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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

martes, 9 de octubre de 2012

9-Octubre-2012, Marte4s.


INDICADOR POLITICO


 

+ El pasivo sindicalista es del PRI

+ Conflictos por modernizaciones

 

Carlos Ramírez

 

Si bien la reformita laboral aprobada en la Cámara de Diputados tendrá su espacio en el Senado aunque sin ninguna modificación, de todos modos el clima de discusión tendrá que fijarse en el centro político del tema: la reconfiguración del sindicalismo diseñado históricamente por el PRI.

El debate laboral de ahora es una crisis en sordina del modelo sindical priísta. Las crisis en la estructura sindical de 1938 a la fecha han respondido a conflictos en las relaciones trabajadores-Estado derivados de instantes de modernización productiva.

En este escenario, la iniciativa de reforma laboral del presidente Calderón sería el complemento de la reorganización sindical que inició el presidente Carlos Salinas de Gortari con el quinazo y el jongitudazo de 1989, los ocho puntos de neolaborismo de 1990 y los efectos del tratado de comercio libre en las relaciones laborales, además de las repercusiones sindicales del fin del Estado y la hegemonía del mercado también en el salinismo.

Por tanto, el PRI va a tener que enfrentar en el Senado la modernización de su sindicalismo o de nueva cuenta posponer las reformas aunque eternizando la estructura sindical priísta que ha sido un lastre para la reactivación productiva; lo oneroso del asunto es que ese modelo sindical priísta es el mismo que padecen los sindicatos que se salieron del PRI y se pasaron al PRD o de los sindicatos independientes que combatieron al PRI pero terminaron por mimetizarse a los modos priístas.

Si el gobierno de Peña Nieto estaría en la línea de reactivar el crecimiento económico, sus obstáculos estarán en los viejos diques productivos del viejo PRI que cambiaron un poco en el salinismo y el zedillismo y que lograron sobrevivir en el foxismo y el calderonismo por su debilidad electoral. Por ello el principal interesado en lograr una reformulación del sindicalismo sería el gobierno de Peña Nieto, porque el actual modelo sindical y los protocolos estatistas sobrevivientes han condenado a la economía mexicana a crecer por debajo de 4% anual por los cuellos de botella productivos.

Las movilizaciones sindicales han derivado de fases de la modernización:

--La CTM se fortaleció como organismo proletario al calor de la expropiación petrolera de 1938 y el efecto dinamizador de la economía.

--El modelo priísta del charrismo sindical se forjó en 1948 con la devaluación del gobierno de Alemán y las movilizaciones obreras de ferrocarrileros, petroleros, mineros, telefonistas y sindicatos industriales. El gobierno impuso como líder ferrocarrilero a Jesús Díaz de León, apodado El Charro por su afición. Ahí se inventó el concepto de charrismo para fijar la dependencia sindicalista del gobierno.

--La devaluación de 1954 y la política salarial restrictiva crearon la rebelión sindical de 1956-1959, con los sindicatos petrolero, ferrocarrilero y magisterial a la cabeza de las protestas. La represión gubernamental impuso la autoridad del gobierno, sobre todo porque esa devaluación creó la fase de modernización del modelo de desarrollo estabilizador que duró hasta 1970.

--El populismo 1970-1982 reactivó el papel del Estado y fortaleció a la CTM de Fidel Velázquez, aunque combatió al sindicalismo independiente. El Estado creció, el gobierno se enfrentó a empresarios y los EU y tuvo al sindicalismo velazquista como su aliado social. En 1981 los sindicatos controlados por el PRI hicieron el intento de imponer su modelo popular de desarrollo sobre el neoliberal de empresarios, el FMI y tecnócratas, pero salieron derrotados con el colapso económico 1981-1982. Los sindicatos perdieron la sucesión presidencial y con Miguel de la Madrid llegaron Salinas y el modelo económico de mercado.

--El largo ciclo económico 1982-2012 definió la autonomía relativa del Estado respecto a los compromisos derivados del movimiento revolucionario de 1910 y la hegemonía del mercado urgió también a excluir a los sindicatos y su discurso político de la toma de decisiones oficiales. Salinas de Gortari avanzó un poco y Zedillo dio otros pasos pero Fox y Calderón como panistas prefirieron pactar con los sindicatos priístas. La modernización de mercado, la globalización y la integración del mercado norteamericano, están urgidas de una nueva relación productiva y no política con los trabajadores.

De ahí que la iniciativa de reforma laboral de Calderón se presentó como la gran oportunidad del PRI para entrarle a fondo a la reconfiguración del modelo sindical --y de paso fijarle nuevas reglas a los sindicatos perredistas e independientes que han vivido como rémoras del modelo priísta--. Como se vienen las cosas y sin espacio para otro quinazo, el gobierno de Peña Nieto no va a tener otra oportunidad para terminar de modernizar el sistema productivo.

Y la oportunidad estará en el Senado, luego de que la Cámara de Diputados excluyó de la reforma la democratización de los liderazgos sindicales. Al final de cuentas, la reforma original beneficiaría más al PRI que al PAN y al PRD --los dos sobreviviendo de con las prácticas priístas-- porque la reactivación productiva que le urge a Peña Nieto para salirse del vado del crecimiento menor a las expectativas radica en la gran reforma del proyecto de desarrollo del viejo PRI.

La reforma laboral podría marcar la diferencia entre el crecimiento bajo y poco productivo del PIB y una verdadera reactivación mayor a 4%. La clave está en encontrar un nuevo modelo de justicia laboral que no dependa del presupuesto público ni de la corrupción de los líderes sindicales.

 



@carlosramirezh

 

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