INDICADOR POLITICO
+ La
realidad detrás de la pantalla
+ Allende
72 y la prole Poltergeist
Carlos
Ramírez
Tienen razón los que dicen que no hay que exigirles demasiado a los
estudiantes de universidades privadas porque están apenas descubriendo la realidad y porque al final de cuentas son la generación Poltergeist que está reduciendo el mundo y sus relaciones
sociales a la televisión.
La generación Poltergeist es la que reproduce
la película producida por Steven Spilberg en 1982: la niña Caroline comienza a
escuchar sonidos raros en la
televisión y de pronto la pantalla la secuestra, la hunde dentro del monitor
diabólico lleno de monstruos y
sonidos espeluznantes y todo se resuelve cuando la madre lucha contra los
malos, la rescata, la familia se sale de la casa embrujada, se va a un hotel y
el padre --en uno de los gags
geniales de Spilberg-- saca el aparato la televisión de la habitación y lo arrumba en el pasillo.
Ante un país con 54 millones de
pobres, con un modelo de desarrollo que sólo alcanza bienestar para el 45% de los mexicanos, con un desempleo
y subempleo de casi la mitad de la población, los jóvenes de las universidades
privadas acaban de descubrir que el
responsable de todo ello es… ¡la televisión! Y en lugar de ser audaces y pedir
la expropiación de las empresas y la
entrega de equipos a sectores sociales, los estudiantes estallan la Primavera Mexicana pidiendo… ¡la
transmisión del próximo debate en cadena nacional!
Tienen razón, pues, los que piden
ser indulgentes con los jóvenes
porque todos lo fuimos y todos nos llenamos la cabeza de sueños. Y la tienen
porque ahora resulta que en un país que agotó
ya el modelo de desarrollo y que necesita de una inteligencia juvenil para
cambiar el mundo, el pliego petitorio se reduce
a la democratización de la información. Ahora resulta que el grito de “proletarios de todos los países del
mundo, uníos” se cambió a “tuiteros del mundo, uníos”, que la historia ya no se forja por la lucha de clases sino
por la competencia entre canales de televisión, que la hoz y el martillo se ha sustituido por el control remoto y que
la plusvalía --el gran descubrimiento de Marx-- es hoy… el rating.
Por eso los estudiantes de universidades
privadas atacan a Peña Nieto y no al
PRI ni al PAN ni al PRD, los tres partidos que se han comprometido en sus
propuestas a mantener el modelo
macroeconómico neoliberal responsable de la desigualdad social; por eso atacan
a la televisión no a la estructura de clases; por eso piden libertad
informativa y no igualdad social. Y
con esa agenda, politólogos progresistas y de pasado de izquierda se desvelan
tratando de encontrar la forma de
apoyar a los jóvenes en su lucha contra… el rating.
De ahí la importancia de recordar
el discurso del presidente socialista Salvador Allende en Guadalajara en 1972 y
su mensaje ideológico a los jóvenes:
--No hay querella de generaciones,
y eso es importante que yo lo diga. La juventud debe entender su obligación de ser joven, y si es
estudiante, (es) darse cuenta que hay otros jóvenes que, como
él, tienen los mismos años, pero que no son estudiantes. Y si es universitario
con mayor razón mirar al joven campesino
o al joven obrero, y tener un
lenguaje de juventud, no un lenguaje
sólo de estudiante universitario, para universitarios.
--La revolución no pasa por la universidad, y esto hay que
entenderlo; la revolución pasa por las grandes masas; la revolución la hacen
los pueblos; la revolución la hacen,
esencialmente, los trabajadores.
--De allí, entonces, que es útil
que la juventud, y sobre todo la juventud universitaria, que no puede pasar por la universidad al margen
de los problemas de su pueblo, entienda que no puede hacerse del balbuceo doctrinario, la enseñanza doctrinaria, entender que el denso
pensamiento de los teóricos de las corrientes sociológicas o económicas
requieren un serio estudio; que si es cierto que no hay acción revolucionaria
sin teoría revolucionaria, no puede haber la aplicación voluntaria o la
interpretación de la teoría adecuándola a lo que la juventud o el joven quiere.
Que tiene que mirar lo que pasa dentro
de su país y más allá de la frontera, y comprender que hay realidades que
deben ser meditadas y analizadas.
--Uno se encuentra a veces con
jóvenes, y los que han leído el
Manifiesto Comunista, o lo han llevado largo rato debajo del brazo, creen que
lo han asimilado y dictan cátedra y exigen actitudes y critican a hombres, que
por lo menos, tienen consecuencia en su vida. Y ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica;
pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como revolucionario,
en una sociedad burguesa, es difícil.
--Por eso, el dogmatismo, el
sectarismo, debe ser combatido; la lucha ideológica debe llevarse a niveles
superiores, pero la discusión para
esclarecer, no para imponer determinadas posiciones. Y, además, el
estudiante universitario tiene una postura doctrinaria y política, tiene,
fundamentalmente, no olvidarse que precisamente la revolución necesita los
técnicos y los profesionales.
--He vivido una politización en la
universidad, llevada a extremos tales que el estudiante olvida su responsabilidad fundamental; pero una sociedad donde la
técnica y la ciencia adquieren los niveles que ha adquirido la sociedad
contemporánea, ¿cómo no requerir precisamente capacidad y capacitación a los
revolucionarios? Por lo tanto, el dirigente político universitario tendrá más
autoridad moral, si acaso es también un buen
estudiante universitario.
--Ser agitador universitario y mal
estudiante, es fácil; ser dirigente
revolucionario y buen estudiante, es más difícil.
Pero el maestro universitario respeta al buen alumno, y tendrá que respetar sus
ideas, cualesquiera que sean.
--El joven debe ir a la empresa, a la industria o a la tierra; porque
ustedes deben hacer trabajos voluntarios;
porque es bueno que sepa el estudiante de medicina cuánto pesa un fardo que se
echa a la espalda el campesino que tiene que llevarlo a veces, a largas
distancias; porque es bueno que el que va a ser ingeniero se meta en el calor
de la máquina, donde el obrero a veces, en una atmósfera inhóspita, pasa largos
y largos años de su oscura existencia; porque la juventud debe estudiar y debe
trabajar; porque el trabajo voluntario vincula, amarra, acerca, hace que se
compenetre el que va a ser profesional con aquel que tuvo por herencia las
manos callosas de los que, por generaciones, trabajaron la tierra.
@carlosramirezh
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