INDICADOR POLITICO
+ Transición,
última oportunidad
+ Fox,
Espino, Rosario: al 2000
Carlos
Ramírez
La firma de un acuerdo de
concertación entre el candidato del PRI Enrique Peña Nieto con cartuchos quemados de la izquierda y la derecha
forma parte del escenario político del 2012: la última oportunidad para retomar
la bandera de la transición o esperar pasivamente la restauración del viejo régimen derrotado en el 2000.
La agenda de la transición a un nuevo régimen se
alimentó con el ingreso al PRI y al
priísmo de Vicente Fox, Manuel Espino Barrientos y el Yunque, la ex maoísta y
ex presidenta perredista Rosario Robles Berlanga, el ex perredista Ramón Sosamontes,
el ex guerrillero René Arce, la ex perredista Ruth Zavaleta y la ex panista Lía
Limón, entre otros. Lo paradójico ha sido que varios de los que derrotaron al
PRI en el 2000 ahora forman parte de
su regreso a la presidencia.
Lo positivo del escenario es que
esas nuevas alianzas priístas retrotrajeron
la política a una situación previa al 2 de julio de hace doce años, por lo que
dan la oportunidad de reactivar la
urgencia de transitar al país a un nuevo régimen y evitar la restauración del viejo PRI y del Estado priísta.
El priísmo de Fox no debiera de
molestar a los panistas; al contrario, sirve para recordarles que Fox traicionó el cambio, les falló a los
ciudadanos que votaron con él para sacar
al PRI de Los Pinos y utilizó la alternancia… para casarse con Marta Sahagún y
de paso amarrar un matrimonio bígamo
con el PRI. Al sumarse al PRI del brazo de su escudero Espino Barrientos, Fox liberó al PAN de las responsabilidades
en el fracaso de la alternancia. A
diferencia de hace doce años, ahora el compromiso de Fox es regresar el PRI a Los Pinos.
Lo interesante para los neo priístas destripados en la derecha
y la izquierda es que comparten créditos con el viejo PRI que va a reinstalarse
en Los Pinos: el viejo corporativismo que tiene el control del aparato político del tricolor. Más que
resentimientos con sus viejos grupos políticos, Fox, Espino, Robles, Arce y
acompañantes abandonan la lucha
ideológica que debió darse en espacios propios para insertarse en la cajuela del PRI.
Lo que queda como incógnita es determinar
en el corto plazo si alguna fuerza política --incluyendo al propio Peña Nieto
como candidato-- tendrá la audacia
de tomar la bandera de la transición a la democracia que Fox arrió con la
complacencia del PRI en el 2000. El problema es que el PRI --aún si Peña Nieto
dice que no-- como aparato no tiene más destino histórico que la restauración del viejo orden porque los
priístas que dominan el partido son los mismos
que perdieron en el 2000 y en el 2006.
Si el PRI está condenado a restaurar el viejo régimen y el PRD con
López Obrador representa el neopopulismo priísta de los setenta, con algunos
resabios del priísmo neoliberal del salinismo, entonces sólo queda el espacio
político no del PAN sino de la
candidata Josefina Vázquez Mota para retomar el discurso de la transición a un nuevo país. En el 2000
Fox logró el voto útil cuando se presentó como el candidato del cambio político y de la posibilidad de
la transición; en el 2006 Calderón no tuvo espacio de definir alguna
alternativa porque su lucha fue contra el modelo autoritario de López Obrador.
El 2012 es diferente, aunque mantiene algunas similitudes, que el 2000. El
problema no es quién gane las elecciones presidenciales y legislativas, sino
quién puede liderar una propuesta de
alternancia real, pactada con todas las fuerzas políticas, a partir del hecho
real de que el viejo régimen no
puede funcionar en una sociedad plural, no partidista, con capacidad de crítica
y sin los antiguos hilos autoritarios de poder.
Peña Nieto pudiera tener algunas propuestas
propias para abrir la política, pero
estará atado por la nomenklatura del
partido y sus sectores corporativos. López Obrador carece de un enfoque de alternancia de régimen y basa su poder en
un bonapartismo de bases desclasadas. Y Josefina no tiene tantos compromisos
estructurales, aunque al mismo tiempo desconoce
los modelos de las alternativas políticas sistémicas.
Peña Nieto ha presentado algunas
propuestas interesantes, como la presidencia democrática, pero con pocas
posibilidades de ejercerla si el corporativismo priísta le pasa la factura política de su apoyo. López
Obrador buscará desde el poder la constitución de una estructura neocorporativa como la que implantó en
el DF para basar sus éxitos en la movilización de masas, además de que no tiene un sistema productivo
alternativo. Y Josefina ha confundido
los modelos al hablar de gobierno de coalición pero referirse en realidad a un
gobierno de composición nacional
porque dijo que gobernaría con los mejores y no con una alianza de gobierno con las demás fuerzas políticas.
Las propuestas de los tres
candidatos y sus partidos parecen haber olvidado
el escenario político del 2000: el agotamiento de un modelo de desarrollo, de
un sistema político y de un acuerdo constitucional. Fox ganó en el 2000 porque
prometió el cambio, aunque prefirió la comodidad de un acuerdo con el PRI para gobernar sin sobresaltos. En el 2000 ser
agotó el proyecto de nación nacido
del consenso de la Revolución Mexicana. Y sin ese entendimiento mayoritario, la
elección se encontró con un voto fragmentado
y sin controles.
El 2012 presenta un escenario
parecido al del 2000 en cuanto al proyecto de nación y sus metas de estabilidad
política, desarrollo equitativo y consenso de autoridad. Hoy más de la mitad de
los mexicanos no pertenece a ningún
partido y vota según su conveniencia. Y lo peor que puede ocurrir es lo que ya
está pasando: un país dividido en
tres tercios, sin que ninguna pueda lograr la base política para gobernar el conflicto.
De ahí que la salida se localice en
operar la transición, es decir, un
acuerdo pactado para abandonar para siempre el sistema priísta y construir un
sistema democrático que arranque una nueva
etapa de desarrollo. Sin ese acuerdo, el México del próximo sexenio será igual a los dos últimos.
@carlosramirezh
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