INDICADOR POLITICO
+ Slim desea poder político de TV
+ Telmex, en fondo de la disputa
Carlos Ramírez
Si se revisa el contexto del conflicto entre las televisoras privadas y Carlos Slim, el asunto tendría cuando menos tres aristas de puntas filosas:
1.- Carlos Slim y la privatización de Teléfonos de México. Slim controla los precios de las interconexiones y fija tarifas a su criterio. La privatización de Telmex se hizo en 1990 sin perspectiva histórica. Y hoy quiere perfilarse como el superpoder metido en la televisión.
2.- El poder político de las televisoras. Lo que está en el centro del debate es el poderío político de la imagen. Slim tiene el dinero pero no el poder por falta de TV. La publicidad del Grupo Slim con una televisora propia podría llevar al modelo Berlusconi o ciudadano Kane de mezclar recursos y política.
3.- La indefinición del gobierno federal en materia de una agenda integral de telecomunicaciones que incluya además el criterio de una política de Estado para redefinir los márgenes de poder de los involucrados.
En un análisis sobre el conflicto Slim-televisoras, Jorge Fernando Negrete y Jorge Bravo, director y editor respectivamente de Mediatelecom (www.mediatelecom.com.mx), un despacho de consultoría especializada, le encuentran la cuadratura al círculo:
“El fondo del asunto radica en la administración y planeación política --ni siquiera económica, por no decir social-- del espectro radioeléctrico”.
Si se mira en el horizonte político de mediano plazo --ya tirándole a corto por el adelantado proceso electoral 2012--, los jaloneos entre Slim y las televisoras tratan de fijar espacios de poder en el sistema político luego de la derrota del PRI, cuando en el viejo régimen Televisa era “un soldado del PRI, un soldado del Presidente”. Lo peor de todo es que el conflicto involucra a un Congreso donde el PRI y el PAN carecen de mayoría y donde el PRD quiere su rebanada del pastel político de los tiempos televisivos.
Negrete y Bravo marcan los contornos del conflicto:
“No es verdad que el gobierno esté compensando para promover la competencia, pues el mercado sigue tan concentrado como en 2006, no sólo en telecomunicaciones sino sobre todo en radiodifusión. Más bien obedece a razones políticas. El gobierno calderonista decidió plantársele a Carlos Slim porque sus negocios carecen de influencia política, a diferencia de la televisión. Sin la posibilidad de transmitir contenidos, las redes de infraestructura no representan en sí mismas un riesgo para las agendas políticas. En cambio, la televisión y los demás negocios informativos de Televisa sí que merecen ser respetados e incluso temidos. Aunque en términos de ingresos los negocios de Slim son más grandes, los de Azcárraga Jean son más influyentes. El gobierno y los partidos no le tienen miedo a la telefonía fija o móvil, sino a la televisión, la radio, la prensa y cada vez más a Internet, en ese orden.
“La suspensión de la pauta publicitaria a Televisa también debe leerse como un claro mensaje de reclamo al gobierno federal porque éste no posee suficientes argumentos para seguir negando la entrada de Telmex al triple play y sí, en cambio, ha preferido favorecer y compensar a Televisa.
“La comprobación más fehaciente de lo anterior se encuentra en el hecho de que el gobierno ha licitado espectro para servicios de telecomunicaciones, incluidas frecuencias para el servicio de telefonía móvil, y tiene previstas más licitaciones para Internet inalámbrico; en cambio, no ha licitado desde el año 2000 una sola frecuencia de radio y televisión adicionales a las que ya controlan los mismos grupos de siempre. Incluso el gobierno federal ha especulado de manera discrecional con el refrendo de las estaciones de radio de AM y FM. El fondo del asunto radica en la administración y planeación política (ni siquiera económica, por no decir social) del espectro radioeléctrico. El hecho de que no se hayan licitado más frecuencias para televisión y sí para servicios de telecomunicaciones no soporta el más mínimo argumento a favor de la competencia”.
Las decisiones políticas son decisiones de poder. Ahí se localiza la explicación de Slim para cortarle la publicidad de sus empresas a Televisa y TV Azteca, pero con la ironía de usar el mismo argumento político de López Portillo en 1982 cuando cortó la publicidad oficial a publicaciones críticas: “no pago para que me peguen”. A cambio, Slim ha comenzado a entrarle ya a los juegos políticos del poder de la comunicación y por eso no sólo apuntaló a Carmen Aristegui para que regresara a su programa de MVS, sino que le multiplicó el apoyo publicitario a ese espacio para convertirlo no en un dechado de ética periodística sino en una trinchera permanente y persistente de crítica contra Televisa.
Lo malo para Slim fue que provocó dos efectos negativos: primero, sacó la promoción de sus empresas de los espacios publicitarios más importantes y con ello enfrentar una baja en sus ventas y segundo unió a sus adversarios en su contra y no es nada desdeñable el poder unificado de Iusacell, Axel, Nextel y la Cámara Nacional de la Industria de Telecomunicaciones por Cable. Slim posee la riqueza pero las televisoras tienen el poder.
En medio se encuentra un gobierno sin decisión. Lo dicen así Negrete y Bravo: “la falta de autoridad y la ausencia de ejercicio de facultades en materia de política pública, han llevado a un escenario de vacío regulatorio y de actuación gubernamental vital para el crecimiento del sector”.
Y en el fondo, como punto sensible, aparece el poder de Slim por la propiedad de Telmex, privatizada en 1990 a su favor en el gobierno de Carlos Salinas, hoy con el poder de las interconexiones a su favor y la lucha para convertirse también en magnate de la televisión antes de las elecciones presidenciales del 2012.
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