Datos personales

Mi foto
Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Indicador Político 11-diciembre-2009, viernes

+ AN1H1: ensayo sobre la ceguera
+ Periodismo, espejo de sociedad

Carlos Ramírez

Como siempre ocurre, los problemas de salud se convierten en el detonador más cruel de las crisis en las relaciones sociales, políticas y humanas. La epidemia de influenza de abril pasado reveló incapacidades oficiales y también correcciones urgentes, pero faltaba conocer la versión de los afectados. La enfermedad es el factor desequilibrador de la estabilidad del alma.
En su libro Queremos hablar. Las voces de la influenza, el trabajo de reportero de Rogelio Cárdenas Sarmiento hizo aflorar el sentir de la sociedad y en el caso de la influenza desnudó la parte social de la epidemia: el infierno los enfermos ante una doble conflicto la enfermedad y la falta de atención y comprensión. Y peor aún, Rogelio logró probar la ineficacia de la política de salud pública como política de bienestar social.
La nueva realidad social de la crisis y la alternancia partidista en la presidencia de la república han obligado a replantear la metodología del análisis político y social a partir de que se trata de un nuevo marco de referencia: transitar del modelo paternalista y populista al del verdadero Estado de bienestar que reconoce la autonomía de la sociedad. Ya no se trata de una sociedad pasiva sino ahora exigente de derechos. Este escenario logra ser reflejado en el libro de Rogelio.
El libro Queremos hablar es de los pocos trabajos que logra llegar a la esencia humana, conmovedora, de un conflicto de salud que trastocó la estabilidad emocional de la sociedad presa del pánico. Sin militancias pero con apasionamientos, sin parcialidades pero con denuncias, sin involucramientos pero con sensibilidad, Rogelio consiguió retratar el lado oscuro de la epidemia de influenza que afectó al país: el sentimiento de los afectados, de los enfermos, el miedo de quienes perdieron las certezas con la enfermedad, el lado humano, y las limitaciones del sector salud oficial.
El objetivo de Rogelio se cumplió: su trabajo comenzó por nada más darle voz a los afectados por la influenza y terminó con un libro que recogió el grito silencioso de una sociedad apática, irritada y hasta gritona. Asimismo, autocrítico, el reportero Cárdenas Estandía pudo constatar que los medios de comunicación, a pesar de ser eco del conflicto, en realidad no estuvieron a la altura del desafío social:
“Amarillistas, muchos medios de comunicación tergiversaron las cosas, privilegiando el lado escandaloso o morboso de la epidemia, sin sustento real o científico. Hicieron de los testimonios un espectáculo mediático. Ello contribuyó a general especulación y alarma entre los habitantes de la gran urbe, quienes desde el viernes (día en que estalló el pánico social) trataron de no salir de sus casas, temerosos del contagio”.
El reportero Cárdenas Estandía no sólo pudo recoger el tono de las quejas de los afectados, sino logró transmitir el sentimiento de abandono, de incomprensión y de soledad de los infectados. No se trataba de una epidemia malvada, sino de una gripe radical que requería atención. Quedan los testimonios de las insuficiencias del sector salud, pero Rogelio también revela el viejo estilo del gobierno de cerrarse a la democratización de la información como una forma de suponer que sólo así se podía contribuir a vencer la infección: el ISSSTE fue tapiado a la observación social.
El libro de Rogelio tiene un prólogo significativo de José Saramago, cuya novela Ensayo sobre la ceguera trata de una infección de pérdida de la vista que afectó a un núcleo social y que llevó al deterioro de los lazos indispensables de una sociedad dominada por el miedo. Pero es también el Saramago de Intermitencias de la muerte que pudo reflejar la relación dialéctica inevitable entre la vida y la muerte. Y el Saramago de Ensayo sobre la lucidez, en la cual la sociedad decide decir no a la realidad incomprensible que lo rodea.
México no ha podido hasta ahora asumir el caso de la influenza como una metáfora al estilo Susan Sontag, cuyo cáncer le hizo cambiar la perspectiva de la vida y no de la muerte. Y el libro de Rogelio recuerda, sobre todo, ese gran reportaje de Daniel Defoe, Diario de la peste, donde el periodismo consiguió reflejar el miedo de la sociedad a lo desconocido. Y qué decir de La peste, de Albert Camus, más filosófica pero no menos realista sobre las contradicciones de una sociedad ante una epidemia. O al reciente Jean-Paul Sartre, cuyo guión Tifus, explora el lado amargo de las relaciones sociales ante lo desconocido de la una epidemia. Y hay vínculos con El año de la guerra del cerdo, de Adolfo Bioy Casares, donde no hay una epidemia pero la liquidación de ancianos enfrenta a la sociedad ante la destrucción social masiva reveladora de una limpieza étnica.
Las voces que recoge Rogelio en su libro son de denuncia, pero conmovedoras en la referencia al entorno social hostil, reveladoras de la falta de tejido social ante la incertidumbre saramagiana, exigentes de atención y, sobre todo, denunciadoras de que las epidemias no necesitan nada más de atención médica, sino de una nueva sensibilidad social.El libro de Rogelio --edición de autor, con donación de los derechos de venta-- cumplió la misión de Stendhal: ser el espejo que logra reflejar el lado oscuro de la sociedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario