INDICADOR POLITICO
+ Sindicatos
y fin de sistema-PRI
+ De
estabilidad social a estorbo
Carlos
Ramírez
Más que la intervención en la vida
interna de los sindicatos, la iniciativa de reforma laboral del presidente
Calderón debe debatir el fin del
modelo histórico de relación de sindicatos con el Estado que se firmó en la
Revolución Mexicana y en los hechos completa
la reforma neoliberal del gobierno de Carlos Salinas.
Y lo que los sindicatos no han entendido es que la reforma
laboral sería una consecuencia lógica de la reforma económica que inició
Salinas en 1982 en la Secretaría de Programación y Presupuesto al colocar al mercado por encima del Estado y al asumir
el salario y el bienestar de los trabajadores como una variable estabilizadora y no como un objetivo de justicia social.
Por tanto, la reforma laboral de
Calderón se localiza más en la
reforma del Estado que inició Salinas y que privatizó el ejido, disminuyó el
papel del Estado, privatizó las empresas públicas, reconoció los derechos de la
iglesia católica e integró la
economía a las necesidades de la producción estadunidense.
En este contexto, la reforma
laboral de Calderón afecta más al
PRI que a los sindicatos y a los trabajadores porque simplemente reconoce
legalmente que el sistema político priísta ya no necesita de los sindicatos y trabajadores como elementos de la
estabilidad social. Se trataría, en consecuencia, de completar el gran salto modernizador del sistema político
dándole al Estado la oportunidad planteada por Salinas en su proyecto de
modernización política: la autonomía
relativa del Estado con respecto a las clases en pugna.
La gran decisión de la reforma
laboral pasó del espacio del PAN a
los dominios del PRI. De hecho, el PAN debió de haber colocado la reforma
laboral, luego de la modernización neoliberal salinista en el periodo
1980-2000, como la prioritaria en el
2000 para meterse en la alternancia de sistema político-productivo. Sin
embargo, Vicente Fox prefirió la comodidad
de entenderse con el PRI que responder al desafío de la transición. Al
terminado el ciclo panista de dos sexenios presidenciales, el PAN lanza la
iniciativa de reforma laboral para obligar
a la definición de modelo de desarrollo del PRI.
Los sindicatos tienen poco que hacer. Su historia ha estado
llena de derrotas: primero fueron peones
del Estado para consolidar la Revolución, luego aceptaron convertirse en sector
cardenista más como instrumento de control
social y como ariete contra los empresarios que por afanes de justicia, más
tarde aceptaron su charrización con el proceso de líderes charros controlados por el PRI y por el presidente, también
guardaron silencio ante la represión priísta de finales de los cincuenta y los
sesenta, nada hicieron ante el
liderazgo férreo de Fidel Velásquez como el eterno líder sindical del Estado priísta, en 1981 salieron
derrotados en su disputa por la nación con la victoria del neoliberalismo de Salinas, en 1989 vieron con pavor el quinazo de Salinas contra los sindicatos petrolero y magisterial y callaron con la reforma salinista de
declinación del Estado y el auge del mercado.
La gran derrota funcional de los sindicatos ocurrió cuando aceptaron
el argumento salinista de que el salario era una variable y no un
compromiso histórico; ahora la decisión de romper
con la estructura de poder sindical es una decisión inevitable ante la
corrupción política, moral y ética de los líderes sindicales como explotadores de los trabajadores por el
manejo de las cuotas. Los líderes sindicales que hoy toman calles son los mismos que aceptaron el modelo
neoliberal de Salinas.
El PRD ha caído en la trampa del oportunismo vulgar al salir en defensa
no de los trabajadores sino de los líderes sindicales enquistados en los
sindicatos. Ahí está el neoperredista Francisco Hernández Juárez como el Fidel
Velásquez del sindicalismo “progresista”: en 1976 derrocó al líder telefonista
Salustio Salgado por eternizarse en el poder y lleva 36 años de líder telefonista y ahora el jefe de jefes del cártel
de sindicatos revolucionarios y jefe
sindical funcional al PRD.
Los sindicatos fueron poderosos
cuando garantizaban la estabilidad
del Estado y del PRI; hoy que el sistema productivo es de mercado, los
sindicatos son un estorbo
productivo. En 1981 los sindicatos percibieron que carecían de fuerza cuando
lanzaron una iniciativa política --documentada con precisión por Carlos Tello y
Rolando Cordera en su ensayo México: la
disputa por la nación-- para tratar de imponer
el proyecto popular de nación ante el proyecto neoliberal, pero a la larga la
victoria la consiguió Salinas.
La gran oportunidad para los
sindicatos radica en acomodarse al
nuevo sistema productivo. La gran alianza
histórica del Estado con los trabajadores terminó en 1982 con el arribo de
los tecnócratas al poder priísta y a la presidencia de la república. El
sindicalismo controlado por el PRI vía la estructura corporativa creada por
Lázaro Cárdenas se va a someter a
los intereses del gobierno priísta; y el sindicalismo de oposición carece de líderes carismáticos y
honestos.
Al final, la decisión de reforma
laboral ya no será del PAN sino del
PRI que regresa a Los Pinos y que necesita, como Salinas en 1989, tirar lastre corporativo por el alto costo
económico y productivo del modelo de organización sindical. No será una
novedad: Benito Juárez como presidente de origen indígena puro fue el encargado
de reprimir a los indígenas
autonomistas --la segunda conquista-- y sólo así, con el ejército, instaurar
las bases del capitalismo
democrático que representó el liberalismo social.
Paradójicamente, el PRD y el
movimiento juvenil YoSoy132 han
quedado como defensores del sindicalismo del viejo PRI, del sindicalismo al estilo Fidel Velásquez.
@carlosramirezh
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