incorporación histórica”, es decir, de una continuidad real a partir de una versión crítica de la realidad. El común denominador no es la revisión misma de la historia ya conocida sino el enfoque crítico respecto a la historia oficial y un sacudimiento social que nunca ha sido atendido.



IV

Llegó la revolución con su huracán destructivo. Y arrasó con todo, hasta con la historia. Y, como pocos, Martín Luis Guzmán le tocó estar en el ojo de los acontecimientos. A los veinticinco años andaba ya en la bola. Le tocó asistir a la Convención de Aguascalientes que designó presidente a Eulalio Gutiérrez y Guzmán operó como ministro de Guerra. Los convencionistas se quedaron atrapados en el fuego amigo cruzado: villistas, zapatistas y carrancistas los anularon. La Convención se trasladó hacia el DF y ahí se dio la ruptura Villa-Zapata y Villa-Gutiérrez. Amigo personal de Villa, Guzmán anduvo huyendo a salto de mata. Cuando Gutiérrez hubo de escapar a hurtadillas de la capital hacia Pachuca, Guzmán no tuvo más remedio que pasarse a las filas de Roque González Salazar y viajar a Aguascalientes a encontrarse con Villa para aclarar paradas. En El águila y la serpiente contó Guzmán esas peripecias, una mezcla de memorias, hechos históricos y periodismo (nuevo periodismo: las estructuras de la literatura como instrumental de la narración de hechos reales). Guzmán encaró a Villa y éste lo perdonó. Con engaños, Guzmán logró la autorización para viajar a Chihuahua a asegurar a su familia. Ya en la frontera, Guzmán escapó del país rumbo a España en 1914.
En España estuvo un año. Regresó a México y luego se exilió en los Estados Unidos en el periodo 1916-1920. En esos dos exilios escribió sus dos ensayos más agitadores, más duros, más críticos. En España redactó La querella de México y en Nueva York escribió varios artículos de fondo que luego publicó en A orillas de Hudson. En ambos logró plasmar sus requisitorias --al final de cuentas, abogado-- contra el proceso político e intelectual de la Revolución Mexicana. Fueron páginas nacidas de la indignación, del reclamo, de la búsqueda del pecado original del proceso político mexicano, de la decepción. Eran páginas de su incipiente participación en la revolución y en contra de Huerta. Textos, por lo demás, que se volvieron en su contra cuando Guzmán decidió pasarse a la comodidad de los revolucionarios de historia pero no de compromiso. Guzmán murió apoyando nada menos que la represión de Tlatelolco y disculpándose con el presidente Díaz Ordaz porque los periódicos abrieron sus páginas a los estudiantes.
Pero aún esas oscuras noches de sus últimos años, Guzmán no logró opacar la brillantez de sus primeras reflexiones publicadas. La querella de México fue un duro reclamo a sus primeras decepciones revolucionarias con Villa y los convencionistas. Este breve ensayo dejó ver un texto incompleto, como la semilla de un texto mucho más amplio que nunca llegó. Inclusive, careció de conclusiones y terminó abruptamente en un análisis sobre los Estados Unidos. No por ello, sin embargo, dejó de sentar algunas tesis novedosas sobre la interpretación de la historia nacional. Su punto de partida fue novedoso: no exaltar el pasado, sino “exponer un mal” histórico a partir de las revisión crítica de “algunos de sus defectos”.
Sus siete párrafos de introducción tuvieron la esencia de su queja, un poco al estilo Otero: el país padecía una crisis espiritual. Sin espíritu, una nación caía en los vicios de la corrupción, el patrioterismo y la ausencia de expectativas. Describió Guzmán un país paradójico: en una comunidad patriotera, su peor problema radicaba en la ausencia de conceptos sociales de nación y patria. Tesis, por cierto, que hay definido los casi doscientos años de vida independiente y que refieren la esencia de la crisis mexicana del siglo XX y que había tratado con amargura el joven Mariano Otero a mediados del siglo XIX. Dijo Guzmán al definir un nuevo enfoque de análisis sobre la crisis en la transición política del antiguo régimen a la revolución:

Si se nos es permitido referir los acontecimientos de la vida de un pueblo a lo que obra en ellos como elemento preponderante, no cabe duda de que el problema que México no acierta a resolver es un problema de naturaleza principalmente espiritual. Nuestro desorden económico, grande como es, no influye sino en segundo término, y persistirá en tanto que nuestro ambiente espiritual no cambie. Perderemos el tiempo cuando, de buena o mala fe, vamos en busca de los orígenes de nuestros males hasta la desaparición de los viejos repartimientos de la tierra y otras causas análogas. Éstas, de gran importancia en sí mismas, por ningún concepto han de considerarse supremas. Las fuentes del mal están en otra parte; están en los espíritus, de antaño débiles e inmorales, de la clase directora; en el espíritu del criollo, en el espíritu del mestizo, para quienes ha de pensarse en la obra educativa. Sin embargo, la opinión materialista reina aún y, entendida de otro modo, ha venido a constituir, sincera o falsamente, la razón formal de nuestros movimientos armados a contar de 1910.

Dardo directo al corazón del México oficial. Guzmán convocó a revisar el pasado con realismo y realidad. Y, en una meditación trascendente, llamó a analizar la historia en su realidad y dejar de considerarla una “fábula”. Sólo a partir de la historia real podrían encontrarse opciones a las crisis políticas y morales de la república. Para Guzmán a México le ha faltado, a partir de la falsa concepción de su pasado, “un nuevo método, un nuevo procedimiento, una nueva idea, un sentir nuevo que alienten la idea de un resurgimiento”. Lo escribió en un párrafo memorable en la introducción a La querella de México, cargado de pesimismo pero también de posibilidades nuevas, pero como un primer recorte del vendaval revolucionario, que bien pudiera ser leído como otro fracaso de la transición mexicana a la democracia:

Nuestras contiendas políticas interminables; nuestro fracaso en todas las formas de gobierno; nuestra incapacidad para construir, aprovechando la paz porfiriana, un punto de apoyo real y duradero que mantuviese en alto la vida nacional, todo anuncia, sin ningún género de duda, un mal persistente y terrible, que no ha hallado, ni puede hallar, remedio en nuestras constituciones --las hemos ensayado todos-- ni depende tampoco exclusivamente de nuestros gobernantes, pues --¡quién lo creyera!-- muchos hemos tenido honrados. Vano sería, por otra parte, buscar la salvación en alguna de las facciones que se disputan ahora, en nuestro territorio o al abrigo de la liberalidad yanqui, el dominio de México; ninguna trae en su seno, a despecho de lo que afirmen sus planes y sus hombres, un nuevo método, un nuevo procedimiento, una nueva idea, un sentir nuevo que alienten la esperanza de un resurgimiento. La vida interna de todos estos partidos no es mejor ni peor que la proverbial de nuestras tiranías oligárquicas; como en éstas, vive en ellos la misma ambicioncilla ruin, la misma injusticia metódica, la misma brutalidad, la misma ceguera, el mismo afán de lucro; es una palabra: la misma ausencia del sentimiento y la idea de la patria.

Tocó Guzmán el reclamo de las mentes lúcidas: México era un territorio, un gobierno y un pueblo, pero carecía --como lo registró Otero tres cuartos de siglo antes-- de una cohesión como patria o nación. Por ello Guzmán emprendió la tarea de revisar y reescribir, aunque fuera a vuelapluma, las etapas fundacionales y hacerlo con sentido crítico, cáustico y revelador de conclusiones que pocos querían asumir. “Nadie ha querido pensar en México la realidad mexicana”, afirmó, luego de reconocer que pocos han buscado ofrecer explicaciones racionales. “Casi nada sabemos de la historia de México”, reclamó Guzmán.
Las tesis de Guzmán rompieron con el modelo idealizado del mexicano: los indígenas no contaron y carecieron, en realidad, de sabiduría propia: ahí estaba el huevo de la serpiente. “Las civilizaciones aborígenes de México habían fracasado ya por una circunstancia de orden espiritual”. Carecían de moral. Y así los encontró el conquistador, escribió también. El enfoque de Guzmán fue novedoso y a la fecha podría servir de método para encontrar una salida al problema indígena en el siglo XXI. Guzmán fue severo, pero coherente:

Ahora bien, si tal es la materia, ¿cuál será la obra que con eso se haga? Naciones sin un ideal, sin un anhelo, sin una aspiración, y en cuyo pecho no vive ni el sentimiento fiero de su raza; naciones agobiadas por no sé qué irritante y mortal docilidad, nunca desmentida, antes experimentada centuria, ¿serán capaces, por sí mismas, de imprimir al grupo social de que forman parte otro impulso que el que, negativamente, nazca de su inercia? La masa indígena es para México un lastre o un estorbo; pero sólo hipócritamente puede acusársela de ser elemento dinámico determinante. En la vida pacífica y normal, lo mismo que en la anormal o turbulenta, el indio no puede tener sino una función única, la del perro fiel que sigue ciegamente los designios de su amo. Si el criollo quiere vivir en paz, y explotar la tierra, y explotar al indio, éste se apaciguará también, y labrará la tierra para su señor, y se dejará explotar por él mansamente. Si el criollo resuelve hacer la guerra, el indio irá con él y a su lado matará y asolará. El indio nada exige ni nada provoca; en la totalidad de la vida social mexicana no tiene más influencia que la de un accidente geográfico; hay que considerarlo como integrado en el medio físico. El día en que las clases criolla y mestiza, socialmente determinadas, resuelvan arrancarlo de allí, él se desprenderá fácilmente y se dejará llevar hasta donde empiecen a servirle sus propias alas. Pero entre tanto, allí queda.

Duras afirmaciones de Guzmán, pero reveladoras del sacudimiento político, social y moral que buscó con su ensayo. En el fondo, la indagación de Guzmán quiso llegar hasta las explicaciones históricas y sociológicas, pero su conclusión definía el mal de la patria:

En el amanecer de nuestra vida autónoma --en los móviles de la guerra de Independencia-- aparece el verdadero defecto de conformación nacional --inevitable, por desgracia--: los mexicanos tuvimos que edificar una patria antes de concebirla puramente como ideal y sentirla como impulso generoso: es decir, antes de merecerla.

La revisión periódica de la historia nacional llevó a Guzmán a conclusiones provocadoras: la Independencia y la Reforma no pudieron conformar un alma nacional; le llegó al país el porfiriato y con él la sumisión nacional, incluyendo a legiones de ciudadanos y “la flor de la intelectualidad” prestándose a la “más estéril de las pantomimas políticas que han existido”. Ahí estaban, escribió Guzmán no sin amargura, “nuestros maestros”. De ahí que Guzmán haya insistido en analizar “las cualidades” del pueblo mexicano. Y establece, metodológicamente, dos interpretaciones:
--La optimista: el “campo de la opinión halagadora y optimista”, por lo demás la “opinión dominante, la opinión popular”. Y esta tesis se basa en la conclusión de que todos los mexicanos “son perfectamente capaces de gobernarse” dentro de la democracia.
--La pesimista niega que todo el pueblo sea “lo bastante conciente” para intervenir en el gobierno de la república. Eso sí, descarta al criollo a quien considera capaz y enfatiza que el indio es el políticamente incapaz.
En este contexto afirmó Guzmán otras de sus tesis reveladoras:
--El problema era la incapacidad de los criollos por la democracia.
--El decaimiento del espíritu criollo, desmoralizado y embrutecido por la iglesia católica.
--Díaz le quitó “el fardo” del problema a los criollos y lo hizo descansar sobre causas de orden económico: “trasladó lo espiritual a lo material”.
Al final, Guzmán había encontrado el pecado original de la crisis mexicana y los problemas de todas las oportunidades de transición a la democracia: la comprensión de la historia, oscilando entre las falsificaciones de quienes exaltaban el pasado para aislarlo del entonces presente y los que buscaban, como él, analizar brutalmente el problema de la realidad. Como intelectual, Guzmán rehuyó la política porque la había vivido al lado de Villa y los convencionistas y se había encontrado que esa historia había sido falsificada por el lenguaje destructivo de la revolución. En un artículo publicado después de La querella y recogido en A orillas de Hudson, Guzmán culpó a la política:

A diferencia de los políticos de otras partes, la mayoría de los políticos mexicanos sólo concibe una manera de ejercer su oficio: el uso del poder.

Así, el primer Martín Luis Guzmán logró un sacudimiento intelectual y moral con su análisis descarnado del pasado mexicano. Podría decirse que La sombra del Caudillo fue la versión novelada de La querella de México. Sólo que luego lo absorbió la política. Y terminó sus días con aquel discurso del 7 de junio de 1969 disculpándose con el presidente Díaz Ordaz por la apertura de los medios al movimiento estudiantil de 1968 y exaltando al responsable Tlatelolco como el salvador de la patria. En premio, el sistema priísta lo elevó a la senaduría y ahí murió en 1976: en el jardín del poder donde, diría Heberto Padilla como crítica demoledora a la dictadura de Fidel Castro, sólo pastan los héroes.

viernes, 22 de enero de 2010

Indicador Político 22-enero-2010, viernes

+ Human Rights: grupo de presión
+ Ataques a México y miedo a EU

Carlos Ramírez

Basados en denuncias de primera instancia y antes de investigaciones, la organización Human Rights Watch (HRW) ha convertido los derechos humanos en México en un factor de denuncia política. Su reporte de 2009 difundido el miércoles es un catálogo de adjetivos y ningún caso específico documentado.
En cambio, el mismo reporte es complaciente con la situación de los derechos humanos en los Estados Unidos y de hecho resulta cómplice de la violación de garantías civiles de la política antiterrorista de la Casa Blanca. Este contrapunto revela la falta de seriedad de la organización y sus intereses políticos.
La intensidad de la crítica de HRW al ejército mexicano forma parte de una estrategia para sacar a las fuerzas armadas de la lucha contra el narcotráfico. El informe está redactado no para defender casos concretos sino para establecer el criterio de que el ejército se tiene que salir de la lucha contra el narcotráfico, sin duda uno de los objetivos de los cárteles de las drogas. Usan casos aislados para convertirlos en intención general.
El reporte de HRW se basa en generalizaciones: “graves violaciones de derechos humanos, como ejecuciones, torturas, violaciones sexuales y detenciones arbitrarias”. ¿Cuántas, en dónde, a quién? No lo dice. En el reporte sobre México sólo menciona el caso de “un indígena de Oaxaca”, la queja de veinticinco policías municipales de Tijuana detenidos por proteger al narco y que denunciaron “reiteradas golpizas” y “dos hombres en Morelos” detenidos y amenazados de muerte. El resto del documento está lleno de calificativos.
La base de la denuncia de HRW se localizó en el dato de que las denuncias de abusos cometidos “por el Ejército” presentadas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos “se sextuplicó entre 2006 y 2008 y llegó a 559 durante el primer semestre de 2009”. Señala denuncias, no investigaciones. Y la CNDH, en el periodo 2008 y 2009, emitió menos de 50 recomendaciones de casos vinculados a situaciones de violación de garantías. Todas ellas fueron acatadas por las autoridades militares.
Por tanto, la estridencia de HRW se basó en un 10% de los casos denunciados. Ciertamente que no debiera haber caso alguno de violación de derechos humanos, pero las autoridades militares se encuentran supervisadas en ese tema como ningún otro ejército del mundo.
El reporte de HRW es ejemplo de las complicidades con los EU. La mano dura contra México se transforma en un guante tibio sobre la violación de los derechos humanos en los EU. Por ejemplo, la HRW calla ante las leyes patrióticas y el aumento de violación de derechos al convertir a los ciudadanos en sospechosos de terrorismo y dice que “los ciudadanos estadunidenses disfrutan de toda una serie de libertades civiles y pueden recurrir a un sistema sólido de tribunales federales y estatales independientes”.
Si con decisión acusa a México de impunidad, violaciones de derechos y torturas, HRW es complaciente con los EU --www.hrw.org/es/world-report-2010/estados-unidos-- y se dedica a justificar a Obama: “siguen existiendo graves preocupaciones en materia de derechos humanos, especialmente en el contexto de la justicia penal, la inmigración, y la legislación y política antiterroristas. El gobierno de Obama ha dicho que abordará muchas de estas preocupaciones, sin embargo, al momento de escribir el presente informe y a casi un año en la presidencia de Barack Obama, se han tomado muy pocos pasos concretos”. Ni un adjetivo.
Y ante el mantenimiento y sobre todo profundización de la política antiterrorista de Obama por errores de seguridad de las oficinas públicas, HRW es realmente cómplice de la decisión de Obama de violar los derechos humanos en aras de proteger a los EU. El párrafo del reporte de HRW habla por sí mismo de esa connivencia:
“En una decisión positiva, el presidente Obama señaló su intención de romper con las políticas antiterroristas abusivas del gobierno de Bush. En su segundo día de trabajo en el cargo, Obama emitió órdenes ejecutivas para el cierre de las prisiones secretas de la CIA, la prohibición y de la tortura y el maltrato, y estableció un plazo de un año para el cierre de la prisión militar de la Bahía de Guantánamo. Después de este comienzo prometedor, su gobierno dio marcha atrás en la lucha contra el terrorismo, y adoptó una serie de decisiones inquietantes relacionadas con la política de detención, los juicios y el secreto oficial”. Ni un cuestionamiento.
¿Son la autorización de más violaciones sólo “decisiones inquietantes”? ¿Dónde está el lenguaje radical y hasta brutal de HRW usado contra México y tibio y cómplice con los EU? ¿Sólo inquieta a HRW la violación de derechos civiles de ciudadanos en los EU? El miedo de HRW al gobierno de los EU determina la baja calidad de sus reportes.Así que el informe de HRW hay que leerlo no por lo que dice contra México sino sobre lo que calla y oculta como cómplice de política antiterrorista de los EU que viola las garantías civiles de todos los ciudadanos del mundo al tratarlos como terroristas.

jueves, 21 de enero de 2010

Indicador Político 21-enero-2010, jueves

+ Narco: apostar a la derrota
+ Plan Washington para EU

Carlos Ramírez

En las campañas políticas capitalinas por zonas populares, los candidatos de todos los partidos se encontraron con una petición concreta: la gente no quería los módulos culturales de los Faros del Saber sino que exigía centros de rehabilitación contra las drogas.
Por tanto, el problema de las drogas es más grave de lo
que quiere reconocerse. No se trata sólo del combate sino del aumento del consumo. De ahí que el tema del narcotráfico esté determinado por dos hechos:
1.- La iniciativa de organismos progresistas para la legalización de las drogas, en medio de restricciones severas al consumo de alcohol y tabaco como dos drogas legalizadas que causan estragos en la población.
2.- La guerra gubernamental contra las bandas de narcos que ha aumentado los índices de inseguridad y que ha revelado la poderosa y violenta estructura del crimen organizado que se ha ido mostrando y desmantelando al calor de las balaceras.
En este contexto, el análisis de Joaquín Villalobos, ex dirigente del grupo guerrillero Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional de El Salvador, en la revista Nexos ha abierto un debate en torno a la lucha contra el narco, pero las reacciones provocadas han dejado el criterio de que la crítica a la estrategia gubernamental se basa en dos premisas: que el gobierno pierda la batalla y que ello lleve a la legalización de las drogas.
En su texto publicado en la edición de enero de Nexos, Villalobos enumera los doce mitos de la guerra contra el narco:
1.- No se debió confrontar al crimen organizado.
2.- México está colombianizado y en peligro de ser un Estado fallido.
3.- El intenso debate sobre la inseguridad es señal de agravamiento.
4.- Los muertos y la violencia demuestran que se está perdiendo la guerra.
5.- Tres años es mucho tiempo. El plan fracasó.
6.- Los ataques que realizan los narcos prueban que son poderosos.
7.- Primero hay que acabar con la corrupción y la pobreza.
8.- Detrás del narcotráfico hay poderosos políticos y empresarios.
9.- La única salida es negociar con los narcotraficantes.
10.- La estrategia debería dirigirse a la legalización de las drogas.
11.- La participación del ejército es negativa y debe retirarse.
12.- Lo más efectivo y rápido para combatir al crimen es la justicia por cuenta propia.
Villalobos muestra que el problema del narco es mayor al de la comprensión general que tiene la sociedad y que la acción del Estado era el único camino viable para contener y hacer retroceder al narcotráfico.
Por tanto el debate sobre la lucha contra las drogas revela cuando menos tres hechos adversos a la acción estatal:
1.- Estrategia de comunicación incompleta.
2.- Entidades de la república dominados por complicidades locales.
3.- Capacidad de combate sólo a través de las fuerzas armadas.
Lo grave del escenario del narcotráfico radica en la incomprensión social. La intervención de las fuerzas armadas no fue una decisión fácil ni tampoco tuvo la intención de inhibir la política y menos buscó solamente el posicionamiento presidencial. La decisión fue tomada en función de una realidad inocultable: el fortalecimiento de las bandas del crimen organizado fue posible por la complicidad de local de autoridades --políticas, gubernamentales, policiacas, empresariales y financieras-- y por la apatía de la sociedad.
Asimismo, el trasfondo del narcotráfico se localiza en las dos alternancias que ha padecido el país en los últimos años: la de la vieja clase política a la clase tecnocrática y la de partidos en la presidencia de la república y en algunas gubernaturas.
El problema ahora no radica en retirar o no al ejército, sino en articular la estrategia de acoso militar con la de vigilancia policiaca y reforzar la de ahorcamiento financiero de las bandas. Y asimismo, México debería plantearle a los EU el Plan Washington para obligar a la Casa Blanca a comprometerse en la lucha contra las drogas en materia de consumo local, lavado de dinero y ataques contra las bandas de distribuidores, una especie de espejo del Plan Mérida. Sin un replanteamiento de la estrategia estadunidense no habrá resultados reales en México.
La violencia de respuesta y la exhibición de las redes político-policiacas-sociales del narcotráfico han revelado la dimensión del conflicto y sobre todo el fracaso de las estrategias anteriores. El éxito de una estrategia no puede medirse sólo con la contabilidad de los muertos sino con el de desmantelamiento de bandas, la suspensión de relaciones de poder y la recuperación de espacios soberanos del Estado. La intervención del ejército es inversamente proporcional al involucramiento de policías y estructuras de impartición de justicia con el narcotráfico.
La lucha contra el narco requiere de un consenso nacional que no ha existido porque no se ha buscado. El narcotráfico es un problema de seguridad nacional, de salud pública, de estabilidad política, de relaciones con los EU y de sistema político, es decir, un asunto de Estado. Nada más pero nada menos.

miércoles, 20 de enero de 2010

Indicador Político 20-enero-2010, miércoles

+ Obama y el fantasma de Bush
+ No habrá transición de imperio

Carlos Ramírez

Quizá la peor parte del primer año de gobierno del presidente Barack Obama se localice en el hecho de que ha refrendado el camino del gobierno de George Bush en sus tres puntos fundamentales:
1.- La revalidación de los Estados Unidos como imperio.
2.- La geopolítica basada en la dominación del poder y de las armas.
3.- El reafirmación de los Estados Unidos como un Estado de seguridad nacional.
Con ello, Obama simplemente confirmó las previsiones negativas que se fijaron en sectores críticos en enero del 2009:
1.- Obama ha sido el primer presidente afroamericano de los blancos.
2.- La tónica de su gobierno ha sido una constante crisis de expectativas.
3.- Obama no cumplió con su promesa de transitar a los EU de un Estado imperial a un Estado democrático.
El verdadero Obama se mostró en toda su dimensión en diciembre, al recibir el premio nobel de la paz: como personaje orwelliano, Obama delineó el neolenguaje de la novela 1984 al afirmar que la guerra es la paz o que la paz es la guerra. La conceptualización de las “guerras justas” reveló la dimensión de dominación imperial de los intereses geopolíticos y de seguridad nacional de la Casa Blanca.
Se esperaba más. Obama fue electo como parte de la pinza que terminaría de reafirmar la transición de los EU hacia una nación democrática, para completar el trabajo que había cumplido Mijail Gorbachov al desmantelar no sólo el campo socialista sino la doctrina de dominación bipolar del mundo. Antes de recibir el premio nobel de la paz, Gorbachov había destruido la lógica de la guerra fría. Obama debía de completar la tarea para permitir la transición del mundo hacia nuevas formas de relaciones políticas y de poder.
Pero el pecado de Obama lleva su propia penitencia. El terrorismo enfrentó a Obama a su peor imagen: la de George W. Bush. Ante el retorno de actos terroristas en territorio estadunidense, Obama refrendó la doctrina patriótica de aumentar las medidas de seguridad, aún a costa de violar aún más las garantías individuales de los ciudadanos. La decisión de instalar escáner en los aeropuertos para revisar la intimidad de los ciudadanos fue más allá de donde había llegado Bush: el miedo no a los terroristas sino a los ciudadanos.
Obama estaba obligado a revisar la lógica del terrorismo: actos de miedo de musulmanes radicales como respuesta a la intervención militar y política de Washington en países del Medio Oriente. Bush hizo lo mismo pero con la intención de arrinconar a los terroristas en sus países y evitar actos en los EU. Obama no logró ni lo uno ni lo otro. Y en lugar de replantear su presencia en Irak y Afganistán, aumentó el dominio militar y con ello provocó una radicalización de las actividades terroristas.
El fracaso de Obama se resume quizá en un hecho: la percepción de que los ciudadanos estadunidenses son terroristas y por eso aumentó las medidas de seguridad contra los ciudadanos. El problema radica en la inutilidad de los servicios de inteligencia y seguridad nacional. La CIA llegó ya a su nivel de incompetencia: fue responsable del pésimo manejo de la información en el caso del terrorista en Detroit y Al Qaeda le infiltró un topo en Afganistán para estallar una bomba suicidad y matar a agentes y al jefe de la estación. Pese a ello, Obama prefirió apoyar a la CIA con el aumento de medidas de seguridad que violaron aún más los derechos civiles de los ciudadanos. Hoy todo ciudadano es visto y tratado como terrorista.
La tarea de Obama era transitar a los EU de imperio a nación. La comunidad internacional que prohijó a Gorbachov quiso hacer lo mismo con Obama. La asignación del premio nobel no busco reconocer al afroamericano que venció al racismo en los EU sino recordarle al presidente de los EU que no podía seguir siendo el imperio mundial sin contrapesos. El discurso de Obama fue el refrendo de las tres doctrinas que convirtieron a los EU en el imperio del mundo: la de Truman para intervenir en otros países, la de Kissinger para dominar el planeta y la de Bush para usar al terrorismo como el eje del poderío hegemónico.
No, Obama no ha sido una decepción. Más bien, confirmó lo que se esperaba de él hace un año: el presidente del imperio más poderoso del mundo. Sólo que el mundo es una paradoja. Y Obama quedó atrapado entre su política doméstica social sin consenso bipartidista y la incomprensión de los estadunidenses a su gobierno con un desplome en la calificación de 65% en enero de 2009 a un nivel de 45% en enero de 2010. Como todo gobierno imperial, el de Obama perdió su base social.
El gobierno de Obama se perfila hacia la percepción social y política de que no durará más que cuatro años y que la reelección será imposible. Los norteamericanos parecen estar seguros que hoy están peor que en los años de Bush. Así de dramática ha sido la derrota en los hechos de Obama.

martes, 19 de enero de 2010

Indicador Político 19-enero-2010, martes

+ Sinaloa: PRI comienza a caer
+ Candidatura con narco-efecto

Carlos Ramírez

El juego político del gobernador sinaloense Jesús Aguilar Padilla para imponer a su socio Jesús Vizcarra como sucesor por la vía del dedazo ha provocado una significativa caída de las preferencias electorales del PRI en Sinaloa y el repunte del PAN.
De acuerdo con la última encuesta del periódico El Debate, el PRI bajó sus preferencias de 57.3% en noviembre a 50.2% la semana pasada. Y de manera automática, el PAN subió en el mismo periodo de 28.1% a 33.5%.
A la lucha interna por la candidatura presidencial del PRI al gobierno de Sinaloa se ha sumado nada menos que el rector de la UNAM, José Narro, con una visita pública al alcalde Vizcarra. No sería la primera vez que el rector Narro, de formación y militancia priísta, se mete en procesos electorales. Sólo que ahora en Culiacán se difundió la interpretación de que la UNAM habría establecido contactos políticas con el alcalde de Culiacán a quien le señalan relaciones peligrosas con el narco Ismael El Mayo Zambada.
El problema para Narro fue el hecho de haberse involucrado en los tiempos políticos del proceso de selección interna del PRI, partido al cual sirvió cuando fue funcionario del gobierno de Carlos Salinas de Gortari. En consecuencia, su espaldarazo a Vizcarra no fue un desliz sino parte de su ejercicio como militante del PRI. El operador del involucramiento de Narro en la vida interna del PRI sinaloense fue Jaime Labastida, un intelectual que es hermano del ex gobernador Francisco Labastida Ochoa, impulsor también de la candidatura de Vizcarra.
Lo grave del asunto no fue sólo el hecho de que el rector de la UNAM apoyó a un precandidato a gobernador del PRI, sino que sea precisamente Jesús Vizcarra, quien hasta la fecha no ha aclarado la fotografía publicada donde aparece al lado del narcotraficante El Mayo Zambada, jefe de unas de las mafias del Cártel de Sinaloa. Vizcarra le pidió a la PGR una indagatoria, pero esta dependencia no otorga cartas de buena conducta. Lo interesante es que es la hora en que Vizcarra ha eludido aclarar esa y otras fotografías.
Lo malo para Narro es que su apoyo ha servido poco a Vizcarra. El electorado ha comenzado a enviarle al PRI mensajes políticos. La baja en las tendencias del PRI representa el primer indicio de rechazo de los electores al delfín Vizcarra y a la intención del gobernador Aguilar Padilla de desconocer la popularidad del senador Mario López Valdez --mejor conocido como Malova, por el anagrama de su nombre y apellidos--, quien sigue 2 a 1 en las preferencias del electorado sobre Vizcarra.
Las maniobras del gobernador Aguilar Padilla han logrado reposicionar a tres precandidatos panistas en las tendencias del voto: el actual secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix Guerra, el diputado federal Manuel Clouthier y el diputado local Alejandro Higuera. Ante el proceso electoral que será en julio, las posibilidades del PAN se han consolidado con bastante anticipación y han mejorado en función de los conflictos en el PRI.
De acuerdo con la encuesta del periódico El Debate --que publica ediciones en varias ciudades de Sinaloa--, el PAN tuvo un tropiezo en el último trimestre del año pasado, al bajar sus tendencias de 36.3% en septiembre al piso de 28.1% en noviembre, una pérdida de ocho puntos porcentuales. Pero al notarse el juego del gobernador Aguilar Padilla de impulsar como sucesor a Vizcarra por encima de la popularidad del senador Malova, el PRI inició el descenso en las tendencias del voto y el PAN logró un significativo repunte, en casi mes y medio, de cinco puntos porcentuales para reducir la ventaja del PRI.
La otra parte del escenario de la nominación de la candidatura priísta al gobierno de Sinaloa se localiza en el factor del narcotráfico. Ante la pasividad del gobernador Aguilar Padilla, la criminalidad de las bandas de narcos ha regresado la violencia a Culiacán y, peor aún, ha comenzado a contaminar otras plazas del estado. La violencia cobró el año pasado mil 250 muertes y un aumento sensible en la inseguridad,
El hecho de que el precandidato Vizcarra haya aparecido en fotografías con el capo Ismael El Mayo Zambada ha dejado la inquietud de que el crimen organizado pudiera establecer un espacio político en la sucesión estatal priísta, sobre todo por el silencio que ha guardado Vizcarra respecto a las fotografías incriminatorias. El Mayo ha sido una pieza de alianza entre cárteles, sobre todo el de Juárez que ha comenzado a cobrar más importancia. El gobierno de Aguilar Padilla ha sido ineficiente en el combate al narco y de nueva cuenta Sinaloa ha regresado al mapa de las posiciones dominadas por las bandas del crimen organizado.
Al asunto del dedazo en la selección del candidato priísta a gobernador se ha añadido el escenario del narcotráfico creciente en Sinaloa para explicar buena parte de la inquietud del electorado que ha comenzado a reducirle tendencias de voto al PRI por la posibilidad de que el alcalde Jesús Vizcarra sea el sucesor de su socio Aguilar Padilla.

lunes, 18 de enero de 2010

Indicador Político 18-enero-2010, lunes

+ GDF: mejor obras que la gente
+ Termina subsidio AMLO a leche

Carlos Ramírez

En la lógica neoliberal de Marcelo Ebrard y economista Mario Delgado, los capitalinos tendrán más actas de nacimiento y menos leche. El gobierno del DF congeló el precio de trámites en documentos legales pero quitó el subsidio de 150 pesos al mes para leche y básicos a 530 mil familias pobres.
El pensamiento tecnocrático de Ebrard y su secretario de Finanzas carece de sensibilidad social: ¿cuántos trámites de documentos legales hace una familia pobre? Ninguno, en realidad, porque en ese ambiente social los documentos legales son innecesarios. En cambio, el subsidio a la leche permitía tener acceso a ese básico diario.
Eso sí, Ebrard se ha permitido endosar la crisis de las finanzas públicas al gobierno federal, cuando en realidad el gobierno de Calderón hizo un esfuerzo para mantener en el 2010 el mismo volumen de aportaciones al GDF que el de 2009, para evitar la estridencia del jefe de gobierno. En cambio, las aportaciones federales a otros gobiernos estatales van a disminuir inclusive en términos nominales.
Las alzas de precios y tarifas de subsidios y servicios en el DF no tuvieron el propósito de obtener recursos para programas sociales. El subsidio de 150 pesos mensuales a familias pobres para comprar leche fue una orden de plaza que dio públicamente Andrés Manuel López Obrador cuando el gobierno federal aumentó el precio de la leche Conasupo. Hoy Ebrard termina con el llamado subsidio AMLO a la leche para usar esos recursos a las obras públicas faraónicas que serán su carta de presentación como precandidato presidencial perredista para el 2012. Al final de cuentas, Ebrard ha definido sus prioridades: obras y no apoyo a pobres, con lo que Ebrard podría ser un excelente Ministro de Obras Públicas y Construcciones y no el estadista con visión política y social integral.
La estridencia de Ebrard y su neoliberal secretario de Finanzas contra el gobierno federal busca eludir responsabilidades propias. El golpe brutal a las finanzas populares por el aumento de 50% en el precio del boleto del Metro y el impacto a las inversiones con el aumento en predial, impuesto a nóminas y agua ha querido ser compensado con un programa de emergencia que congela precios en trámites de actas de nacimiento y licencias de conducir que se hacen una vez en la vida o para vigencia de varios años.
La lógica del secretario Mario Delgado es la misma de los compañeros de gabinete de Ebrard en los tiempos priístas de los gobiernos de De la Madrid y Salinas: avatar servicios de una sola vez, cuando un usuario del Metro utiliza el transporte cuatro veces al día, con lo que tendrá un impacto brutal. Y Ebrard y Delgado han aplicado el modelo Cruz Roja de damnificados porque le quitó de golpe y sin avisar el subsidio AMLO a la leche a 530 mil familias, las cuales, si quieren seguir teniendo acceso a alimentos subsidiados, deberán de acudir diariamente a los comedores populares públicos.
La decisión de Ebrard y Delgado se basó en el dilema de la crisis: seguir destinando recursos públicos a subsidios populares no productivos o sacrificar a los pobres para las obras públicas en curso --Metro, segundos pisos, carpetas viales de concreto, Metrobús y el Tranvía-- que tendrán el lujo de una ciudad del primer mundo pero precios del mismo nivel de caros.
Así, los antiguos beneficiarios del subsidio a la leche Conasupo tendrán que sacrificar su nivel de vida para que Ebrard pueda inaugurar pronto un Tranvía en el Centro Disney del DF--antes Centro Histórico-- y convierta la ciudad de México en Patrimonio no de la Humanidad sino Patrimonio del récord Guinness, pues su costo real de 2 mil millones de pesos será al final de 17 mil millones por las líneas de crédito leoninas y el subsidio a constructores privados, pagados con más recortes sociales.
La carestía en el DF y el alza en los servicios que son responsabilidad del gobierno del DF tienen el objetivo de hacer una ciudad bonita, no una ciudad con equidad social. En el fondo, el conflicto de Ebrard y Delgado con el secretario de Desarrollo Social, Martí Batres, no fue producto de choque político entre tribus sino por la decisión de Ebrard-Delgado de sacrificar programas sociales populares que ya no se pueden financiar y usar los recursos para las obras faraónicas que son parte de la campaña de Ebrard para el 2012. Batres se ha opuesto al recorte de programas sociales que son prioridad para el PRD.
Las decisiones de alzas de precios y tarifas en servicios públicos forman parte del colapso del populismo. El dilema, entonces, no radica en la aplicación dialéctica del neoliberalismo puro --subir precios y congelar salarios y subsidios-- sino en replantear la urgencia de una economía productiva, a fin de que la actividad económica vía políticas públicas de equidad tenga los objetivos de redistribución de la riqueza y no quede todo en manos de finanzas públicas ahogadas por subsidios improductivos.Más que las gasolinas y su efecto menor en los bolsillos de los ciudadanos, lo que ahogó al ciudadano del DF fue el aumento de 50% en el precio del Metro, la decisión de suprimir el bono de 150 pesos mensuales a 530 mil familias y el aumento de impuestos a la inversión empresarial, y todo para las obras faraónicas de Ebrard.

Indicador Político 17-enero-2010, domingo

+ México: crisis 1995-2010 (2)
+ Díaz 1908, transición frustrada


Carlos Ramírez


El problema central con las dictaduras radica en el hecho de que las pasiones contradictorias se centran en la figura del dictador. Porfirio Díaz se convirtió, en la conformación histórica, en la dialéctica del antihéroe existencial: amado y repudiado, necesario pero condenado, monarca sin corona, factor de unidad y punto de desunión. Entre su entrevista al periodista James Creelman en 1908 y su carta de renuncia al cargo del 25 de mayo de 1911 se dibuja la historia personal de una república frustrada: la contradicción entre una transición democrática inevitable y la decisión de no soltar el poder hasta la muerte.
¿Cuáles fueron las motivaciones personales, mediáticas, políticas y contradictorias de las declaraciones de Díaz a Creelman sobre la “bienvenida” a la democracia? Díaz hablaba en esa entrevista al público estadunidense. Al final, la repercusión en México de las declaraciones fueron menores, quizá en las élites. Los datos históricos revelaron que la dinámica política estaba ya encaminada contra Díaz sin necesidad de estímulos externos. El tono de las declaraciones pareció formal. Pero en el fondo reflejaron cierto estado de ánimo político contradictorio del dictador. La construcción de las frases dejaba la impresión de que Díaz ya había reflexionado sobre los tres temas de su entrevista: la democracia, su no participación electoral en 1910 y lo inevitable de la existencia de partidos de oposición con intenciones electorales.
La historia oficial del largo reinado priísta nunca ha sabido cómo tratar la figura de Porfirio Díaz. El ciclo priísta prefirió la condena a la historia. Y el corto periodo panista no ha sabido qué hacer con su legado político. El solo hecho de que se discuta el regreso de sus restos a México como un conflicto político-ideológico coloca a las élites políticas de los partidos en situaciones de incertidumbre, a pesar de que el PRI de la Revolución Mexicana ya se olvidó de su historia, el PAN que abrevó en el conservadurismo del siglo XIX es minoritario y el PRD post-priísta no ha podido reivindicar la imagen de Lázaro Cárdenas.
El auge y caída de Porfirio Díaz fue producto de las contradicciones internas de la sociedad. Al final de cuentas, Díaz fue producto de su época: un hombre que supo entender que el poder se ejerce con firmeza o se cede con temores. Díaz construyó la modernidad sin saber que las contradicciones sociales inherentes tendrían necesariamente que destruirlo. Esa ha sido la gran tragedia de las dictaduras personales revolucionarias. Pero también los dictadores han sido víctimas de la historia. Díaz no cayó por sí mismo. La crisis económica de 1908 se sumó a la crisis política del 2009 y todo ello se centró en la batalla por la candidatura a la vicepresidencia para 1910 para saber quién acompañaría al anciano dictador que tendría asumiría ahora sí su último periodo de gobierno. La crisis económica dinamizó los conflictos sociales y éstas provocaron el endurecimiento político, policiaco y militar. Las declaraciones a Creelman de que vería con buenos ojos a la oposición fueron mal leídas, porque Díaz había dicho también que él supervisaría su funcionamiento.
Las dudas de Díaz fueron provocadas por la dialéctica social. La Revolución Mexicana fue producto de liderazgos sociales populares: Villa, Zapata, Madero, animados por razones diríase que hasta personales. Villa quiso vengar la violación a una hermana, Zapata buscó la propiedad de la tierra, Madero se sentía un iluminado. Pero las mechas se encendieron en una sociedad marcada por la desigualdad, por la tecnocracia en las decisiones de poder, por la pobreza ampliada por la crisis, por una modernidad marcada en las comunicaciones pero no en la producción, distribución y consumo. Sobre todo, por la incomprensión de Díaz sobre el estado de ánimo social. El factor político de ruptura no fue la reelección de Díaz sino la mala solución en la candidatura de su vicepresidente. El país tenía en aquel entonces una mecha corta. Las agendas de los grupos sociales eran diversas, contradictorias, ajenas a un proyecto social coherente. La Revolución Mexicana definió su programa hasta 1917… y no fue el mejor sino el de los victoriosos.
La carta de renuncia de Díaz a la presidencia fue un reclamo desconcertado a la sociedad: ¿cómo podía él ser considerado la causa de la insurrección si había dado prácticamente su vida al gobierno y a los mexicanos? De nueva cuenta la ceguera de los dictadores y la dicotomía del poder: los intereses trascendentales del dictador y los juegos del poder de los grupos políticos. ¿Cómo era posible que el gran héroe militar de la Reforma y la lucha contra la intervención francesa hubiera derivado en un enemigo de los mexicanos? “No conozco hecho alguno imputable a mí que motivara ese fenómeno social (de la insurrección)”, escribió en su carta de renuncia. ¿Y Cananea, Río Blanco, el México bárbaro de John Kenneth Turner, la violencia social creciente? El paternalismo de los dictadores suele ser esquizofrénico.
Aunque al final la inconciencia suele ser la conciencia de las mentes operativas y poco inteligentes. Por eso en su carta de renuncia envía Díaz cuando menos dos mensajes: el del realismo, al decir que “para retenerlo (el poder) sería necesario seguir derramando sangre mexicana”; y el del sentimiento, al señalar que ojalá que algún día, “calmadas todas las pasiones que acompañan a toda revolución”, pudiera llegar “un estudio más concienzudo y comprobado” para hacer “surgir en la conciencia nacional un juicio correcto que me permitas morir, llevando en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y consagraré a mis compatriotas”. Era el hombre que decía que el pueblo mexicano “me proclamó Caudillo durante la guerra de intervención”.
Díaz había cavado su propia tumba. La elección de 1910 iba a ser un exceso. Tenía formas de propiciar una transición política bajo control. La entrevista con Creelman mostró a un dictador conciente de la necesidad de transitar a un sistema democrático. En sus declaraciones, Díaz había dejado indicios de que ya era hora de abandonar el poder. En las elecciones de 1910 tendría setenta y nueve años. Sin embargo, el poder ha sido siempre una adicción. Díaz no supo leer los signos de la crisis en el ejercicio del poder: el deterioro económico, el rezago social, el fracaso de los científicos en el desarrollo, la creación de focos de inestabilidad política, la ausencia de espacios de permeabilidad social, el depresivo estado de ánimo de la sociedad ante la falta de respuestas e iniciativas del gobierno, la capilaridad política provocada por la conformación de nuevos estratos sociales. Díaz estaba acostumbrado al ejercicio personal del poder, pero en una república con nueva conformación social. La Revolución Mexicana fue, así, una implosión política.
Díaz fue víctima de sus contradicciones: contribuyó a un salto en la modernización económica --ferrocarriles y carreteras--, pero luego no supo lidiar con las nuevas fuerzas sociales, sobre todo las obreras y campesinas y las nuevas demandas de éstas. Asimismo, estaba el hecho de que Díaz eliminó de la política a las figuras que pudieran disputar su poder y se rodeó de tecnócratas incapaces de comprender las nuevas dinámicas sociales. Y finalmente, a partir del criterio de que la dictadura de Díaz fue laxa, absolutista, no totalitaria, con refrendo electoral, con represión selectiva y más inclinada a la inhibición, el régimen no supo cómo lidiar con las nuevas formaciones políticas. A pesar de ser dictador, Díaz tuvo el contrapeso de su propia historia en la Reforma y ello le impidió la represión total.
Las revoluciones obedecen a una dialéctica histórica y social. Por eso Díaz, echado del poder, subió al Ypiranga sin entender aún las “causas” de la revolución, cuando en realidad habían sido “razones”. Díaz seguía viviendo de su papel en la Reforma y en la intervención francesa. Pero la sociedad había cambiado. Habían pasado más de cuarenta años de la restauración de la república, una nueva generación de mexicanos había definido sus exigencias de bienestar, la paz se había impuesto a sangre y fuego. Y Díaz no pudo superarse a sí mismo, a pesar de la transformación personal del caudillo hosco, indígena, pueblerino, al caudillo elitista, amante de la música, adorado por la naciente burguesía, factor de cohesión nacional por la vía de la fuerza. Díaz perdió su olfato militar, disminuyó su sensibilidad política, quedó aislado por una clase política egoísta y se deslumbró con los científicos.
Díaz enfrentó un dilema histórico: optar por una transición política llena de sobresaltos pero conducida y sin romper la estabilidad social indispensable o aferrarse a sí mismo y facilitar el camino de la ruptura revolucionaria. Lo paradójico fue que Francisco Madero no estaba incluido en ninguna de las dos posibilidades. La transición oscilaba entre los científicos o los militares blandos, entre Limantour y Bernardo Reyes, entre la tecnocracia o las armas. A Díaz le faltó tiempo, mesura, inteligencia y fuerza personal para analizar la realidad. Su olfato político de militar ya no le dio para más. Como todos los dictadores, miró a su alrededor y quedó decepcionado. Primero, no estaba convencido de la transición, a pesar de su discurso hacia el exterior a través de Creelman; después, la parte más difícil, no podía entender que su sucesor sería también caudillo; y finalmente, la concepción democrática de los dictadores suele ser lo más ajeno a sus convicciones.
Díaz tuvo en sus manos la transición pero prefirió la continuidad. Imposible exigirle coherencia idealista a los dictadores. El ejercicio abusivo del poder conduce a una dialéctica de la realidad: los hechos como son y no como ellos quieren que sean. Las declaraciones a Creelman mostraron el primer piso de una democracia: la existencia por sí misma. Pero la tarea era más hercúlea: transitar de una dictadura personal, militar, autoritaria, sin instituciones y sin leyes, a una democracia en funcionamiento. Díaz parecía confundir los procesos y suponía que las elecciones iban a sentar las bases de la democracia. Su enfoque de oposición era limitado, parecía entender una oposición leal. Aunque también parecía ser la percepción de la propia oposición: Madero buscó ser el candidato a la vicepresidencia de Díaz. Al no conseguirlo, entonces creó el movimiento antirreeleccionista. Los demás se hicieron a un lado.
La transición no era un proyecto ni programa. Como ha ocurrido en la historia, la democracia se ha reducido al enfoque electoral. El Plan de San Luis de Madero no implicó una transición sino una lucha a favor del sufragio efectivo y la no reelección. Bien temprano se percató Madero que la democracia electoral era insuficiente: las exigencias populares de Villa y de tierra de Zapata relanzaron la revolución mexicana de electoral a social. Díaz consideró en sus declaraciones a Creelman que la solución a los problemas de México estaba en las elecciones. Madero también. Pero la transición era un desafío mayor: construir una alternativa al desarrollo, edificar nuevas instituciones políticas, encauzar el salto generacional, atender las desigualdades estructurales, definir reglas del juego político y sobre todo crear el marco constitucional funcional al nuevo sistema-régimen-Estado. Sólo Venustiano Carranza pareció entender la lógica final de las revoluciones y convocó a la nueva constitución.
Lo malo fue que en el periodo 1908-1913, la fase más dinámica de la revolución, nadie incluyó la variable de la transición. Díaz fracasó porque supuso que nadie podía llenar su tarea de caudillo, Madero hizo un diagnóstico del agotamiento del modelo de la Reforma en La sucesión presidencial en 1910 pero el huracán de la revolución le impidió consolidar un programa y las exigencias de Zapata no lo dejaron gobernar. Paradójicamente, en los hechos Madero inyectó dinamismo a la revolución pero en el gobierno quiso tomar el ritmo de una transición. Su decisión de no romper con el porfiriato --con el terrible error de confiar en Huerta-- fue el indicio de que iba a buscar el camino institucional. Al final, la fuerza social misma de la revolución lo hundió.
La dialéctica transición-revolución ha sido el drama histórico de los movimientos sociales. Ahora mismo, con el simbolismo histórico del 2010 y ante otra oportunidad para pactar una transición como forma de reconstrucción del proyecto nacional, las fuerzas sociales han comenzado a convocar al fantasma de la revolución. El petate del muerto del estallido social de hoy es similar han enarbolado por las élites de la oposición en 1908 y 1909. Sólo que en 1910 esas fuerzas revolucionarias luchaban contra un caudillo dictatorial y en el 2010 no hay un dictador enfrente. Díaz decidió combatir a la oposición para impedirle el acceso al poder, pero no logró construir una propuesta democrática, plural, política, de transición y con nuevas figuras. Por eso Madero la tuvo fácil: encarnó en Díaz todos los males de la república. En el 2010 la oposición está en el poder y puede avanzar.
Las declaraciones de Díaz a Creelman no conformaban un programa de transición a la democracia; si acaso, eran el anuncio del caudillo había entendido las presiones democráticas y la necesidad de aflojar las tensiones de la dictadura. A Creelman le estableció la paradoja de aceptar la inevitabilidad de la democracia, pero calificó desde el poder del caudillo la inexistencia de condiciones para el funcionamiento de la democracia en México. Difícil para quien había gobernado más de treinta años y había derrotado al invasor francés entender que había llegado el momento de aceptar que el mundo se regía por instituciones y no por personas. Por eso no ocultó su desdén:
“El futuro de México está asegurado --dijo Díaz con voz clara y firme--. Mucho me temo que los principios de la democracia no han sido plantados profundamente en nuestro pueblo. Pero la nación ha crecido y ama la libertad. Nuestra mayor dificultad la ha constituido el hecho de que el pueblo no se preocupa lo bastante acerca de los asuntos públicos, como para formar una democracia. El mexicano, por regla general, piensa mucho en sus propios derechos y está siempre dispuesto a asegurarlos. Pero no piensa mucho en los derechos de los demás. Piensa en sus propios privilegios, pero no en sus deberes. La base de un gobierno democrático la constituye el poder de controlarse y hacerlo le es dado solamente a aquellos quienes conocen los derechos de sus vecinos.”
En este contexto, Díaz decidió, sobre la marcha, posponer nuevamente sus tentaciones democratizadoras y transicionistas y aceptar de nueva cuenta la candidatura presidencial para 1910. Su propuesta, fue, mixta:
“Hemos preservado la forma republicana y democrática de gobierno. Hemos defendido y guardado intacta la teoría. Sin embargo, hemos también adoptado una política patriarcal en la actual administración de los asuntos de la nación, guiando y restringiendo las tendencias populares, con fe ciega en la idea de que una paz forzosa permitiría la educación, que la industria y el comercio se desarrollarían y fueran todos los elementos de estabilización y unidad entre gente de natural inteligente, afectuoso y dócil.”
Del otro lado, de espacio de la oposición, tampoco hubo paciencia para delinear un proyecto de transición democrática. Al final de cuentas, Díaz se acercaba al final de sus momentos de lucidez y fuerza. Como en toda dictadura, los hombres fuertes suelen rodearse de hombres débiles, además de que muchos de ellos tienen a coquetear con las nuevas fuerzas políticas. Por eso Díaz escogió como candidato a vicepresidente a Ramón Corral, político sonorense, famoso por la represión brutal a los yaquis. José Yves Limantour rechazó la invitación a Díaz a la vicepresidencia, hecho que sin duda dio un giro a la historia política del país en 1909-1910. El mensaje de Díaz-Corral fue el de la continuidad de la dictadura, sin aflojamientos políticos y menos concesiones democráticas. Del lado de Madero estuvo siempre el sentimiento de llamar a una revolución. La decisión de Díaz de aceptar el juego democrático de las elecciones pero encarcelar a Madero antes de las votaciones aceleró las contradicciones y cerró los espacios. Díaz iba a ganar las elecciones pero le infundieron temor con Madero. Encarcelado como candidato en San Luis Potosí --¿miedo del dictador?--, Madero lanzó el Plan de San Luis desconociendo a Díaz como presidente y convocando a la revolución a las seis de la tarde del 20 de noviembre. La mecha estaba encendida.
¿Cómo un caudillo anciano que aceptaba la inevitabilidad de la democracia no buscó su propia transición y prefirió el endurecimiento? ¿Cuáles fueron las razones del temor de Díaz a Madero? ¿Por qué el mensaje de Corral como vicepresidente? ¿Cómo el caudillo de la Reforma que había combatido a Maximiliano y a Juárez cometió tantos errores con Madero? ¿Había pensado realmente Díaz en encontrar algún camino democrático en 1908 cuando habló con Creelman? ¿Qué fantasmas se le aparecieron en 1908 y 1909 para endurecerse en las elecciones del 1910? ¿Realmente el país estaba preparado no precisamente para la democracia sino para iniciar el camino de la transición a la democracia en 1910? ¿Había perdido Díaz en 1910 sus facultades de estratega militar y político? ¿Quién le infundió temores de que la democracia terminaría con su legado?
La lección de Díaz fue la de dejar sentada la tesis de que las dictaduras no pueden operar sus propias transiciones democráticas. La oleada revolucionaria en 1909 y principios de 1910 era prácticamente inexistente. Zapata y Villa se sumaron a la revolución, no la crearon. ¿Temía Díaz perder las elecciones en 1910 ante Madero, cuando el aparato de poder controlaba los procesos de votaciones? El resultado electoral de 1910 fue simbólico: 18 mil 625 votos a favor de Díaz y apenas 196 para Madero, en un país con quince millones de habitantes. ¿Por qué encarceló Díaz a Madero, si políticamente no era un peligro mayor para el héroe y caudillo que derrotó a los franceses? ¿No pudo ser Madero, aún sin ganar las elecciones, un pivote de Díaz para la transición a la democracia? ¿Por qué falló el olfato y la sensibilidad de Díaz al ganar las elecciones con fraude pero desdeñar las protestas?
¿Fue el periodo 1908-1910 un espacio propicio para transitar a la democracia? Las declaraciones de Díaz, tomadas literalmente, habían dicho que sí. Pero ante la organización de la oposición, los temores de Díaz lo llevaron a desdeñar sus propias percepciones. El punto clave pudo haber sido meter en la definición política el tema de la no reelección presidencial, como si Díaz buscara perpetuarse en el poder más allá de 1914, cuando tuviera 84 años de edad.
Pese a los hechos históricos, sí hubo un espacio para la transición. Sin embargo, la política en México había sufrido un deterioro después de la muerte de Juárez en 1872. La policía fue sustituida por la disputa por el poder. Díaz mismo lobotomizó la política con sus constantes reelecciones. Y la ausencia de un juego de partidos contribuyó a darle prioridad a las rupturas. La revolución de Independencia se organizó contra el imperio. La Reforma combatió la invasión extranjera. La Revolución de 1910 contra el dictador. En esos casos ocurrieron situaciones de ruptura. Pero esas experiencias revolucionarias no condujeron a la república a una democracia madura: la Independencia llevó a la guerra civil y a la invasión francesa, la Revolución de 1910 creó la dictadura de partido.
En todo caso queda para la historia el hecho de que la entrevista de Díaz a Creelman en 1908 hubiera sido la posibilidad de que México saliera de la dictadura por la puerta de la democracia. Se trató, al final de cuentas, de una transición frustrada.