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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

miércoles, 24 de octubre de 2012

24-Octubre-2012, Miércoles.


INDICADOR POLITICO


 

+ Sindicatos: ¿y los trabajadores?

+ Salarios, derechos, prestaciones

 

Carlos Ramírez

 

A lo largo de varias semanas, en medios, opinión pública y congreso se ha debatido la existencia de una estructura de organización sindical no sólo opaca sino opresora de los trabajadores. Pero en esos días, el peor silencio ha sido el de los obreros.

La existencia de la actual organización sindical en México ha obedecido a cuando menos tres hechos:

1.- El control Estatal de trabajadores para aplicar políticas económicas y de alto costo productivo y para utilizar a los sindicatos como instrumento de control empresarial.

2.- El factor laboral ha sido parte de la tasa de utilidad. El deterioro en el poder de compra del salario obrero es correlativo a las ganancias empresariales y a las estrategias de estabilización macroeconómica del Estado.

3.- Pese a las evidencias de que Estado, empresarios y líderes han mangoneado a los obreros para obtener beneficios particulares y generales, los obreros han dado muestras palpables de pasividad frente a sus dirigencias.

A lo largo de más de treinta años, de la introducción del neoliberalismo en las decisiones del Estadio en 1980 con la llegada a la Secretaría de Programación y Presupuesto de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari al debate actual sobre la reforma laboral, los trabajadores han sido sacrificados por el Estado, los empresarios y los líderes sindicales:

1.- En ese tiempo, el gobierno ha centrado el control de la crisis en el salario --la demanda--, con la anuencia de los líderes sindicales.

2.- Los controles salariales son mayores que los controles estatales sobre los precios y las utilidades: el deterioro del poder de compra obrero ha sido de 70% en treinta y seis años.

3.- El costo laboral y social de la crisis ha sido posible por la existencia de líderes venales que han controlado a los obreros para que gobierno y empresarios impongan políticas económicas que reventaron el Estado de bienestar.

Pero pese a la realidad de que los obreros han sido sacrificados por el gobierno, los empresarios y los líderes sindicales, los trabajadores han dado muestras fehacientes de inmovilidad; al final de cuentas, ni al Estado, ni al partido en el gobierno, ni a los empresarios les conviene la democracia sindical porque ella llevaría a una revaloración del factor trabajo y a una lucha salarial que rompería la estabilización y reduciría la tasa de utilidad.

Por tanto, el problema de la reforma laboral en realidad no se localiza en un Estado, unos empresarios y unos líderes sindicales que explotan a los trabajadores para legitimar políticas depresivas de desarrollo, sino en la holgazanería social y gremial de los obreros frente a su realidad que raya en la aceptación de condiciones de esclavitud económicas.

En realidad, los obreros no necesitan de leyes para someter a los líderes a controles; basta, por ejemplo, que los trabajadores se movilicen contra esos liderazgos entreguistas al gobierno en turno, a los empresarios y a los líderes. En 1976, por ejemplo, Francisco Hernández Juárez construyó una democratización desde abajo del sindicato de telefonistas y depuso al líder Salustio Salgado Guzmán porque se había eternizado en la dirigencia sindical; hoy, con el aval de los obreros, Hernández Juárez va para los cuarenta años como líder telefonista.

De nada servirán las leyes o las reorganizaciones o la transparencia de los liderazgos sindicales si los obreros aceptan con sumisión a sus líderes. Resulta inexplicable que trabajadores de la UNAM --supuestamente los más militantes y con formación proletaria-- acepten el liderazgo eterno de Agustín Gutiérrez por casi veinte años y la entrega de los derechos sindicales a arreglos con la rectoría de la universidad. Y los trabajadores petroleros, esa casta del proletariado de una empresa del Estado, ven pasar con desdén a liderazgos como el de La Quina y acaban de reelegir a Carlos Romero Deschamps por otros seis años, a sabiendas de sus componendas con los patrones.

Por tanto, será inútil que los legisladores peleen la democracia y transparencia sindical si los obreros carecen de conciencia proletaria hacia su sindicato y por tanto de conciencia social hacia el país y no les importa quiénes sean sus líderes. Al final, los obreros tienen los líderes que se merecen. ¿Cómo fue posible que Romero Deschamps haya ido reelecto en el sindicato petrolero después de las fotos de su hija hubiera aparecido como hija de jeque árabe?

Lo patético ha sido ver al movimiento YoSoy132 --esa juventud dizque rebelde-- marchar contra la reforma laboral y al lado de dirigentes sindicales con biografías de explotación de los obreros. O ver al PAN, doce años después de la transición que debió de haber impulsado la reforma laboral para la modificación del régimen priísta, rasgarse las vestiduras en el congreso con una ley tardía.

Al final, el debate sobre la reforma laboral ha probado que en México no existe obreros o proletarios con conciencia de clase, sino un lumpenproletariado desclasado y contento con el gobierno que sacrifica sus salarios y su nivel de vida, con empresarios que ganan más a costa del control de los sindicatos y con líderes sindicales venales que manejan a los obreros como trabajadores de Cananea o Río Blanco.

 



@carlosramirezh

 

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