Datos personales

Mi foto
Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

domingo, 28 de marzo de 2010

Indicador Político Domingo 28-marzo-2010.

POR VACACIONES DE SEMANA SANTA, "INDICADOR POLÍTICO" DESCANSA Y APARECERÁ DE NUEVO EL LUNES 5 DE ABRIL.

Indicador Político 26-marzo-2010 Viernes

+ Es la táctica, la tác-ti-ca
+ Restaurar orden borbónico

Carlos Ramírez


El debate sobre el “io de estrategia” en el combate al narcotráfico esconde cuando menos tres cartas marcadas:
1.- Es un falso debate porque la estrategia es una sola: evitar la hegemonía del crimen organizado y recuperar la soberanía del Estado en zonas francas controladas por los capos y ahí nada hay que cambiar, a menos que se busque una negociación que ceda el poder del Estado al dominio de las mafias. El debate real debe darse sobre las tácticas, que son los medios, instrumentos o planes coyunturales de acción. Los que insisten en el cambio de estrategia en realidad ignoran de lo que hablan.
2.- El trasfondo en la condena a los programas del gobierno de Calderón contra el crimen organizado se localiza en la intención de restaurar el viejo orden priísta (borbónico), donde el Estado autoritario, paternalista y populista controlaba a las bandas y, peor aún, designaba jefes policiacos para ponerlos al servicio del crimen organizado. Es decir, la crítica a la estrategia actual se basa en el intento de restauración del modelo El Negro Durazo. La fusión de policías-delincuentes mantenía bajo control del PRI a las bandas. La sociedad quiere el modelo cómodo del viejo PRI, aunque por los nuevos equilibrios sociales será imposible. El repunte en tendencias del PRI para el 2012 apela justamente a la restauración del viejo orden: el absolutismo que controlaba también al crimen organizado.
3.- La estrategia no ha fallado. Y las tácticas siguen siendo funcionales. Lo que ha ocurrido es que todos los órdenes de gobierno y todas las organizaciones sociales firmaron su parte en la estrategia pero a la hora de las decisiones han fallado y no han cumplido sus compromisos. Gobiernos estatales y municipales y sociedad han dejado al ejército como la primera línea de combate y la última línea de defensa. Si se revisan con frialdad las evaluaciones de la estrategia, el ejército ha sido el único en ofrecer resultados. Nuevo León, Ciudad Juárez y Tamaulipas son el ejemplo de que gobiernos estatales y municipales han incumplido su compromiso de --aunque sea-- limpiar las policías. Basta revisar los planes, compromisos y acuerdos para detectar quiénes han fallado. Y hasta la sociedad ha eludido compromisos por miedos, complicidades y comodidades. Pero el ejército ha impedido la victoria del crimen organizado que en el fondo muchos desean.
El falso debate sobre el “cambio de estrategia” es tramposo, cómodo y elusivo de responsabilidades. El 30 de abril de 2009 el gobierno federal explicó el “modelo de operación estratégica y táctica frente a la delincuencia organizada”. Y ahí se definen los ejes de la estrategia: reafirmación del Estado en el territorio, desarticulación de cadenas y redes criminales, fortalecimiento de las instituciones públicas, prevención del delito y cooperación internacional. ¿Esta estrategia es la que quieren cambiar?
Si el ejército sigue atacando a bandas y la PGR continúa procesando a delincuentes arrestados, entonces la persistencia del problema del crimen organizado corresponde a los gobiernos estatales que han ignorado el hecho de que los criminales tuvieron complicidades locales para asentarse y a los gobiernos municipales cuyas policías en la actualidad siguen estando al servicio de los delincuentes. Los narcobloqueos en Monterrey, por ejemplo, fueron hechos con la complicidad de policías estatales y municipales.
Los daños colaterales en acciones de combate al narcotráfico esconden cuando menos tres complicidades: la de las autoridades locales porque no han cumplido sus compromisos en los acuerdos, la de las policías estatales y municipales porque sirven al narco y de la propia sociedad que pasivamente quiere que la defiendan y votan por los partidos cuyos gobiernos han sido aliados o responsables del asentamiento de narcos en las diferentes plazas.
El fondo del debate no es de estrategias sino político: los partidos han sido incapaces de gobernar para evitar la criminalidad… y la sociedad sigue votando por los mismos. Tamaulipas es un caso simbólico: la plaza está controlada por el narco y ha obligado al ejército a acciones violentas para recuperar espacios, pero la sociedad tamaulipeca sigue votando por el PRI que en el gobierno ha sido responsable del auge del crimen organizado. Y para allá van los gobiernos priistas y perredistas.
En el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, firmado por toda la sociedad y gobierno y publicado en el Diario Oficial de la federación el 25 de agosto de 2008, los gobernadores y presidentes municipales se comprometieron formalmente a cinco acciones concretas para limpiar las policías, elevar su eficiencia y blindarlas de los criminales y se impusieron el plazo de un año. A año y medio la corrupción policiaca sigue tan campante y se localiza en el centro de la operación de la impunidad criminal. Frente a tanta irresponsabilidad, los únicos que siguen en la primera y última línea de batalla son los militares. Pero la acción militar será incompleta si las autoridades civiles y la sociedad no cumplen con sus compromisos firmados.
(Por Semana Santa, Indicador Político se toma como siempre una semana de descanso a partir de hoy y aconseja que ustedes hagan lo mismo. Nos leemos aquí el lunes 5 de abril.)

jueves, 25 de marzo de 2010

Indicador Político 25-marzo-2010 Jueves

+ Visita EU: razones de fracaso
+ Clinton escurrió el conflicto

Carlos Ramírez

La visita del gabinete seguridad nacional de la Casa Blanca fue una victoria política y diplomática del presidente Calderón, pero un fracaso para la estrategia mexicana de lucha contra el narcotráfico. La corresponsabilidad reconocida por Hillary Clinton no se tradujo en medidas de fondo.
El problema del narcotráfico se localiza en el principal consumidor de droga del mundo: la sociedad norteamericana. Y el gobierno de los Estados Unidos es realmente impotente para cambiar los enfoques porque internamente se enfrenta al consumo como un asunto de derechos y garantías individuales.
En materia de la violencia exportada en forma de tráfico de armas también será imposible cambiar por el gobierno de Barack Obama, porque en los EU existe la garantía constitucional para poseer y portar armas. Sólo que ese derecho para los locales ha sido aprovechado por los traficantes de armas para venderlas clandestinamente a las bandas de narcotraficantes
La cultura, tradiciones y prácticas entre México y los EU son diferentes. Por tanto, el gabinete de seguridad nacional de los EU pudo hacer realmente muy poco para engarzarse con la estrategia mexicana de lucha contra el crimen organizado. De nueva cuenta la Casa Blanca aplicó el enfoque unilateral de dejar en claro que el problema era mexicano y que la corresponsabilidad estadunidense se iba a agotar en la colaboración y la aplicación dentro de los EU de algunas medidas que no modifiquen las prácticas cotidianas ni rompan con la estructura del consumo de drogas.
El punto central del problema de las drogas es el consumo. Y en los EU, el consumo es perseguido sólo cuando está asociado a conflictos legales o violencia. Aún en los estados donde no está legalizado el consumo, la posesión de droga por persona para uso propio no genera procedimientos legales.
La victoria política del gobierno de Calderón radicó en el hecho de que el gabinete de seguridad nacional de la Casa Blanca no llegó a reclamarle públicamente a México su política antidrogas. El uso del concepto de “corresponsabilidad” por primera vez presentó al gobierno de los EU con una nueva visión estratégica del problema.
Sin embargo, los conceptos no aterrizaron en políticas claras y novedosas. En el fondo, la Casa Blanca aplicó al caso de las drogas el mismo enfoque sobre el terrorismo: atacar el problema en los territorios alejados de los EU pero sin comprometer cambios en las políticas básicas.
Del mismo modo, el gabinete de seguridad nacional dejó claro que el problema es de México y por eso los funcionarios llegaron a territorio mexicano. Una forma diferente de enfocar el problema hubiera sido la presencia del gabinete de seguridad nacional mexicano en los EU para anunciar una ofensiva más clara en materia de consumo y el fin de la tolerancia con las pandillas que se han asociado con los cárteles mexicanos para controlar el mercado de las drogas en las 250 principales ciudades de los EU.
Ahí, en el mercado de venta de droga al menudeo para el consumo, se localiza el punto más importante del narcotráfico. Y nada anunciaron los funcionarios mexicanos en materia de persecución del consumo al menudeo, por la sencilla razón de que el consumo personal en realidad no es delito aunque esté penalizado. Pero el hecho de que existan 35 millones de consumidores de drogas implica, de hecho, la existencia de un mercado de venta-compra de droga que sólo ha podido funcionar por la complacencia de las autoridades y por las tradiciones de garantías individuales de los estadunidenses.
En realidad, la visita del gabinete de seguridad nacional de la Casa Blanca estuvo apresurada por el asesinato de funcionarios menores del consulado de los EU en Ciudad Juárez. Y aunque ahora no hubo las actitudes prepotentes del pasado --como ocurrió con el caso del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar en 1985-- en el fondo la política fue la misma: acreditar la responsabilidad central a México como país de consumo y de tránsito.
Sin embargo, el gabinete de seguridad nacional de la Casa Blanca eludió el punto central, localizado más allá de la siembra y trasiego: el conflicto en las ciudades fronterizas México-EU no estalló por una lucha por la plaza sino por el control de las puertas de entrada de droga aprovechando el tratado comercial con camiones de mercancías sin revisar a los Estados Unidos y --como lo reconocen los reportes de inteligencia de los EU-- por el control de la red de carreteras en el sur de Texas para la distribución nacional de drogas.
El mensaje final de la visita fue decepcionante, más allá de la victoria política y diplomática de México por el reconocimiento a la “corresponsabilidad”: al eludir el problema del consumo como punto principal del narcotráfico, los EU dejaron la certeza de que reamente no habrá una solución de fondo al problema y que sólo van a combatir la violencia.

Indicador Político 24-marzo-2010 Miércoles

+ EU, zona cero de la violencia
+ Va de Columbine… a Starbucks

Carlos Ramírez

Las evidencias con contundentes: los Estados Unidos se han convertido en la zona cero de la violencia criminal, lo mismo asociada al narcotráfico que al terrorismo, pasando por la que responde a las locuras criminales a veces sin explicación lógica. El origen se encuentra en cuando menos tres hechos: la venta libre de armas, un sistema judicial basado en las garantías individuales y la ausencia de una sociología de la solidaridad.
1.- En las Vegas funciona como un negocio cualquiera: Gung Range shooting donde tienen paquetes para el público en general: tiro al blanco con armas reales, de cualquier calibre. La diana --punto central del tiro al blanco-- se escoge en función del tirador: afroamericanos, latinos y árabes. No hay restricciones legales. Ahí se dinamiza la adrenalina de la violencia. Pasaron de las aventuras con pinturas gotcha al uso directo de armas. En Las Vegas hay un congreso anual para la venta legal de cualquier tipo de arma. Se trata de un asunto de garantías individuales.
2.- La polémica ha enfrentado a la sociedad estadunidense: la garantía constitucional de poseer un arma y el regreso de las imágenes del viejo oeste con la gente en la calle y su pistola al cinto. Y hay regresión: locales comerciales que prohibían entrada de personas armadas, hoy ya no tienen esa restricción. Y no se trata de cualquier local: ya le entró a la liberación de prohibiciones Starbucks y el restaurante Fuddruckers, de tipo familiar, donde se pueden portar armas al cinto.
3.- En Arizona, la tierra de la actual secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, se abrió un debate interesante: un hombre portando un arma larga R-15 fue detenido cerca de una reunión donde estaba el presidente Obama el pasado 18 de agosto. Temían un intento de magnicidio. No fue tal: en Arizona la gente anda con las armas al cinto o al hombro. Es un asunto de garantías individuales. El hombre fue vigilado porque la policía no puede detenerle ni quitarle su arma cargada. Paradójico: en Arizona es legal llevar arma visible pero ilegal si está oculta.
4.- Los tiroteos en las escuelas revelan no sólo la violencia, sino la forma en que los estudiantes adquieren armas en el mercado paralelo no controlado. Por ejemplo, los jóvenes que asesinaron a quince estudiantes e hirieron a 24 en Columbine, Colorado, el 20 de abril de 1999, compraron sus armas por internet. El 17 de abril de 2007 hubo otro tiroteo en la Universidad Virginia Tech, a poca distancia de Washington, D.C., y murieron 33 estudiantes; el agresor, que compró armas sin restricciones, se suicidó. El periódico El Universal ha contabilizado veintitrés tiroteos con muertos en escuelas, de mayo de 1992 a enero de 2007. A pesar de las tragedias, en la que han muerto también estudiantes de origen mexicano, no estimuló la exigencia de terminar con la venta libre de armas.
5.- Los grandes capos del crimen organizado se han asentado sin problemas. Desde el mítico Al Capone, que fue encarcelado no por traficante de alcohol y criminal sino por evasión de impuestos, hasta la conocida La Madrina, la colombiana Griselda Blanco, quien construyó un imperio de la droga en Miami, ante la pasiva mirada de las autoridades, a pesar de la exhibición de fuerza y crimen a la luz del día. Luego de mucha presión, fue encarcelada y más tarde deportada a su país. Le acreditan centenas de muertos y participante en el complot para secuestrar a John F. Kennedy. Su historia ha sido mitificada por el cine en Cocaine cowboys 1 y 2. Blanco traficó 300 toneladas de cocaína.
6.- El problema de la droga en los EU se ha modernizado: el ingreso, la distribución, la venta, el control de zonas y el lavado son operaciones por separado. La serie televisiva The Wire, realizada a partir de guiones del periodista David Simon, que cubrió la nota policiaca para el The Baltimore Sun, revela los estilos: los traficantes no andan armados, hay supervisores de zona, se comunican vía beeper y no por teléfono, uno capta al cliente, otro recibe el dinero y otro entrega la droga y con ello evitan a la policía.
7.- En los EU circulan libremente varias revistas dedicadas a la promoción del consumo de drogas. Una de ella se llama The High Times, tiene su sitio internet, aconseja formas de sembrado y comercio de drogas y ha creado no sólo una cultura del consumo sino una red de consumidores que intercambian experiencias. Cada mes otorga un premio a la mejor planta de marihuana. Estas revistas se compran en cualquier tienda de publicaciones. Se trata de un asunto de garantías individuales.
8.- Los tres problemas fronterizos México-EU --tráfico de personas, armas y droga-- acreditan responsabilidad a funcionarios, agentes de migración y alcaldes del lado mexicano, pero también del lado estadunidense. La señora Napolitano nada ha hecho para poner orden en la frontera por donde se canaliza la droga suministrada por mexicanos para atender la demanda de consumo de los estadunidenses.
Por todo ello los EU son la ground zero de la violencia. Y de ahí se desparrama a todo el mundo.

martes, 23 de marzo de 2010

Indicador Político 23-marzo-2010 Martes

+ EU: vencido grupo de seguridad
+ Obama, sin estrategia antinarco

Carlos Ramírez

Para mi hija la Lobis, por otro año de felicidad

Cuando se sienten a dialogar los miembros del gabinete de seguridad del presidente Obama, sus interlocutores mexicanos debieran actuar sin inhibiciones: se trata de funcionarios estadunidenses que cargan el fracaso en sus espaldas.
Los secretarios de Defensa, Estado y Seguridad Interior del gabinete de Barack Obama poco podrán enseñarle a México en materia de seguridad nacional. El gabinete de seguridad nacional de Obama ha sumado demasiados chascos en los Estados Unidos como para querer dar lecciones en México:
1.- La secretaria de Estado, Hillary Clinton, hizo un spot de propaganda electoral diciendo que ella sí estaría disponible si a las tres de la mañana sonaba el teléfono de la Casa Blanca para advertirle un peligro. Pero como encargada de la política exterior, Hillary ha fracasado en el Medio Oriente, ha sido burlada por Irán, ya perdió América Latina y no la respetan en Rusia. Y México le queda demasiado lejos.
2.- La secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, fue salvada por un héroe ciudadano cuando un terrorista de Al Qaeda se le coló en un avión en Ohio y estuvo a punto de provocar una tragedia. La frontera sur de los EU está en poder de las bandas de narcos, traficantes de armas y contrabandistas de trabajadores indocumentados, además de que terroristas musulmanes ya se aliaron a esas tres mafias. Napolitano fue gobernadora de Arizona, un estado donde los ciudadanos pueden andar en la calle con cualquier tipo de armas al hombro y por tanto un estado donde el tráfico de armas hacia México es mayor.
3.- El secretario de Defensa, Robert Gates, acaba de pasar por la peor de las humillaciones: un agente doble al servicio de Al Qaeda se infiltró en una célula de la CIA en Afganistán y estalló explosivos que mataron a siete agentes de la CIA. Herencia de George W. Bush, Gates debió de cargar con una humillación adicional: él mismo fue director general de la CIA, por lo que la muerte de los agentes debió de haber tenido un impacto adicional. Gates fue el responsable del aumento de 35 mil soldados más en Afganistán, a pesar de los nulos resultados en la que se conoce ya como “la guerra de Obama”.
Es posible que el estado de ánimo de los secretarios del gabinete de seguridad de Obama sea tenso por el asesinato de funcionarios menores del consulado de los EU en Ciudad Juárez, pero el asunto clave esa saber si ellos vienen a involucrar ahora sí un verdadero apoyo a la lucha de México contra el narco y a decir que la Casa Blanca profundizará decisiones al interior de los EU o sólo se concretarán a presionar al gobierno mexicano pero sin ofrecer decisiones reales y profundas en lavado de narco dinero en bancos de EU y en contrabando de armas de los EU hacia México para las bandas criminales.
Porque si la tesis es la de Janet Napolitano en el sentido de criticar el papel del ejército en la lucha contra el narco, entonces el gabinete de Obama debería explicar primero el fracaso de la intervención del ejército de los EU, el más poderoso del mundo, en Irak y Afganistán y la acumulación de derrotas. La intervención del ejército de los EU en Irak y Afganistán ha sido peor que la de México por las evidencias de corrupción, ineficacia, tráfico de influencias, asesinato de miles de civiles, víctimas de terrorismo, revelación de críticas en blogs de los soldados estadunidenses. ¿Qué aprenderle a los estadunidenses?
Las lecciones que puedan dar a México Clinton, Napolitano y Gates en materia de defensa estarán contaminadas con las derrotas sucesivas en Afganistán. Ahora mismo Al Qaeda en el Magreb mantiene secuestrados a españoles en actividades sociales de apoyo y piden millones de dólares de rescate. De ahí que las técnicas de lucha contra los enemigos no formales de los Estados Unidos no sean algo que puedan enseñarle a las fuerzas antinarcóticos del gabinete de seguridad de México. Las bajas civiles y los asesinatos de soldados y agentes de la CIA de los EU revelan la incapacidad estadunidense. Parafraseando a la señora Napolitano, el envío de tropas de EU a Afganistán no ha resuelto el terrorismo contra los EU.
El problema real del narcotráfico en México no radica en el territorio mexicano, a pesar de la criminalidad creciente de sus expresiones, sino que se encuentra dentro de los Estados Unidos: lavado de dinero, contrabando de armas y sobre todo una demanda de droga para el consumo de 35 millones de estadunidenses. Si Clinton, Napolitano y Gates traen decisiones de fondo en estos temas que deben aplicar en su propio país, entonces su visita tendrá resultados. Pero si su presencia aquí va a ser para intimidar al gobierno mexicano, de nada servirá porque serán bateados por una realidad que ciertamente también rebasa a la Casa Blanca.
Mientras Washington no entienda que es la demanda la que genera la oferta --lección 1 de Milton Friedman--, entonces la señora Clinton sólo recordará a México como el país donde bailó en traje de baño con su marido después del affaire de Mónica Lewinsky.

lunes, 22 de marzo de 2010

Indicador Político 22-marzo-2010 Lunes

+ Obama: mayoría lo desaprueba
+ Casa Blanca: sombra de Carter

Carlos Ramírez

Al terminar la semana pasada, agobiado por las dificultades para aprobar su reforma de salud, sin sacar al país de la crisis económica y con desempleo creciendo todavía, el presidente Barack Obama se hundió por debajo de la línea de flotación del 50% de aprobación.
Lo significativo de este hecho no radica en la posibilidad de seguir gobernando sin el consenso popular, sino que refleja más bien una expresión concreta de la crisis de expectativas que una minoría estableció en las votaciones presidenciales de noviembre de 2008. De ahora en adelante a Obama lo sostendrá la estructura del poder y no el consenso popular.
El sitio internet Real Clear Politics (RCP) lleva un tracking diario de las encuestas de las principales empresas de sondeos. Y ahí el promedio registrado el viernes 19 pasado por primera vez la desaprobación fue mayor que la aprobación y la aprobación por abajo del 50%. Lo significativo de este recuento es el mantenimiento de la tendencia firme y constante, con pocas oscilaciones.
La gráfica-resumen revela cuando menos tres fases de las líneas de aprobación y desaprobación: la primera registró una brecha de 40 puntos en aprobación-desaprobación entre la toma de posesión de enero de 2009 a julio del mismo año, lo que revela que a mediados del año pasado, cuando se manifestaron las peores tendencias sociales de la crisis económica, Obama perdió su base social popular.
La segunda fue una brecha de 10 puntos entre mediados del año pasado y noviembre, cuando la administración de Obama no pudo resolver las demandas sociales de la crisis y las empresas recuperaron su ritmo de crecimiento… y de acumulación de utilidades y bonos a sus ejecutivos, pero con cargo a las finanzas públicas. Y la tercera registró la tendencia sostenida de aumento de la desaprobación de principios de diciembre hasta la tercera semana de marzo cuando la línea de desaprobación fue mayor que la de aprobación.
En el resumen de RCP se advierte que la tendencia de la aprobación comenzó en 65% en enero del año pasado, justo en el escenario de la toma de posesión de Obama y llegó a 47% el 20 de marzo. La gráfica devela una caída constante, nada circunstancial, y siempre asociada a la crisis expectativas de la sociedad norteamericana --la mayoría silenciosa que descubrió el presidente Richard Nixon-- ante la falta de resultados en materia de crisis económica. Al terminar el primer trimestre del 2010, la recuperación sólo se había notado en los sectores de especuladores y no en el comercio al menudeo ni en el empleo.
A la pérdida de consenso popular ha contribuido también el fracaso de la política militar de Obama en Irak y Afganistán, la falta de una estrategia para la presencia de las tropas, los atentados contra posiciones norteamericanas y el error estratégico del presidente de aceptar las fotografías de los féretros de los soldados muertos en el Medio Oriente. Peor aún, Obama parece haber decidido la continuidad de la política de George W. Bush, al grado de que alguna mano maliciosa contrató en Wyoming un espectacular con la fotografía enorme de Bush y el letrero que decía “¿ya me extrañan?
El estado de ánimo del presidente Obama ha comenzado a ser materia de análisis en medios. El resurgimiento de la derecha, la consolidación del movimiento conservador del Tea Party y la declinación de los demócratas ha encontrado el terreno fértil para expresiones de rechazo abierto. Sin embargo, Obama parece obsesionado con su reforma de salud que aún no tiene los votos republicanos, a pesar de haber hecho concesiones que redujeron su potencialidad social. Por ejemplo, Obama hubo de cancelar la opción pública que hubiera implicado una empresa pública de seguridad médica y la construcción de un amplio sistema hospitalario del Estado.
Las encuestas en los Estados Unidos no solamente son instrumentos de medición del ánimo de la ciudadanía, sino que tienen efectos políticos en la conformación de alianzas. De ahí que los republicanos hayan podido tomarle la medida a Obama y a los demócratas, y más aún cuando Obama ha mostrado en toda su dimensión el ejercicio del peor de los autoritarismos presidencialistas al subordinar a los legisladores demócratas y convertirlos en peones de las propuestas del ejecutivo. Ahí se localiza un indicio de las derrotas electorales demócratas, pues los electores no quieren legisladores sometidos al poder de la Casa Blanca.
La alerta de las encuestas con la pérdida de la mayoría aprobatoria del presidente Obama pareció no haber sido entendida por los estrategas. La tendencia en las encuestas, además, se ve consistente. Es decir, que expertos en sondeos están ciertos de que Obama ya no recuperará la aprobación mayoritaria y como Bush estaría en este año en una desaprobación mayor, lo que ha motivado en los demócratas comenzar a pensar en la posibilidad de que Obama ya no pueda reelegirse en el 2012 o que quiera hacerlo y, como Jimmy Carter en noviembre de 1980, pierda las elecciones.
Lo único cierto es que la tendencia de desaprobación revela que se terminó el efecto Obama.

domingo, 21 de marzo de 2010

Indicador Político 21-marzo-2010 Domingo

+ México: crisis 1995-2010 (14)
+ Poniatowska y Ramírez: el 68

Carlos Ramírez

La crisis de 1968 fue producto de la crisis de autoridad moral y política del Estado. Pero también fue consecuencia del estilo personal de gobernar del presidente Díaz Ordaz. Ahí --al romperse la comunicación política entre sociedad y gobierno-- comenzó a naufragar el sistema político priísta, con el hecho agravante de que la agenda política del movimiento estudiantil y popular fue la más imprecisa que había enfrentado la clase gobernante desde comienzos de la década de los cincuenta. Al final, el manotazo en Tlatelolco fue el principio del fin de la legitimidad social y política del régimen de la Revolución Mexicana.
La verdadera historia del 68 aún no se conoce. A poco más de cuarenta años de distancia, el fenómeno social y político de la movilización estudiantil sigue cargando con el fardo de las interpretaciones sentimentales. Como ha ocurrido en la historia de México, hay hechos que se convierten en símbolos más allá de sus propias definiciones y posibilidades. Más que un pivote a favor de la democratización, de la apertura democrática o de las reformas políticas, la crisis del 68 ha quedado en un mero punto de referencia. La izquierda no supo capitalizar la dimensión de la crisis como el agotamiento del sistema político de la Revolución Mexicana y la derecha lo dejó pasar de lado, en tanto que el PRI le ha entrado al asunto con un vergonzante cargo de conciencia.
El 68 fue una crisis al interior de la estructura del sistema: antes de que hubiese ocurrido el conflicto entre dos bandas y luego dos escuelas en la tercera semana de julio, México había entrado en los terrenos pantanosos del proceso de sucesión presidencial para definir con anticipación los precandidatos presidenciales de 1970. Al estallar la violencia, el Estado sobrerreaccionó en la respuesta de la autoridad, sin duda porque el presidente Díaz Ordaz --que tenía un muy entrenado olfato político-- previó que de alguna manera esos incidentes se iban a cruzar con la lucha política al interior de su gabinete por la candidatura presidencial. Y así fue, en realidad: el movimiento estudiantil involucró a la UNAM y ésta se articuló a ciertas figuras del gabinete --sobre todo Luis Echeverría y Emilio Martínez Manautou-- y ello contribuyó a utilizar las movilizaciones para enfrentar a precandidatos.
El conflicto estudiantil prendió en una sociedad como pradera seca. Los problemas estallaron el 22 de julio por el choque entre alumnos de la Vocacional 2 del IPN y estudiantes de la preparatoria privada Isaac Ochoterena. El 26 se organizaron dos marchas para celebrar la Revolución Cubana. Y el 27, a cinco días del primer incidente, el gobierno atacó las instalaciones del Partido Comunista Mexicano, entonces en la semi clandestinidad. El 28 --una semana después-- apareció el primer pliego petitorio involucrando al PRI en los incidentes, exigiendo indemnización de heridos y supuestos muertos y clamando la desaparición de los granaderos y la derogación del artículo 145 del código penal que reprimía en función de intenciones de presunta disolución social por parte de disidentes. A partir de ahí el movimiento estudiantil y la respuesta gubernamental se salieron de control.
El punto clave del conflicto fue el involucramiento del rector de la UNAM, Javier Barros Sierra --secretario de Obras Públicas del gabinete de López Mateos y por tanto adversario político de Díaz Ordaz en la sucesión de 1964--. El 30 de julio, una semana después del 22, el rector le entró al conflicto e izó la bandera a media asta en Ciudad Universitaria, cuando en esos tiempos la bandera era propiedad del régimen. Dos días después, el primero de agosto, Barros Sierra encabezó la primera manifestación de apoyo a los estudiantes. ¿Cuáles fueron las razones de fondo del involucramiento del rector de la UNAM? A pesar de la relativa independencia política, el rector de la UNAM formaba parte del gabinete invisible del gobierno. Su tarea institucional era la de atemperar los ánimos. ¿Fue cierto que Luis Echeverría empujó al rector al activismo con la suspicacia de contener el movimiento, encauzarlo o radicalizarlo, quizá en la lógica de incendiar el movimiento para que se consumiera rápido?
La historia aún está por saberse. Dos libros ayudan a comprender la crisis en su momento histórico. En diciembre de 1969, en plena euforia de la campaña presidencial, el sociólogo Ramón Ramírez publicó la historia del 68 en dos tomos: El movimiento estudiantil de México. Julio-diciembre de 1968 (editorial Era) Y en febrero 1971, apenas arrancado el sexenio de Echeverría, la escritora y periodista cultural Elena Poniatowska publicó el libro La noche de Tlatelolco, un trabajo de indagación periodística para precisar los márgenes del movimiento estudiantil. Fueron dos esfuerzos primigenios de sistematización de la información: Ramírez publicó en un tomo todos los desplegados del movimiento y en otro hizo una cronología con las declaraciones de los protagonistas. Y Poniatowska recogió en innumerables entrevistas las voces directas de los afectados, muchos de ellos ya encarcelados, y los armó en un fresco oral de historia de primera mano. Ninguno de los dos, es cierto, se planteó el objetivo de analizar causas y consecuencias sino sólo de recoger la información oral y documental del conflicto. Los dos libros rompieron la censura y abrieron la brecha para innumerables libros sobre el 68 mexicano.
El 68 fue la acumulación de las crisis del sistema político priísta: agotamiento del modelo de desarrollo, del PRI como canal de participación social y política, de empleo juvenil, de discurso político revolucionario frente al efecto de la Revolución Cubana, de pérdida de consensos al interior de la clase gobernante, de la sucesión presidencial de 1970, del sistema de gobierno piramidal y de autoritarismo del presidente Díaz Ordaz. El México idílico del “milagro mexicano” o del consenso social de la Revolución Mexicana o del desarrollo estabilizador con tasas anual promedio de crecimiento económico de 6% y 2% de inflación comenzaba a encontrarse con el México real de los tres pivotes negativos del sistema político priísta: represión, corrupción y pobreza. El PRI ya no respondía al consenso nacional.
Las voces documentales y verbales recogidas por Ramírez y Poniatowska formaron parte de los elementos indispensables para el análisis. La sociedad mexicana había entrado a una fase de ruptura generacional desde principios de los sesenta, en donde la sociología del poder no alcanzaba a interpretar el salto cualitativo entre el México autoritario con el México sin hilos directos de control. ¿Por qué la imagen idílica que difundieron los Estados Unidos sobre el México desarrollado? Por razones de dependencia especulativa. Los inversionistas alaban a quien le ofrezca documentos con altos rendimientos de intereses. La pobreza era lo de menos. México salía a mediados de los sesenta con una burguesía internacionalizada. La estabilidad macroeconómica de México --inflación baja, salarios controlados, clase obrera reprimida, protestas acalladas, tipo de cambio seguro-- era suficiente para fortalecer los rendimientos.
La represión en Tlatelolco no era la única ni la más fuerte. A partir de 1952 comenzó una larga cadena de insurrecciones: los trabajadores electricistas, magisteriales, ferrocarrileros, tranviarios y otros chocaron con el gobierno y fueron reprimidos. El ejército entró en el Instituto Politécnico Nacional y la policía reprimió a universidades. Organizaciones campesinas fueron aplastadas por la fuerza. Y a pesar de que en algunos de esos movimientos apareció el Partido Comunista Mexicano, ninguno de ellos logró marcar un momento histórico. Ni siquiera el encarcelamiento de líderes como Demetrio Vallejo, Valentín Campa y Othón Salazar logró convertirse en factor de ruptura del sistema. Inclusive, el surgimiento de algunos movimientos guerrilleros sólidos tampoco causó estragos que después provocaron otros grupos armados y sin organizaciones formales pero considerados como consecuencia directa de Tlatelolco.
En todo caso, lo que le dio singularidad al movimiento estudiantil del 68 fue la incorporación de instituciones formales como la UNAM y la participación directa de clases medias, además de la participación vía líderes estudiantiles del PCM y de sindicatos radicales y la decisión de no apoderarse del control del movimiento. Las marchas del 68 rompieron la virginidad de algunas instituciones y sacaron a la calle a padres de familia. La toma del Zócalo tuvo también su significado, sobre todo porque fue un asalto al poder simbólico del PRI: el Palacio Nacional. Y como factor adicional, el hecho de que la protesta estudiantil ocurrió articulada en tiempo histórico con otras protestas en países como los Estados Unidos, Francia y Checoslovaquia.
Asimismo, contribuyó el hecho de que la tibieza del pliego petitorio tomara la fuerza moral de la protesta sólo contra la represión: libertad de presos políticos, desaparición del cuerpo de granaderos, renuncia de jefes policiacos y derogación de los delitos de disolución social. Nada que ver con la agenda del PCM o el reparto de tierras o el derrocamiento del gobierno para instaurar algún modelo revolucionario. La participación de padres de familia de la clase media le dio fuerza moral al movimiento. Y tuvo que ver la debilidad del PRI para responder luego de la crisis provocada en diciembre de 1964 con la renuncia forzada de Carlos A. Madrazo por la reforma interna que no cuajó y el ascenso de emergencia de Alfonso Martínez Domínguez como presidente del PRI en febrero de 1968 para operar la sucesión presidencial. Martínez Domínguez tardó en hacerse del control del PRI.
El otro factor que contribuyó a detonar la crisis fue el estilo personal de gobernar del presidente Díaz Ordaz. El poder adquiere su verdadera dimensión en relación a su titular. Díaz Ordaz venía de operar con autoritarismo la Secretaría de Gobernación y ahí tuvo como brazo operador a Luis Echeverría y a Fernando Gutiérrez Barrios. A los tres les tocó mantener el control político del país ante la avalancha de protestas callejeras y violentas desde la crisis magisterial de 1952. Al tomar posesión de la presidencia, Díaz Ordaz encaró con dureza y sin flexibilidad el movimiento de los médicos del ISSSTE y el Seguro Social. Al recibirlos en Palacio Nacional les dijo que no permitiría las rebeliones. Y los despachó con las manos vacías.
El movimiento del 68 atrapó a Díaz Ordaz en una etapa de aislamiento político. El primero de agosto, luego de los primeros choques, intervenciones del ejército y manifestaciones del rector de la UNAM, Díaz Ordaz enfrentó políticamente el movimiento pero desde una gira en Guadalajara. La gestión política y burocrática del conflicto quedó en manos directamente del secretario de Gobernación y del jefe del Departamento del Distrito Federal, Luis Echeverría y Alfonso Corona del Rosal, los dos enlistados como presuntos precandidatos presidenciales. Luego se incorporaría abriendo un espacio hacia el movimiento el tercer precandidato, Emilio Martínez Manautou, secretario de Salubridad y Asistencia. Y como negociador sin futuro político el jefe del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, Norberto Aguirre Palancares.
Díaz Ordaz se formó como un político de estructuras verticales. Delegó todas las responsabilidades políticas a Echeverría y se desentendió del movimiento estudiantil. Sus opiniones sobre los jóvenes eran negativas. Como presidente, Díaz Ordaz se olvidó de la política y se dedicó a ejercer el poder. Por eso la respuesta gubernamental fue la de la dureza, por eso Echeverría operó como Díaz Ordaz quería y por eso el gobierno se cerró a cualquier diálogo y el conflicto derivó a la represión. Pero no se trató del PRI o del gobierno, sino que el conflicto fue responsabilidad del sistema político priísta en general. Falta por aclarar si se trató de un exceso de autoritarismo de Díaz Ordaz o una respuesta de fuerza de un sistema político arrinconado, sin respuestas a la democratización y asustado por las manifestaciones en las calles. O Díaz Ordaz confió en su propia dureza, pues nunca suspendió sus giras por el interior y en esas ausencias en el DF le delegaba el gobierno a Echeverría.
El poder político priísta había agotado su eficacia hacia los cincuenta: protestas de grupos organizados, disputas por el poder, sucesiones presidenciales con fracturas. Al PRI lo había salvado el hecho de que el presidente de la república era el jefe controlaba los hilos del poder vía el PRI y sus sectores corporativos: obreros, campesinos y profesionistas. Pero Díaz Ordaz era un político obsesionado con el ejercicio duro del poder, sin fisuras. Por eso confió todo a Echeverría, quien lo había acompañado en la represión social desde el conflicto magisterial de 1952. Por tanto, Echeverría sólo hizo lo que Díaz Ordaz esperaba que hiciera. Y con ello se ganó la sucesión presidencial. Echeverría, en realidad, no engañó a Díaz Ordaz sino que Díaz Ordaz se engañó solo al suponer que iba a seguir gobernando después de su sexenio y descansar la decisión en la complicidad del poder, de la represión y del autoritarismo.
Tlatelolco fue, por tanto, el fin histórico del PRI. Ya no gobernaba por consensos o por política sino por el ejercicio del poder. El 68 persiguió a los gobernantes priístas, llevó a López Portillo a legalizar y registrar al Partido Comunista Mexicano y lo orilló a la decisión de romper con la continuidad política del PRI al optar por el ciclo tecnocrático y la tecnocracia presidencial perdió el control, político del país, encaró severas crisis económicas y financieras y entregó la presidencia al PAN en el 2000. Pero a pesar del fardo del 68, el PRI tuvo un largo y desgastante deterioro de su credibilidad. La clave de su derrota se localiza en las tres herencias malditas: la corrupción, la represión y la pobreza. Ni siquiera las divisiones internas lograron la ruptura final. La crisis de 1987 y la separación de Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del gobernante más venerado del siglo XX, consiguieron llevar al PRI al fracaso. Luego de las discutibles elecciones presidenciales de 1988, el PRI regresó con carro completo en 1991 y luego, en medio de la peor crisis de gobernabilidad en 1994, el PRI volvió a ganar. Se necesitó de la voluntad de Ernesto Zedillo y su falta de compromiso con el PRI para la alternancia partidista en el 2000.
Los libros-investigación de Ramírez y Poniatowska desnudaron el ejercicio del poder, mostraron al PRI sin los maquillajes de la política. Los dos fueron trabajos que reflejaron el punto más débil del PRI: la ruptura del PRI con la sociedad. El movimiento del 68 fue parte del descubrimiento social de que el PRI era un aparato de poder, no un gobierno ni menos un partido. El 68 rompió el blindaje ideológico del PRI, le quitó el escudo de la represión y llevó las relaciones sociales al momento de la gran definición: convertir al PRI en el partido de una verdadera dictadura represiva y autoritaria o hacerle probar al sistema político priísta el sabor del desprestigio social con el repudio popular urbano de la clase media al ejercicio absolutista del poder.
Díaz Ordaz fue el punto culminante de la ceguera política y social del PRI. Lo demostró en 1977 cuando fue designado por el presidente López Portillo como el primer embajador de México con la democracia española. Triste paradoja que Díaz Ordaz no alcanzó a matizar: el político que ejerció la represión digna de una dictadura representaría a México ante la democracia naciente que se convertiría en prototipo. Díaz Ordaz no duró mucho: en la conferencia de prensa antes de partir a Madrid, Díaz Ordaz se encontró con el otro México, el México posterior al 68: una prensa hostil, agresiva, crítica, sin perdones. Díaz Ordaz chocó contra esa prensa y reiteró su tesis: Tlatelolco salvó a México de una dictadura de izquierda. Al final, se mostró como el último presidente mexicano de la guerra fría. No duró mucho: a los pocos meses renunció al cargo y murió a mediados de 1979.
Tlatelolco ha quedado como el gran enigma de la historia política de la segunda mitad del siglo XX. El problema ha radicado en la búsqueda de culpables a priori determinados y del desahogo de las víctimas. No ha existido un análisis político certero. Y es probable que no lo haya. Lo único cierto fue que Tlatelolco resultó el último gran manotazo autoritario del sistema político priísta contra la sociedad para aferrarse al poder. En 1968 el PRI asistía a su fase de descomposición final. Seguramente por ello, por ejemplo, Echeverría ya no pudo designar como sucesor a un político del propio sistema, forjado en las complicidades del poder. López Portillo había salido de la periferia del poder. Y luego López Portillo enfrentó el dilema de su sucesión entre otro representante de la vieja guardia, Javier García Paniagua, o la tecnocracia de Miguel de la Madrid. En un sexenio el país había cambiado su perfil sociológico: como sociedad y como grupos de poder. El México cerrado del PRI del 68 tuvo que abrirse al mundo y ahí mostró su más clara debilidad: la observación internacional. La crisis económica presiono la primera etapa de la apertura comercial. Y luego el petróleo obligó al país a ser más cuidadoso con decisiones internas.
La reforma política de 1977 fue hija de Tlatelolco, pero también prima bastarda de la nueva conformación de la élite dominante. La secuela guerrillera de Tlatelolco había llevado al país a una fase superior de la represión, con la creación de organismos paramilitares de aniquilamiento: guerra sucia contra la guerra sucia. Pero en lugar de aplacar los radicalismos, la represión multiplicó la lucha armada: la izquierda no dejaba gobernar al PRI. De ahí que la reforma política se basó sólo en un punto clave: la legalización del Partido Comunista Mexicano y por derivación la conformación de un nuevo sistema de partidos menos controlados por el PRI. Así, la democratización comenzó con un nuevo equilibrio parlamentario, dejando atrás los años de un Congreso controlado absolutamente por el PRI.
La otra reforma política de fondo también derivó del 68: la liberación del sistema electoral. Paulatinamente, de 1977 a 1996, el PRI perdió el control del aparato electoral, pasando de la Comisión Federal Electoral manejado por la Secretaría de Gobernación a un Instituto Federal Electoral autónomo e independiente. La pérdida del poder fue, al final, consecuencia lógica de la reconfiguración del sistema político. Y todo ello derivado del saldo no reconocido por el PRI: Tlatelolco, a pesar de su victoria represiva sirvió para aplacar durante un buen tiempo a la disidencia, fue una derrota de largo aliento para el sistema político priísta. Primero fue la crítica la que minó los pilares del sistema, luego el avance electoral. Lo peor de todo fue que la represión en Tlatelolco le quitó paradójicamente al PRI el ejercicio sin límites de la represión. Y sin represión, el sistema político tuvo que irse democratizando por la presión de los grupos disidentes y de oposición.
De ahí que Tlatelolco haya sido, dialécticamente, una derrota-victoria de la transformación democrática. Es decir, una victoria moral. El triunfo político no llegó: la beneficiaria de la democratización que provocó Tlatelolco no fue la izquierda sino la derecha, y precisamente la derecha que no fue tan disidente en los años de la protesta social. Pero queda claro que la izquierda no supo capitalizar la derrota, careció de capacidad de organización de una alternativa política e ideológica a la altura del desafío, en realidad se agotó en la disputa de espacios pequeños dentro del sistema político priísta y se conformó con la vertiente de la reforma y no le apostó a la alternancia. Es decir, quiso optar por el camino de la evolución y no de la ruptura democrática. Por eso varios liderazgos del movimiento del 68 se conformaron con la apertura democrática de Echeverría --el modelo Gatopardo de cambiar para que las cosas sigan igual-- y aprovecharon el largo camino del debate parlamentario y la victoria electoral agobiante de López Portillo y terminaron al servicio del gobierno panista de Vicente Fox.
De ahí que el 68 haya sido una paradoja: el movimiento popular más carismático de protesta contra la represión, pero sin derivar en un movimiento organizado para la transición a la democracia; es decir, otra oportunidad perdida para la transición de sistema-régimen-Estado. El 68 sentó las bases justamente de la transición, pero no hubo los liderazgos necesarios para construirla. Al final, el 68 se convirtió en un factor de desmovilización política e ideológica y en la certeza de que la democratización tendría que venir como concesión graciosa del régimen. El camino del fracaso se le debe acreditar a una izquierda que no supo delinear la transición y que abrió brecha a una derecha que tampoco supo pavimentar el sendero hacia la democratización. La victoria-derrota de Tlatelolco sigue a la espera de algún análisis de fondo que pueda romper con lo peor que le ha ocurrido a los grandes hechos históricos mexicanos: la conversión en un mito: otra estación de las transiciones frustradas de México.

Indicador Político 19-marzo-2010 Viernes

+ Janet y Hillary, rebasadas
+ Línea México-EU, como Irak

Carlos Ramírez

AUSTIN, Texas.- La estrategia de los Estados Unidos sobre el narcotráfico en México ha fracasado. Y más que una estrategia, se trató de la decisión real y simbólica de construir un muro en la línea fronteriza, pero para mantenerse de su propio lado y desentendiéndose de la descomposición criminal en el lado mexicano. Hoy el colapso de violencia en la frontera sur estadunidense comenzó a quemar los aparejos de la Casa Blanca.
El pasmo del presidente Obama, el enojo de la secretaria Janet Napolitano y el teléfono que no sonó a las tres de la mañana en las habitaciones de la canciller Hillary Clinton quieren culpar a México de errores propios de la estrategia de Washington. Los tres se llaman sorprendidos por la crisis de México, cuando existen documentos oficiales que se cansaron de llamar la atención del hecho de que el problema del narcotráfico en México ya estaba dentro del territorio estadunidense.
Documentos de la Border Patrol sobre la frontera texana con México hablan de los tres jinetes modernos del apocalipsis: los contrabandos de drogas, armas y personas. Y peor aún, seguramente para un enojo adicional de la señora Napolitano como secretaria de Seguridad Interior, un reporte de la Patrulla Fronteriza revela una alianza peligrosa entre los cárteles mexicanos de la droga con “los señores de la droga musulmana de Afganistán” y que ello ha producido un aumento en la violencia. Ciertas tácticas del terrorismo musulmán habrían sido introducidas en las prácticas violentas de los cárteles.
Asimismo, la Border Patrol hace un llamado de alerta sobre el hecho de que las policías fronterizas del lado estadunidense estarían siendo rebasadas por la violencia de “los agentes o soldados” de los cárteles mexicanos que operan en los EU. Agrega que “los gangs (pandillas) hispanas en los EU son los más violentos grupos criminales organizados que se han visto en los Estados Unidos”. Ello ha llevado, advierte la Border Patrol, a que en la legislatura texana se discutiera una ley para aplicar el principio del viejo oeste de “primero dispara y pregunta después”.
El reporte de la Border Patrol también avisa de lo que se ha comentado en esta columna: la disputa entre cárteles mexicanos por el control de la red de carreteras del sur de Texas. El documento de la BP dice: “cerca de estos (18) puertas de entrada (a Texas) están conectados al mayor sistema de carreteras de Texas. Los contrabandistas de indocumentados, drogas y pandillas criminales usan esas grandes freeways para extender (sus mercancías) dentro de los Estados Unidos”.
En las evaluaciones sobre política antidrogas del Departamento de Justicia existe un mapa que revela las más de 250 ciudades estadunidenses donde operan con violencia e impunidad los cárteles mexicanos del narco. En ese mapa pueden identificarse cuando menos nueve zonas de dominio mexicano: el noroeste con sede en el estado de Washington, todo California, la franja sur de Arizona y Texas, la franja media de Texas, la franja de todo el medio oeste, la zona del sureste con las dos Carolinas, la zona de alta intensidad de consumo en Nueva York y Washington.
El Data Supplement 2009 del National Drug Control Strategy de la Casa Blanca exhibe las estadísticas oficiales: el consumo de drogas bajó de 25.4 millones de personas en 1979 a 20 millones en 2007, pero luego de tener un punto bajo de 12 millones en 1992. En el 2007 el consumo de drogas fue de 8% de la población en edad de 12 años en adelante y de 9.5% en adolecentes de 12 a 17 años. El mayor consumo de drogas se da en la población afroamericana, con el 21.5%.
El consumo de drogas entre estudiantes de secundaria aumentó de 6.6% en 1990 a 7.2% en 2007. El número de muertes asociadas a las drogas aumentó de 7 mil 101 personas en 1979 a 33 mil 541 en 2005. El precio del paquete de cocaína de 2 gramos o menos pasó de 613 dólares en 1981 a 121 en 2007, con un aumento de 50% en su pureza. El número de consumidores de drogas más alto se da en los estados de California (2.5 millones de personas), Florida (1.1 millones), Nueva York (1.4 millones) y Texas (1.2 millones). En el 2007 el 19.7% de estudiantes de secundaria fumaba regularmente marihuana y 3.3% aspiraba cocaína.
Al final, los EU han fracasado en la aplicación de la pomposa Secure Border Initiative porque el gobierno aumentó su presencia en las ciudades del sur pero los datos indican también un aumento en el tráfico de drogas y la violencia asociada.
La advertencia estaba dada por la Border Patrol: “la violencia en la frontera contra los ciudadanos estadunidenses dentro de los Estados Unidos nunca había sido tan elevada como lo es hoy. Además, la amenaza es también de personas del Medio Oriente procedentes de Centroamérica y a través de México y luego que llegaron a Texas y de ahí a todo el territorio de los EU”. Existen expedientes de 50 estadunidenses secuestrados por los cárteles mexicanos.
De ahí que Obama se debe de indignar con sus propios e ineficaces colaboradores. Los EU han fracasado en su lucha contera el narco. El problema real no es que los EU ayuden más a México, como pide el The Washington Post, sino que EU se ayude a sí mismo porque el narcotráfico mexicano ya está dentro de los EU.

jueves, 18 de marzo de 2010

Indicador Político 18-marzo-2010 Jueves

+ Obama descuidó narcotráfico
+ El problema saltó en Juárez

Carlos Ramírez

AUSTIN, Texas.- Dedicado obsesivamente a su programa de reforma de salud, el presidente Barack Obama ha abandonado las zonas geoestratégicas de los Estados Unidos: el narcotráfico en México, el fracaso en Afganistán e Irak, la crisis Israel-Palestina, la política nuclear de Irán y el resurgimiento de Rusia y China.
En el caso mexicano, lo más grave ha sido la forma en que Obama y su gobierno han ignorado las advertencias de sus propias oficinas. El National Drug Threat Assessment del 2009, del National Drug Intelligence Center del Departamento de Justicia, fue lo suficientemente claro en sus conclusiones:
1.- Más de 35 millones de personas usaron drogas ilícitas durante 2007.
2.- Más de un millón cien mil niños fueron heridos o muertos en año y medio por metanfetaminas.
3.- En septiembre de 2008 había cerca de cien mil reclusos sentenciados por drogas en prisiones federales, más del 52% del total de prisioneros.
4.- En 2007 hubo más de 1.8 millones de arrestados por asuntos de drogas.
5.- Organizaciones de traficantes de drogas de México y Colombia generaron, movieron y lavaron anualmente entre 18 mil y 39 mil millones de dólares producto del tráfico de drogas.
6.- Organizaciones de traficantes de drogas de México “representan la mayor amenaza criminal contra los EU”. Además, la influencia de organizaciones mexicanas de traficantes de drogas “no tiene rival” en las mafias de traficantes estadunidenses. “De hecho, estimaciones de inteligencia indican que una vasta mayoría de la cocaína disponible en el mercado de drogas de los EU es contrabandeada por organizaciones mexicanas a través de la frontera México-EU. Las organizaciones de traficantes mexicanas de drogas controlan la distribución en muchas ciudades de los EU y ellos están cobrando fuerza en mercados que aún no controlan”.
Ante la amenaza de las mafias de narcotraficantes mexicanos que ya han penetrado al interior de los EU, la respuesta oficial del gobierno estadunidense ha sido menor. De acuerdo con la evaluación 2009 del Centro Nacional de Inteligencia sobre Drogas, más de veinte bandas locales de pandilleros están afiliadas a los cárteles de Sinaloa, el Golfo, Juárez y Tijuana. La lista de gangs es muy clara: 18th Street, Bandidos, Barrio Azteca, Black Guerrilla Family, Bloods, Crips, Florencia 13, Gangster Disciples, Hells Angels, Hermanos Pistoleros Latinos, Latin Kings, Mara Salvatrucha, Mexican Mafia, Mexikaemi, Mongols, Norteños, Sureños, Tango Blast, Texas Syndicate y Vagos.
Lo grave para los EU fue la advertencia de que las pandillas violentas han estado aumentando sus relaciones en el tráfico al mayoreo de drogas, ayudados por sus conexiones con mafias mexicanas. El reporte de inteligencia del Departamento de Justicia revela además que se han juntado las actividades criminales al Sur de la frontera de los EU: bandas de contrabandistas de drogas, de armas y de ilegales. Y el aviso quedó muy claro: el aumento de la actividad criminal en la zona del Sur de Texas y California, sobre todo en tráfico de droga para el consumo.
Ante la pasividad del Departamento de Seguridad Interior, que dirige la ex gobernadora de Arizona (territorio también con creciente contrabando de droga) Janet Napolitano, el Departamento de Justicia concluyó en 2009 que “las organizaciones mexicanas de traficantes de drogas son la más grande amenaza para los EU” porque “ellos controlan la mayor parte del mercado de drogas y han establecido una variada red de rutas de transportación, una capacidad de comunicaciones avanzadas y una fuerte vinculación con las pandillas de los Estados Unidos”.
Agrega el informe que las bandas mexicanas dominan la producción, transportación y distribución de drogas y tienen presencia en todo el territorio estadunidense --más de 250 ciudades--, con mayor preponderancia en Washington, California, Texas, el sureste, Alabama, Carolina del Norte, Virginia y Ohio. Los reportes de inteligencia concluyeron que estas bandas son controladas desde las ciudades mexicanas de la frontera sur de los EU y que por ello ha aumentado el contrabando de droga. Y a ello se agrega el hecho de que las bandas mexicanas de narcos también han tomado el control de las prisiones para atender la demanda de droga para el consumo.
En el fondo, los EU no han cumplido sus compromisos de frenar a las mafias del narco. En teoría, la estrategia nacional contra las drogas de la Casa Blanca señala metas concretas no atendidas: asumir las drogas como asunto de seguridad nacional, romper con el poder financiero del narco, identificar los eslabones del narcotráfico y “prever amenazas futuras a la seguridad nacional relacionadas con las drogas” y enfrentar las amenazas transnacionales.
En un año de gobierno de Obama, los EU han aflojado su política antidrogas. Por tanto, la crisis en Ciudad Juárez, con el secuestro de decenas de estadunidenses y el asesinato reciente de tres funcionarios menores del Consulado, serían la prueba de que la falla es también de Washington.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Indicador Político 17-marzo-2010 Miércoles

+ Obama estaba en la narcoluna
+ Juárez: disputa de sur de EU

Carlos Ramírez

AUSTIN, Texas.- En las temporadas de este año, cuando menos dos series de televisión estadunidense han reflejado ya la presencia de Los Zetas en el ambiente criminal local. Sin embargo, la Casa Blanca y su Oficina Nacional de Políticas de Control de drogas parecieron estar en la luna.
Los asesinatos de funcionarios menores del consulado de los EU en Ciudad Juárez tomaron por sorpresa a los estrategas de inteligencia y seguridad nacional del gobierno estadunidense. Pero el problema de fondo no radica en saber qué pistoleros fueron los que jalaron el gatillo, sino tratar de desentrañar los motivos de fondo de los jefes de qué mafias decidieron lanzarle una provocación al gobierno de Barack Obama.
Más que el FBI, las indagatorias en Ciudad Juárez debieran estar al mando de la DEA, la policía antinarcóticos de los EU. En la DEA se ha procesado la información estratégica sobre el conflicto de seguridad nacional que representa para los EU el tema de las mafias del narco. Y para la DEA no es un secreto que en Ciudad Juárez se disputa el liderazgo del narco entre Joaquín El Chapo Guzmán y Vicente Carrillo. Y junto a ello, quién de los dos va a controlar el tráfico de drogas que cruza por el sur de Texas y el dominio de las carreteras para distribuir los estupefacientes.
El asesinato de funcionarios menores del consulado va a obligar a los EU a atender ahora sí prioritariamente el tema de la droga en México y la hegemonía de las mafias en las principales ciudades que hacen frontera con el Sur de Texas hacia el suroeste, de Ciudad Juárez hasta Brownsville. Ahí se localiza la parte fundamental del territorio de dominio del narco. Hasta ahora, las oficinas vinculadas al tema de las drogas en los EU se habían desentendido del problema y la propia Casa Blanca se había conformado con partidas especiales definidas en el Plan Mérida del presidente Bush. En materia de estrategia militar y de seguridad nacional, Obama se ha visto agobiado en los expedientes de Irak y Afganistán, la política nuclear ofensiva de Irán, el avance de Israel en territorios palestino, el fortalecimiento militar de Rusia en una nueva fase de la guerra fría y el activismo de China.
El descuido del gobierno de Obama ha comenzado a generar conflictos. Pero los avisos ya estaban a la orden del día. Episodios de la serie La ley el orden: Unidad de Víctimas Especiales y CSI Miami tuvieron en su temporada 2010 referencias centrales a la presencia de Los Zetas en los Estados Unidos. La referencia no ha sido anecdótica sino que esos capítulos refieren datos de la articulación de Los Zetas con bandas criminales estadunidenses.
La penetración del narco en los EU ha ido más allá del arribo de cargamentos para distribuir en zonas de consumo. De hecho, la astucia y habilidad de las bandas de narcos ha logrado quitarles el control del territorio fronterizo a los gobiernos de México y los EU. Ahí se localiza el principal problema porque incluye la corrupción de la policía fronteriza estadunidense y porque explicaría el por qué las bandas de narcos se quieren asentar en ciudades fronterizas.
En la evaluación 2009 del National Drug Intelligence Center del Departamento de Justicia de los EU existen avisos del crecimiento del poder de las mafias en México. Por ejemplo, un mapa revela que las bandas mexicanas de tráfico de drogas son las que tienen más presencia en los EU que cualquier otra: más de 250 ciudades en todo el territorio estadunidense y siguen en aumento. El reporte reconoce que las grandes mafias mexicanas mantienen relación con cuando menos veinte gangs o pandillas en los EU. Asimismo, reconoce la presencia de los cárteles de Sinaloa, el Golfo, Juárez y Tijuana.
Además, que los cárteles mexicanos han fortalecido su presencia en la frontera México-EU y que han integrado el contrabando de droga, el tráfico de armas y el manejo de indocumentados ilegales. El reporte identifica a la mafia Mexikanemi (Texas Mexican Mafia, vinculada a los capos Jaime Herrera, Osiel Cárdenas y Vicente Carrillo), Tri-City Bombers, Hermanos de Pistoleros Latinos y Texas Syndicate que controlan el Sur de Texas. El mapa del National Drug Intelligence Center muestra todas las ciudades en prácticamente todo el territorio de los EU en las que participan las bandas criminales de narcos mexicanos en el 2009, pero la Casa Blanca ignoró esa amenaza. Y hoy se dice sorprendida.

martes, 16 de marzo de 2010

Indicador Político 16-marzo-2010 Martes

+ Narco: ¿ahora sí, Mr. Obama?
+ Fracaso, sin Plan Washington

Carlos Ramírez

Sorprendido por el asesinato de funcionarios del consulado de los Estados Unidos en Ciudad Juárez, el gobierno de Barack Obama también quedó pasmado por el hecho de que la sociedad estadunidense es vulnerable a la violencia del narcotráfico en México.
Ahora la Casa Blanca está obligada a tomar en serio el problema del crimen organizado vinculado al tráfico de drogas en México por sus efectos en los EU/. Porque en realidad no se trata nada más de ciudadanos de los EU que viven, trabajan o hacen negocios en México, sino del hecho de que las bandas de la delincuencia ya cruzaron la frontera y comenzaron a expresar su violencia en las ciudades estadunidenses que hacen frontera con México.
Hay dos datos reveladores:
1.- El pasado fin de semana se filtró información para revelar que el cruce de droga se debía también a la corrupción de los agentes aduanales de los EU, varios de los cuales habían sido comprados por el narco.
2.- En las ciudades texanas del sur de los EU existe ya una guerra violenta por el control de las carreteras, debido a que sus ramificaciones las convierten en prácticamente la mejor red de distribución de droga.
Las bandas del narco, por tanto, ya no envían droga por aire sino que prefieren cruzarla en la frontera con la corrupción de aduaneros, a fin sacar ventaja con el uso de la red de carreteras del sur de Texas.
El gobierno de los EU se encuentra atrapado entre sus propios intereses que tienen que ver con la oferta de droga a los millones de consumidores y el control financiero de los dólares del narco. Por eso es que Washington ha preferido ver la crisis mexicana desde lejos, trabajar sólo en la aprobación de fondos especiales para ayudar a México en la lucha contra las mafias y sospechosamente criticar al ejército mexicano sólo cuando el decomiso de droga en México y la exitosa acción militar mexicana contra bandas disminuye la disponibilidad de droga para los consumidores estadunidenses.
Por eso el gobierno de Obama ha sido ajeno en realidad al problema del narcotráfico. Pero el asesinato de tres personas vinculadas al consulado estadunidense en Ciudad Juárez fue un severo recordatorio de la corresponsabilidad --por la vía del consumo y de los narcodólares que se mueven en el sistema financiero estadunidenses-- del gobierno de los EU en la lucha contra el narco en México. El hecho de que la violencia se haya recrudecido en las ciudades que hacen frontera con el Sur de Texas involucró un elemento para el análisis de los estrategas de seguridad de los EU.
Washington debe de tener un mayor involucramiento en la lucha mexicana contra los cárteles por la vinculación que existen entre las mafias que producen y transportan la droga y las que la venden en las calles estadunidenses. Por ello el Plan Mérida necesita urgentemente de un correlativo Plan Washington, es decir, medidas concretas de la Casa Blanca para combatir interna y efectivamente el consumo por parte de una sociedad estadunidense idiotizada por la adicción y para romper con el circuito financiero del lavado que hasta ahora ha beneficiado al deteriorado sistema bancario de los EU.
Obama no ha tenido hasta ahora la sensibilidad para enfocar el problema de la droga también como un problema doméstico de salud pública, de seguridad pública y de seguridad nacional, además de que se ha negado a reconocer que el tráfico y consumo de drogas dentro de los EU ya no es nada más de garantías individuales sino de corrupción. La secretaria norteamericana de Estado, Hillary Clinton, ha sido ajena a la urgencia de definir estrategias de seguridad bilateral para evitar justamente lo que ya está ocurriendo; corrupción en los EU, droga que entra por la frontera corrompida, consumo creciente sobre todo por la población afroamericana, violencia que está tocando a ciudadanos estadunidenses y sobre todo pérdida de la estabilidad y el control en las ciudades del sur de los EU que hacen frontera con ciudades del norte de México.
Clinton ha abandonado la estrategia de seguridad estratégica por el tema de seguridad política que maneja la Secretaría de Seguridad Interior. De ahí que la crisis de estos días está obligando al presidente Obama a abrir reuniones de emergencia no tanto para presionar al gobierno de México sino para tomar decisiones de la parte estadunidense para cerrar la frontera al tráfico de drogas, combatir la corrupción fronteriza y sobre todo asumir el compromiso de combatir el consumo y el lavado de narcodólares. Y así como los EU han definido el Plan Colombia y ahora el Plan Mérida, la Casa Blanca está obligada a delinear el Plan Washington como una estrategia de lucha contra la corrupción, las bandas de traficantes dentro del territorio de los EU, el gravísimo consumo creciente de droga y fundamentalmente el lavado de dinero del narco.
De nada sirve la indignación de Obama. La Casa Blanca debe reconocer la corresponsabilidad en el fortalecimiento de las bandas de traficantes de droga y a partir de ahí crear una nueva estrategia que parte del hecho de que la crisis en los países productores y de tránsito --Colombia y México-- tiene un espejo en los EU.

domingo, 14 de marzo de 2010

Indicador Político 14-marzo-2010 Domingo

+ México: crisis 1995-2010 (10)
+ Izquierda intelectual con PRI

Carlos Ramírez

El año de 1971 fue de desconciertos pero también de definiciones. La represión de 1968 había llevado al régimen priísta a un dilema de fondo: continuar con la línea dura o despresurizar el conflicto. Díaz Ordaz había optado por dejar a Luis Echeverría como su sucesor no porque lo hubiera engañado sino por la complicidad de la sangre derramada. El sexenio 1971-76 sería el de la fractura política que abrió el paso a la generación de los tecnócratas.
México estaba deslumbrando con claroscuros. La represión en Tlatelolco había evidenciado al mundo que el milagro económico sólo podía sostenerse por la vía de la fuerza, pero la elección presidencial de 1970 había transcurrido en paz y con la victoria sin protestas del candidato del PRI. ¿Quién podía analizar una realidad tan compleja y contradictoria? Y más aún: la generación de los intelectuales críticos que apoyaron a los estudiantes y se deslumbraron con los primeros años de la Revolución Cubana y que protestaron duramente contra la masacre de Tlatelolco se convirtieron en apoyadores entusiastas del gobierno priísta de Echeverría.
¿Quién podría explicar estos estilos de la política cotidiana en México? ¿Cómo pudo el 68 estudiantil despertar tantas pasiones populares festivas a favor de la democracia y luego aplacarlas sólo con la represión sin demasiadas protestas? ¿De qué manera entender que intelectuales de izquierda salieran a defender a Echeverría, luego de haber criticado tan dura y perentoriamente al sistema priísta? ¿Cómo abordar con seriedad la crítica política si sus intelectuales críticos cargaban duramente contra el régimen pero inmediatamente después avalaban a sus titulares? ¿Cómo el responsable directo de la represión en Tlatelolco, por el cargo de secretario de Gobernación, se había convertido casi en el héroe existencial de los intelectuales de izquierda? ¿Hasta dónde la fuerza del verbo en México suplantaba a la racionalidad política y el populismo discursivo tercermundista hacía olvidar uno de los episodios de presión que marcaron el periodo revolucionario mexicano?
La explicación la dio, a destiempo pero con certeza, el escritor peruano Mario Vargas Llosa en 1990 en una mesa redonda después de la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989. México era la dictadura perfecta. Y lo era porque los críticos del poder trabajaban en el poder. En Desafíos de la libertad (editorial Aguilar, México, 1994), Vargas Llosa incluye un texto que recuerda justamente esa caracterización: “para todos los efectos prácticos, México es ahora el PRI, y lo que no es el PRI, incluidos sus más enérgicos críticos e impugnadores, también sirve, de una manera misteriosa, genial y horripilante, a perpetuar el control del PRI sobre la vida política y la sociedad mexicana.”
Y agrega: “a favor del sistema priísta suele señalarse la política del régimen con los intelectuales, a los que siempre ha sabido reclutar y poner a su servicio, sin exigirles a cambio la cortesanía o el servilismo abyectos que un Fidel Castro o un Kim el Sung piden a los suyos. Por el contrario, dentro del exquisito maquiavelismo del sistema, al intelectual le compete un rol que, a la vez que sirve para eternizar el embauque de que México es una democracia pluralista y de que reina en ella la libertad, a aquél lo libera de escrúpulos y le da buena conciencia: el de criticar al PRI. ¿Alguien ha conocido a un intelectual mexicano que defienda al PRI? Yo, nunca. Todos lo critican y, sobre todo, todos viven de él, como diplomáticos, funcionarios, editores, periodistas, académicos o usufructuando cargos fantasmas creados por el régimen para subsidiarlos. Sólo en casos de díscolos extremos, como el de un José Revueltas, se resigna a mandarlos a la cárcel”.
El caso de caso de Revueltas era significativo: el intelectual marxista más lúcido. Pero trabajaba en las oficinas de cine del gobierno. En 1968, al regresar de un viaje a La Habana para apoyar a la Revolución Cubana, fue hostigado en el aeropuerto a pesar de haberse identificado como funcionario mexicano. Molesto, Revueltas le envió su carta de renuncia al secretario de Educación del gobierno de Díaz Ordaz, Agustín Yáñez. En marzo, Revueltas se fue a trabajar a la oficina de prensa del Comité Olímpico Mexicano. En julio, Revueltas renunció y se incorporó de tiempo completo al movimiento estudiantil y trabajó en el comité de lucha de Filosofía y Letras aportando elementos teóricos para una aportación intelectual al movimiento: la autogestión universitaria. En noviembre fue detenido, encarcelado y acusado de ser el “autor intelectual” del movimiento. En 1971 fue liberado por Echeverría, el presidente que como secretario de Gobernación lo había enviado a prisión.
El otro lado del espejo de Revueltas fue Carlos Fuentes, un escritor exitoso, autor de novelas y cuentos que revitalizaron la literatura mexicana y fundaron el salto cualitativo de lo rural a lo urbano, con un activismo personal sorprendente para fijar la movilidad social de los escritores, cosmopolita, conquistador de estrellas norteamericanas de cine, creador de un espacio intelectual conocido como el de la Mafia. Fuentes había participado directamente en los grupos El Espectador y la revista Política y en 1971 había colaborado con Heberto Castillo y Octavio Paz en la exploración de la posibilidad de crear un nuevo partido de izquierda, socialista democrático, popular. Socialista, cardenista, apoyador de la Revolución Cubana, defensor de la izquierda y con inclinaciones marxistas, Fuentes logró cuajar en un libro las contradicciones del momento histórico de los intelectuales mexicanos: Tiempo Mexicano (cuadernos de Joaquín Mortiz, 1971, México).
En ese libro de ensayos, Fuentes resumía dramáticamente el caso de los intelectuales mexicanos dibujado por Vargas Llosa: parte del aparato de dominación ideológica del régimen. Fuentes incluyó textos de severa crítica al sistema político priísta , y uno mostrando su fascinación por Lázaro Cárdenas durante una gira, una severa denuncia contra el asesinato del líder agrario Rubén Jaramillo por fuerzas enviadas por el presidente López Mateos y una crónica sobre la vida política durante 1953-1963. En esas cuartillas, Fuentes planteó una visión crítica sobre la vida política en México bajo el PRI, llegando inclusive al desenmascaramiento. Sin embargo, el texto final “La disyuntiva mexicana” resultó no tanto un ensayo crítico sino un posicionamiento personal de Fuentes frente al problema de la represión a estudiantes, sobre todo en Tlatelolco en 1968 y en San Cosme en 1971. El hilo conductor no es tanto la condena a la represión sino el aspecto político que involucraba a un personaje presente en las dos fechas significativas: Luis Echeverría, secretario de Gobernación en 1968 y presidente de la república en 1971.
La sociedad crítica mexicana no ha sabido lidiar con los conflictos históricos: la gran represión contra los trabajadores fue asumida desde el enfoque de la victimización, Tlatelolco quedó atrapada en las contradicciones de sus liderazgos masivos y el halconazo no pudo derivar en acusaciones concretas. Pero lo más grave de todo fue la actitud anti dialéctica de algunos intelectuales críticos. El punto nebuloso radicó en el punto crítico que no ha sido analizado por académicos e historiadores: la represión no tanto como respuesta autoritaria del sistema contra presiones democratizadoras, sino como un ajuste de cuentas interno entre grupos disidentes que respondían más bien a la conformación tribal de grupos del mismo sistema político: la represión obrera no se ha estudiando como una forma de avance del Partido Comunista Mexicano en la clase obrera sino como movilizaciones proletarias alentadas desde dentro del sistema. Tlatelolco se ha evaluado como parte de la lucha por la sucesión presidencial de 1970 entre dos precandidatos. Y el halconazo se determinó como la reacción de un grupo disidente derecha del sistema contra el discurso populista de Echeverría.
Ahí han naufragado las posibilidades de la transición, en esas conductas contradictorias de los intelectuales ante las grandes definiciones. Aunque también han servido para deslindar posiciones: la crisis de Tlatelolco permitió el surgimiento de una crítica liberal, encabezada por Octavio Paz, frente a la crítica desde dentro de Fuentes y grupos articulados. Los dos grupos polarizaron las posiciones intelectuales e impidieron una mayor pluralidad de posicionamientos. El fondo de la disputa ha sido el camino a la democratización: Paz se pronunció por la democracia y Fuentes por la recuperación de los compromisos sociales de la Revolución Mexicana. Aunque el destino final era el mismo, las diferencias en la vía llevaron al país al desgaste en las polémicas deterministas.
Fuentes tuvo la posibilidad de fijar espacios para la democratización, pero cayó en el garlito del sistema: la crítica desde dentro. En su ensayo sobre el 68 francés, que le tocó vivir in situ, Fuentes introduce la metodología marxista del análisis. Pero en la evaluación de Tlatelolco 68, su alcance es menor y superficial. Inclusive, Fuentes contribuyó a obstaculizar la democratización que se daba en función de la dialéctica movilizaciones-represión con su posicionamiento a favor de una salida interna del sistema con un Luis Echeverría populista. Fuentes planteó a su modo el dilema: “la disyuntiva era clara. Mientras el gobierno saliente de Díaz Ordaz abocaba al país a una política de fuerza, represión y fascismo nativo, el país mismo, objetivamente, revelaba una multitud de fuerzas nuevas que sólo podrían encontrar una salida en una democracia mexicana. ¿Represión o democratización? Esta era la disyuntiva nacional a la cual debería enfrentarse el sucesor de Díaz Ordaz, Luis Echeverría Alvarez”.
La identificación del momento histórico fue certera. Sin embargo, Fuentes le apostó a una solución dentro del mismo sistema. Es decir, optar por una transición paulatina, con las reglas priístas del juego, con los ritmos de la misma dialéctica y sobre todo con prácticamente los mismos personajes. Por lo tanto, se trataría de una fórmula evolucionista, calibrando posibilidades en función de tiempos políticos. Echeverría, en realidad, no era un transicionista sino un político formado en la ideología pendular del sistema como factor de estabilización y equilibrio: a un gobierno conservador debería seguir uno progresista. En consecuencia, las posibilidades de la democratización eran gradualistas, en función del reposicionamiento de las diferentes fuerzas del sistema, en lucha permanente. Sin embargo, el diagnóstico que hizo Fuentes en sus ensayos dejaba entrever el agotamiento del sistema y la necesidad de transitar a un nuevo modelo de desarrollo. Y por la dinámica de las fuerzas encontradas dentro del sistema, las posibilidades de Echeverría eran mínimas por tres razones: cargaba el fardo del 68, el PRI se había anquilosado y el sistema priísta era incapaz de establecer alianzas con las fuerzas democratizadoras. El punto central radicaba en el hecho --probado mucho después-- de que la democratización llevaría inevitablemente a la alternancia partidista.
Fuentes quedó deslumbrado --mejor: lampareado-- por Echeverría. Asumió como “camino de la democratización” el tono crítico como candidato presidencial en contra del sistema, la liberación de presos políticos que el propio Echeverría había encarcelado, sus giras agotadoras, el aumento del gasto público, el paternalismo con campesinos, la incorporación de jóvenes al gobierno, todo ello, ciertamente, sin modificar las estructuras de dominación autoritaria del PRI y del sistema. Es decir, la liberalización política fue selectiva y no sistémica. La única queja de Fuentes que la permanencia del aparato de represión del sistema. Fuentes nunca quiso entender que Echeverría había formado parte estructural de ese sistema represión. Para Fuentes, ese aparato de represión habría sido utilizado por grupos diazordacistas en San Cosme para arrinconar a Echeverría y por tanto el halconazo era hijo del tlatelolcazo de Díaz Ordaz.
En ese ensayo, Fuentes dedica largos párrafos para explicar el cambio que venía con Echeverría. Y terminaba el texto con una apostilla --ya el libro en prensas-- sobre la agudización de la lucha política: un informe presidencial tibio y el secuestro de Julio Hirschfeld, secretario de Turismo. Para Fuentes, las fuerzas oscuras del sistema priísta estaban obligando a Echeverría a reprimir, aunque la dinámica del conflicto apuntaba más bien a las fuerzas mismas del sistema. La salida que vio Fuentes para Echeverría era la consolidación del sector progresista. El compromiso de Fuentes con Echeverría cuajó en una frase: “es un crimen histórico que los intelectuales no apoyen a Echeverría”. O la frase de Benítez: “Echeverría o el fascismo”.
El debate se centró en la postura de los intelectuales, cuando en realidad debía haber sido sobre los espacios de democratización que exigían los mexicanos. El alcance de la democratización de Echeverría se percibió cuando condujo al país a una severa crisis económica con devaluación y a una ruptura política de los consensos internos. La decisión de Echeverría de imponer a José López Portillo como sucesor fue casi similar a la de Cárdenas en 1940 al optar por Manuel Avila Camacho: la tranquilización de los extremos. Al final, la democratización de Echeverría fue personal, de decisiones en la élite, de populismo económico y de consolidación de los viejos sectores corporativos del sistema. El PRI no logró la democratización, a pesar de los esfuerzos personales de Jesús Reyes Heroles. Fuentes fue hecho embajador de México en Francia y ello lo llevó a participar en los espacios gelatinosos de militancia no formal en el PRI y en actos priístas de la campaña de López Portillo. La luna de miel terminó en abril de 1977 cuando el presidente López Portillo designó al ex presidente Díaz Ordaz como embajador en España y Fuentes renunció a su cargo diplomático en Francia y se retiró de la política burocrática.
¿Fue Echeverría la oportunidad de una transición a la democracia? En realidad, no. Echeverría abrió las exclusas de la democracia controlada sólo para obtener margen de maniobra, sobre todo por el fardo de Tlatelolco 68 que podía haberle disminuido sus posibilidades sexenales. El país ciertamente que en 1968-1970 ofrecía el escenario de la exigencia de la democracia, pero debía de ir de la mano de un nuevo modelo de desarrollo. Echeverría mantuvo la misma política económica y el aumento del gasto público condujo al colapso de las finanzas públicas, a la inflación y a la devaluación. La democratización de Echeverría se redujo sólo a la apertura sólo de espacios en el sistema priísta, pero sin modificar las estructuras de poder corporativas que se habían convertido en el obstáculo real a la democracia. Por tanto, la crisis de 1976 estaba casi cantada: las fuerzas políticas de la democracia iban a chocar con el muro del autoritarismo presidencial y Echeverría no iba a meter las manos.
Fuentes perfiló el papel del intelectual orgánico del sistema político priísta. Sus críticas pugnando por una democratización sólo lo acercaron al sistema priísta pero no a la conformación de una coalición crítica a favor de alguna agenda por la democracia. Por lo demás, Fuentes carecía en realidad de una propuesta alternativa o de una propuesta por la transición. Para Fuentes, la democratización se sustentaba en dos tesis: el autoritarismo era producto del olvido de los intereses populares en las decisiones del gobierno y el país iba a resolver las protestas democráticas con el regreso a las demandas originales de la Revolución Mexicana. Sin embargo, la crisis política mexicana obedecía más bien al agotamiento del modelo político de los gobiernos de la Revolución Mexicana y del dominio hegemónico del PRI. La insatisfacción contra las limitadas aperturas de Echeverría explotó en grupos guerrilleros que pasaron a la violencia política armada y por tanto a la profundización del autoritarismo. Se trataba de la dialéctica de la sangre.
La crisis del 68 fue la última oportunidad que la realidad le ofreció al sistema priísta para la creación de un verdadero sistema político democrático. Pero las élites intelectuales incorporadas al sistema fueron incapaces de conducir a las dirigencias a una democratización. En 1975, en la declinación del tiempo sexenal de Echeverría, el gobierno mexicano entró en contacto con la experiencia de la transición de España a la democracia. La Junta Democrática de España que lideraba Santiago Carrillo como secretario general del Partido Comunista vino a México invitada por Reyes Heroles y el PRI y se reunió con Echeverría. Pero no hubo la sensibilidad para entender la lógica de la transición: el PRI no era Franco, fue la tesis. Y por tanto, México abanicó la experiencia española.
Los intelectuales mexicanos del sistema priísta cayeron en la misma lógica. En el fondo, las élites leyeron mal la realidad: pensaron que la democracia que exigían los mexicanos se reducía a una oferta de desarrollo sin cambiar la estructura productiva y que inclusive la crisis del 68 había sido del desarrollo. Fuentes se quedó estacionado ahí y Paz fue al fondo para vincular democracia y desarrollo. Al final de cuentas, el peso mediático de Fuentes y aliados, en un sistema controlado por el aparato de poder, impidió el debate a fondo. La democratización fue asumida, como lo confesaría Manuel Camacho Solís en 1983 en una polémica con Enrique Krauze, como una especie de “cesión” del poder por parte del PRI. Por tanto, no se trataba de entregar el poder sino de crear condiciones de despresurización del autoritarismo y siempre bajo la conducción inflexible del PRI.
La crisis 1968-1971 fue la última llamada para transitar al país de un sistema unipartidista a una democracia plural. Es decir, sacar al país de la dependencia histórica de la Revolución Mexicana. Todo indicaba que la Revolución Mexicana se había hecho para fundar el PRI y mantener el dominio hegemónico Revolución Mexicana-PRI por los siglos de los siglos. El régimen de la Revolución Mexicana pasar la oportunidad de mantener la vigencia de la Revolución pero en un sistema democrático y se negó a la transición hasta perder la presidencia en las urnas y con ello liquidar inclusive el proyecto histórico de la Revolución. Los intelectuales orgánicos del sistema priísta nunca pudieron reflexionar la realidad en función de la sociedad y se quedaron en los análisis desde la lógica del poder.

viernes, 12 de marzo de 2010

Indicador Político 12-marzo-2010 Viernes

+ ¡Curuleeeeeeeeeeeeeeeeeros!
+ Como 2006: bajar al puntero


Carlos Ramírez


Detrás del circo panista en la Cámara de Diputados se percibe la aplicación --contra el PRI y a su precandidato presidencial puntero-- de la estrategia de provocación que bajó a López Obrador del primer lugar en las encuestas en el 2006.
El más dañado por la polémica César Nava-Beatriz Paredes fue el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto. Inclusive, el sacrificio de Paredes al ponerse a patalear con el presidente del PAN no logró el objetivo de sacar al mexiquense del debate.
El saldo del conflicto ya quedó más o menos claro: Paredes perdió porque no supo utilizar la retórica política y los enojos la sacaron de quicio; Nava no ganó pero tampoco perdió porque al final consiguió su doble objetivo: llevar la atención a Peña y romper el compromiso de no alianza con el PRD en el Estado de México.
Lo malo fue que los legisladores resultaron arrastrados por el tsunami de los insultos. Y esta semana dejaron la mala impresión de que no estuvieron a la altura de sus tareas legislativas y políticas y quedaron reducidos al calificativo que les puso el escritor José de la Colina: “curuleros”. Como en el futbol, ahora la afición legislativa podrá gritarles: ¡curuleeeeeeeeros”!
Con todo y el circo, el conflicto Nava-Paredes no debe desdeñarse porque se trató del primer encuentro preliminar de la competencia presidencial del 2006. El PRI, por la debilidad de la pasión de Paredes y la falsedad y mediocridad de su capacidad de polémica, fue jalado por el PAN a un intercambio de insultos. El PAN logró una carambola de tres bandas: metió en problemas al precandidato puntero, rebajó la calidad política de la aspirante paredes y exhibió los viejos estilos del PRI como los nuevos estilos políticos.
El tema del debate sigue abierto. Y tiene puntos concretos:
1.- El PRI le entró al trueque político.
2.- El PRI fue el responsable del alza de los impuestos.
3.- El PRI mostró su debilidad: las alianzas PAN-PRD.
4.- El PRI no quiere reconocer que negoció su apoyo al presupuesto a cambio de mantener el virreinato del Estado de México.
5.- El PRI se siente inseguro para el 2012, pese a las encuestas que lo colocan en una posición privilegiada.
Mientras Beatriz Paredes hacía circo, maroma y teatro para salvarse de la encuerada política que derivó de la difusión del acuerdo, el panista César Nava prefirió el camino de la autoinmolación y tiene posibilidades de fortalecer su liderazgo político en el PAN porque logró arrinconar a Paredes y obligó al gobernador Peña Nieto a subirse al ring. A Nava le jugó bien la suerte cuando los priístas no pudieron colocar la imagen de Pinocho en la bancada panista y se quedó en la bancada priísta, justo detrás de Francisco Rojas y la propia Paredes.
El debate sobre el pacto tiene una importancia mayor a la que quieren dedicarle algunos espacios políticos y periodísticos. El asunto va más allá del circo legislativo y los insultos y del uso del polígrafo que se usa básicamente para asuntos criminales. El Pacto reveló la persistencia de los viejos vicios del PRI y las debilidades del PAN, aunque al final le servirá a Nava para repetir el numerito de 2006 cuando el PAN y su candidato Calderón desesperaron al candidato puntero López Obrador y lo llevaron a mostrar sus rasgos autoritarios que le hicieron perder importantes puntos en las tendencias electorales.
Pero si el debate debía de darse de manera inevitable, el problema fue la manera en que rebajaron la discusión. El PRI perdió la serenidad al gritarle espurio al presidente Calderón. Pero como Calderón tomó posesión por la decisión priísta de reconocer el resultado legal y legítimo de las elecciones, entonces ahora el PRI --disfrazado de López Obrador-- tendrá que presentar pruebas de que los resultados electorales --que beneficiaron a los candidatos a legisladores del PRI-- no fueron los reales. Y si el PRI confirma que el PAN no ganó, entonces los priístas tienen la obligación política y moral de reconocer la presidencia legítima de López Obrador.
De nueva cuenta el PRI volvió a sacar su táctica del chantaje: como el PRI “ayudó” a la toma de posesión de Calderón, entonces Calderón de debería cederle la presidencia al PRI. El asunto fue, en realidad, otro: el PRI enfrentó el dilema de legalidad o ruptura. López Obrador nunca ha podido probar el fraude. Y más que la victoria por la presidencia, López Obrador construyó una estrategia política negándose a reconocer el resultado oficial pero sin presentar evidencias en contrario con el sólo objetivo de no perder a sus votantes. De ahí que la desesperación haya llevado al PRI a lopezobradorizarse con argumentos ajenos a la política y dominantes de las pasiones del poder.
El corte de caja del conflicto beneficia al PAN: ahora podrá aliarse al PRD en las elecciones del Estado de México y con ello hacerle un boquete a la estrategia priísta. Y tendrá una bandera de campaña: el Pacto que ingenuamente firmó Paredes para blindar a su candidato Peña Nieto pero que al final se convirtió en un punto en contra.

jueves, 11 de marzo de 2010

Indicador Político 11-marzo-2010 Jueves

+ Alianza PANREDE, para el 2012
+ Europa 1978: PDC-PCI, PSF-PCF

Carlos Ramírez

Por fin apareció el peine: las alianzas estatales PAN-PRD son un experimento para trabajar por un candidato común entre esas dos fuerzas políticas que impida que el PRI recupere la presidencia de la república en el 2012.
En este contexto, la propuesta presidencial de incluir en la reforma política el modelo electoral de la segunda vuelta estaba en la misma lógica: apostarle a un acuerdo del PAN con el PRD para derrotar al PRI.
De hecho, este modelo es una copia del establecido en Italia y Francia a finales de los setenta, cuando los Partidos Comunistas de esos países consolidaron una fuerza suficiente para garantizar o reventar la gobernabilidad, pero sin tener posibilidades de acceder al poder. En Italia se firmó el compromiso histórico entre el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Comunista Italiano y en Francia se suscribió el “programa común” entre el Partido Comunista y el Partido Socialista.
Los resultados fueron disímbolos. En Italia no funcionó el acuerdo porque las Brigadas Rojas, un grupo terrorista más anarquista y provocador que de izquierda, secuestró y asesinó a Aldo Moro, la eminencia política del PDC que había propuesto el compromiso histórico. En Francia, la alianza logró que llegara a la presidencia el dirigente socialista François Mitterrand y un par de comunistas fueran ministros del gabinete --ante el horror de los Estados Unidos--, pero poco duró el gusto: Mitterrand se inclinó a la derecha, pactó con el Fondo Monetario Internacional y desechó el programa común.
Como el PAN y el PRD carecen de tendencia electoral en las encuestas para ganar la presidencia en el 2012, hay una especie de pacto secreto para un acuerdo común. Unir fuerzas en cualquiera de las dos modalidades: un candidato formal o una alianza en la segunda vuelta. No sería la primera vez. En el 2000 equipos de Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas abrieron rondas formales de negociación para un candidato de la oposición contra el PRI, pero ahí ganó más la negativa de alguno de los dos a declinar en la contienda. De hecho, el carisma de Fox lo había posicionado con ventaja sobre Cárdenas. Y luego hubo otra ronda para pactar un gobierno de coalición dándole secretarías de Estado al PRD, pero tampoco hubo entendimiento.
Ahora el momento es otro. Ni el PAN ni el PRD tienen un candidato lo suficientemente posicionado para competirle al PRI y a su aventajado precandidato Enrique Peña Nieto. Por tanto, PAN y PRD están experimentando la posibilidad de un acuerdo común en alianzas estatales, aunque a costa de que cada uno se aleje de su extremo y se corra más al centro. Sin embargo, los experimentos en Oaxaca, Puebla y Durango podrían fracasar electoralmente, aunque tener un éxito en cuando a la posibilidad de llegar a acuerdos sólidos y llevados a la práctica.
Lo que le falta a la presunta alianza PAN-PRD 2012 es el candidato. Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente carecen de consenso en el centro derecha, en tanto que Santiago Creel, Alonso Lujambio y Ernesto Cordero no tienen la fuerza política para posicionarse. Ahí ha comenzado a barajarse la posibilidad de que PAN-PRD puedan definir un candidato presidencial con el mandato especial de definir un proyecto de transición mexicana a la democracia y el único nombre ha sido el del artífice de las alianzas: Manuel Camacho Solís.
Las posibilidades de la alianza PAN-PRD para el 2012 fueron deslizadas apenas antier martes 9 de marzo por César Nava, presidente nacional del PAN y promotor de ese acuerdo, en su artículo semanal en El Universal, al explicar el pacto PAN-PRI. El último párrafo de su texto fijó las posibilidades de un escenario electoral inédito para el 2012:
“No trabajo para mi causa personal. Siembro para que otros cosechen. He tomado las decisiones que estimo necesarias para darle al país la posibilidad real de una elección entre dos proyectos de nación en 2012. En este camino, entre la opción de pagar un costo individual y la alternativa de preservar un bien superior, optaré siempre por ésta.”
La frase de “una elección entre dos proyectos de nación” deja ver con claridad que el PAN está viendo desde ahora la imposibilidad de tener competitividad electoral en las presidenciales y por tanto pugnar por dos proyectos de nación en competencia: el del PRI y el de la alianza PAN-PRD. El posicionamiento electoral del PRI --producto en realidad de la ineficacia del PAN y de las locuras del PRD de López Obrador-- ha comenzado a ser visto en el PAN como prácticamente inalcanzable, a menos que el efecto negativo del Pacto PAN-PRI en el Estado de México dañe la tendencia del gobernador Peña Nieto y definitivamente baje de la contienda a Beatriz Paredes, dejando sólo a Manlio Fabio Beltrones, con una tendencia electoral baja. Pero esta posibilidad ha sido definida después del escándalo del Pacto por los errores estratégicos graves de Paredes.
En esta lógica, el PAN está apostando no a ganar las elecciones, sino más bien a buscar el apoyo del PRD para impedir la victoria del PRI y la recuperación de la presidencia de la república en el 2012.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Indicador Político 10-marzo-2010 Miércoles

+ PAN-PRD: principios antitéticos
+ Izquierda más derecha no da centro

Carlos Ramírez

Si uno de los principios onstitucionales clave de la nueva política electoral posterior a la derrota del PRI del 2000 fue el de la certeza, resulta que la alianza PAN-PRD en tres estados va a unir plataformas de principios que son excluyentes y antitéticos. Por tanto, PAN y PRD estarían engañando a los electores y por tanto pervirtiendo los procesos electorales.
La comparación de la plataforma de principios del PAN y del PRD lleva a la conclusión de que cada partido ofrece exactamente lo contrario del otro. Hay cuando menos cuatro puntos clave:
1.- El PRD plantea como principio y desde luego que como objetivo de gobierno el que las mujeres puedan “decidir libremente sobre sus cuerpos”, lo que aparece como el punto que condujo a la legalización del aborto. Pero el PAN, sobre el mismo tema, mantiene el principio de “proteger la vida y la dignidad desde la concepción”, argumento central de su oposición al aborto.
2.- El PRD sustenta su propuesta de relación Estado-sociedad en la teoría de los derechos, propuesta marxista que implica establecer el bienestar como un derecho garantizado por el Estado tutelar. En cambio, el PAN plantea la tesis del Estado subsidiario, es decir, la existencia del Estado para subsidiar coyunturalmente la falta de sociedad. El primero ha llevado al Estado populista y el segundo al Estado capitalista.
3.- Y el PRD define con claridad su objetivo de “construir un socialismo democrático”, además de manifestar su apoyo a experimentos socialistas hoy en decadencia autoritaria. El PAN, por su lado, elude algún modelo en especial y manifiesta claramente la meta del “humanismo económico” pero basado en su principio histórico de Estado subsidiario y también pone como faro la “economía social de mercado”.
4.- Y el PRD promueve el Estado laico como una forma de aplastar al catolicismo, en tanto que el PAN está dominado por corrientes católicas.
Ante las definiciones de principios polares, el Instituto Federal Electoral y el Tribunal del Poder Judicial de la Federación están obligados a realizar un análisis de la alianza PAN-PRD porque presenta al elector una confusión de ideologías. Los panistas van a votar por una alianza PAN-PRD que apoya el aborto y busca el socialismo, en tanto que los perredistas habrán de sufragar por un PRD-PAN que contradice los principios de la autonomía sexual y apoya la tesis de la vida desde la concepción que se ha convertido en el argumento de los panistas para atacar la legalización del aborto que aprobaron los perredistas en el DF.
Las autoridades electorales tienen la obligación constitucional de otorgar certeza a las elecciones y ahí se incluye la certeza de la oferta los partidos hacia los electores. Si se mantiene la alianza, entonces habrá llegado el momento de desaparecer los partidos porque César Nava y Beatriz Paredes habrán de bajar la cortina del modelo de partidos de Maurice Duverger: organismos consolidados por una ideología. Eso sí, PAN y PRD contribuirán a destruir lo que en otros países han tenido miedo de encarar: el agotamiento de las ideologías y por tanto el fin de la Historia.
Pero como no ocurre así, como los electores tienen ideas políticas y quieren partidos que ofrezcan candidatos con perfiles ideológicos coherentes, entonces las autoridades electorales tienen la obligación de pronunciarse sobre las alianzas. Aunque no en términos operativos o de legalidad, sino en función del hecho de que los partidos representan una determinada oferta ideológica.
La confusión del PAN y del PRD es doble: por un lado, y en función de los intereses ideológicos de los electores, el saldo final no será la suma de militantes de cada uno de los partidos, pues al final habrá militantes que se negarán a avalar el absurdo ideológico de la alianza o de plano podrían votar por el PRI, quien de hecho podría capitalizar su posición ajena a los extremismos de derecha (PAN) y de izquierda (PRD). Y de otro, la política es exactamente lo contrario a las matemáticas ideológicas y la suma de la izquierda y la derecha no llevará en automático a un centro sino a un mazacote poroso.
El enigma, paradójicamente, va a ser resuelto por los candidatos de la alianza PAN-PRD en Oaxaca, Puebla y Durango: en función de su formación priísta, entonces esos candidatos --Gabino Cué, Rafael Moreno Valle y José Rosas Aispuro Torres-- estarían en la meta de ganar las elecciones en nombre del PAN-PRD pero para aplicar un modelo de gobierno al estilo de PRI porque ninguno de los tres ha demostrado convicción a favor de las ideas del PAN o del PRD y porque se salieron del PRI no por una derrota ideológica sino simplemente porque les negaron candidaturas. En este punto es en el que el PRI de todos modos sale ganando.
En este contexto, al final de cuentas el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, sí tuvo razón: las alianzas son una forma legitimada y avalada de fraude electoral. Porque los electores van a votar por candidatos que representan ideologías excluyentes. Y con el hecho definitivo de que tampoco se habrá derrotado al PRI porque el PRI seguirá gobernando con priístas como candidatos del PAN-PRD.