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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Indicador Político viernes 4-diciembre-09.

+ Crisis y Pactos de la Moncloa
+ España y el espejo mexicano

Carlos Ramírez

MADRID, España.- A partir del criterio oficial de que la reactivación económica se ha iniciado pero “no sabemos con qué fuerza ni con qué progresión”, el presidente español Rodríguez Zapatero se sacó de la chistera el conejo de una ley de desarrollo sostenible para diez años pero como una forma de eludir la dimensión del colapso y ganar tiempo en el poder.
La idea de un “nuevo modelo productivo” en sí no es mala de no ser por un pequeño gran problema: el gobierno de Zapatero se ha negado a pactar las reformas, no quiere la segunda fase de los Pactos de la Moncloa y tampoco acepta negociar las estructuras productivas del viejo modelo. En 1977, el presidente Suárez logró que empresarios y sindicatos cedieran en sus causas fundamentales y España consiguió --ahí sí-- un nuevo modelo de desarrollo que la convirtió en un país de altísimo nivel de vida en Europa.
Ahora Zapatero quiere un “nuevo modelo productivo” pero sin aceptar la negociación de la política laboral, la base política del PSOE. Por tanto, la propuesta de Zapatero ya no pudo consolidarse como un “nuevo modelo productivo” sino apenas como una política de reorientación del gasto a la educación y la innovación. Al final, dejó al margen las dos vertientes de un nuevo modelo de desarrollo: la estrategia de pacto con los empresarios para aumentar inversiones y el acuerdo de un pacto con los trabajadores.
México debiera mirarse en el espejo español: cuando los gobernantes condicionan la dimensión de las reformas a compromisos políticos, las posibilidades de las reformas se desinflan. El falso debate en España ha sido llevado a la supuesta pérdida de conquistas sociales de los sindicatos y por tanto ninguna política económica o de desarrollo será eficiente. En 1977, los Pactos de la Moncloa negociaron bajas salariales y pérdida de fortaleza de los sindicatos pero a cambio de arrancarles a los empresarios concesiones fiscales. Al final de cuentas, la crisis de los modelos de desarrollo vigentes se localiza en el binomio producción-empleo.
La reformulación de los modelos de desarrollo --que están más allá de los “modelos productivos”-- ha llevado a la reevaluación de los viejos pactos sociales, políticos y productivos y requieren que el Estado tome en cuenta las dos variables dependientes: utilidades-salarios. Lo peor que le puede pasar a un gobierno es buscar un nuevo modelo de desarrollo o productivo pero condicionar lo que no va a negociar.
La crisis económica brutal en España y México arrasó con la estructura productiva y los acuerdos de estabilidad obrero-patronal. En España el desempleo llegó esta semana a casi 4.7 millones de personas. Por eso el PSOE quiere salvar el seguro de desempleo y sobre todo evitar la flexibilidad en los despidos. Sin embargo, altas autoridades económicas europeas han señalado la necesidad de revisar los esquemas de las políticas laborales porque se corre el riesgo de mantener las prestaciones laborales pero a costa de no generar un mayor dinamismo en la creación de empleos. La paradoja está a la vista: casi 5 millones de desempleados.
Pero del otro lado tampoco se trata de recortar beneficios sociales a los trabajadores para abaratar la mano de obra, porque al final se perdería el incentivo del salario y su efecto en la productividad. De ahí que le toque a los sindicatos buscar nuevas formas de establecer beneficios y sobre todo de incorporarse a la estructura de toma de decisión de las empresas. Sin embargo, Zapatero y su partido convocan a un nuevo “modelo productivo” pero sin modificar la estructura de producción, algo que hará naufragar la propuesta original. La afirmación le valió a Zapatero aplausos de sus diputados, pero dejó la sensación de que su programa será parcial e insuficiente.
En México el actual sistema productivo tiene tres perfiles laborales: proteccionista del trabajador, prestaciones sin productividad y con cargo al paternalismo estatal. Se trata de un modelo laboral tutelar heredado del PRI y éste lo creo como parte de estructura corporativa de control de los trabajadores, el esquema que giró en torno a Fidel Velázquez: beneficios a los obreros, a cambio de la sumisión al liderazgo central. Fue un modelo de control que consolidó Porfirio Muñoz Ledo como secretario del Trabajo y presidente del PRI de Luis Echeverría.
El problema radica en no regresar a la explotación de la mano de obra sino en organizar productivamente a los trabajadores. El estallamiento del modelo Muñoz Ledo se localiza hoy en los sindicatos de Martín Esparza o de Napito Napoleón Gómez Urrutia o los sindicatos universitarios: la confrontación con la empresa. La pérdida de la presidencia llevó al PRI a agotar su estructura corporativa, pero sin facilitarle al gobierno panista la redefinición de las relaciones laborales. Peor aún, el PRI quiere mantener la actual estructura laboral porque representa un lastre para los gobiernos panistas.
De ahí que los países en crisis estén obligados a rediseñar su modelo de desarrollo y entrarle a una nueva relación laboral. Si no, entonces sencillamente no habrá salida de la crisis. La propuesta de Zapatero se va a ahogar con el lastre de sus masas militantes sindicales. Y México aún no define qué pacto productivo necesita para salir de la crisis.

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