INDICADOR POLITICO
+ Ortega ya liquidó la alianza
+ Sólo táctica y no programa
Carlos Ramírez
Con una sola declaración, el presidente saliente del PRD, Jesús Ortega, enterró la alianza con el PAN para un candidato al gobierno del Estado de México. Si la encuesta del próximo 27 enfatiza la existencia de un “programa de gobierno común”, Ortega declaró que se trata sólo de una alianza táctica.
Por tanto, PAN y PRD estarían engañando a los ciudadanos del Estado de México. La diferencia entre un programa de gobierno común y una alianza táctica se localiza en el objetivo: iniciar una gran reforma política o sólo derrotar al PRI con candidatos (ex) priístas pero sin construir un sistema político democrático alternativo. Por eso es que PAN y PRD se tunden entre sí demostrando que carecen de puntos de confluencia para un programa común.
El trasfondo del asunto es bastante serio porque se estaría pervirtiendo una posibilidad política para el cambio político de fondo. Los promotores de la encuesta del 27 de marzo deben aclarar desde ahora a ciudadanos y observadores críticos el sentido político de la alianza. La pregunta de la encuesta fue redactada con engaños o sin coherencia política o el responsable de redactarla cometió un desliz semántico de enormes proporciones.
La pregunta de la encuesta es la siguiente: “para la próxima elección de gobernador en el Estado de México, ¿estarías de acuerdo en una alianza entre el PAN y el PRD que proponga un/a candidata/o con un programa de gobierno común? Y la clave del enredo-engaño-propuesta se localiza en el acomodamiento de las tres últimas palabras y sobre todo en el adjetivo “común”. Las dos posibilidades son mayúsculas: un “programa común” de gobierno o un “gobierno común”.
El primero, un programa común, implicaría una lista de temas, acuerdos y decisiones en función de la convergencia en el centro político de las ideologías conservadoras del PAN y radicales del PRD. Pero ahí existen temas que han separado a los dos partidos en lugar de convergerlos: la agenda sexual, por ejemplo; o la política de subsidios; o los vicios priístas que prevalecen en el PRD. En Oaxaca, Puebla, Sinaloa y Guerrero, donde hubo (ex) priístas como candidatos aliancistas sin acuerdos políticos previos, los gobernadores aliancistas respondieron a sus propias alianzas, no siempre coincidentes con las de los partidos; por eso es que en esos gobiernos hay más priístas que aliancistas.
El segundo, un programa de “gobierno común” implicaría la fusión de los dos partidos en una nueva figura ideológica alejada de los extremos, lo que Manuel Camacho llama una “nueva hegemonía de centro”. Pero ello tendría que llevar a una nueva ideología y de hecho a la desaparición de las dos siglas para la creación de una nueva. En Italia, en una novela anónima de gran éxito en los setentas --Berlinguer y el profesor--, se propuso la fusión de la Democracia Cristiana y del Partido Comunista en el Partido Revolucionario de los Trabajadores Católicos. Un “gobierno común” implica una alianza de largo plazo y de tipo estructural, ya no sólo en algunos puntos sino en el ejercicio del gobierno.
En medio de tantas confusiones, Jesús Ortega vino a poner orden en el desorden para enredar más las cosas. En el debate con los presidentes del PRI y del PAN, en el programa del lunes de Carlos Loret de Mola, el presidente del PRD cayó en la trampa que le puso el priísta Humberto Moreira de definir la profundidad de la alianza y afirmó que se trataba de una alianza “táctica”, es decir, superficial, de coyuntura, oportunista, para imponer la estrategia revolucionaria. Y para probarlo, Ortega criticó severamente al PAN, su aliado, tachándolo de incompetente.
La táctica es concepto marxista. Lo estableció con claridad Stalin, uno de los ideólogos de la izquierda revolucionaria: “la misión de la dirección táctica consiste en dominar todas las formas de lucha y de organización del proletariado y en asegurar su empleo acertado para lograr, teniendo en cuenta la correlación de fuerzas existente, el máximo resultado necesario para la preparación del éxito estratégico”.
Al final, la táctica de la izquierda siempre se mueve en función de la estrategia final. También lo explica Stalin:
“Para el reformista, las reformas son todo, y la labor revolucionaria cosa sin importancia, de la que se puede hablar para echar tierra a los ojos. Por eso, con la táctica reformista, bajo el poder burgués, las reformas se convierten inevitablemente en instrumento de consolidación de este Poder, en instrumento de descomposición de la revolución. Para el revolucionario, en cambio, lo principal es la labor revolucionaria, y no las reformas. (…) Por eso, con la táctica revolucionaria, bajo el poder burgués, las reformas se convierten, naturalmente, en un instrumento para descomponer este Poder, en un instrumento para vigorizar la revolución”.
En este contexto, el PRD va a la alianza como táctica para tomar el poder del gobierno del Estado de México con la ayuda del PAN, a sabiendas de que por sí sólo el perredismo no podría ganar las elecciones. La táctica de Ortega nada tiene que ver con un programa común o un gobierno común con el PAN, sino que usará la alianza para después imponer su estrategia, la del PRD.
Ortega reveló el engaño de la encuesta mexiquense sobre las alianzas: no un programa común para instaurar la democracia, sino la táctica --al viejo estilo leninista de la izquierda-- para ganar el poder gracias a la derecha o a los conservadores. En cambio, el PAN parece haber creído ingenuamente en la posibilidad de un programa común pero basado en la agenda de Marcelo Ebrard en el DF tan criticada por el PAN, comenzando con la agenda sexual. Por tanto, la alianza en el Estado de México busca subordinar al PAN a la táctica del PRD y no la definición de un programa de transición a la democracia.
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