+ Scherer: Dios o periodista
+ Espectáculo, Gonzo o ética
Carlos Ramírez
La clave para explicar el debate en torno al encuentro “insólito” de Julio Scherer García con el narco Ismael El Mayo Zambada la dio el analista Macario Schettino: los medios han sido uno de los actores que “menos ha aportado al proceso de cambio político”.
El lamentable texto de Scherer en Proceso reveló el agotamiento del estilo de periodismo de revelaciones espectaculares. El problema no fue haberse encontrado con El Mayo, sino servir de comparsa a un juego de poder del jefe del cártel de Sinaloa. Bien analizado, el texto de Scherer fue una narcomanta usada por el crimen organizado aprovechando la ingenuidad de un periodista buscador de notas.
El debate necesario en torno al texto de Scherer tiene varias aristas:
1.- Aclarar es si el texto de Scherer fue periodismo de espectáculo, periodismo Gonzo --el periodista es la nota central-- o periodismo sin código de ética. Lo único cierto --y es sin duda lo que más ha lastimado a los acólitos de Scherer-- radica en la certeza de que se trató de una nota que cualquier profesor de periodismo de segundo semestre hubiera reprobado porque la nota ahí no fue el entrevistado sino los miedos del entrevistador.
2.- Reconocer que en periodismo ya no hay intocables. Y que el periodismo crítico también merece la parte más implacable de la crítica. Pero el juego de Scherer es conocido: criticar todo y hasta en lo personal, pero mover piezas para evitar que lo critiquen a él. Pero ya se ve que los críticos deben ser también criticados. A menos que Scherer o sus acólitos responda si es un periodista… o es Dios. Al final.
3.- Los acólitos de Scherer han desestimado la crítica al descalificar a los críticos. Por ejemplo, han hecho leña de Héctor Aguilar Camín quizá porque su columna del lunes pasado en Milenio fue la más certera. Acreditan el ánimo del escritor a las ofensas de Scherer en un libro. Si eso es válido, entonces llegó la hora de correr el velo que oculta al verdadero Scherer: los regalos de Díaz Ordaz y Echeverría, los editoriales de Excelsior contra los estudiantes en el 68, el papel de Alfonso Martínez Domínguez para organizar el fraude en la cooperativa Excelsior que llevó a Scherer a la dirección, el año nuevo que pasó con Jorge Carrillo Olea, los apoyos de dinero y recursos de la SEP en 1976 para sacar Proceso, la anécdota contaba por Miguel Lerma Candelaria cuando Scherer le pidió espiar a su hijo (de Scherer) y muchos otros datos más.
4.- El problema del texto de Scherer radica no tanto en cuestiones políticas sino en que le tuvo miedo al capo. En marzo de 1976, antes de abandonar Excelsior, Scherer publicó en primera plana una entrevista de Oriana Fallaci a William Colby, director de la CIA, y la primera pregunta fue una lección de periodismo valiente: “Los nombres, señor Colby, los nombres de los bastardos que han aceptado en Italia dinero de la CIA. Italia no es una república bananera de la United Fruit, señor Colby”. O la entrevista en la que Fallaci reveló los indicios de homosexualidad del líder terrorista Yaser Arafat.
5.- Ya pasó la época del periodismo intermediario. Hoy cada nota produce consecuencias, previsibles e imprevisibles. Hoy el medio es el mensaje. Por eso Zambada debe estarse muriendo de risa por el mensaje que mandó a través de la candidez de un periodista más que maduro. Por eso carecen de valor las respuestas de los acólitos de Scherer diciendo que Scherer es el Dios del periodismo y como tal no debe ser criticado. El problema es otro: no hay intocables y los periodistas deben ser responsables de las consecuencias de sus actos.
6.- El periodismo debe ser sometido a debate. Hoy el Comité Pulitzer debe decidir los premios y hay dos nominaciones sorprendentes: la del tabloide de escándalos polémicos National Enquirer que reveló la nota de que el precandidato presidencial demócrata John Kerry tenía una relación clandestina y una hija, mientras su esposa agonizaba con cáncer terminal. Es posible que hoy ese periodismo de tabloide sea elevado por el Pulitzer, aunque de todos modos las dos nominaciones fueron una gran victoria periodística. Si esa sí, entonces la foto del periodista apabullado por el narco es de premio de periodismo.
7.- En este contexto, el Caso Scherer abrió el debate necesario sobre el periodismo. Y ahí Schettino tocó fibras sensibles: “la democracia depende de manera determinante del flujo de información, y los medios son el principal instrumento de este flujo en las democracias modernas, todavía. En consecuencia, la definición que toman acerca de la agenda noticiosa es el centro sobre el que se construye la discusión pública. (…) Ésa era la función de los medios en el régimen autoritario, y desafortunadamente no hemos podido transformarla. Los medios sólo le han añadido a ello una vocación por la acusación desde la cual han buscado transformarse en el referente moral de la sociedad. (…) El resultado son encabezados agresivos, pero sin sustento; conductores que pontifican y que no escuchan a sus entrevistados, (…) notas que no pueden tener seguimiento porque el medio ni siquiera investigó lo suficiente. Es un periodismo que sigue correspondiendo a un régimen autoritario, pero en el que son los medios quienes quieren asumir el papel del centro del poder. Autoritarismo mediático”.
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