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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

martes, 30 de noviembre de 2010

30 Noviembre-2010, Martes.

INDICADOR POLITICO


+ Brasil: narco vs. soberanía
+ Ejército-Lula contra cárteles

Carlos Ramírez

El pasado 7 de noviembre, el piloto británico de fórmula uno Jason Button estuvo a punto de ser asaltado y agredido al salir de la competencia en Sao Paulo por un grupo de hombres con armas de alto poder. Al ser designada como sede de las Olimpiadas de 2016, Río de Janeiro emergió como una de las ciudades más violentas de América Latina.
En este contexto, el gobierno del socialista Luiz Ignacio Lula da Silva ordenó una impresionante ofensiva policiaco-militar contra zonas que escondían a jefes del narco en Río. Y falta Sao Paulo.
Las fotografías de la ofensiva en Río no impresionaron en México porque aquí se ven de manera cotidiana. Pero el mundo se pasmó con ciudadanos pobres corriendo en las calles con sus hijos en brazos, en medio de fuerzas policiacas y militares con armas de altísimo poder. La decisión de Lula fue explicada: recuperar zonas territoriales del Estado brasileño ocupadas por bandas de narcotraficantes en donde la policía no podía ingresar.
Los daños colaterales fueron bastantes, entre ellos mujeres y menores heridos y algunos muertos por balas perdidas. La denuncia sobre el grado de presencia de los narcos en Río había saltado este año a la prensa internacional, pero la euforia electoral brasileña y la imagen mediática de Lula medio apaciguaron los ánimos. Sin embargo, el intento de agresión o de secuestro contra un piloto de autos británico evidenció el tamaño del problema.
La ofensiva de Lula fue contra las llamadas favelas, nombre que se le da a lo que en México serían ciudades perdidas, es decir, asentamientos irregulares con gestión autonómica y fuera del alcance de la institucionalidad. La aglomeración de pobres en esas zonas ha sido siempre el desmentido a la imagen de país altamente desarrollado de Brasil. Paulatinamente y ante la indiferencia de las autoridades, el narcotráfico fue tomando el control de esas zonas. Y al impedir el ingreso de la policía, se trataba prácticamente de una zona territorial de la soberanía del Estado brasileño en manos del crimen organizado y de cárteles de la droga.
La decisión de Lula fue precisamente la de recuperar la soberanía territorial. El uso del ejército, que se había pospuesto por razones de imagen política, fue necesario ante la capacidad de respuesta y de organización de los cárteles. Lo que falta ahora por atender en el daño provocado por los narcos a la sociedad de las favelas: la penetración de los cárteles modificó la conformación y valores sociales en esas zonas abandonadas por el desarrollismo brasileño.
Brasil descubrió el problema de Río de Janeiro, ciudad controlada por la delincuencia, la pobreza y los cárteles de la droga. Lula ganó la celebración de los juegos olímpicos en el 2016 y debe de limpiar el país de la inseguridad, la violencia y las bandas criminales. Un reportaje de Bernardo Gutiérrez en la revista El País Semanal, del 25 de octubre del 2009, reveló que en Río de Janeiro hubo siete mil asesinados, más de mil a manos de la policía militar. Y el otro dato revelador: Río contabiliza 25 mil personas desaparecidas en el periodo 1993-2007.
Si se revisa la información de lo ocurrido en Brasil con el gobierno de izquierda de Lula, se encontrará un escenario prácticamente calcado en México: ante la pasividad gubernamental por decenios, permitió que las bandas del narcotráfico se asentaran en zonas delimitadas de varias ciudades de la república. No se trata sólo de zonas de refugio sino de espacios territoriales de la soberanía del Estado en poder total de bandas criminales.
En el DF existen las zonas francas criminales de Tepito, la Merced, Iztapalapa y algunas colonias de la Delegación Cuauhtémoc y Venustiano Carranza. En la república está el estado de Tamaulipas, donde la autoridad no gobierna, los poderes no existen y las bandas criminales prácticamente gobiernan zonas territoriales completas. Si quisieran, los narcos podrían declararse en Tamaulipas como fuerza beligerante por controlar una parte sustancial del territorio del estadio y exigir representaciones diplomáticas. El reciente caso del ranchero Alejo Garza, que murió defendiendo a balazo limpio su rancho para no escriturárselo ante notario a los narcos, es un ejemplo de que en Tamaulipas no existe gobierno.
La ofensiva del ejército en Brasil fue similar a la mexicana: enfocar el asunto de la seguridad interior como un asunto de seguridad nacional y de soberanía territorial del Estado. En Brasil y en México existe el dato adicional de que los cárteles de la droga forman parte de redes criminales internacionales. Brasil también descubrió que las fuerzas policiacas eran insuficientes para combatir el grado de violencia y de armamento de los cárteles de la droga. Por tanto, la decisión de Lula de utilizar al ejército contra las bandas criminales solamente ilustró la dimensión gigantesca del problema.
El caso de Brasil ha logrado asentar el tema de las bandas criminales dominando zonas territoriales de la soberanía de los Estados nacionales y podría contribuir a explicar con otro ejemplo las razones mexicanas para usar a las fuerzas armadas contra bandas de narcos que han desafiado la soberanía del Estado y del gobierno y sus instituciones. La intervención del ejército en Río fue del tamaño del problema. Y por cierto, Lula tomó la decisión de tomar por asalto a sangre y fuego las favelas de narcos sin dar a conocer su estrategia de lucha contra el crimen organizado y sin atender las quejas de violaciones de los derechos humanos.
La crisis en Brasil podría ayudar a entender la crisis de México.


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