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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

3-noviembre-2010.

INDICADOR POLITICO


+ Fox: la neurosis del poder
+ Y el priísta que lleva dentro

Carlos Ramírez

El problema que tienen los panistas con Vicente Fox se localiza en el método de análisis político para evaluar los comportamientos públicos del ex presidente de la república. Si se quiere tener una comprensión real de Fox, entonces se le debe analizar con los métodos priístas y no panistas.
Los comportamientos de Fox son iguales a los de Luis Echeverría: populismo, la nostalgia de la red presidencial y sus --diría López Portillo-- recurrentes rupturas supersónicas del silencio. Clínicamente se llamaría la neurosis del poder o las dificultades para adaptarse a situaciones de aislamiento después de una sobreexposición mediática.
Fox no ha entendido que ya carece de poder porque no comprendió cuándo tuvo el poder. Por eso es que ahora, ya fuera de la presidencia, ha decidido buscar una reafirmación pública y de poder que no pudo conseguir cuando fue presidente. Por eso en su sexenio no pudo gobernar por sí mismo y tuvo que inventar la figura de la pareja presidencial: el poder a dos manos, protegido detrás de Martha Sahagún.
El enojo de Fox con Calderón no tiene que ver con herencias presidenciales sino con ajustes de cuentas: Calderón no sólo le quitó a Fox el dedazo presidencial a favor de Santiago Creel sino que anuló en el PAN el desatino de querer designar a su esposa como candidata presidencial sucesoria. En esos momentos Fox se sintió decepcionado de los panistas.
El problema de Fox con el PAN es precisamente el PAN como partido. Fox no es considerado propiamente un panista, no fue un militante activo o ideológico --habría sido mucho pedir-- y utilizó al PAN sólo como instrumento de acceso al poder. De hecho, Fox es el mismo de siempre: egoísta. En el fondo siente que el PAN carecía de posibilidades de llegar a la presidencia y que sólo fue posible por su personalidad carismática. Y a pesar de que Calderón no fue su candidato, Fox considera que el PAN ganó en el 2006 por Fox y no por Calderón o el partido.
Este dato de la personalidad egoísta podría explicar los comportamientos individuales de Fox que tanto dañan al PAN. Como toda personalidad egoísta, la de Fox se asume con reacciones infantiles porque al final de cuentas el egoísmo es una manifestación de falta de madurez. Por eso es que la relación de Fox con Martha Sahagún no fue de compañera sino maternal, de premios y castigos, relación madre-hijo. Lo malo es que hoy Martha Sahagún ya no lo ayuda a centrarse en el asunto PAN-Calderón porque ella también ha acumulado una serie de resentimientos contra el PAN y Calderón. Las reacciones de enojo de Fox son infantiloides que exigen una reprimenda maternal, no social ni política. Por eso una realidad criminal la ve como la Mamá de Tarzán, ¿y él como el Papá de Chita?
Lo peor de todo estás en que los comportamientos públicos de Fox no son reflexivos sino reactivos, Fox no tiene que defender su herencia sexenal porque las personalidades egoístas carecen de la racionalidad del tiempo histórico, de la circunstancia y de la asunción del concepto de herencia. Son enojos sobre críticas, no sobre procesos histórico-políticos. Se enoja que lo critiquen si él se ve a sí mismo como el héroe personal. En su razonamiento político se mira a sí mismo como mismo, no como figura política-partidista.
A Fox sólo le interesa su figura mediática, no la histórica. Por eso es que triangula sus reacciones fuera de control con los medios a través de cartas. El año pasado envió una al columnista Jorge Fernández Menéndez y ahora una al director de Milenio Diario Carlos Marín. No le inquieta el PAN o la revisión histórica sino lo que piensen los medios.
Pero Fox será juzgado por una sola razón: su fracaso como presidente del cambio. Si se había comprometido a la transición a la democracia como proceso de trasformación integral del régimen priísta, quedó atrapado en la mera alternancia de partido en la presidencia de la república. Y al decidir su pacto con el PRI Fox sólo quedó en la figura del cambio de presidente. Fox prometió sacar al PRI de Los Pinos a patadas, pero cogobernó con el PRI. Ahí firmó el fracaso de su sexenio. La noche del 2 de julio, en la fiesta de celebración de la victoria en el Angel de la Independencia, un grito llamó la atención de Fox: “No nos falles”, le dijeron. Pero les falló. El 2 de julio de 2001, cuando debía de explicar un año de cambio, Fox prefirió sustituir el simbolismo de la victoria sobre el PRI con su boda con Martha Sahagún.
La herencia más nefasta de Fox fue el hecho de que su pacto con el PRI impidió la transición. Por ello se dedicó a administrar las crisis. Lo grave fue el hecho de que un gobierno panista con estructuras de gobierno priístas debía de conducir necesariamente a la consolidación de las estructuras de poder antes pactadas con el PRI y luego con existencia autónoma. En este escenario el crimen organizado se consolidó en el sexenio foxista: el PRI ya no controlaba los hilos de ese poder y el PAN no quiso hacerse cargo. Calderón tomó la decisión de no pactar y de enfrentar al crimen organizado que se había fortalecido por el desentendimiento del PRI en la alternancia, por la apatía de la sociedad y por la incapacidad de Fox para entender la presidencia como una red-estructura de poder.
La única reacción a los exabruptos --que son eso y no respuestas condicionadas-- es la conmiseración: es inútil tratar de racionalizar con Fox y a Fox. Ni cómo ayudarlo. A Fox hay que tratarlo no como ex presidente salido del PAN sino a partir de la personalidad neurótica priísta. Fox es el Chance the Gardener de la novela de Jerzy Kosinki en Desde el jardín (Being There, en inglés), un jardinero autista que conoce el mundo sólo a través de la televisión y que su razonamiento tiene que ver con la jardinería. Y llega a ser candidato a la presidencia de los EU.


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