INDICADOR POLITICO
+ PRI 2012: dilemas o volado
+ Revisan experiencias pasadas
Carlos Ramírez
Pese a todas las tendencias, la decisión del PRI para el 2012 aún no está definida. Y a partir de experiencias propias y ajenas del pasado, la candidatura presidencial tricolor tendrá que decidirse entre la imagen y el proyecto.
En este contexto, la nominación tricolor estará entre el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto y su posición en las encuestas de imagen y el senador Manlio Fabio Beltrones como el diseñador del proyecto alternativo de desarrollo que el panismo tuvo dos sexenios para operar y no pudo hacerlo.
En medio se aparece, como el fantasma de las navidades pasadas, el PRI como el partido, el aparato y la estructura de poder, pero también como la imagen del ancien régime que el PRI no ha podido borrar.
Por tanto, el PRI tendría otra oportunidad para convertirse en una solución real y no sólo en una salida a la frustración: una candidatura priísta en función de la oferta de modelo de desarrollo, lo que obligaría Peña Nieto a ponerse a trabajar en su propuesta. Al final de cuentas, las elecciones presidenciales del 2000 y del 2006 fijaron las nuevas reglas del juego político: la imagen se la lleva el viento.
En una carrera de largo plazo --falta un largo año para la nominación formal--, las posiciones políticas se desgastan. López Obrador comenzó su carrera con encuestas altas tres años antes de la nominación y llegó desgastado, con compromisos atados como lastre y agotado por los rounds de sombra: en tres meses Felipe Calderón volteó las encuestas.
Mientras Peña Nieto se la pasa en el placeo y en el reparto de su gabinete con bastante anticipación --inclusive algunas carteras las tiene hasta tres veces asignadas, igual que López Obrador en el pasado--, Beltrones trabaja en su proyecto-oferta. Y lo interesante es que se trata de un diseño propio, de alto contenido político y a partir de lo que el PRI no ha querido reconocer y el PAN no ha sabido capitalizar: el agotamiento del proyecto de desarrollo del PRI-gobierno-Revolución Mexicana.
La exploración de Beltrones rebasa --y con mucho-- los alcances limitados y conceptualmente tramposos del proyecto salinista que será el que oficialmente el PRI de Peña va a enarbolar. Lo que el PRI oficial no ha entendido es que los libros de Salinas no constituyen realmente un proyecto sino un ajuste de cuentas con sus propias contradicciones y amarguras y una extensión del salinismo fracasado.
Ahí se localiza el espacio autónomo de Beltrones, algo que muchos priístas han comenzado a entender. La única forma que tiene el PRI de competir en las próximas elecciones presidenciales sería con un proyecto diferente y hacia el futuro, algo que en el PAN sólo están trabajando Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel Miranda. En el PRD la nominación saldrá de dos la lucha entre dos egos: el de López Obrador y el de Ebrard.
Sin alardes y con el cuidado que le sugiere su propia experiencia política, Beltrones empuja al espacio mediático algunas de sus propuestas como iniciativas en el Senado. El proyecto completo de Beltrones se localiza en el libro Pensamiento y discurso 2012, con un significativo prólogo de Diego Valadés, uno de los más prominentes constitucionalistas. Valadés fue el diseñador de una de las sólidas propuestas de reforma del Estado que se entregaron en el Senado, la del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, porque veía hacia el rediseño institucional que obviamente el PRI ha estado negado a siquiera suponer.
El prólogo de Valadés contribuye a fijar el contexto de las iniciativas de Beltrones: “las instituciones políticas y sociales exigen actualizaciones constantes; esta es una tarea pospuesta por largo tiempo, cuyas consecuencias deterioran la vida cotidiana de los mexicanos y proyectan una sombra hacia el futuro. Es posible que estemos viviendo la etapa más baja de nuestra historia y existe el riesgo de que en la epopeya nacional esta generación ocupe un lugar insignificante”.
La propuesta de Beltrones radica en la alternancia de proyecto, lo que el PAN no pudo concretar aunque ahora dos precandidatos insistan en el punto: el cambio institucional, que resume Valadés. El viejo régimen priísta ya reventó y se ha retardado la negociación del nuevo. El bono político de la transición del 2000 ha disminuido ante la pasividad para continuar las fases siguientes a toda transición: la instauración de la democracia y la consolidación. España cumplió las tres etapas en dos años. En México han pasado doce y la sociedad sigue esperando.
Beltrones señala la realización de tres reformas fundamentales: la reforma política como alternancia real y basada en el acuerdo, la reforma económica como una transformación del modelo de desarrollo y la reforma social para atender el asunto de la igualdad que todos los tratadistas de ciencia política colocan como parte fundamental de las transiciones. Sin decirlo, Beltrones apunta hacia la reforma del Estado priísta. Y tiene razón porque lo que ha impedido avanzar en la transición se localiza precisamente en el viejo Estado priísta dominado por los intereses de la CTM, de los empresarios, del corporativismo, de las complicidades.
Las propuestas están a la vista: una parte del PAN quiere la transición y una parte del PRI busca la reforma del Estado. Sólo el PRD de los (ex) priístas López Obrador y Ebrard añoran al viejo PRI del asistencialismo presupuestal con todo regalado. Lo malo para el PRI y para el país sería que la nominación de candidatos se hiciera por popularidad mediática donde la televisión decidiría, no tan secretamente, según sus intereses.
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