INDICADOR POLITICO
+ Obama,
el peor enemigo de Obama
+ Romney,
asentado en centro político
Carlos
Ramírez
A pesar de los esfuerzos realizados
en el segundo debate presidencial el pasado martes, el presidente Barack Obama
tuvo elementos suficientes para identificar
al peor obstáculo para su reelección: no el republicano Mitt Romney sino el
propio Barack Obama.
Si el debate le dio una ligera ventaja en las encuestas sobre
el resultado del debate, el escenario político estadunidense siguió siendo adverso para el presidente en las
tendencias del voto. Peor aún y pese a intentos medio tibios para polarizar la
elección y colocar a su adversario en la derecha recalcitrante, al final quedó
claro que Obama es el populista que
quiere meter al Estado como la solución a los problemas y Romney se apoderó del
centro político.
Lo malo para Obama es que está enfrentando el saldo social, económico
e internacional negativo de su
gestión. Uno de los ciudadanos que interrogó a Obama dejó caer el escenario más
adverso para el presidente: ese ciudadano votó por Obama hace cuatro años pero
hoy vive peor que entonces y le
preguntó que podría esperar para el siguiente periodo. Obama se dedicó a auto
elogiarse en temas que nada tenían
que ver con el bienestar de los ciudadanos. Romney, en cambio, promovió la
reactivación económica con reducción de impuestos, una estrategia que se les da mucho a los republicanos.
Obama hizo enormes esfuerzos para
convertir en victorias el retiro de tropas de Irak y el asesinato de Osama bin
Laden, pero Romney presionó en la
herida recientemente abierta por el asesinato del embajador de los EU en Libia,
luego de amenazas que la inteligencia estadunidense desdeñó. Ahí Obama perdió
un poco los estribos y se enojó,
aunque tampoco dejó certezas de que en cuatro años haya aprendido a operar la
seguridad nacional. Minutos antes del debate, tramposamente porque se metió en la campaña electoral de su
jefe, la secretaria estadunidense de Estado, Hillary Clinton, asumió la responsabilidad del error de
política exterior que propició el asesinato cruel del embajador Chris Stevens en Bengazi. De todos modos, la
declaración de Clinton en nada
ayudó a Obama.
Obama había apostado todo su resto al segundo debate, luego
de que la frivolidad del primero lo hundió en las encuestas, sobre todo porque el
equipo republicano de Romney se dedicó durante días a difundir profusamente en la televisión de todo el país las escenas
de un Obama sin propuestas. Las encuestas sobre ese primer debate del 5 de
octubre le dieron una clarísima ventaja
a Romney de 67% contra 25% para el presidente.
El segundo debate dejó también preocupación en los demócratas. Si bien
la mayoría de las encuestas le dio a Obama una victoria en la discusión, de
todos modos las tendencias dejaron a Romney muy cerca del presidente, en una
situación de empate técnico. La gran victoria de Romney fue salirse del espacio de un candidato de
la ultraderecha que quiso insertarlo Obama; políticamente, Romney quedó ya como
un serio adversario del presidente.
A pesar de sus esfuerzos, Obama careció de capacidad de convencimiento,
se enredó en muchas explicaciones aunque al parecer con la intención de quemar
tiempo por carecer de respuestas; el tema que se vio como lastre de Obama fue la crisis económica, el desempleo y la falta de
expectativas para los jóvenes que salen de las universidades. Ahí Romney
aprovechó la oportunidad de prometer
lo que fuera, al fin y al cabo que era el aspirante.
En las tribunas de los ciudadanos
que preguntaban estuvieron electores que se acreditaron como indecisos, lo que obligaba a Obama a
ser mucho más claro en sus respuestas; sin embargo, el peso del saldo negativo
de las principales variables, sobre todo las económico-sociales, le restó movilidad discursiva. De ahí que
los indecisos hayan quedado más
indecisos sobre Obama, lo cual podría derivar en voto a favor de Romney o
abstención que dañaría al presidente. En este rubro la aprobación presidencial,
de acuerdo a las encuestas, bajó de 60% al jurar el cargo en enero de 2009 a menos de 50% en plena campaña
presidencial.
El factor decisivo de las
elecciones estará entre los indecisos que sí
van a votar porque son aquéllos que esperaban más del presidente Obama y no
estaban convencidos del conservadurismo de Romney; de ahí que la estrategia del
republicano haya sido escabullirse de la ideologización de la política e insistido en los problemas prácticos
del gobierno pero en función del principal interés de los estadunidenses: la
crisis económica y sus secuelas en empleo y poder de compra.
El populismo de Obama lo hizo caer
en el espacio del bienestar subsidiado
por el Estado y no del ambiente de crecimiento de la economía; Bill Clinton
tuvo éxito en su gestión porque propició el crecimiento económico y éste se
transformó en empleo-bienestar y no
se dedicó a subsidiar al consumidor. Por ello Obama se la pasó cuestionando a
Romney, aunque sin duda como una forma de eludir
respuestas que no tenía sobre el horizonte de la crisis.
La “ventaja modesta” para Obama, como la calificó el analista Nate Silver en The New York Times tenía referentes: una
encuesta la noche del martes, después del debate, repartió el resultado en tres tercios: uno para Obama, otro para
Romney y otro como empate. Este dato es significativo porque Obama estaba
necesitado de un nocaut contundente.
Pero el saldo de dos debates dejó una imagen de Romney muy de centro, un Obama agobiado por cuatro
años de crisis y un electorado que quisiera mejores figuras políticas.
@carlosramirezh
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