INDICADOR POLITICO
+ Sindicatos:
abaratar mano de obra
+ A
cambio de proteger a los líderes
Carlos
Ramírez
Como si hubiera sido una estrategia planeada, el saldo de la
aprobación de la reforma electoral calderonista en la Cámara de Diputados salió
bien: asustados por la amenaza de
regular el funcionamiento de los liderazgos sindicales, los líderes aceptaron sacrificar
a los obreros y abaratar la mano de
obra.
Así, los todopoderosos y eternos
líderes sindicales seguirán sin
entregar cuantas a nadie, mientras los obreros habrán de pagar los platos rotos
con una disminución efectiva de sus
beneficios y prestaciones y un aumento en la explotación. Por ello fue que las protestas en las afueras del Palacio
Legislativo disminuyeron cuando se supo que la alianza PAN-PRI y el voto de un
diputado del PT habían salvaguardado
el funcionamiento de la estructura mafiosa de dirigencias sindicales.
Por tanto, la reforma laboral
aprobada en una de las dos cámaras no
fue reforma estructural sino apenas un mecanismo de política económica
estabilizadora; su efecto sobre la producción será menor porque no le entra al
tema de la capacitación y porque introduce la incertidumbre en el trabajo; y nada beneficiará a la productividad
porque disminuye salarios y prestaciones y aumenta el control político de los jefes sindicales sobre las masas
trabajadoras.
Una verdadera reforma laboral
tendría que reorganizar todo el
sistema productivo, no sólo abaratar la mano de obra. En la iniciativa
presidencial no había ninguna nueva
obligación para los empresarios, cuando el tema central de la globalización y
el tratado de comercio libre en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari era
precisamente la baja competitividad
por la nula inversión empresarial en capacitación, la mafiosa estructura educativa
organizada para beneficiar al SNTE y la intención de los líderes sindicales de mantener a los obreros con escasa
formación profesional para impedir las rebeliones.
Los beneficiarios de los reacomodos en la Ley Federal del Trabajo serán
los empresarios, porque de alguna manera dieron marcha atrás a los mecanismos
de protección del trabajador que regímenes priístas anteriores les habían
donado como conquistas laborales y que regímenes priístas posteriores les ajustaron a la realidad.
El problema en sí no se localizaba en si el costo de
producción-precio al consumidor se veía afectado por algunas prestaciones
consideradas improductivas sino en el hecho de que el viejo PRI había
convertido a los trabajadores organizados en sindicatos controlados por el PRI
en uno de los factores de estabilidad social.
En realidad, el asunto central estaba ubicado en el hecho de
que a la iniciativa presidencial y al debate legislativo conducido por el PRI
la semana pasada les faltó un
verdadero diagnóstico productivo, social, político y sindical del sistema de
producción. Y como asunto adicional, el debate de la iniciativa laboral también
careció de una fundamentación real
sobre el efecto económico de la subcontratación, el despido y el empleo
temporal en la economía.
Y por si fuera poco,
lamentablemente ni la coalición centrista-neopopulista-izquierdista se preocupó
por realizar un análisis estructural
del salario, su composición, el gasto, porque al final de cuentas el salario
del obrero se explica sólo en su
referencia con el gasto. Por eso el viejo PRI construyó un edificio de
prestaciones para el trabajador al margen
de la masa salarial y sí en tiendas y productos a costos menores a los
especulativos del mercado.
El mundo laboral se compone del binomio salario-utilidades y la
relación de dependencia recíproca conforma la relación obrero-patronal. Y el
punto dinámico de la relación se
centra en el espacio de negociación de la relación laboral: el sindicato o el gobierno en unidades
productivas en las que no existen sindicatos. De ahí la importancia de la
iniciativa original de transparentar
el mecanismo de las dirigencias sindicales, las cuotas, las elecciones de
líderes y la rendición de cuentas. Al final, la iniciativa laboral benefició a los empresarios porque el
ahorro con las reformas se convertirá en utilidad
adicional, en detrimento de los beneficios a los trabajadores.
La reforma laboral, por tanto, debió
de haberse negociado fuera de los
espacios legislativos y enviada a su aprobación al Congreso luego de haber sido
debidamente planchada. Era obvio que
la comisión del trabajo de la Cámara aplastaría
--como fue-- la intención de democratizar
las dirigencias sindicales si la mayoría de sus miembros son diputados del PRI
y al mismo tiempo líderes sindicales;
y en el PRD los liderazgos corporativos del SME, el STUNAM, el de Telefonistas
y la UNT reproducen los vicios del
modelo de Fidel Velásquez, a pesar del papel crítico del viejo Partido Comunista
Mexicano --venero del PRD-- en la lucha contra el charrismo sindical en el
periodo 1956-1968.
El problema del saldo de la
iniciativa laboral aprobada será negativo
en el aspecto de estrategia política: evitará cuando menos todo el próximo
sexenio cualquier otro intento de reforma de los liderazgos sindicales y con
ello evitará la reforma de uno de
los sectores fundamentales que tiene que ver con la competitividad y la producción: los liderazgos sindicales
improductivos que reproducen la estructura sindical del porfirismo contra el
que se forjó el constitucionalismo revolucionario laborista.
En este contexto, el sindicalismo
priísta volvió a ganarle otra batalla
a la modernización política, social y productiva: mantener los privilegios de sus líderes y
estructuras de control político del obrero, a costa de aumentar la explotación de la mano de obra.
@carlosramirezh
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