INDICADOR POLITICO
+ Reforma
laboral: ganó el PRI
+ PAN
y PRD, la mano del gato
Carlos
Ramírez
Si la política ha dejado de ser lineal y ha encontrado
comodidad en el modelo matemático de la teoría
de juegos para toma de decisiones en situaciones complejas, entonces el
saldo de la reforma electoral en el Senado se convirtió en una victoria para el PRI.
En su fase de juego de estrategias,
la decisiones políticas no se miden
por el modelo binario ganar-perder, sino por la fabricación de escenarios que
lleven a conclusiones que tampoco se
deben tomar de manera literal porque a veces perdiendo se gana más.
De ahí que la votación final de la
reforma electoral en el Senado debe tener otras
lecturas políticas, sobre todo en función de las necesidades del PRI:
1.- La reforma tenía dos aristas separadas: la modificación
del status del trabajador frente al
patrón y la vida interna de los partidos. La victoria sobre la transparencia
sindical se convirtió automáticamente en una derrota del obrero; los dirigentes sindicales seguirán mangoneando
a los trabajadores, pero la iniciativa consolidó el abaratamiento en prestaciones de la mano de obra.
2.- Las reformas internas en el PRI
habían diluido los compromisos
políticos del partido con sus sectores corporativos: Salinas de Gortari
introdujo el neoliberalismo que golpeó a la clase media, privatizó el ejido y
hoy el PRI termina con el compromiso
histórico con los trabajadores. El punto clave radica en el hecho de que en las
últimas elecciones el PRI ya no
dependió del voto corporativo sino social; por tanto, los sectores le salían
políticamente más caros. Con la
reforma se ayudó al PRI a disminuir
el lastre de los sindicatos.
3.- La propuesta modernizadora de
Enrique Peña Nieto estaba siendo frenada
por los compromisos corporativos. Era obvio que el PRI por sí mismo nunca iba a lanzar una iniciativa que
afectara al sindicalismo como aliado corporativo; por eso el PRI pareció reacio a la reforma, dejó que el PAN y
el PRD polarizaran posiciones y luego votó a favor. Así, la reforma que
terminaría con el corporativismo sindicalista priísta y la pérdida de poder de los líderes ayudará a la
modernización de Peña Nieto.
4.- El eje político de la reforma laboral estaba delineado por Francisco
Hernández Juárez, líder de los telefonistas desde 1976, aliado de Salinas de
Gortari en la liquidación del papel tutelar del Estado, cómplice de la
privatización de las empresas públicas, en un texto publicado en 1993 para exaltar al gobierno salinista: El sindicalismo en la reforma del Estado:
“para remontar la crisis (de 1981-1989), no
era suficiente que cambiara el modelo de desarrollo (del Estado al mercado);
tenía que cambiar, a la vez, la estructura
laboral, productiva, gubernamental, empresarial y sindical que funcionó para
sus circunstancias económicas, sociales, políticas e ideológicas específicas” (pág. 65.)
5.- En la etapa fuerte de
modernización 1989-1990, Salinas de Gortari sólo pudo golpear a los liderazgos sindicales de empresas del Estado pero
adversos al Estado; en su discurso del primero de mayo de 1990, Salinas de
Gortari enumeró los ocho puntos de
su reforma laboral para buscar una nueva relación sindical dentro de los sindicatos pero no se atrevió a modificar las reglas
de excepción de los líderes sindicales.
6.- La modernización de Peña Nieto
necesitaba de un sistema productivo despolitizado,
con líderes que rindieran cuentas a sus agremiados y no al gobernante en turno, toda vez que las decisiones del Estado
que afectan las relaciones obrero-patronales han dejado de necesitar la complicidad de los líderes. El siguiente
paso será la descorporativización de las cuotas de poder de cargos públicos
del PRI, y será relativamente fácil
con líderes que deben de atender a sus sindicatos y no la política. La reforma
electoral votada en el Senado sacó
las castañas del fuego con la mano del PAN y del PRD.
7.- Los más afectados con la reforma aprobada serán, paradójicamente, los
sindicatos articulados al PRD porque heredaron el modelo del viejo PRI de
control de masas como fuente de
poder. Los líderes de esos sindicatos hacen más política que lucha por los obreros. Al gobierno no le interesa
si Hernández Juárez se queda o no en el sindicato telefonista o Agustín
Gutiérrez en la UNAM porque los dos dependen de patrones fuera del control estatal; pero esos dos líderes van a salir perdiendo con la reforma laboral.
8.- Los empresarios también
quedaron felices porque controlan a sindicatos negociando directamente con los
líderes pero estaban urgidos de
abaratar la mano de obra. El PAN y el PRD ayudaron
al PRI a deslindarse del paternalismo sobre los sindicatos, la relación del
gobierno priísta con sindicatos se llevará en Hacienda vía revisión salarial y
ya no en el PRI. Como los
campesinos, los obreros estaban organizados para votar y no para producir.
El problema de la democratización
del país tiene que ver muy poco con reformas
parciales que no modifiquen el sistema de decisiones productivas. La siguiente
fase de la modernización productiva del PRI --la de Peña Nieto en Los Pinos--
tenía que diluir el peso corporativo
de los sindicatos; con la reforma, los líderes tendrán, ahora sí, que atender a
los obreros y ya no a la política.
A cambio de posibilidades de democratización de la vida interna de los
sindicatos que en el PRI nunca han
sido prioridad, el PRI logró el abaratamiento
de la mano de obra con la disminución de algunas prestaciones sociales que se
habían convertido en costo de
producción y afectaban la tasa de utilidad de los empresarios. Asimismo, el PRI
consiguió que la alianza PAN-PRD --los extremos que se juntan-- aceptara el trueque de democratización a cambio de
terminar con la alianza histórica del
Estado priísta con los trabajadores.
La des-sindicalización del
Estado, gracias al PAN y al PRD, fue otra forma de fortalecer la modernización del sistema productivo que inició el
PRI en 1982 y que seguirá el próximo sexenio.
@carlosramirezh
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