INDICADOR POLITICO
+ 2012: ¿poder o proyecto?
+ Modelo de desarrollo, clave
Carlos Ramírez
Los partidos políticos se preparan para disputar el poder en el 2012, aunque la gran demanda del país radica en la urgencia de un proyecto nacional de desarrollo que sustituya al inservible proyecto priísta.
El escenario del 2012, por tanto, se presenta muy claro: o mantener y revivir el viejo modelo de nación priísta que se ahogó en la corrupción, la represión y la pobreza o entrarle al rediseño de un nuevo proyecto nacional. Del lado de la restauración se localizan el PRI y el PRD; y del lado de la reforma, el PAN no tiene más camino que ahora sí consolidar la alternancia de proyecto nacional o regresarle la presidencia al tricolor.
Pero parece que nadie discute el tema central del proyecto alternativo. El de López Obrador no es más que el viejo proyecto del PRI, sólo que ahora neopopulista y caudillesco; Marcelo Ebrard carece de propuesta y su candidatura se basa sólo en la capacidad operativa del viejo autoritarismo reproduciendo el modelo priísta duro de Ernesto P. Uruchurtu. El PRI quiere regresar con su misma estructura de poder y sus mismas y avejentadas estructuras corporativas.
En el PAN hay ya dos grupos: el de los que esperan la decisión presidencial y el de los que ya abrieron un debate sobre proyectos. En el primer grupo están Ernesto Cordero, Alonso Lujambio y Heriberto Félix, en tanto que fuera de ese espacio se han posicionado Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel Miranda y el expulsado --hasta ahora-- Manuel Espino.
En este contexto se localiza el texto publicado por Vázquez Mota el domingo pasado, donde abre el tema del proyecto de nación. Se trata de un texto que fija los puntos sensibles de la alternancia de proyectos, un tema que el PAN en el gobierno en estos diez años había excluido. El punto central está definido: o el PAN pugna por el cambio de modelo de desarrollo o el PRI y su espejo el PRD van a restaurar el viejo régimen. De ahí la importancia del debate que abrió Vázquez Mota de cara al 2012:
“Ya no debería ser motivo de discusión que la única forma de romper con este estancamiento reside en la reconstrucción de la estructura económica, que necesariamente pasa por procesos políticos de fondo. Las reformas indispensables para que la economía mexicana despegue y se convierta en muy pocos años en una de las diez más poderosas del mundo ya sabemos cuáles son.
Sin embargo, no hemos alcanzado los acuerdos necesarios para establecerlas. Diversos actores políticos y sociales han apostado al freno para no perder privilegios. Apuestan a la inmovilidad y el desprestigio de la vida democrática para erigirse en líderes autoritarios.
Estos frenos impiden la transformación necesaria para que México sea un país exitoso, porque esos cambios les resultarían costosos. En otras palabras, no están dispuestos a perder los privilegios que han aprovechado por décadas. Ante ello es claro que para enfrentarlos debemos configurar un acuerdo suficientemente poderoso para avanzar.
El futuro de México pasa por la superación de la disputa en áreas fundamentales que permitan construir un acuerdo modernizador que sume a todos aquellos que están convencidos de la transformación de México, y que nos permitan sumar el poder necesario para sobrepasar los vetos de los grupos defensores de privilegios.
(…)
Son diversas las razones que han impedido la construcción de este acuerdo. Al mismo tiempo, los costos para la ciudadanía han sido elevados y lo serán más en pocos años. Si el agotamiento de la estructura económica no nos resulta evidente, si el desencanto de millones de jóvenes no nos reclama, si no nos lastima que los recuerdos de muchos sean sólo crisis recurrentes, entonces no somos los líderes políticos que México requiere con urgencia.
Ampliemos la difusión de los costos sociales de mantener la inercia. Fijemos los mecanismos de evaluación de las reformas, estrategias y metas de las principales políticas públicas del país. Establezcamos los mecanismos que construyan una relación de cooperación, colaboración y respeto entre todos los liderazgos políticos, económicos y sociales. Abramos los cauces que permitan la más amplia participación activa y directa del mayor número de actores posibles en la definición y la realización del acuerdo político amplio y sustantivo.
Los objetivos y las prioridades del país están claros. Ningún político, ninguna fuerza política puede darse el lujo de no estar de acuerdo en los propósitos de crecimiento, oportunidades, democracia y justicia. Hagamos patente nuestra voluntad de hacerlos realidad. En el México de hoy no estamos enfrentados contra una dictadura o contra una amenaza del exterior. Nuestro reto es vencer las inercias que hemos antepuesto a la decisión de dar solución a los problemas nacionales.
La agenda debe acordarse más allá de procesos electorales. Gane quien gane o pierda quien pierda, si cada uno de nosotros no hacemos lo que nos corresponde, el país puede enfrentar problemas serios de gobernabilidad.
Dejemos atrás las discusiones inspiradas en pedazos de poder, salgamos de debates tan alejados del México que trabaja y se esfuerza cada día. La construcción de este acuerdo obliga a una apuesta de confianza. Requiere voluntad por un mejor país. Sin confianza casi nada se puede construir. No hay más: un acuerdo para las reformas y la vida institucional. Para los referentes éticos y los valores fundamentales. Un acuerdo que permita y advierta esperanza y aliento en el futuro.
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