INDICADOR POLITICO
+ Wiki: el chisme como escándalo
+ Revelaciones revientan a Hillary
Carlos Ramírez
Para el Dr. Eduardo López Betancourt,
por su Premio al Mérito Académico IUS 2010
Al final, las verdaderas víctimas del Cablegate no serán Julian Assange ni Wikileaks, sino Barack Obama y Hillary Clinton.
1.- Como se desprende del contexto, la ofensiva de Wikileaks formaría parte de una estrategia del Partido Republicano para hundir la política exterior de Barack Obama y ensuciar su anunciada campaña de reelección.
2.- Y el pasado 3 de diciembre, justo cuando estalló el conflicto por los cables de la diplomacia del chisme, la secretaria de Estado afirmó en CBS News que no se presentará como candidata presidencial en el 2012 y señaló que el actual sería su último cargo público.
Los sueños presidenciales de Hillary habían decaído por la decisión de Obama de buscar la reelección presidencial y ella carecía ya de posibilidades. Sin embargo, el hecho político fue que reiteró su negativa justo el día en que circulaban en todo el mundo cables diplomáticos que la dejaban muy mal parada con países aliados y adversarios de los Estados Unidos.
La noticia de Hillary Clinton pasó desapercibida por la fuerza misma del escándalo. Lo grave para la secretaria de Estado fue el hecho de que ella misma pidió a embajadores y diplomáticos la investigación de cuestiones de vida privada y personal de mandatarios y políticos. El contenido de las revelaciones obligó a la propia Clinton y al presidente Obama a ofrecer disculpas a los aliados que salieron raspados en los cables.
En cambio, Assange decidió precipitar su aprehensión por el hecho de que la acusación más grave es la de “acoso sexual” porque en Suecia está penalizado el acto sexual sin condón y justamente de eso lo acusan. Desinflada legalmente la acusación, Assange saldrá fortalecido del incidente penal que por cierto no hizo más que agrandar la atención mundial al escándalo de las revelaciones de decenas de miles de informaciones secretas sobre la diplomacia estadunidense.
Lo malo, sin embargo, fue que las revelaciones de Wikileaks quedaron nada más en el escándalo: la revelación de la diplomacia del chisme, aunque con las evidencias de que la política exterior y de seguridad del país más poderoso del mundo se basa en apreciaciones personales de funcionarios sobre algunas frases soltadas por políticos de naciones que interesan a los Estados Unidos. En cambio, los documentos de Wikileaks sobre Irak y Afganistán sí revelaron datos de las barbaridades, mentiras y ocultamiento de muertos y víctimas civiles de las fuerzas de ocupación estadunidenses.
La toma de decisiones sobre rumores y chismes es bastante común en los Estados Unidos. En 1985, el entonces director de la CIA, William Casey, ordenó al oficial de asuntos mexicanos John Horton --que fue jefe de la estación de la agencia en México-- que elaborara un documento que mostrara que México estaba a punto de la explosión social y política. Para ello lo alimentaron con mensajes de chismes. Horton se negó, denunció el incidente en un artículo en el The Washington Post y renunció. Horton murió en junio de 2007.
El espacio político de Horton fue ocupado por el académico Constantine Menges, recomendado por el senador ultraderechista Jesse Helms. Su texto más visible fue “Irán como vecino” refiriéndose a México, que llamó la atención del entonces candidato presidencial Ronald Reagan. En 1983 pasó de la CIA a la oficina de asuntos latinoamericanos del consejo de seguridad nacional y desde ahí alimentó el pánico contra México. Su principal aliado fue el entonces embajador de los EU en México, John Gavin. Menges y Gavin privilegiaron la diplomacia de los chismes y rumores, pues enviaban a Washington frases de sobremesa sobre México. La sombra de Gavin parece haber revivido en el actual embajador Carlos Pascual, por la cantidad de cables diplomáticos secretos basados en rumores y frases reconstruidas a contentillo. Menges murió en 2004.
A la diplomacia del chisme se unió el periodismo de frases sacadas de contexto. En México los cables fueron tomados casi como definiciones estratégicas de política exterior, sin hacer el esfuerzo de contextualización, análisis y documentación de hechos. Así, el periodismo de análisis e investigación fue apabullado por el periodismo del escándalo, aunque los cables privilegiaron el sesgo interesado de diplomáticos que captaron rumores y los enviaron a Washington sin matices de contexto. A esos cables --y obviamente a los intereses geoestratégicos de Washington para meter al ejército de los EU en territorio mexicano-- se acredita la percepción errónea de Hillary Clinton sobre la narcoinsurgencia en México.
En este contexto, los medios mexicanos se convirtieron en bocinas acríticas y cómplices de los intereses geopolíticos estadunidenses al usar los cables como opinión oficial del gobierno de los Estados Unidos con respecto a la agenda de problemas bilaterales.
De ahí que los documentos de Wikileaks hayan sido nada más papeles de escándalo. La tarea de Julian Assange se cumplió con creces al sólo difundirlos y demostrar que los embajadores y diplomáticos de los EU no cumplen con los requisitos de discreción sino que se dedican a alimentar pasiones y a enviar rumores y frases sacadas de sobremesas de café. Ahí fue el mayor daño: a ver ahora quién va a querer platicar con embajadores y funcionarios diplomáticos de los EU.
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