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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Indicador Político Miércoles 11-noviembre-2009.

INDICADOR POLITICO

+ SME: la ruptura institucional
+ En busca del primer muertito

Carlos Ramírez

Cuando la protesta social por las elecciones de 1988 estaba creciendo, el entonces operador salinista Manuel Camacho Solís tenía una sola preocupación: que millones de ciudadanos marcharan sobre Palacio Nacional haciendo prácticamente imposible la represión. Era el modelo alemán que derrumbaría el Muro de Berlín del sistema político priísta.
La estrategia de movilización del Sindicato Mexicano de Electricistas se basa en ese esquema camachista: obligar en la calle al gobierno y al Estado a dar marcha atrás a la decisión de liquidar Luz y Fuerza del Centro. Más que el camino judicial de amparos, controversia constitucional y decisiones de jueces, la expectativa del SME radica con la presión callejera de las masas en imponerle al Estado la decisión sindical de mantener la empresa.
El punto clave de las movilizaciones no radicará en mostrar el músculo anabólico de la alianza de grupos de presión y organizaciones profesionales de la protesta, sino en provocar la represión para enarbolarla como bandera de lucha. El primer muertito en la represión catapultaría el movimiento sindical electricista. Se trata del modelo APPO de Oaxaca. Y entonces, el SME pasaría a la obsesión de López Obrador y el diazordacista-echeverrista-foxista Porfirio Muñoz Ledo: exigir la renuncia del presidente Calderón, así como plantearon en Oaxaca la caída del gobernador Ulises Ruiz Ortiz.
El estrangulamiento de la ciudad de México se va a presentar como el músculo del SME. Sin embargo, no se necesitan millones de personas. El DF es la ciudad más vulnerable en materia de vialidad y seguridad nacional. En el conflicto oaxaqueño del 2006, una tarde bastaron 800 militantes de la APPO para provocar aquí un embotellamiento de antología. Ahora el SME va a dar un paso adelante: intentará entrar por la fuerza a Los Pinos y a las instalaciones de LYFC y de la CFE para provocar el endurecimiento en la respuesta de la policía. Y el 2006 López Obrador ocupó el corredor vial Zócalo-Periférico para imponer su victoria sin datos y tampoco pudo lograr su objetivo: las instituciones han sido más fuertes que las presiones callejeras.
De ahí que la protesta hoy del SME vaya a ser un festival de la anarquía. La estrategia que Camacho contuvo para proteger a Carlos Salinas la va a desplegar contra el gobierno de Calderón: llevar la protesta electricista al choque con la policía y con ello ampliar las bases de insurrección social. Si el gobierno y las policías resisten el embate, el número de manifestantes será irrelevante porque al final de cuentas se habrá diluido la provocación. El SME debe dar el primer paso hacia la rotura de cristales.
El problema del modelo alemán del SME radica en el hecho de que los habitantes de la República Democrática de Alemania padecían la dictadura comunista y no podían viajar hacia el Oeste. La marcha de millones de alemanes rumbo al Muro fue una movilización social por la libertad. El movimiento del SME carece de base social-popular y se engrosa de los mismos grupos contestatarios y anarquistas de siempre y los sindicatos contrarios a las autoridades gobernantes.
De ahí que el movimiento electricista haya escalado la siguiente etapa, la fase de la ruptura institucional. Por la vía de la violencia callejera y de la paralización de la ciudad le quiere imponer al gobierno la decisión de no cerrar la empresa LYFC. Sin embargo, la lógica del poder no es… tan lógica. Bajo ninguna argumentación el Estado y el gobierno pueden dar marcha atrás a la decisión sólo por la movilización callejera, porque entonces habrán destruido el marco normativo del funcionamiento de las instituciones. Y no quedaría más que entregarle las llaves del poder a la oposición callejera.
Si bien se entienden los objetivos del SME, la marcha de hoy ya no es contra la decisión gubernamental de liquidar la empresa LYFC sino que tiene el objetivo de conducir al gobierno federal hacia la renuncia presidencial. El problema para el SME es que hoy dará un paso sin retorno. Si el gobierno resiste las presiones y evita la represión aún a costa de perder posiciones territoriales con plantones de los trabajadores electricistas, la movilización habrá fracasado y por tanto la bandera sindical habrá salido derrotada. El gobierno debe evitar entregarle al SME su primer muertito.
El maximalismo va a llevar al SME a la orilla de derrotas sindicales anteriores: ferrocarrileros, maestros, estudiantes del Politécnico y la UNAM, médicos, Tendencia Democrática de los Electricistas y otros. De ahí que la estrategia del SME esté más a tono con las intenciones rupturistas de López Obrador, Muñoz Ledo y Manuel Camacho que para negociar una salida lateral a la decisión gubernamental de cerrar LYFC.
El error estratégico de Martín Esparza será suponer que la fuerza de la calle va a ser suficiente. En octubre el SME paralizó el sur de la ciudad durante diez horas para obligar al gobierno a darle la toma de nota y no lo logró. El principal pasivo de Esparza es un lastre: el fraude electoral de julio para imponer su victoria por poco más de 300 votos, pero dejando suficientes pistas y pruebas de irregularidades. En su necedad de no repetir las elecciones encontró el gobierno la justificación de la liquidación de la empresa.
La lucha callejera es inútil sin autoridad moral. Y Martín Esparza ha hundido al SME en el pantano del descrédito social.

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