INDICADOR POLITICO
+ Cuauhtémoc: factor transición
+ Ahora sí la última oportunidad
Carlos Ramírez
La aparición declarativa de que Cuauhtémoc Cárdenas no se descarta para participar en el proceso electoral del 2012 reacomodó algunas piezas sueltas en el tablero político y fijó lo que sería la última oportunidad para completar la transición a la democracia.
Las expectativas levantadas con la transición electoral del 2000 y la alternancia partidista en la presidencia de la república se perdieron en las mezquindades, la chabacanería y la falta de compromiso de las fuerzas políticas para dar el paso hacia la instauración de un sistema democrático correlativo a la alternancia electoral.
A casi doce años de distancia, la transición del 2000 se ve amenazada por la restauración del viejo régimen priísta, pero con las evidencias de que las corrientes de la alternancia no pudieron construir los tres puntos clave de una transición integral: nuevo sistema político, nuevo modelo de desarrollo y nuevo pacto constitucional. De ahí las nubes de las restauración.
La aparición de Cárdenas como pieza política del 2012 podría romper el escenario hermético de una elección presidencial entre la restauración del pasado priísta o la continuidad del panismo gestor de la crisis. Cárdenas podría ser hasta ahora la única figura con autoridad política y moral para emprender --ahora sí-- el paso siguiente a la transición electoral: la reconstrucción política y de desarrollo.
El escenario 2012 PRI-PAN-PRD no ofrece sino las certezas de la falta de horizonte político: ninguno de los precandidatos visibles garantiza la construcción de una nueva fase de desarrollo socioeconómico y político. Ninguno de los aspirantes tiene la fuerza y la autoridad para convocar a la fase de reconstrucción; por tanto, gane quien gane de los conocidos sólo extenderá seis años más la agonía de la república.
El país necesita de un liderazgo sólo para la reconstrucción, para la búsqueda de nuevos consensos, para la definición de los objetivos. No es difícil, pero existen las condiciones de un contexto viable. España aprovechó la muerte de Franco para dar por terminada la fase autoritaria y de subdesarrollo y buscar un nuevo punto de partida. La derrota presidencial del PRI en el 2000 fue la gran oportunidad para el cambio, pero Vicente Fox no estuvo a la altura del desafío, pactó vergonzantemente con el PRI y se dedicó al disfrute hedonista del poder como sucedáneo.
Cárdenas aparece hoy como la expectativa del cambio. Tendría que lidiar con el jurásico priísta, el cortoplacismo panista y el coliseo romano perredista. Pero las encuestas revelan que Cárdenas sigue manteniendo apoyo social y no ha variado su objetivo de la construcción de la democracia. Lo que el país necesita no es un político vigoroso sino una figura con autoridad y objetivos y con capacidad para el consenso.
La instauración de una democracia funcional no necesita mucho tiempo sino voluntad. Deberían bastar tres años, de las elecciones presidenciales del 2012 a las federales de 2015. La única condición sería que Cárdenas se fijara tres objetivos: una reforma política total y totalizadora, una nueva política de desarrollo bajo la rectoría del Estado y un nuevo pacto constitucional con las nuevas reglas. Es decir, enarbolar la bandera de la transición hacia un México pospriísta.
Lo que está en juego no es el proceso electoral ni otros seis años de incertidumbres, sino la certeza de que el actual modelo de desarrollo económico, político y social ya no alcanza para satisfacer las demandas de bienestar de los mexicanos. La única modernización posible es la que dé el salto cualitativo hacia una dinámica de desarrollo sin paternalismos estatales ni caudillismos mesiánicos, mediáticos o demagógicos.
De hecho, en el 2012 estará en juego la existencia de México como república con estabilidad social. El PRI va por la restauración, el PAN aspira sólo a que lo dejen gobernar sin muchos problemas y el PRD amenaza con caudillismos autoritarios. Pero ninguno de los partidos o aspirantes ha definido una propuesta seria de desarrollo económico, político y social, porque ninguno se atreve a fijar los cambios que se necesitan y que giran en torno a un principio: el ciclo histórico del PRI se terminó en 1973 y desde entonces las crisis han sido consecuencia justamente de la incapacidad del PRI para impulsar sus propios cambios o del PAN y el PRD para construir un consenso por la transición.
Cárdenas aparece hasta hoy como la única figura de consenso social para encabezar los cambios y para negociar la nueva fase nacional. De ahí el mensaje político que dejó su declaración de que estaría pensando en el 2012. La principal objeción sería la edad --78 años el día de la elección--, pero con datos de una fortaleza física envidiable. En todo caso, México necesitaría de un periodo de reconstrucción relativamente breve. España realizó su transición integral en poco más de tres años, de julio de 1976 con el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del gobierno al referéndum constitucional en diciembre de 1978.
Si sus intenciones son ciertas, Cárdenas deberá desde ahora definir un proyecto de instauración de una nueva democracia, es decir, de una transición integral. Así, su propuesta debería trascender al PRD y su jungla y a los grupos de poder que siempre pululan por los partidos. Cárdenas demostró en 1988 que tiene apoyo social cuando enarbola la pluralidad y no --1994 y 2000-- cuando representa a un partido.
En plena transición española, Adolfo Suárez definió el escenario histórico de España con su operación de fundación democrática: “no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la Historia de España”. La sociedad mexicana que votó por la transición en el 2000 y fue traicionada por Fox deberá también decidir si estos doce años de alternancia fueron solamente un paréntesis en la historia.
(Diario Político 2012 de Carlos Ramírez en www.grupotransicion.com.mx)
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Sin duda Cárdenas tiene experiencia y la sabiduría que da la misma. Sin embargo, me parece que es un poco débil para enfrentarse a los lobos desaforados que se dan hoy en política, sobre todo los de su mismo partido o tendencia. Sinceramente yo no lo veo como el líder que vaya a sacar al PRI de su marasmo calculado ni que vaya a moderar el clientelismo y la voracidad de lo más extremo de la izquierda.
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