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Periodista, escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. En Ciencias Políticas, oaxaqueño. Autor de la columna "Indicador Político" en El Financiero.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Indicador Político 26-septiembre-2010, Domingo.

+ PRI: a la sombra de Salinas
+ Pero hay cinco condiciones

Carlos Ramírez

(Conferencia dictada por el autor, Carlos Ramírez)
El gran objetivo de Carlos Salinas de Gortari fue el de ofrecerse como el gran reformador mexicano. Llegó a la presidencia de la república en 1987 como un hijo del PRI y un nieto de la Revolución Mexicana, forjado en la cultura política del Estado priísta, proveniente de una familia de prosapia tricolor, pero con una carta guardada: la reforma del proyecto de desarrollo. Al principio, y lo reveló en la redacción del Plan Global de Desarrollo 1980-1982, Salinas pensaba que las coordenadas límite del sistema político priísta bastaban para redinamizar la economía con ciertos elementos estimuladores pero sin romper con el modelo. La propuesta modernizadora de Salinas era de largo plazo, 25 años de su grupo en el poder y quizá cincuenta años de nuevo modelo de desarrollo.
Pero entre su nominación como candidato presidencial en octubre de 1987 y los cambios geopolíticos de finales de 1989, Salinas y su grupo de técnicos se enfrentaron a la urgencia de modificar no sólo su programa de gobierno sino su prospectiva y por tanto su modelo prospectivo de escenarios. En  1989-1990 Salinas tuvo dos encuentros personales y dos contactos con realidades geopolíticas: su visita a Francia para el bicentenario de la Revolución Francesa y un encuentro con François Mitterrand, quien ya estaba de regreso de su socialismo light hacia un centrismo conservador y globalizado. Y más tare, su visita a la Unión Soviética y un encuentro con Gorbachov, ya en plena perestroika. Ahí Salinas tuvo un salto cualitativo en su estrategia de desarrollo. En el primer trimestre de 1990 comenzó negociaciones secretas con los Estados Unidos para un tratado de comercio libre que liberara las fronteras comerciales.
El escenario de decisiones de Salinas se centró en tres puntos clave: la globalización de la economía, el fin de la hegemonía del Estado y la reforma del PRI. Por primera vez un presidente de la república rompía el escenario de los enfoques sexenales y también decía terminar con el modelo histórico-social-cultural-ideológico-político de la Revolución Mexicana. Para ello, Salinas se centró en tres instrumentos: el Estado, el PRI y la Constitución. La perspectiva histórica de Salinas fue realizar la gran transformación política-económica-social de México como --toda proporción guardada-- la Unión Soviética de Gorbachov con un horizonte hacia el futuro de cuando menos medio siglo. Para consolidad cambios, Salinas se propuso un gobierno de tres sexenios, el de él, el de su sucesor y el siguiente.
El modelo estructural de la reforma de Salinas fue más prospectivo que de perspectiva. Es decir, la definición de los objetivos de su proyecto se hizo en función del análisis de los escenarios futuros de la reconstrucción del mundo en términos de economía, socialización de conflictos y reacomodo de zonas estratégicas. A partir de este tipo de percepciones sobre escenarios del futuro, Salinas tomó el camino de la reforma estructural. Lo malo de su estrategia, sin embargo, fue los temores a la descomposición de los acuerdos fundamentales internos. Y ahí atrasó la reforma política, se conformó con el control autoritario del PRI y no pudo encontrar un factor de cohesión ideológico-educativo-cultural a la Revolución Mexicana --su liberalismo social nació sin fuerza histórica--, por lo que la crisis le estalló en lo político: el alzamiento zapatista, el asesinato de su candidato presidencial priísta y la crisis devaluatoria.
El modelo prospectivo de Salinas parecía perfecto. Las reformas estructurales se tomaron por consenso o por autoritarismo, pero sobre todo sin fuerzas alternativas capaces de discutir el escenario internacional prospectivo que Salinas dominaba muy bien. Los tres principales colaboradores de Salinas controlaban bien sus respectivas áreas: Joseph-Marie Córdoba Montoya en la economía, Manuel Camacho Solís en la política y Luis Donaldo Colosio en lo social. El objetivo central de Salinas fue el de la modernización del país. Pero los tres puntos débiles le estallaron en 1994, el año de la puesta en marcha del TCL: los marginados indígenas, la lucha por el poder en el PRI y la devaluación. A su modelo prospectivo de escenarios, objetivos, factores de cambio, variables estratégicas y le fallaron dos factores: la predictibilidad y probabilidad. Su análisis eludió la crisis en el primer punto y los actores externos al sistema político en el segundo. Salinas supuso que con la restauración del autoritarismo cubriría todos los escenarios.
El error de Salinas fue su mala lectura y peor conclusión de la experiencia de Gorbachov, sin duda que su principal punto de referencia. A finales de 1993, ya con Colosio destapado como sucesor, Salinas regresaba al país de una gira por Europa y ahí delineó las prioridades: el tema central del mundo, dijo, era la demanda social de bienestar, no la democracia. Y agregó, al analizar el modelo soviético, que Gorbachov había cometido el error de realizar simultáneamente las reformas económica y política, porque las cosas se le salieron de control. Primero, dijo, era la reforma económica y ya después, mucho después, la reforma política. Por eso Salinas dedicó toda su energía a la reforma económica del Estado, pero el destino político lo alcanzó antes de entregar el poder a su sucesor.
A pesar de su estudio del marxismo y de su formación ideológica maoísta en la Facultad de Economía de la UNAM, Salinas no entendió que la economía es la que determina las relaciones políticas y sociales y que todo cambio económico requiere de espacios especiales políticos y sociales. Así, el modelo prospectivo de Salinas careció de cientificidad. Peor aún, a la vuelta de tiempo se puede entender que ni siquiera era un modelo, a pesar de que Córdoba operaba los escenarios económicos futuros y entendía la lógica de los cambios mundiales y que Camacho era un experto en prever conflictos. Sin  embargo, todo modelo de sistema prospectivo depende una variable independiente y demasiado sensible: la toma de decisiones estratégicas. Salinas siempre fue un jugado de situaciones límite. Y su error fue moverse en escenarios prospectivos donde la decisión final era la de él, pero fuera de los márgenes de la racionalidad de los hechos previsibles. El elemento de predictibilidad le falló a Salinas. Por atender las variables externas, descuidó la inestabilidad interna.
Pero como hombre de poder, Salinas se encuentra reconstruyendo su fuerza para regresar en el 2012. El escenario político parece favorable para Salinas y el PRI: debilidad del PAN, agotamiento de la alternancia, falta de reformas del modelo de poder priísta, crisis de gobernación y ausencia de un acuerdo de gobernabilidad. De hecho, la crisis general del país en el sexenio de Felipe Calderón ha sido producto de las herencias del proyecto salinista y, en medio de ello, la ausencia de un modelo de reforma general del proyecto de nación por parte del PAN y del grupo de Calderón. Las posibilidades del regreso del PRI y de Salinas al poder dependen, antes que de otra cosa, del PRI. Y ahí, para el regreso de Salinas al control del PRI, se deben dar cuando menos cinco condiciones:
1.- Que los priístas acepten de nuevo el liderazgo absolutista de Carlos Salinas. De 1994 al 2008, dos y medio sexenios, el PRI quedó a la deriva. Zedillo lo alejó con su sana distancia y el partido se fracturó con las disputas internas por las candidaturas presidenciales del 2000 y 2006. En ese tiempo, el PRI conformó sus nuevos liderazgos, sus nuevos grupos de poder y sus nuevas alianzas internas. Hasta ahora, Salinas ha sido capaz de ir dominando a los grupos y élites, pero no ha podido lograr un buen consenso en las bases.
Salinas tiene factores a favor y en contra. A favor opera el hecho de que el PRI carece de proyecto y Salinas tiene las relaciones internacionales y nacionales para recuperarlo. En contra está el hecho de que las bases priístas realmente no están interesadas en un proyecto, preferirían el populista del pasado y los votantes atienden más a la persona que al partido o a la propuesta política. Pero con todo, Salinas ha logrado no ser repudiado por priístas. Y sus apariciones públicas con las figuras dominantes que pudieran tener posibilidades de la candidatura presidencial en el 2012 --el senador Beltrones, el gobernador Enrique Peña Nieto, la dirigente Beatriz Paredes, entre los más importantes-- es un mensaje de victoria política de Salinas al interior del PRI.
2.- Que el PRI decida la cuarta reforma histórica del PRI y la tercera reforma salinista del partido. La cuarta reforma sería la del partido y su ascenso al Partido Nacional de Solidaridad. Salinas sabe perfectamente que el logotipo del PRI y las siglas del PRI provocan repudio en las nuevas generaciones y agravio en las viejas. Al no ser ya el partido de la revolución mexicana y al fortalecer su propuesta de liberalismo social, Salinas necesitaría dar el paso audaz de reformar al PRI para excluir su pasado. Hizo el intento en 1990 y luego en 1992 pero no pudo lograr su objetivo. Los priístas saben que el cambio de nombre implicaría perder los colores de la bandera nacional. Cuando López Portillo tocaba el punto de los colores, en el contexto de la reforma política, acudía al concepto de “efecto cromático”; los electores votaban por los colores nacionales.
La tercera reforma salinista interna del PRI sería consecuencia de la primera en 1990 con la reforma de los documentos básicos y la segunda en 1992 con la introducción del concepto de liberalismo social en el discurso político priísta, Salinas reformó no sólo la historia, sino los documentos del PRI y la Constitución en los artículos que la convertían en el proyecto de gobierno del PRI. Para ello, necesitaría transformar radicalmente los documentos básicos del PRI, introducir el Pronasol como nuevo programa de gobierno y controlar casi directamente la estructura del partido.
3.- Que Salinas garantice que su liderazgo llevará automáticamente a la recuperación de la presidencia de la república. Los priístas ya no están para experimentos. La tendencia electoral del PRI en las presidenciales ha pasado de 50% con Salinas, 48.7% con Zedillo, 36.1% con Francisco Labastida y 22.2% con Madrazo. El PAN ha construido una base de 30% y el PRD tiene una media de 20%. Las oscilaciones de los votantes priístas le dan la victoria a uno u otro candidato. Para recuperar la presidencia, el PRI tendría que repuntar en más o menos quince puntosa porcentuales su votación del 2006.
La presidencia de la república es cada vez más competida. Y no existen garantías para la victoria. El PRI ya no tiene un presidente de la república que le fondee recursos y le apoye con programas sociales, los órganos electorales salieron del control del ejecutivo y los tribunales electorales son bastante observados como para decidir anticipadamente un resultado. Por tanto, el PRI no tiene nada asegurado. Y la presencia de Salinas en el liderazgo priísta provocaría la apertura de debates sobre su presidencia, su expresidencia y sus expedientes abiertos. Aunque la política es muy exigente y Salinas debería de tener el control directo del PRI para ofrecer resultados.
4.- Que los priístas acepten borrar el pasado conflictivo de Salinas, sobre todo la muerte de Colosio y la designación de Zedillo. Los expedientes abiertos de Salinas aún siguen calientes. El caso del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, cerrado oficialmente con la tesis de la confusión, ha perseguido a Salinas y le tiene cerradas las puertas del Vaticano. Asimismo, su hermano Raúl salió libre por falta de pruebas en el asesinato de Ruiz Massieu, pero continúa candente el tema del enriquecimiento ilícito. Y si nada han podido probarle legalmente a Raúl, de todos modos la condena pública no ha pasado.
El propio Salinas tiene una figura contradictoria. No es repudiado en lugares públicos como lo fue López Portillo, pero él mismo se cuida de no provocar fricciones. El caso Colosio pasa por el mismo rasero de Raúl: la verdad jurídica ha sido sentenciada, pero la verdad política sigue abierta. Por lo demás, el caso Colosio es una herida abierta en el PRI. Durante años fue colocado en el sótano de las cosas inservibles, apenas fue rescatado para darle su nombre a la Fundación priísta. Pero comienza a renacer una corriente que estaría buscando reactivar la propuesta de Colosio para el 2012.
 5.- Y que el TLC se vuelva a convertir en el eje de las expectativas del desarrollo y Salinas sea el encargado de las reformas pendientes. El problema del Tratado es que fue abandonado durante quince años. Salinas apenas pudo firmarlo y echarlo a andar. Zedillo quedó atrapado en la crisis posdevaluatoria. Y Fox careció de un proyecto de desarrollo que utilizara el Tratado. En estos quince años, el Tratado dejó reformas pendientes y sobre todo nuevas renegociaciones con los Estados Unidos y Canadá, además de una reubicación en el escenario de la creación de mercados regionales competitivos.
Como acuerdo trilateral, el Tratado tiene tres pendientes: la definición del modelo nacional de desarrollo industrial y agropecuario, la renegociación de mejores ventajas para productos terminados y el replanteamiento de la globalización como objetivo en sí mismo y la búsqueda de verdaderos acuerdos de integración productiva que lleven explícitos beneficios de tecnología y de mayor participación de productos intermedios en artículos estadunidenses y canadienses. Sin embargo, los Estados Unidos ya sacaron lo que querían de México en materia comercial, llevaron el petróleo a una negociación aparte y ahora van tras de los mercados de América Latina. El interés de los EU y Canadá por México no eran sus productos sino su mercado de consumo, pero la crisis mexicana ha seguido dejando fuera del consumo a casi un tercio de los 100 millones de habitantes. Por tanto., el TCL pareció haber llegado a su fin y México necesitaría repensar su comercio exterior y reorganizar su producción.
El regreso del PRI y de Salinas también depende de que los dos puedan hacer un buen análisis prospectivo de los escenarios, variables estratégicas, juego de actores y elementos imponderables. El problema de la prospectiva en política radica en la variable veleidosa de los comportamientos de los actores políticos. Ya ocurrió en el 2006 cuando todo operaba a favor de la victoria de Andrés Manuel López Obrador, pero errores estratégicos del candidato del PRD le dieron la vuelta a los votos y volvió a ganar el PAN. Lo malo para los políticos mexicanos es su desdén hacia la ciencia política, no a la politología: estudian las ideas y las propuestas pero no los métodos científicos. Y la prospectiva es un método de previsión dentro de la toma de decisiones. Los políticos mexicanos aún confían en los instintos. Y así les ha ido.


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