INDICADOR POLITICO
+ Caso
Moreira fue contra el PRI
+ Muerte
del Lazca, ¿respuesta?
Carlos
Ramírez
La crisis de seguridad en Coahuila
va más allá de la agudización de las tensiones y se ha colocado en un escenario
de estrategias de poder: el
asesinato de José Eduardo Moreira Rodríguez, además de meterse en el contexto de
las venganzas locales, fue el inicio
del ciclo presidencial del PRI en materia de inseguridad.
El crimen organizado se ha asentado desde hace tiempo en entidades
del norte y el noreste de dominio priísta: Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila,
Veracruz y San Luis Potosí, donde se libra una verdadera disputa por el poder regional, tanto político como criminal, y son
los estados donde existen más sospechas
de alianzas políticos-capos.
De ahí que las declaraciones
desesperadas de Humberto Moreira, ex gobernador de Coahuila y ex presidente
nacional del PRI que operó la nominación de Enrique Peña Nieto como candidato
presidencial priísta, pueden parecer una maniobra de distracción. En el fondo, el caso de Moreira Rodríguez se localiza
más en los espacios de las estrategias de poder, que de venganzas de corto
plazo.
Si los hechos criminales responden
a causas y efectos y por tanto el asesinato de Moreira Rodríguez fue una
venganza por el asesinato del sobrino del Z-40,
en esa misma lógica habrá que
considerar que el asesinato del Lazca
pudiera ser la primera acción del
nuevo gobierno priísta ante acciones criminales. Moreira Rodríguez era nada
menos que hijo del ex gobernador
coahuilense y ex presidente nacional del PRI, por lo que no podría quedar impune.
En los hechos criminales no hay mensajes directos ni vacíos de
interpretación. La muerte del Lazca,
la captura de Salvador Alfonso Martínez
Escobedo La Ardilla y la fotografía
de La Ardilla y el Lazca, difundida en el contexto de la
muerte del fundador de Los Zetas, dio
indicios de la estrategia: la
percepción de que La Ardilla habría delatado al Lazca.
Si la muerte del Lazca fue un mensaje político, entonces los cárteles
del crimen organizado debieron leerla como que en el próximo sexenio priísta no habrá impunidad y que a cada acción
contra élites priístas habrá una reacción
de las autoridades. De ahí que la muerte del Lazca debiera también analizarse
en el contexto de la propuesta del general colombiano Óscar Naranjo, asesor en
materia de seguridad criminal del próximo gobierno priísta, de crear comandos especiales para perseguir a las
élites del narcotráfico.
Si el ex gobernador priísta Moreira
quisiera aportar elementos para la
investigación del asesinato de su hijo, entonces tendría que revisar muy a fondo lo ocurrido en su
gobierno y tendría también que evaluar con frialdad la versión del columnista
Raymundo Riva Palacio de que el actual gobernador Rubén Moreira había intensificado las acciones contra los cárteles que se habían asentado cómodamente en Coahuila durante años y
que el crimen fue una venganza.
Lo peor que le puede ocurrir al próximo gobierno priísta sería la
existencia en sus filas de un político adolorido por el asesinato de su hijo
pero haciendo declaraciones que debilitan
al priísmo. Humberto Moreira parece olvidad que su hermano Rubén fue su
principal operador político en el
pasado sexenio local y que la sucesión estatal funcionó para la continuidad de una misma familia en el
poder. Por tanto, habría también un encadenamiento
en intereses entre los gobiernos de los hermanos Moreira.
Ante la crisis de seguridad en Nuevo
León y Tamaulipas, Coahuila desdeñó
los avisos de advertencia sobre la presencia de Los Zetas en la plaza coahuilense. Y por la solución en la sucesión
estatal, ni a quién echarle ahora la
culpa si un hermano operó la entrega del poder a otro hermano, pero en un
escenario de continuidad de percepciones de seguridad pública. Coahuila fue una
salida del efecto cucaracha ante las acciones del ejército en Tamaulipas. Los Zetas se asentaron en territorio de
Coahuila.
El otro mensaje sigue esperando atención por parte del ex gobernador
Moreira y del gobernador Moreira: el artero asesinato de Moreira Rodríguez
ocurrió en un territorio priísta y las complicidades
criminales implican a políticos priístas, con la circunstancia agravante de que
el actual gobernador Moreira fue presidente estatal del PRI y el ex gobernador
Moreira fue presidente nacional del PRI. Más que buscar incriminaciones
superficiales, en todo caso el mensaje severo es otro: el PRI no le ha dado suficiente atención a las
redes de poder del crimen organizado.
Y si a ello se agrega que el PRI
tomará las riendas del próximo gobierno federal y por tanto debe de replantear la estrategia de seguridad,
entonces el caso Moreira debe pasar por otros escenarios de análisis más allá
del síndrome Sicilia que parece
haber afectado al ex gobernador Moreira, luego de contactos secretos con el
poeta. No estaría mal, para limpiar
la plaza coahuilense, que el ex gobernador investigara el asesinato de su hijo
y revelara la maraña de intereses
subterráneos que convirtieron a Coahuila en un santuario del narcotráfico.
Por lo pronto, la muerte del Lazca pareció haber inmovilizado a los cárteles
en Coahuila por su mensaje implícito de posible respuesta de seguridad a los
criminales. Si los escenarios se confirman, entonces el gobierno de Peña Nieto
podría estrenarse con el fin del Z-40 y hasta del Chapo. El significado
del asesinato de un ex presidente reciente del PRI no quedaría impune podría
ser hasta una de las primeras
definiciones estratégicas del próximo gobierno federal.
Al final de cuentas, la muerte del Lazca en el escenario del asesinato de
Moreira Rodríguez pudo haber marcado un nuevo escenario a la criminalidad, un mensaje contra la impunidad y un
reacomodo de la acción de las bandas criminales en espacios alejados de las élites gobernantes. En
situaciones extremas, el ojo por ojo
se aparece como una medida de contención.
@carlosramirezh
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