INDICADOR POLITICO
+ La descardenización del PRI
+ Y
no-cardenización del PRD
Carlos
Ramírez
En esas volteretas que suele dar la política, la reforma laboral en materia
de liderazgos sindicales logró dos
impactos inesperados:
1.- La descardenización del PRI
porque los liderazgos sindicales serán ahora responsabilidad de las bases y no
de las alianzas de los sindicatos con el Estado ni con el PRI, con lo que se
dio fin al proyecto político laborista
del presidente Lázaro Cárdenas al impulsar la creación de la CTM como brazo obrero del partido del gobierno,
entonces Partido de la Revolución Mexicana y luego Partido Revolucionario
Institucional.
2.- La no-cardenización del PRD
porque los líderes sindicales tendrán vigencia en tanto respondan a las bases y no a sus relaciones orgánicas con el PRD, fundado
sobre las bases del neocardenismo
impulsado por Cuauhtémoc Cárdenas en 1987-1989 y luego colocado como eje del PRD. Como el PRI, el PRD quiso
articularse en torno a alianzas con sindicatos.
3.- La des-sindicalización del
proyecto nacional de nación y de desarrollo que quiso, ante el debilitamiento
del PRI por la nominación de Miguel de la Madrid como candidato tecnócrata en
1981, rehacer el proyecto
progresista a partir del enfrentamiento del proyecto sindicalista contra el
proyecto neoliberal empresarial que representaba entonces De la Madrid y su
operador económico Carlos Salinas de Gortari. Aquella fase, conocida como la de
la disputa por la nación --registrada con
precisión por Carlos Tello y Rolando Cordera en un libro titulado precisamente
con ese concepto--, se resolvió con
la introducción del neoliberalismo como política de Estado y vigente a la fecha.
El papel central del sindicalismo como eje del funcionamiento del Estado
priísta se consolidó por el proyecto político del presidente Cárdenas, pero sin posibilidad de existencia
posterior. Cárdenas facilitó la
candidatura sucesoria del conservador Manuel Avila Camacho en 1940 y en 1941,
luego de haber desplazado a Vicente Lombardo Toledano y su grupo socialista de
la cúpula de la CTM, Fidel Velázquez asumió el control total de esa Confederación y la subordinó a los intereses del
Estado, operando como el brazo controlador
de los obreros.
El papel central de Fidel Velázquez en la política se refrendaba cada seis
años cuando la CTM tenía el privilegio de destapar
al candidato presidencial del PRI, excepto en 1969 cuando le tocó al sector
campesino de la CNC con Echeverría. En 1981 fue el último destape de
Velázquez porque seis años después, en 1987, Carlos Salinas de Gortari fue
nominado por el CEN, aunque con
reconocimiento al veterano líder cetemista. De igual manera, Colosio fue destapado en noviembre de 1993 por el
CEN priísta y Zedillo fue destapado
por Joseph-Marie Córdoba Montoya.
En materia económica, el sector
obrero, con la CTM como buque insignia, fue apabullado en 1981 con el cambio en el enfoque de la política
económica del gobierno: el salario pasó de símbolo
de la justicia social a variable inflacionaria determinante; la estrategia
salarial definida por Salinas de Gortari desde 1982 fue la de sacrificar el salario como instrumento
de control de la inflación por el lado de la demanda. Los pactos estabilizadores
controlaron los salarios y llevaron
a los obreros a una pérdida consistente del poder de compra. Más aún, Salinas
de Gortari introdujo nuevos
elementos para determinar el salario: la productividad, la demanda y el
equilibrio del circulante, toda la doctrina
neoliberal.
Lázaro Cárdenas había impulsado la organización sindical como
pilar del nuevo Partido de la Revolución Mexicana con dos objetivos:
instrumento de equilibrio de clases y factor de definición del bienestar. Esta
idea sobrevivió hasta la presidencia del PRI de Porfirio Muñoz Ledo en 1976
cuando definió al PRI como el “partido de los trabajadores”. Pero la nominación
de De la Madrid como candidato presidencial en septiembre de 1981 terminó con ese ciclo.
De 1981 al 2012, los sindicatos flotaron en un ambiente político en el
ya no fueron determinantes para la toma de decisiones pero llegaron a contar como votos. En las elecciones
presidenciales de 1988 Fidel Velázquez le prometió
20 millones de votos al candidato presidencial priísta Carlos Salinas de
Gortari, pero al final el PRI sólo pudo acreditar 9.7 millones. Ahí se probó que la organización obrera del PRI tampoco servía para llevar votos a las
urnas.
La reforma laboral aprobada por el
Senado rompió el paternalismo del
PRI sobre los líderes sindicales porque le trasladó a los obreros la
permanencia de los dirigentes. Ahí terminó su ciclo el modelo sindical priísta del general Cárdenas. Y los
líderes sindicales articulados al PRD, que habían reproducido el modelo cardenista, también tendrán que replantear
sus liderazgos, ya no basados en su alianza
con el partido sino en función de sus bases obreras.
La des-sindicalización de los partidos estaría conduciendo a la necesidad de formar partidos con bases obreras,
como ya ocurrió con el SNTE y ahora se abre como posibilidad con el SME y su
decisión de ser partido. Sin embargo, no
existen pruebas contundentes de que las bases obreras se conviertan
automáticamente en votos electorales.
Al final, la reforma laboral disminuirá el papel activo de los
sindicatos y de las bases obreras en la política. De todos los partidos, el PRI
es el que puede mantener su lealtad
porque tiene cuotas de poder para sus
sindicatos en las listas de candidaturas a cargos de elección popular. En el
PRD y sus aliados, en cambio, sus líderes sindicales más representativos --Hernández
Juárez por los telefonistas y la Unión Nacional de Trabajadores, Agustín
Rodríguez por el STUNAM y Martín Esparza por el SME-- no llegaron al Congreso.
Si la reforma laboral pasa el tamiz
de la Cámara de Diputados, el país habrá dado un paso importante en la conformación de los partidos: de partidos de masas
a partidos de ciudadanos y votantes.
@carlosramirezh
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