INDICADOR POLITICO
+ La
política del espectáculo
+ Candidatos,
sin ofertas serias
Carlos
Ramírez
En su ensayo La civilización del espectáculo, el escritor Mario Vargas Llosa
recordó que en la crisis de 2008 la prensa estadunidense buscó la nota informativa en las ventanas de las
oficinas de Wall Street para ver y fotografiar a los suicidas que habrían
quebrado financieramente.
Pero la esencia de la información estaba en otro lado: en la política
económica, el papel de las corporaciones, la codicia del capitalismo y sobre
todo la responsabilidad de los
gobiernos que se dedicaron a gastar; es decir, en la viabilidad del capitalismo financiero especulativo.
Los medios se han convertido en multiplicadores del circo por su
énfasis en destacar el espectáculo y olvidarse del análisis. En el asunto del
debate presidencial mexicano, los medios se enfilan a setenta y dos horas de centrar el evento en la edecán del IFE
pero sin analizar el contenido de
los mensajes, las propuestas de los candidatos y sobre todo si alguno de ellos
estaría a la altura de las crisis
nacional e internacional.
Los medios han sido también los responsables de convertir hechos de
poder en circo político. El análisis de contenido del debate ni siquiera ha
encontrado espacio a partir de la percepción de que el debate no sirve para confrontar proyectos sino
para calificar personalidades. En este sentido, los propios aspirantes le han
entrado al juego de apariencias: el road show del lunes en los espacios
electrónicos se dio para que cada un@ de ell@s se erigiera en ganador del debate en función de
apreciaciones personales.
En el fondo, se trató de una estrategia de capitalización mediática:
el promedio del rating fue de 10% de la población, pero en realidad el promedio
real habría sido de 6% por aquellos espectadores que realmente permanecieron las dos horas frente al televisor sin
cambiar de canal; por tanto, se trató de un universo real cuyo monto en
realidad no impacta la tendencia de
los votos.
En todo caso, el espacio de disputa política se da en el posdebate
cuando los candidatos tratan de ocupar
los espacios de la radio y la televisión para pregonar su victoria, a fin de
convertir ese 6% quizá en un 25%. Pero a ello hay que agregar el hecho de que
sólo un bajísimo porcentaje del 30% promedio de indecisos estaría en
condiciones de buscar a los
candidatos en medios para forjar su decisión final, pues esos no definidos
suelen decidir el sentido de su voto en las últimas cuarenta y ocho horas antes de la elección.
La política del espectáculo no abona a la democracia; al contrario,
la pervierte. L@s candidat@s, con frialdad, le entraron al juego de las
apariencias con argumentaciones que buscaron más bien fracturar al adversario sin preocuparse por definir propuestas
concretas. De ahí que los debates estén lejos
de formar parte de un ejercicio democrático y se acerquen más a las nociones
del circo del poder.
El punto clave de una oferta de
gobierno radica en el diagnóstico de
la realidad inmediata: en qué situación se encuentra el desarrollo de la
república y qué factores
contribuyeron a prefigurar una de las crisis más largas de la historia
económica de las naciones, de 1973 a la fecha, casi cuarenta años, la duración
de una generación de mexicanos. En esos años México pasó del desarrollo estabilizador al colapso del populismo y de ahí
a la crisis del neoliberalismo y la globalización.
El priísta Enrique Peña Nieto, a
cuyo partido le toco transitar por esas tres etapas críticas, centró su oferta
en compromisos aislados pero no en
la reconfiguración de la política del desarrollo; la panista Josefina Vázquez
Mota, a cuyo partido le correspondió el desafío del cambio aunque al final
prefirió la continuidad priísta, hizo algunas ofertas aisladas; el perredista Andrés Manuel López Obrador, cuya coalición
neopopulista se asienta en el populismo priísta del gasto sin reforma en los ingresos sino sólo algunos ahorros en gasto
corriente, le dedicó más tiempo a Santa Anna y a Salinas aunque sin una crítica de fondo al modelo
salinista; y el panalista Gabriel Quadri, cuyo partido es un desprendimiento
del corporativismo priísta y por tanto con los mismos defectos del PRI, escurrió
la autocrítica y habló de medidas específicas pero ajenas a la indagación del
pasado.
El verdadero diagnóstico del país fue ocultado por l@s aspirantes
porque de alguna manera involucraban una corresponsabilidad: desempleo, poder
de compra nulo, crecimiento económico de un tercio del necesario, abandono de las políticas de Estado en campo,
industria, educación, tecnología e investigación. Lo que falla no es una medida en particular sino todo el modelo de desarrollo, los
políticos prefieren el subsidio que el estímulo a la economía productiva y hay
coincidencia por el viejo Estado administrador de la crisis como mecanismo de control social que por el Estado
subsidiario de una economía realmente productiva.
A lo largo de las campañas, los
medios han privilegiado el
espectáculo político que el diagnóstico de la crisis de crecimiento de México y
la certeza de que el actual modelo de desarrollo sólo alcanza para beneficiar
al 45% de los mexicanos, dejando el 55% al garete. Los políticos prometen
empleos pero no dicen que sus metas
son imposibles con el actual modelo productivo; asimismo, toman banderas de
seguridad como si aspirarán a ser jefes de policía o comandantes de sector, no
gobernantes.
Si se revisa la atención mediática al debate se verá
que la nota fue la edecán del IFE no
el fracaso de l@s candidat@s ante el desafío de la crisis. Lo escribió Vargas
Llosa en La civilización del espectáculo:
la banalización de la realidad es ocultamiento
de la realidad, complicidad baladí o
frivolización de la crítica forman
parte de la cultura conservadora. O
en palabras más cercanas, menos pan y más circo.
-
- 0 - -
No hay comentarios:
Publicar un comentario