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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

martes, 28 de septiembre de 2010

28-septiembre-2010, Martes.

+ UNAM, SEP del Estado priísta
+ Educación para el desarrollo

Carlos Ramírez

Algunos universitarios de la UNAM consideran que el centenario de la universidad pública más importante del país aún no tiene resuelto su lado oscuro: ante la crisis provocada por una política económica populista, los cuadros gobernantes de 1982 a la fecha dejaron de salir de esa casa de estudios y egresados de universidades privadas llegaron a rescatar al Estado.
Ahí se localiza justamente la grave crisis que padece la UNAM: su condición de universidad dependiente del Estado priísta. Con todo y su papel en la investigación y la cultura --no tanto en la academia--, la UNAM ha sido tradicionalmente la Secretaría de Educación Pública del Estado priísta. Y en estos tiempos de transición que aún se resisten a ser espacios políticos de alternancia real, la UNAM aparece como la abanderada de la restauración del Estado priísta.
Y la UNAM repite los errores: uno de sus oradores estrella en su centenario fue el intelectual neopopulista Noam Chomsky, autor de cabecera de Hugo Chávez y diseñador de un pensamiento rebasado por la historia, cuando en el mundo existen otros pensadores que miran al futuro.
El desafío más importante de la UNAM se localiza en la resistencia a abandonar la ideología priísta --el estatismo rector--. Las recientes propuestas oficiales o cuasioficiales de la UNAM para la transición política y el desarrollo representan un regreso a la ideología estatista priísta que condujo al colapso en el periodo 1970-1982.
El mejor punto de referencia del déficit real de la UNAM se localiza en tres hechos simbólicos:
1.- En el interior de Ciudad Universitaria, en el ámbito académico de la Facultad de Filosofía y Letras, un grupo de vándalos mantiene la expropiación revolucionaria de un importante espacio territorial universitario. Llamado originalmente auditorio “Justo Sierra”, en reconocimiento al fundador de la Universidad de México, durante el movimiento estudiantil se le cambio el nombre a “Auditorio Che Guevara”. En el fondo, el problema no es el nombre de Guevara, un fracasado guerrillero argentino que fue clave en la Revolución Cubana y que luego fue abandonado por Fidel Castro. La rectoría ha sido incapaz de recuperar esa parte del territorio académico de Ciudad Universitaria. Y esa ocupación radical, intolerante, violenta, es una herida política en el costado de la Universidad y un foco de activismo revolucionario. A ello se agrega el dato de que las autoridades de la UNAM cobijaron a Lucía Morett, quien se entrenaba en un campamento de la narcoguerrilla de las FARC colombianas.
2.- A pesar de inversiones altas, la UNAM no ha podido elaborar pensamiento político y económico para el futuro. De hecho, el espacio académico en esas especialidades se ha convertido en refugio de propuestas rebasadas por la historia de las ciencias política y económica. Lo grave del asunto es que en 1982 los economistas egresados de la UNAM fueron marginados de los espacios públicos del gobierno por su responsabilidad en la crisis y su lugar fue ocupado por politólogos y economistas egresados o posgraduados en universidades privadas, en primer lugar del Instituto Tecnológico Autónomo de México y luego del Tecnológico de Monterrey. El pensamiento político y económico de la UNAM es antiguo y dogmático.
3.- El pensamiento jurídico de la UNAM es otro ejemplo de su dependencia del pasado priísta. El Instituto de Investigaciones Jurídicas ha sido ocupado por ex priístas y por tanto su producción intelectual tiene que ver primero con la defensa de los valores del priísmo conservador --no el revolucionario de Narciso Bassols, por ejemplo-- y apela a la restauración del constitucionalismo priísta. Pero si se revisa la historia jurídica del país, el PRI durante su reinado creó un sistema judicial --parafraseando a Bassols, precisamente-- para el control autoritario y no para defender los derechos civiles de los ciudadanos. Basta revisar la historia jurídica del país y ver cómo el derecho fue uno de los pilares ideológicos y autoritarios del país. Y no hay que ir muy lejos: ahí está, entre muchos, el juicio contra el escritor José Revueltas, una de las ignominias jurídicas del sistema judicial mexicano, condenado por el juez Eduardo Ferrer McGregor en 1970 pero violando todos los y sus derechos. En 1968 se prodigó el Estado jurídico priísta represivo que hoy la UNAM hace sobrevivir en sus espacios académicos.
Las universidades públicas no han asumido una transición para pasar de resguardo de los intereses del Estado priísta a verdaderos centros autónomos de saber, de cultura, de investigación y de creación de tecnología. El problema no es el pensamiento crítico en la UNAM, sino su radicalismo violento, gritón, populista, excluyente e intolerante. En el fondo, la UNAM ha salvado parte de su papel en la vida nacional por sus áreas técnicas, científicas y de investigaciones tecnológicas.
La crisis de la UNAM radica en su negativa a examinarse, en su rechazo a replantear su papel en la vida nacional, en su discurso restaurador de los valores educativos del Estado priísta y en su atrincheramiento en una autonomía que la convierte en un refugio intocable de grupos de poder. La UNAM debe seguir siendo autónoma, pero redireccionar sus objetivos hacia un pensamiento para el bienestar, el desarrollo y la educación que requiere el país y abandonar sus propuestas que reproducen el modelo educativo priísta.


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1 comentario:

  1. Excelente texto Sr. Ramírez. Deja usted en claro que en la UNAM está el vulgar griterío de los autoritarios y no la seriedad académica de los universitarios.

    Habría que dejar de engañarse. La UNAM es, como tantas cosas más en México, una universidad mediocre.

    Asumo que, como ocurre con otras instituciones y personas en México, la UNAM tendrá logros destacables. Sin embargo, la UNAM es, esencialmente, una universidad mediocre, sin relevancia en el ámbito internacional y con una presencia tangencial o nula en el circuito científico mundial.

    Supongo que los gritantes de siempre se ofenderán, pero sólo hace falta ver la más reciente "clasificación mundial de Universidades" para darse cuenta de ello: la UNAM, siempre tan cacaraqueada, no es siquiera capaz de estar entre las 200 mejores universidades del mundo, y ese lugar lo ocupará (algún día) una institución brasileña o argentina. Lo mismo ocurre con el nivel de impacto que tienen sus casi inexistentes publicaciones científicas (es un decir): la UNAM no pinta.

    Quizá se criticará la metodología del informe de referencia, y se sancionará el algoritmo Garfield para la determinación del nivel de impacto de las publicaciones científicas, así como la hegemonía perniciosa que la empresa Thomson Reuters tiene en las prácticas de la educación superior a nivel mundial. Sin embargo, me parece llamativo que entre tanto elgio a la UNAM publicado con motivo de su aniversario no se haya mencionado éste reporte ni se hayan discutido, así fuese brevemente, las implicaciones de las muchas prácticas nocivas al interior que han llevado a la UNAM al sitio casi invisible en el que se encuentra hoy.

    Durante una reunión científica en EE.UU. a finales de Enero de 2010, luego de platicar con él por un largo rato, comer juntos y comentar nuestras investigaciones, un profesor de la Universidad de Stanford cuyo tiempo se divide entre la investigación electoral, Psicología Política y su grupo de Jazz, me dijo: "desarrollar tu carrera en México es un suicidio académico". No puedo negar que su afirmación me disgustó y brotó mi chauvinismo y molestia ¿quién se creía éste profesor, tan admirado por mí, como para venir a criticar a mi país y a una de sus muchas universidades? Tristemente, los datos disponibles, las referencias cuantificables y las teorias cualificables parecen validar su expresión.

    Y aunque entiendo que es mucho más emocionante y divertido darse palmaditas en los hombros por las nulidades alcanzadas en lugar de realizar el siempre molesto acto de la autocrítica, pienso que el centenario de la UNAM debería de haber servido para replantear su presencia científica, al menos en el ámbito local, y no sólo para vanagloriarse por su predictibilidad discursiva.

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