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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Indicador Político domingo 8-noviembre-09.

INDICADOR POLITICO

+ La crisis llegó para quedarse
+ Pagar impuestos, ¿para qué?

Carlos Ramírez

Agobiados por las premuras del tiempo, por los compromisos políticos y por el peso de la crisis, los legisladores que aprobaron el paquete fiscal para el 2010 no hicieron la pregunta clave: ¿para qué se usarán los impuestos? El debate no debió haber girado en pagar más o menos sino en aclarar si se iba a financiar el hoyo presupuestal o a impulsar el crecimiento económico.
El para qué de los impuestos es el hilo conductor del ensayo del especialista Marcos Marín, publicado en la revista Datamex del Centro de Estudios Mexicanos del Instituto José Ortega y Gasset de Madrid, España. Y es el trema central porque al final de cuentas las autoridades cobran más impuestos pero entregan pésimas cuentas finales.
Por tanto, la propuesta central debió girar en un análisis integral ingreso-gasto. Por su importancia, transcribimos a continuación el ensayo de Marín:
Contexto difícil de la economía mexicana de cara a 2010.
El justo reclamo que la sociedad ha hecho a un gobierno federal al conocer el paquete final de lista de impuestos a pagar en 2010, evidencia los errores y omisiones públicos.
El reclamo a un gobierno que primero negó que la crisis mundial fuera a afectar a México, que después se desdijo diciendo que sería un catarrito, para aceptar a regañadientes que no era poca cosa (evidenciado por los indicadores propios y ajenos) y que más valdría estar atentos, preparados y blindados frente a la evolución de la economía de los Estados Unidos, ha sido tal , que apenas ha pasado por alto que el desempeño de Hacienda pronosticando el desastre económico ha ido de un tropezón a otro hasta que desembocó en admitir antes de las elecciones de julio, que el país se encontraba en recesión y que la crisis era real.
Aunque al PAN, partido en el gobierno nacional, le propinaron una paliza electoral en las elecciones de julio, no ha habido un solo movimiento de gabinete, una sola renuncia de peso, un solo cambio de estrategia o de discurso.
Cual si el resultado desastroso para el PAN en su conjunto, no casara con las acciones del gobierno emanado de sus siglas. Ese autismo se refleja en una propuesta fiscal sin responsabilidad de autoría ni de su origen, sin capacidad de fraguar un plan B y sin la capacidad de incorporar propuestas opositoras ni rectificaciones necesarias o evidentes en la misma. Carece pues, de la capacidad de marcar rumbo fijo en las finanzas públicas de México y dista mucho de ser, por mucho, siquiera una propuesta seria y profunda de reforma fiscal integral. En ello va la complicidad e incapacidad de todos los partidos políticos. Ninguno puede arrogarse el papel de salvador de la patria en materia de impuestos. Ello, al juzgar por el resultado de su gestión. Los electores de julio pasado se sienten defraudados con justa razón.
Y no es que antes no hubiera tal crisis, lo que resulta inadmisible es el reconocimiento a destiempo, amañado, tranquilizador, casi tratando de ganar tiempos electorales y manipulando las cifras. El equipo económico del gobierno Calderón ha sido vapuleado en sus comparecencias al Congreso. Y no pasa nada. Cabe recordar a los lectores que siguen este artículo a otro lado del Atlántico, que ese autismo gubernamental fue lo que favoreció la derrote del PRI en el año 2000.
En todo caso, la crisis llegó y llegó según se sospecha, para quedarse, pues atendiendo a los pronósticos para los Estados Unidos, a la crisis la están superando mediante planes de rescate estatales otorgando con ellos las garantías, los compromisos por parte d elos rescatados y, sobre todo, los controles gubernamentales que fueron inexistentes en el similar caso de rescates económicos sectoriales efectuados por el Gobierno mexicano en su momento, cuando gobernaba el PRI, endosando a deuda pública un sinfín de deudas privadas, que ahora asfixian el desempeño del presupuesto; tales medida en Estados Unidos estabilizará a su economía en 2010 y a partir de 2011 tendrá un crecimiento modesto, aunque sostenido.
No obstante, se afirma que México será el último país en superar esta crisis y no ha salido del gobierno federal una propuesta a largo plazo, viable, responsable y capaz de empujar el desarrollo económico nacional.
Para México se presenta un año 2010 sumamente difícil como ya lo está siendo 2009, sin que se cuente con un plan B, se amplíe la base gravable y se rindan cuentas claras, y transparentes sobre lo que se recauda. Por el contrario, amén de insistir en desaparecer la Secretaría de la Función Pública, que puede desencadenar desapariciones similares de contralorías en los niveles estatal y municipal de gobierno, sumarían tales medidas un desacierto más la errática política presupuestaria de un gobierno que ha insistido en dos medias verdades para justificar su acción: La crisis “nos llegó de afuera” (como si la capacidad previsión y de tomar medias a tiempo no hubiere existido) y que el Estado mexicano es la primera vez que encara los grandes problemas nacionales y propone reformas fiscales integrales (mismas que no hay sin ampliar una base gravable que ronda los 9 millones de contribuyentes, cuando deberían ser del orden de 40 millones).
Recaudación desigual. Gasto público sin control
Loa sacrificios que se piden nuevamente a los contribuyentes, que pagarán más impuestos en 2010, no se acompañan de compromisos serios ni medidas reales de disminución del gasto público. Los ciudadanos se preguntan lo que en un país en crisis pero democrático y sobre todo, rico como lo es México, se preguntaría cualquiera con dos dedos de frente: qué hace el Estado con lo recaudado y por qué no alcanza.
Y no únicamente se repite sin cesar esa pregunta, sino que además lo que quiere saberse es cómo se ha gastado el dinero público y cómo se rinden cuentas de ello, ante una triple mal sana conducta de los funcionarios reflejada en: no explicarlo (junto con los criterios de gasto imperantes [Queremos saber no que las toallas de la casa presidencial costaron 4 mil pesos, sino por qué esas de tal precio desmesurado y no otras]) , o no sentirse obligados a explicar nada, olvidándose campechanamente que todo dinero público es sujeto de escrutinio (el caso paradigmático de Jorge Kahwagi molesto por preguntársele por qué se iba a un reality show, siendo diputado entonces ecologista y hoy presidente del Partido Nueva Alianza, siendo su desplante un ejemplo de órdago) o, en el mejor de los casos, creer que se ha explicado o se han ribeteado la explicaciones con formalidades como el informe de gobierno, que ni por asomo explica ni justifica nada. Acaso avisa de lo hecho, y nada más.
Es lo menos que pueden esperar los ciudadanos, dado que son ellos quienes sufragan todo el tinglado.
Campea la impunidad en materia de rendición de cuentas sobre el ejercicio del gasto público y lo más grave, prima la carencia absoluta de un programa de gobierno, de una viabilidad de impuestos que garanticen salir de esta crisis, ahora requeridos y avalados por ley sin compromiso alguno de temporalidad. Los contribuyentes saben que la crisis será temporal, pero los impuestos justificados para paliarla, no. Ese abuso es lo que más molesta a los contribuyentes.
No se teme por temer, nada más. El ejemplo de la tenencia vehicular impuesta en 1966 para sufragar los Juegos Olímpicos, es estupendo, o del IVA del 10 al 15% en 1995, lo avala a ese temor a gravar a los mismos de siempre, acuñándose la expresión “contribuyentes cautivos” y sin que se vea por dónde desaparecerán una vez pasado aquello que los generó.
Lo que no se ha hecho en materia de reforma al gasto público de 2010
La pregunta necesaria pasa por ser ácida: Para qué, para qué estamos pagando impuestos sin el resultado deseado. Se ha respondido que con ellos hay escuelas o alumbrado público. Cierto. Pero ese gasto también ha ido a parar a cosas de las que nadie sabe dar razón.
En varios niveles no se nota un resultado óptimo tanto en su cobro como en su ejercicio: no alcanza, estamos liquidando una deuda interna y externa agobiantes, y en tanto se agotan los recursos disponibles como el petróleo, la economía por mucho que se soporte en nuevos y elevados impuestos, no logra vía Hacienda, que crezca de manera considerable la tasa gravable. Y ni los legisladores ni Hacienda mueven un dedo para revertir esta situación, rehuyendo la responsabilidad electoral de pagar los platos rotos.
El Gobierno Calderón es heredero y a su vez causante de anomalías diversas en el pago de impuestos. No todos los desfalcos y malas administraciones de recursos le son atribuibles, pero su pasividad para enmendarlas, queda a la vista y el hartazgo por el mal manejo de recursos y su dispendio, resultan inadmisibles.
¿A qué clase de dispendios y notorios nos referimos? A los que la reforma fiscal que no llega jamás h atendido. Los hay de varias clases.
a) Proyectos megalómanos, faraónicos o simplemente inútiles:
b) Pensiones enormes a expresidentes
c) Sueldos de funcionarios en montos de ensueño en un país con carencias, monto insultante pero que no justifica la riqueza visible y (sobre todo) la oculta, pero existente de quienes lo devengan
d) El gasto corriente creciente y mal administrado, pero ejecutado y pésimamente distribuido
e) La sorna, la chulería de quienes como funcionarios no tienen la mínima cordura ni la menor vergüenza para pasar del reclamo popular
f) Ampliar significativamente la base gravable.
Esto es solo para enlistar los casos más sonados; mas lo cierto es que 2010 no augura condiciones económicas favorables, hay un creciente desempleo, un hartazgo social y todo ello se suma a los problemas ya acumulados en nuestro país.
Acaso es la oposición la que ha podido explicar mejor cómo hemos llegado hasta aquí. El dictamen efectuado en la Cámara de Diputados por la fracción del PRI sobre el paquete fiscal presentado por el gobierno Calderón apunta:
Aunque en la práctica, los recursos del Fondo de Estabilización de Ingresos Petroleros han ayudado a tapar los huecos de las finanzas públicas. La Secretaría de Hacienda ha informado a este Congreso que, en el transcurso del año, utilizará alrededor de 92 mil 400 millones de pesos, para en algo aliviar la crítica situación que enfrenta el país.
Ante esta situación, el gobierno federal ha consumido 6 de cada 10 pesos de los fondos de estabilización que se han diseñado durante la época de auge en los precios del petróleo. Hay que recordar que el valor de exportación del crudo fue en ascenso desde 2002 hasta 2008, comenzando a disminuir durante finales del año pasado a la par con la recesión económica mundial. El gobierno federal utilizó la mayor parte de los ingresos petroleros en gasto corriente, es decir, en sueldos, salarios, compra de mobiliario y servicios, pago de intereses y otros gastos.
De acuerdo con un informe de la Secretaría de Hacienda, en diciembre de 2001 el gasto corriente fue de 539 mil 425 mil 700 millones de pesos, y para diciembre de 2008 aumentó 119 por ciento, a un billón 181 mil 911.6 millones de pesos. El gasto en servicios personales destinados a la burocracia aumentó en 68.6 por ciento entre diciembre de 2001 y diciembre de 2008, al ascender de 301 mil 722.7 millones a 508 mil 910.5 millones de pesos.
En tanto, los ingresos petroleros obtenidos durante 2001 ascendieron a 386 mil 579 millones de pesos, y en diciembre de 2008 alcanzaron un billón 54 mil 626.1 millones de pesos, y respecto a los ingresos adicionales en 2008 se obtuvieron 185 mil 483 millones de pesos; en 2007, 63 mil 614 millones; en 2006, 108 mil 362 millones; para 2005, 109 mil 137 millones; en 2004, 136 mil 639 millones; para 2003, 69 mil 919 millones, y en 2002, 13 mil 593 millones de pesos, sin embargo, estos recursos fueron desaprovechados.”
Así, el manejo de las finanzas públicas carente de oficio es evidente. Lo ha dicho a La Jornada el presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara baja, describiendo que evidencia la propuesta Calderón: “De 2000 a la fecha el gasto corriente del gobierno ha crecido en promedio 115 mil millones de pesos; creemos que en un año de gran austeridad el gasto corriente debería revertirse en un monto mayor al que propone el Ejecutivo federal.”
Del Gobierno Federal no ha salido compromiso alguno en ese sentido. ¿Serán actuales y vigentes aquellas desvergonzadas palabras de Fernando Ortiz Arana, el connotado priista al decirle a la oposición, cuando era líder de la Cámara de Diputados: “por dinero no nos vamos a pelear…”. Será que si se trata de dinero público, hasta las oposiciones se acaban. No sería la primera vez que con ello se frenara una reforma fiscal profunda.
Así, queda la terrible sensación de que el paquete fiscal de 2010 es una salida improvisada, sin trazar rumbo alguno y esperanzada a un milagro. Habla de un gobierno encabezado por el PAN sin oficio político y con total carencia de miras para emprender una verdadera reforma fiscal en provecho de todos.

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