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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

jueves, 25 de noviembre de 2010

25-noviembre-2010, Jueves.

INDICADOR POLITICO


+ El PRI es célula madre del PRD
+ MEC-AMLO subsisten por priístas

Carlos Ramírez

En la superficie, la disputa López Obrador-Marcelo Ebrard por la candidatura PRD/PT en el Estado de México está determinada por una lucha por el liderazgo del sector político neopopulista. Pero al mismo tiempo, subyacen algunos otros datos que revelan que se trata de una lucha de gladiadores por el caudillaje del partido.
Por lo pronto, habría tres escenarios colaterales:
1.- La imposición del candidato del PRD a la jefatura de gobierno del DF.  El GDF es el botín en disputa. López Obrador y Ebrard pelean por la jefatura del cacicazgo de las tribus capitalinas en dos escenarios: el manejo del presupuesto-tribus y el hecho de que encuestas en el DF señalan que el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto es el motor que ha revalidado la posibilidad de que el PRI recupere el gobierno capitalino. Por eso la desesperación de Ebrard al ir al zócalo de Toluca a agitar en contra del PRI.
2.- López Obrador y Ebrard no niegan su origen genético: el PRI. Los dos son proclives al dedazo: la designación de candidatos en el Estado de México, López Obrador impuso por dedazo a Ebrard como candidato al GDF y ahora los dos por dedazo quieren designar al próximo. De ahí que ahora más que nunca se percibe el hecho de que el PRD y los perredistas (ex) priístas funciona, operan, deciden, se comportan y respiran como priístas: métodos, formas, estilos, reglas y protocolos perredistas --de todos los del PRD, aún las reliquias ex comunistas-- tienen un código genético del PRI. No por menos el PRI nació de la costilla del PRI y no por menos el (ex) priísta y (ex) salinista) Manuel Camacho diseño la estrategia de que el PRD promueva candidatos salidos del PRI.
3.- La candidatura presidencial de la coalición nepopulista --perredistas, lopezobradoristas, (ex) priístas, (ex) comunistas y (neo) arribistas-- va a salir del choque López Obrador-Ebrard. Pero no sólo eso. El verdadero trofeo es la construcción del Próximo Caudillo del Neopopulismo. Cuauhtémoc Cárdenas nunca quiso ser caudillo, López Obrador ansía la Monarquía neopopulista y Ebrard agarró literalmente el poder y no lo quiere soltar. Y se trata de un verdadero caudillismo por los estilos priístas de los dos: dedazos, sometimientos, personalismos, ejercicios abusivos del poder. En el Estado de México se exhibe, en todo su esplendor, el origen priísta de los dos al querer imponer por dedazo al candidato del PRD. López Obrador y Ebrard, forjados en la parte más caudillista del PRI, serían una reproducción exacta e histórica de los estilos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría.
Por tanto, la disputa López Obrador-Ebrard en el Estado de México va a servir para mostrar a la sociedad que la coalición neopopulista --PRD-PT-Convergencia-- está reviviendo los estilos del PRI que fueron apabullados en el 2000 con el voto por la alternancia. Y que López Obrador y Ebrard representarían la restauración --en su dimensión histórica de referencia napoleónica-- del viejo régimen. Los dos, López Obrador y Ebrard, han restaurado en el DF un modelo de gobierno típicamente priísta, ajeno al que prometió Cuauhtémoc Cárdenas en 1997.
La coronación de Ebrard como jefe de gobierno culminó un proceso de bizarrismo político: el PRD le entregó el poder al grupo priísta al que se lo quitó en 1988, el grupo de Salinas-Camacho-Ebrard. Paulatinamente, Ebrard ha desplazado a los ingenuos perredistas para conformar un grupo de poder de (ex) priístas comandados por Manuel Camacho. Al más puro estilo priísta, Ebrard comenzó a operar la elección del próximo jefe de gobierno con el estilo de sucesión presidencial, es decir, la entrega del poder por herencia. No es gratuito que Ebrard haya excluido de su terna sucesoria a cualquier lopezobradorista o cardenista.
Al final, la democracia como bandera política del PRD ha sido total y absolutamente excluida de los modos políticos de López Obrador y Ebrard. El primero quiere imponer candidata en el Estado de México, el segundo pelea por imponer a su candidato mexiquense y ya hizo su terna capitalina. Peor aún, ahora López Obrador y Ebrard van a entrar en una pelea colateral: la imposición del sucesor de Jesús Ortega en la presidencia del PRD, pero con aspirantes sometidos al viejo estilo priísta. Lo más incongruente de todo es que López Obrador y Ebrard se salieron del PRI por falta de democracia y ellos mismos operan en el PRD con una antidemocracia peor que la que existía en el PRI. Peor aún, han sido conductas de arbitrariedad antidemocrática y autoritaria.
El mensaje de fondo es claro: si ésa es la izquierda, entonces el país asiste al fracaso político e ideológico de la izquierda porque ya no hay otra. López Obrador y Ebrard han llevado al PRD a un modelo típico de bonapartismo: Estado autoritario, cesarismo personal, no clases sino un lumpenproletariado agresivo y resentido, intimidación a sociedad, sometimiento de la clase patronal y asistencialismo a los pobres no por equidad o justicia sino como un mecanismo de control político de las masas dando regalos a cambio de agradecimiento.
En este contexto, la disputa López Obrador-Ebrard por el Estado de México, el DF y el PRD va a fracturar irremediablemente al partido y el PRD podría perder su joya de la corona: la jefatura de gobierno del DF. Pero ocurre que los egos políticos de los dos son indomeñables.


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