INDICADOR POLITICO
+ AMLO:
anarquismo aniquilador
+ El
mejor gobierno no gobierna
Carlos
Ramírez
Derrotado porque las instituciones
electorales no aceptaron sus
argumentos para invalidar las elecciones presidenciales y luego de desconocer los resultados de los
organismos acreditados constitucionalmente para calificar elecciones, Andrés
Manuel López Obrador dará el domingo un paso
hacia el abismo político.
Arropado por las masas que lo han seguido en su camino
hacia la rebeldía político-electoral, el tabasqueño convocará a la desobediencia civil aunque no contra el IFE ni el Tribunal
Electoral federal sino contra el Estado.
Pero lo que hasta ahora no ha entendido López Obrador es que la desobediencia
civil es una estrategia anarquista y
por tanto conservadora porque sobrepone al individuo por encima del pacto social del Estado.
El individualismo anarquista de la
desobediencia civil apuesta a la ruptura
de la convivencia social. El ideólogo de la desobediencia civil, Henry David
Thoreau (1817-1862), partió de dos
principios:
--“El mejor gobierno es el que menos
gobierna”.
--El mejor gobierno es el que no
gobierna en absoluto”.
Y si el Estado es el contrato social para otorgarle poder a
una institución a fin de regular la convivencia con reglas y convenciones y se
creó en la doctrina de Hobbes para evitar la guerra de todos contra todos, la eliminación del Estado y la falta
de acatamiento de las reglas establecidas regresaría
a la sociedad al individualismo del “estado de naturaleza”.
Por tanto, la desobediencia civil de las leyes del Estado implica la anulación
del Estado para regresar también a la anarquía.
Y tan se trata de una doctrina conservadora
en términos ideológicos, que la estrategia de la desobediencia civil fue
privilegiada por el PAN en los setenta y los ochenta en contra del
autoritarismo del PRI, pero en un sistema de representación política con una
mayoría aplastante del priísmo.
En este contexto, la desobediencia
civil o el desconocimiento de la
autoridad del Estado como un contrato social para regular la convivencia entre
los individuos implicaría el peor
regreso a los tiempos del conservadurismo que privilegiaron las monarquías para
gobernar sin el pueblo. En todo
caso, las oposiciones han fracasado
en México para construir instituciones electorales que garanticen la
representación plural de la
sociedad.
El anarquismo antiestatista privilegia
el individualismo como partición de
los hombres pero deriva, como es obvio, en despotismo y absolutismo de los
líderes. López Obrador no reconoció
los resultados electorales dictaminados por autoridades constitucionalmente
designadas y menos aún reconoció lo
que probaron esas autoridades sobre la fragilidad de las pruebas presentadas.
El individualismo absolutista de López Obrador exigió que las autoridades aceptaran las pruebas no en función de lo
que las leyes exigen para su consideración sino a capricho del denunciante.
Cuando fue sometido a un proceso de
desafuero por violar un amparo,
López Obrador estableció el principio
de definición del anarquismo individualista: aceptar las leyes que el afectado
considere viables, no las leyes por sí mismas. Hoy repite la dosis: el
candidato perredista derrotado exigió que el Tribunal Electoral aceptara las
pruebas de la coalición neopopulista no
por cumplir con requisitos sino como un acto de fe, le quitara cinco millones de votos a Peña Nieto, no tomara en cuenta las pruebas de
compras de votos y tráfico de dinero para elecciones que realizaron empresas
ligadas a López Obrador y por consiguiente decretara la victoria perredista por dos
millones de votos a su favor.
La desobediencia civil como
doctrina anarquista de protesta conservadora será ahora la salida de emergencia de López Obrador. Pero se trata de una
propuesta reaccionaria y, peor aún,
dictatorial. Lo señaló el propio Thoreau porque el pueblo en el poder gobernará
no por ser mejor sino más fuerte:
“A final de cuentas, una vez que el
poder está en manos del pueblo, la
razón práctica por la cual se permite que una mayoría mande, y por mucho
tiempo, no es porque ésta tienda más a estar en la correcto ni porque esto
parezca más justo a la minoría, sino
porque físicamente es más fuerte”.
El anarquismo de Thoreau fue
radical porque incluso aceptó la desaparición
del pueblo, referido a su oposición a la guerra contra México a mediados del
siglo XIX: “el pueblo tiene que cesar de tener esclavos y de hacer la guerra a
México, aunque le cueste su existencia
como pueblo”. Los liderazgos anarquistas derivan en sociedades comunales controladas por caudillos.
Asimismo, del sistema de
representación política se sustituye por las sociedades tribales dominadas por el más fuerte y el más fuerte no
necesariamente es el que domina físicamente a los demás sino el que acaudilla las protestas. En lugar de
que la minoría se convierta en contrapeso
de la mayoría para acceder al sistema de toma de decisiones, esa minoría
prefiere renegar del Estado y pugnar
por su desaparición para regresar al absolutismo del más fuerte que siempre es
el que más fuerte grita.
Por tanto, el modelo de desobediencia civil de
López Obrador no es el del Estado sino el del individualismo dirigente, no la
democracia representativa para crear
instituciones en función de la pluralidad de la sociedad sino la democracia directa donde la minoría activa y su
Caudillo aplastan a la mayoría democrática.
@carlosramirezh
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la situación no está para medias tintas...entiendo la postura de López Obrador porque el sistema político está todo descompuesto. El problema es le mismo Estado, no tiene remiendo y eso no me lo puedes negar. Qué hay que hacer para lograr la renovación? Tienes alguna idea? Lo que estamos viviendo nos está conduciendo a un caudillismo, a una dictadura porque todo es un desmadre...
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