INDICADOR POLITICO
+ Izquierda:
fuga hacia abismo
+ Caudillismo,
una enfermedad
Carlos
Ramírez
Para Alejandro Ramos, amigo, maestro,
hermano, por las aventuras del oficio
Al anunciar el lanzamiento de su partido político, Andrés Manuel
López Obrador escribió una versión corregida del texto de Lenin: “la enfermedad
infantil del “izquierdismo” es el comunismo”, sólo que en una versión tropical:
“el caudillismo es la enfermedad
infantil del izquierdismo”.
Justo cuando el neopopulismo
autodenominado de izquierda había consolidado casi un tercio de base electoral y requería de un replanteamiento de
liderazgos en función de una propuesta
política, López Obrador recogió ayer sus canicas, dijo que ya no jugada con el PRD y sentó las bases
para la enésima división en el
espectro que va del progresismo a la izquierda radical.
Y si bien se liberó de un lastre caudillista que le quitaba
capacidad de movimientos, el PRD va a aprovechar la salida de López Obrador
para finalmente definirse como un partido “socialdemócrata” al estilo europeo,
promover una roza de matas y malezas
entre las tribus y encumbrar a Marcelo
Ebrard como el siguiente caudillo.
La decisión del tabasqueño hizo oficial la fractura interna en el PRD
entre las tres grandes corrientes principales: el cardenismo, el
lopezobradorismo y el naciente ebrardismo. Pero en lugar de encontrar una
interrelación de propuestas dentro del partido, la división fue centrífuga. Se trata de la eterna
vocación de la izquierda a la división interna, producto del dogmatismo ideológico
de las corrientes, de la ausencia de una propuesta coherente más allá de los
grupos y del efecto nocivo del poder
político en ejercicio.
La historia de la izquierda en
México ha estado marcada por la división
interna. Paradójicamente esa izquierda ha intentado avances hacia la fusión de grupos, partidos y corrientes, pero ha
reproducido en su seno la conformación de tribus sin cohesiones.
--En 1981 el Partido Comunista
Mexicano se fusionó con el Partido del Pueblo Mexicano, el Partido Socialista
Revolucionario el Movimiento de Acción y Unidad Socialista y el Movimiento de
Acción Popular para dar a luz al Partido Socialista Unificado de México. El punto esencial de esta fusión fue el abandono del comunismo como doctrina
central y un corrimiento a una posición menos radical: el socialismo
democrático.
--En 1987, el PSUM se fusionó con el Partido Mexicano de los
Trabajadores de Heberto Castillo y otros grupos radicales de la izquierda para
conformar el Partido Mexicano Socialista. Pero la definición de la candidatura
presidencial de 1988 llevó al partido a una fractura fuerte: la izquierda pugnó por Heberto Castillo, pero el
reciente ex priísta Cuauhtémoc Cárdenas creció en la tendencia del voto y el
PMS apoyó al Cárdenas que había roto
con el PRI apenas en 1987. La decisión fue ajena
a un posicionamiento de propuesta política y se agotó sólo en la popularidad.
--En 1989 el PMS cedió su registro para una nueva fusión
ahora con los grupos, corrientes y personalidades ex priístas de la Corriente
Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas. Además de entregarle a Cárdenas la mayoría de los cargos ejecutivos en el
nuevo partido, el naciente Partido de la Revolución Democrática se alejó de las posiciones socialistas que
venían del viejo PCM y se apropió del estrecho
espacio ideológico del centro-progresismo priísta que el PRI había abandonado
con De la Madrid y Salinas de Gortari.
La izquierda mexicana ha tenido una
evolución ideológica entre dos extremos: el arranque desde el comunismo
marxista y el momento actual posicionado en una especie de priísmo
neocardenista. La tercera vía no ha
podido ser consolidada por Marcelo Ebrard: la socialdemocracia al estilo europeo,
una ideología light que no rompe con
la estructura capitalista de poder pero desarrolla acciones de beneficio social popular. El largo y
sinuoso camino ideológico de la izquierda ha estado marcado por la decisión de acomodarse en el espacio político del
país, pero sin capacidad para
generar una idea-fuerza.
Pero el problema central de la izquierda en su historia ha sido la
incapacidad para generar estructuras verticales de liderazgo y la
multiplicación de las pugnas verticales. Los viejos partidos comunistas
dependientes de Moscú utilizaron el mecanismo de centralismo democrático, pero
sólo para imponer la disciplina y no
para generar liderazgos.
La decisión de López Obrador de
crear su partido-movimiento va a dividir
a la alianza neopopulista de centro-progresismo. Sin embargo, fue imposible hacer entrar en razón a López
Obrador. La negativa del PRD de seguirlo
en su aventura de confrontación por segundo sexenio consecutivo y la decisión
perredista de reconocer a Enrique
Peña Nieto como presidente constitucional legítimo dejó a López Obrador sin asideros.
Sin López Obrador, el PRD enfrenta
ahora la urgencia de una definición
estratégica como partido mucho más allá de los caudillismos. Pero al mismo
tiempo el tabasqueño deja al PRD sin
liderazgos, sumido en batallas de trincheras entre las tribus y no por
ideología sino por posiciones de poder y reparto de recursos económicos.
Lo grave de todo es que el espacio
de centro-izquierda queda fragmentado
en voluntarismos caudillistas, con un PRD carente
de ideología, un Morena basado en la movilización de masas con argumentos de resentimiento y una burocracia
partidista cohesionada por el poder y los recursos.
De ahí que la mejor noticia para las aspiraciones del PRI de quedarse un buen
tiempo en Los Pinos sea la decisión de López Obrador de recoger sus canicas, debilitar al PRD e irse con su juego a otra parte.
@carlosramirezh
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