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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

martes, 8 de diciembre de 2009

Indicador Político martes 8-diciembre-09.

+ Reforma o transición, dilema
+ Transición española, ejemplo


Carlos Ramírez


Cuando la transición española estaba a punto de naufragar por la crisis económica, el presidente Adolfo Suárez delineó los Pactos de la Moncloa como el acuerdo de control de la inestabilidad y de definición de un nuevo modelo de desarrollo. Lo interesante del asunto fue que todos los sectores lo suscribieron, a pesar de que iba contra sus principios e intereses.
Los poderosos sindicatos socialistas y comunistas aceptaron la moderación salarial, los empresarios aprobaron una política fiscal contra la riqueza y el fin del secreto bancario y el Estado creó una estructura estatal con supervisión social. España pudo salir de la crisis y de paso construir un sistema político sólido y de consenso que ha resistido los embates republicanos, las crisis monárquicas, las tentaciones separatistas y las crisis económicas.
México se encuentra en un punto parecido al español de 1976-1978: la alternancia partidista mexicana del 2000 no ha podido derivar en una estructura nacional para el desarrollo y la democracia y los diferentes grupos de poder se niegan a aceptar que una transición representa ante todo una redistribución del poder.
Las diferentes expresiones de la crisis están lejos de una interpretación que se acredite a debilidades presidenciales y más cerca de la necesidad de pactar una redistribución del poder. Por tanto, la corresponsabilidad de la crisis involucra a sectores, poderes, partidos, grupos de presión y corrientes enfrentadas consigo mismas.
Las diferentes expresiones de la crisis reflejan la disfuncionalidad del viejo sistema: SME, Juanito, el autoritarismo legislativo, la crisis económica con PIB menguado, el aumento del desempleo, el crecimiento de la pobreza, la inseguridad y las quejas ciudadanas, la crisis de organización de los partidos, los caudillismos que alimentan la crisis y… las que se acumulen en la semana.
En medio de estas crisis dentro de la crisis prevalece el criterio de que el sistema político priísta vigente ya no puede administrar la redistribución del poder y que las exigencias de la sociedad son mayores a la capacidad de modernización de las instituciones --Huntington dixit-- y por tanto el país carece de canales de encauzamiento de las demandas ciudadanas.
El error metodológico ante la crisis radica en darle preeminencia a las expresiones de la crisis y no a sus causas. La alternancia, por tanto, ha derivado en un desencanto y en el mensaje de las encuestas de que el PRI ya ganó las elecciones presidenciales del 2012. Pero lo peor de todo es que difícilmente el PRI podría acreditar en las urnas la tendencia de las encuestas si antes no deja entrever la reforma del sistema político.
Los escenarios del presente prefiguran una crisis en la transición y un agotamiento de la alternancia, con indicios de restauración del viejo orden… borbónico priísta. La crisis de México no es de coyuntura sino de acuerdo nacional. Hay cuando menos cinco perfiles:
1.- No se trata de la necesidad de simples reformas sino transitar a un nuevo sistema político. El actual sistema político --fundado sobre un partido hegemónico mayoritario y una presidencia de la república autoritaria-- ya no funciona. Se trata de crear otro sistema político porque los parches no harían funcional el actual.
2.- La iniciativa global de reforma debe ser del presidente de la república como la autoridad superior, la operación política a cargo del secretario de Gobernación y los acuerdos en el congreso con todas las fuerzas representadas vía las elecciones.
3.- La reforma política debe ser el pivote. Las adecuaciones del pasado ya cumplieron sus funciones: la reforma de 1977 buscó solamente la legalización del Partido Comunista Mexicano que no dejaba gobernar al PRI y la reforma de 1994 apuntó a la reforma oblicua del sistema electoral con la ciudadanización del Instituto Federal Electoral, pero sin reformar la esencia de la estructura electoral: un poder autónomo sin la presencia de partidos. Esa reforma política se le debe a la democratización del sistema.
4.- La crisis económica no es de instrumentos o de decisiones sino de modelo de desarrollo y del agotamiento de laos tres pilares de la economía: el pacto constitucional, la economía mixta y el Estado de bienestar.
5.- Lo que queda es aprovechar las muchas propuestas que existen para la reforma estructural de la política, la economía y el bienestar. Casi todos han hecho sus propuestas: el presidente Calderón, el senador Manlio Fabio Beltrones, el PRI, el PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, la UNAM, los empresarios, intelectuales y organismos internacionales. Sólo falta negociar el modelo que asuma todas las propuestas. Y, desde luego, el cómo: los acuerdos de transición política y económica y el nuevo pacto constitucional.
Al final de cuentas, a todos les conviene la transición hacia un nuevo sistema político, un nuevo modelo de desarrollo, un más eficaz pacto constitucional y un nuevo Estado: el PRD para lavarse la cara de su presente caótico, a López Obrador para el borrón y cuenta nueva, al PRI para contribuir a un nuevo sistema político que lo obligue a abandonar la restauración y al PAN para cumplir con su tarea de partido de la alternancia.
Sólo falta que quieran. España quiso, pudo y salió ganando.

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