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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

lunes, 10 de septiembre de 2012

10-Septiembre-2012, Lunes.


INDICADOR POLITICO


 

+ Izquierda: fuga hacia abismo

+ Caudillismo, una enfermedad

 

Carlos Ramírez

 

Para Alejandro Ramos, amigo, maestro,

hermano, por las aventuras del oficio

 

Al anunciar el lanzamiento de su partido político, Andrés Manuel López Obrador escribió una versión corregida del texto de Lenin: “la enfermedad infantil del “izquierdismo” es el comunismo”, sólo que en una versión tropical: “el caudillismo es la enfermedad infantil del izquierdismo”.

Justo cuando el neopopulismo autodenominado de izquierda había consolidado casi un tercio de base electoral y requería de un replanteamiento de liderazgos en función de una propuesta política, López Obrador recogió ayer sus canicas, dijo que ya no jugada con el PRD y sentó las bases para la enésima división en el espectro que va del progresismo a la izquierda radical.

Y si bien se liberó de un lastre caudillista que le quitaba capacidad de movimientos, el PRD va a aprovechar la salida de López Obrador para finalmente definirse como un partido “socialdemócrata” al estilo europeo, promover una roza de matas y malezas entre las tribus y encumbrar a Marcelo Ebrard como el siguiente caudillo.

La decisión del tabasqueño hizo oficial la fractura interna en el PRD entre las tres grandes corrientes principales: el cardenismo, el lopezobradorismo y el naciente ebrardismo. Pero en lugar de encontrar una interrelación de propuestas dentro del partido, la división fue centrífuga. Se trata de la eterna vocación de la izquierda a la división interna, producto del dogmatismo ideológico de las corrientes, de la ausencia de una propuesta coherente más allá de los grupos y del efecto nocivo del poder político en ejercicio.

La historia de la izquierda en México ha estado marcada por la división interna. Paradójicamente esa izquierda ha intentado avances hacia la fusión  de grupos, partidos y corrientes, pero ha reproducido en su seno la conformación de tribus sin cohesiones.

--En 1981 el Partido Comunista Mexicano se fusionó con el Partido del Pueblo Mexicano, el Partido Socialista Revolucionario el Movimiento de Acción y Unidad Socialista y el Movimiento de Acción Popular para dar a luz al Partido Socialista Unificado de México. El punto esencial de esta fusión fue el abandono del comunismo como doctrina central y un corrimiento a una posición menos radical: el socialismo democrático.

--En 1987, el PSUM se fusionó con el Partido Mexicano de los Trabajadores de Heberto Castillo y otros grupos radicales de la izquierda para conformar el Partido Mexicano Socialista. Pero la definición de la candidatura presidencial de 1988 llevó al partido a una fractura fuerte: la izquierda pugnó por Heberto Castillo, pero el reciente ex priísta Cuauhtémoc Cárdenas creció en la tendencia del voto y el PMS apoyó al Cárdenas que había roto con el PRI apenas en 1987. La decisión fue ajena a un posicionamiento de propuesta política y se agotó sólo en la popularidad.

--En 1989 el PMS cedió su registro para una nueva fusión ahora con los grupos, corrientes y personalidades ex priístas de la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas. Además de entregarle a Cárdenas la mayoría de los cargos ejecutivos en el nuevo partido, el naciente Partido de la Revolución Democrática se alejó de las posiciones socialistas que venían del viejo PCM y se apropió del estrecho espacio ideológico del centro-progresismo priísta que el PRI había abandonado con De la Madrid y Salinas de Gortari.

La izquierda mexicana ha tenido una evolución ideológica entre dos extremos: el arranque desde el comunismo marxista y el momento actual posicionado en una especie de priísmo neocardenista. La tercera vía no ha podido ser consolidada por Marcelo Ebrard: la socialdemocracia al estilo europeo, una ideología light que no rompe con la estructura capitalista de poder pero desarrolla acciones de beneficio social popular. El largo y sinuoso camino ideológico de la izquierda ha estado marcado por la decisión de acomodarse en el espacio político del país, pero sin capacidad para generar una idea-fuerza.

Pero el problema central de la izquierda en su historia ha sido la incapacidad para generar estructuras verticales de liderazgo y la multiplicación de las pugnas verticales. Los viejos partidos comunistas dependientes de Moscú utilizaron el mecanismo de centralismo democrático, pero sólo para imponer la disciplina y no para generar liderazgos.

La decisión de López Obrador de crear su partido-movimiento va a dividir a la alianza neopopulista de centro-progresismo. Sin embargo, fue imposible hacer entrar en razón a López Obrador. La negativa del PRD de seguirlo en su aventura de confrontación por segundo sexenio consecutivo y la decisión perredista de reconocer a Enrique Peña Nieto como presidente constitucional legítimo dejó a López Obrador sin asideros.

Sin López Obrador, el PRD enfrenta ahora la urgencia de una definición estratégica como partido mucho más allá de los caudillismos. Pero al mismo tiempo el tabasqueño deja al PRD sin liderazgos, sumido en batallas de trincheras entre las tribus y no por ideología sino por posiciones de poder y reparto de recursos económicos.

Lo grave de todo es que el espacio de centro-izquierda queda fragmentado en voluntarismos caudillistas, con un PRD carente de ideología, un Morena basado en la movilización de masas con argumentos de resentimiento y una burocracia partidista cohesionada por el poder y los recursos.

De ahí que la mejor noticia para las aspiraciones del PRI de quedarse un buen tiempo en Los Pinos sea la decisión de López Obrador de recoger sus canicas, debilitar al PRD e irse con su juego a otra parte.



@carlosramirezh

 

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