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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Indicador Político 30-septiembre-2010, Jueves.

+ UNAM: república de la izquierda
+ Lastre que impide modernización

Carlos Ramírez

En el fondo, los últimos discursos del rector de la UNAM, José Narro Robles, le quedaron debiendo al país un diagnóstico crítico de la situación interna de la casa de estudios. Y sobre todo, una evaluación el daño histórico que le han hecho las tribus de la izquierda a la educación superior.
La profunda crisis en las universidades públicas tienen que ver con su origen estatal pero sobre todo el papel que le asignó el Estado priísta como función estabilizadora: las universidades públicas fueron cámara de compensación y despresurización política e ideológica de la izquierda radical, para reducirle el espacio en partidos, sindicatos, calles y organismos gubernamentales.
La alternancia partidista en la presidencia de la república en el 2000 provocó una redefinición de la política educativa de las universidades públicas, diseñadas por el PRI en función teórica de enfoque social pero en la práctica verdaderas escuelas de cuadros del Estado priísta. En 1979, en Los laberintos del poder, el politólogo Peter H. Smith analizó los caminos para hacer política priísta en el gobierno mexicano y dos de sus 22 reglas establecían la obligatoriedad de estudiar en la UNAM y la de hacer grupos políticos universitarios vinculados al PRI.
Ahora que gobiernos panistas exigen cuentas, las universidades ponen el muro de la autonomía. Lo mismo en la UNAM, de donde salieron los funcionarios priístas y donde se refugiaron todas las tribus antipriístas, que en la Universidad de Guadalajara. La crisis radica en el hecho de que esas dos universidades tienen programas de estudio para el Estado priísta que no existe.
El lastre que impide el gran salto educativo de la UNAM es la izquierda. De hecho, la izquierda le ha hecho a la UNAM grandes daños en cuanto a la definición de políticas educativas, aunque también grandes beneficios al constreñir el radicalismo ideológico al espacio universitario.
En la UNAM prevalece toda la gama de izquierdas: maoístas, marxistas, espartaquistas, trotskistas, castristas, chavistas, vietamistas, zapatistas, panchovillistas y, desde luego, los izquierdistas incorporados al PRI. Lo malo, sin embargo, es que no en forma de pluralidad, sino en constante disputa con las autoridades y entre sí para imponer sus respectivas ideologías. Como escuela de pensamiento, la UNAM ha logrado, por ejemplo, recibir a Carlos Salinas como hijo del PRI y nieto de la Revolución Mexicana, darle educación económica marxista, permitirle la tendencia maoísta, prepararlo para el pronorteamericanismo en Harvard y terminar como el promotor del neoliberalismo conservador y globalizador.
La capacidad de gestión de los rectores se ha basado en la aceptación del dominio de los grupos de poder a cambio de tibias reorganizaciones educativas. Una cosa es que la UNAM con su gratuidad --que rectores priístas han querido revertir-- haya permitido el ascenso social por la vía de la educación y otra que quieran hacer creer que el país se debe a la UNAM. Más aún, el pensamiento crítico en la UNAM es tan esquemático como ineficaz.
La UNAM le ha servido al Estado para encapsular el radicalismo juvenil, aunque a costa de crear un territorio autónomo del Estado. Pero de los sectores críticos de la UNAM no ha salido una alternativa al modelo de desarrollo. Tampoco la oposición ha encontrado el pensamiento crítico para ofrecer otra otro modelo de sistema político. En el Instituto de Investigaciones Jurídica se localiza el pensamiento único del constitucionalismo priísta.
Tan las universidades públicas funcionan como partido que en algunas entidades --Colima, por ejemplo, y la Universidad de Guadalajara-- los cargos públicos priístas pasan por la universidad. Y en esta lógica se localiza el modelo Juan Ramón de la Fuente, quien usó recursos presupuestales de la UNAM para su precampaña presidencial en 1999 e inclusive para ofrecerse como presidente interino en el 2006. Y en este contexto se ubica la campaña en marcha para impulsar al rector Narro Robles como candidato presidencial para el 2012 por unos discursos retóricos al viejo estilo priísta.
Otro de los lastres de la UNAM --vinculado a la izquierda-- es el sindicalismo. Inclusive, la caída del rector Pablo González Casanova fue empujada por la huelga a favor de un sindicato. Hoy existe la paradoja de que el PRD dice impulsar el cambio de estructuras, pero el líder del STUNAM es perredista y tiene a la universidad desangrada con condiciones laborales que se comen parte sustancial del presupuesto. El asunto no es de derechos sindicales sino de política sindical. Y en lugar de que el rector Narro Robles reorganice el contrato de trabajo, lleva sus discursos priístas a la sociedad para pedir más presupuesto que sin duda buena parte irá al sindicato universitario.
En una retórica priísta, el rector Narro Robles le envió a don Justo Sierra, fundador de la UNAM, un mensaje desde la sesión conjunta del congreso legislativo el pasado 22 de septiembre: “¡Misión cumplida!”, como si el estado actual de la UNAM fuera el que Sierra se fijó como objetivo final. Si así fue, poca ambición de Sierra. Pero a la UNAM le ha sobrado demagogia priísta y le ha faltado sentido de autocrítica. La meta de las universidades públicas no es otra que la de ser… públicas, no de una corriente ideológica.


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