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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

martes, 7 de diciembre de 2010

7-diciembre-2010, Martes.

INDICADOR POLITICO


+ Proceso: victimización, no ética
+ El juego perverso del General X

Carlos Ramírez

Los nuevos tiempos de la circulación de la información obligan a los medios a encarar las responsabilidades implícitas. Dedicada a difundir la versión de los capos de la droga y a criticar unidireccionalmente la estrategia de combate a la inseguridad, la revista Proceso quedó atrapada en su propia telaraña informativa.
Luego de varios meses de usar información sin fuente y documentos provisionales de procesos judiciales, uno de los capos de la banda de los hermanos Beltrán Leyva reveló en su declaración ministerial que había pagado a un reportero de Proceso --Ricardo Ravelo-- para sacarlo de las informaciones. Pero en lugar de probar lo contrario y ofrecer a sus lectores las certezas, la revista se colocó en el cómodo espacio de la autovictimización.
En la edición de esta semana, Proceso dio una muestra de su confusa política editorial: en el caso del reportero acusado enlistó adjetivos en contra de la calidad de la fuente de información, pero páginas adelante le otorgó credibilidad a las revelaciones de Wikileaks contra el ejército mexicano cuando se trataban de versiones a trasmano y desde el punto de vista unilateral de los funcionarios diplomáticos estadunidenses.
¿Sergio Villareal Barragán El Grande no es buena fuente de información a pesar de que hizo declaraciones ante una autoridad judicial y Wikileaks es buena fuente a pesar de que los cables fueron una versión masticada de comentarios de funcionarios mexicanos? Peor aún: hace una semana Proceso le otorgó valor declarativo a la versión de la periodista Anabel Hernández en su libro donde denuncia, a partir de una fuente anónima, que hubo una negociación entre funcionarios del gobierno de Calderón con Joaquín El Chapo Guzmán. Y peor aún: hace dos semanas Proceso le dio crédito a la denuncia de El Grande contra el presidente Calderón y ahora desacredita los dichos de El Grande en la misma declaración porque afectan al reportero Ravelo. ¿Sólo valen cuando atacan a funcionarios y no cuando denuncian a reportero?
El acomodamiento de las fuentes fue un error ético y periodístico de Proceso. Pero lo más grave fue que las declaraciones ministeriales del El Grande le dieron otro valor político y de seguridad al encuentro de Julio Scherer García, fundador y dueño de Proceso, con el capo Ismael El Mayo Zambada. ¿Por qué aceptó El Mayo ese encuentro a sabiendas de que no habría material periodístico? De hecho, ese “insólito encuentro” fue una maniobra de relaciones públicas del narcotraficante para utilizar la ingenuidad de uno de los reporteros más curtidos del país. Así, la revista anti gobierno se redujo a una narcomanta del crimen organizado.
La autodefensa de Proceso fue inconsistente porque tergiversó la veracidad de sus fuentes. Por ejemplo, le otorgó noticia de portada al libro de Anabel Hernández cuya revelación se basó en un misterioso “General X” y con ello avaló denuncias sin la comprobación de hechos y realidades.
Pero ya estallado el escándalo del reportero Ravelo y El Grande, en su edición de esta semana Proceso elabora un reportaje de archivo para criticar duramente al general Acosta y delatarlo como la fuente de Hernández. Profesionalmente, Proceso cometió una falla de ética al darle primero credibilidad al anonimato del “General X” y luego otro tropiezo al denunciarlo duramente y con ello quitarle credibilidad al trabajo de Hernández al delatar la fuente. En una semana Proceso denunció y luego como que se deslindó al revelar una fuente anónima periodística para salvarse a sí mismo, aunque con ello desacreditara todo el libro de la periodista. Como siempre Proceso hunde a los demás para salvarse a sí mismo.
En esta lógica es posible prever que pronto se revelará el nombre del personaje que hizo el enlace entre Scherer García y El Mayo Zambada y con ello aclarar la intención no periodística de ese “insólito encuentro” que no dejó ninguna noticia sino sólo el abrazo protector de un narco sobre el dueño de Proceso. Por lo pronto, Proceso ya liquidó el periodismo de fuente anónima sobre la cual construyó una parte de su fama profesional.
Lo grave de todo es que Proceso quedó atrapado en sus propios enredos y por ello sus respuestas carecen de fuerza moral. Si usó una parte de la declaración ministerial de El Grande para denunciar una reunión secreta de narcos con el presidente de la república --igual a la de Scherer García con El Mayo--, su desacreditación de la misma declaración ministerial donde El Grande acusa de extorsión al reportero Ravelo también adolece de fuerza ética.
Así, las piezas del rompecabezas dibujarían una trampa política contra Proceso al filtrarle una parte de una declaración contra el presidente de la república y luego filtrar otra donde la revista aparece como chantajista. Lo grave fue que Proceso avaló la declaración de El Grande contra el presidente pero desautorizó las acusaciones de El Grande contra Ravelo. Dos pesos y dos medidas que liquidan la credibilidad periodística.
Enredado en su telaraña, Proceso quiso salir desprestigiando no a Televisa sino a Joaquín López Dóriga con una portada difamatoria. Pero en periodismo, diría Scherer, valen los hechos: y fue más incriminatoria la portada de Scherer bajo la protección del narco El Mayo Zambada que los adjetivos insidiosos y sin pruebas periodísticas contra López Dóriga.


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