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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

viernes, 8 de junio de 2012

8-Junio-2012, Viernes.


INDICADOR POLITICO




+ Transición, última oportunidad

+ Fox, Espino, Rosario: al 2000



Carlos Ramírez



La firma de un acuerdo de concertación entre el candidato del PRI Enrique Peña Nieto con cartuchos quemados de la izquierda y la derecha forma parte del escenario político del 2012: la última oportunidad para retomar la bandera de la transición o esperar pasivamente la restauración del viejo régimen derrotado en el 2000.

La agenda de la transición a un nuevo régimen se alimentó con el ingreso al PRI y al priísmo de Vicente Fox, Manuel Espino Barrientos y el Yunque, la ex maoísta y ex presidenta perredista Rosario Robles Berlanga, el ex perredista Ramón Sosamontes, el ex guerrillero René Arce, la ex perredista Ruth Zavaleta y la ex panista Lía Limón, entre otros. Lo paradójico ha sido que varios de los que derrotaron al PRI en el 2000 ahora forman parte de su regreso a la presidencia.

Lo positivo del escenario es que esas nuevas alianzas priístas retrotrajeron la política a una situación previa al 2 de julio de hace doce años, por lo que dan la oportunidad de reactivar la urgencia de transitar al país a un nuevo régimen y evitar la restauración del viejo PRI y del Estado priísta.

El priísmo de Fox no debiera de molestar a los panistas; al contrario, sirve para recordarles que Fox traicionó el cambio, les falló a los ciudadanos que votaron con él para sacar al PRI de Los Pinos y utilizó la alternancia… para casarse con Marta Sahagún y de paso amarrar un matrimonio bígamo con el PRI. Al sumarse al PRI del brazo de su escudero Espino Barrientos, Fox liberó al PAN de las responsabilidades en el fracaso de la alternancia. A diferencia de hace doce años, ahora el compromiso de Fox es regresar el PRI a Los Pinos.

Lo interesante para los neo priístas destripados en la derecha y la izquierda es que comparten créditos con el viejo PRI que va a reinstalarse en Los Pinos: el viejo corporativismo que tiene el control del aparato político del tricolor. Más que resentimientos con sus viejos grupos políticos, Fox, Espino, Robles, Arce y acompañantes abandonan la lucha ideológica que debió darse en espacios propios para insertarse en la cajuela del PRI.

Lo que queda como incógnita es determinar en el corto plazo si alguna fuerza política --incluyendo al propio Peña Nieto como candidato-- tendrá la audacia de tomar la bandera de la transición a la democracia que Fox arrió con la complacencia del PRI en el 2000. El problema es que el PRI --aún si Peña Nieto dice que no-- como aparato no tiene más destino histórico que la restauración del viejo orden porque los priístas que dominan el partido son los mismos que perdieron en el 2000 y en el 2006.

Si el PRI está condenado a restaurar el viejo régimen y el PRD con López Obrador representa el neopopulismo priísta de los setenta, con algunos resabios del priísmo neoliberal del salinismo, entonces sólo queda el espacio político no del PAN sino de la candidata Josefina Vázquez Mota para retomar el discurso de la transición a un nuevo país. En el 2000 Fox logró el voto útil cuando se presentó como el candidato del cambio político y de la posibilidad de la transición; en el 2006 Calderón no tuvo espacio de definir alguna alternativa porque su lucha fue contra el modelo autoritario de López Obrador.

El 2012 es diferente, aunque mantiene algunas similitudes, que el 2000. El problema no es quién gane las elecciones presidenciales y legislativas, sino quién puede liderar una propuesta de alternancia real, pactada con todas las fuerzas políticas, a partir del hecho real de que el viejo régimen no puede funcionar en una sociedad plural, no partidista, con capacidad de crítica y sin los antiguos hilos autoritarios de poder.

Peña Nieto pudiera tener algunas propuestas propias para abrir la política, pero estará atado por la nomenklatura del partido y sus sectores corporativos. López Obrador carece de un enfoque de alternancia de régimen y basa su poder en un bonapartismo de bases desclasadas. Y Josefina no tiene tantos compromisos estructurales, aunque al mismo tiempo desconoce los modelos de las alternativas políticas sistémicas.

Peña Nieto ha presentado algunas propuestas interesantes, como la presidencia democrática, pero con pocas posibilidades de ejercerla si el corporativismo priísta le pasa la factura política de su apoyo. López Obrador buscará desde el poder la constitución de una estructura neocorporativa como la que implantó en el DF para basar sus éxitos en la movilización de masas, además de que no tiene un sistema productivo alternativo. Y Josefina ha confundido los modelos al hablar de gobierno de coalición pero referirse en realidad a un gobierno de composición nacional porque dijo que gobernaría con los mejores y no con una alianza de gobierno con las demás fuerzas políticas.

Las propuestas de los tres candidatos y sus partidos parecen haber olvidado el escenario político del 2000: el agotamiento de un modelo de desarrollo, de un sistema político y de un acuerdo constitucional. Fox ganó en el 2000 porque prometió el cambio, aunque prefirió la comodidad de un acuerdo con el PRI para gobernar sin sobresaltos. En el 2000 ser agotó el proyecto de nación nacido del consenso de la Revolución Mexicana. Y sin ese entendimiento mayoritario, la elección se encontró con un voto fragmentado y sin controles.

El 2012 presenta un escenario parecido al del 2000 en cuanto al proyecto de nación y sus metas de estabilidad política, desarrollo equitativo y consenso de autoridad. Hoy más de la mitad de los mexicanos no pertenece a ningún partido y vota según su conveniencia. Y lo peor que puede ocurrir es lo que ya está pasando: un país dividido en tres tercios, sin que ninguna pueda lograr la base política para gobernar el conflicto.

De ahí que la salida se localice en operar la transición, es decir, un acuerdo pactado para abandonar para siempre el sistema priísta y construir un sistema democrático que arranque una nueva etapa de desarrollo. Sin ese acuerdo, el México del próximo sexenio será igual a los dos últimos.



@carlosramirezh

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