INDICADOR POLITICO
+ El
pasivo sindicalista es del PRI
+ Conflictos
por modernizaciones
Carlos
Ramírez
Si bien la reformita laboral aprobada en la Cámara de Diputados tendrá su
espacio en el Senado aunque sin
ninguna modificación, de todos modos el clima de discusión tendrá que fijarse
en el centro político del tema: la
reconfiguración del sindicalismo diseñado
históricamente por el PRI.
El debate laboral de ahora es una
crisis en sordina del modelo sindical priísta. Las crisis en la
estructura sindical de 1938 a la fecha han respondido a conflictos en las
relaciones trabajadores-Estado derivados
de instantes de modernización productiva.
En este escenario, la iniciativa de
reforma laboral del presidente Calderón sería el complemento de la reorganización sindical que inició el presidente
Carlos Salinas de Gortari con el quinazo
y el jongitudazo de 1989, los ocho
puntos de neolaborismo de 1990 y los efectos
del tratado de comercio libre en las relaciones laborales, además de las
repercusiones sindicales del fin del Estado y la hegemonía del mercado también en el salinismo.
Por tanto, el PRI va a tener que
enfrentar en el Senado la modernización
de su sindicalismo o de nueva cuenta
posponer las reformas aunque eternizando la estructura sindical priísta que ha
sido un lastre para la reactivación
productiva; lo oneroso del asunto es que ese modelo sindical priísta es el mismo que padecen los sindicatos que se
salieron del PRI y se pasaron al PRD o de los sindicatos independientes que
combatieron al PRI pero terminaron por mimetizarse a los modos priístas.
Si el gobierno de Peña Nieto
estaría en la línea de reactivar el
crecimiento económico, sus obstáculos estarán en los viejos diques productivos
del viejo PRI que cambiaron un poco en el salinismo y el zedillismo y que
lograron sobrevivir en el foxismo y el calderonismo por su debilidad electoral. Por ello el principal interesado en lograr una
reformulación del sindicalismo sería
el gobierno de Peña Nieto, porque el actual modelo sindical y los protocolos
estatistas sobrevivientes han condenado a la economía mexicana a crecer por debajo de 4% anual por los cuellos de
botella productivos.
Las movilizaciones sindicales han derivado de fases de la modernización:
--La CTM se fortaleció como organismo proletario al calor de la expropiación
petrolera de 1938 y el efecto dinamizador de la economía.
--El modelo priísta del charrismo
sindical se forjó en 1948 con la devaluación del gobierno de Alemán y las
movilizaciones obreras de ferrocarrileros, petroleros, mineros, telefonistas y
sindicatos industriales. El gobierno impuso
como líder ferrocarrilero a Jesús Díaz de León, apodado El Charro por su afición. Ahí se inventó el concepto de charrismo
para fijar la dependencia sindicalista del gobierno.
--La devaluación de 1954 y la
política salarial restrictiva crearon la rebelión
sindical de 1956-1959, con los sindicatos petrolero, ferrocarrilero y
magisterial a la cabeza de las protestas.
La represión gubernamental impuso la autoridad del gobierno, sobre todo porque
esa devaluación creó la fase de modernización del modelo de desarrollo estabilizador que duró hasta 1970.
--El populismo 1970-1982 reactivó
el papel del Estado y fortaleció a la CTM de Fidel Velázquez, aunque combatió al sindicalismo independiente.
El Estado creció, el gobierno se enfrentó a empresarios y los EU y tuvo al
sindicalismo velazquista como su aliado social. En 1981 los sindicatos
controlados por el PRI hicieron el intento de imponer su modelo popular de desarrollo sobre el neoliberal de empresarios, el FMI y
tecnócratas, pero salieron derrotados con el colapso económico 1981-1982. Los
sindicatos perdieron la sucesión
presidencial y con Miguel de la Madrid llegaron Salinas y el modelo económico
de mercado.
--El largo ciclo económico
1982-2012 definió la autonomía
relativa del Estado respecto a los compromisos derivados del movimiento
revolucionario de 1910 y la hegemonía del mercado urgió también a excluir a los sindicatos y su discurso
político de la toma de decisiones oficiales. Salinas de Gortari avanzó un poco
y Zedillo dio otros pasos pero Fox y Calderón como panistas prefirieron pactar
con los sindicatos priístas. La modernización de mercado, la globalización y la
integración del mercado norteamericano, están urgidas de una nueva relación productiva y no política con los
trabajadores.
De ahí que la iniciativa de reforma
laboral de Calderón se presentó como la gran oportunidad del PRI para entrarle a fondo a la reconfiguración del
modelo sindical --y de paso fijarle nuevas reglas a los sindicatos perredistas
e independientes que han vivido como rémoras
del modelo priísta--. Como se vienen las cosas y sin espacio para otro quinazo, el gobierno de Peña Nieto no va a tener otra oportunidad para terminar de modernizar el
sistema productivo.
Y la oportunidad estará en el
Senado, luego de que la Cámara de Diputados excluyó de la reforma la democratización de los liderazgos
sindicales. Al final de cuentas, la reforma original beneficiaría más al PRI
que al PAN y al PRD --los dos sobreviviendo de con las prácticas priístas--
porque la reactivación productiva que le urge a Peña Nieto para salirse del vado del crecimiento menor a las expectativas
radica en la gran reforma del
proyecto de desarrollo del viejo PRI.
La reforma laboral podría marcar la
diferencia entre el crecimiento bajo
y poco productivo del PIB y una verdadera reactivación mayor a 4%. La clave
está en encontrar un nuevo modelo de justicia
laboral que no dependa del presupuesto público ni de la corrupción de los
líderes sindicales.
@carlosramirezh
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