INDICADOR POLITICO
+ Narco: ¿quién es el criminal?
+ Polarización o maniqueísmo
Carlos Ramírez
El asesinato del hijo del poeta y activista Javier Sicilia ha llevado a la sociedad a un dilema decisivo: identificar al adversario entre el gobierno o los cárteles de la droga. No hay términos medios.
Los narcos en el pasado priísta no asesinaban porque los dejaban operar no sólo con tranquilidad sino en complicidad con policías y autoridades. Este hecho se conoce hoy como un pacto no escrito entre delincuencia y Estado. La derrota presidencial del PRI en el 2000 dejó sueltos muchos hilos del poder, entre ellos el de las bandas del crimen organizado.
La disputa autoridades-criminales, por tanto, debiera leerse también como uno de los escenarios de la transición: la redistribución del poder. Si en el pasado priísta había un acuerdo, hoy la inexistencia de ese acuerdo forma parte del escenario de confrontación: los delincuentes quieren ya no sólo entendimiento o zonas francas, sino imponer su fuerza para no subordinarse a la clase gobernante y al Estado.
La sociedad ha quedado atrapada entre el pánico social y la violación de su intimidad como daño colateral. Las élites en el pasado miraron hacia otro lado cuando el narco apareció en Sinaloa y Guadalajara sobre todo porque su espacio de acción era en las zonas periféricas del núcleo clasemediero. Pero llegaron los secuestros y esas élites sintieron vulnerado su entorno. Y ahora es la violencia del narcotráfico en las calles.
A la sociedad le ha llegado el momento de identificar al adversario: ¿es la autoridad que pasó a la ofensiva contra bandas criminales que sin el acuerdo priísta salieron a fijar su territorio o es el crimen organizado que se encuentra detrás de la mayoría de crímenes? Hasta donde se tienen datos, al hijo del poeta Sicilia lo asesinaron delincuentes. Pero su furia ha sido orientada hacia el Estado y la autoridad. Además de la decisión dolorosa de perder a un hijo, queda de todos modos la opción racional de identificar al enemigo.
El país está pasando de una polarización al maniqueísmo. Y del pánico social a la articulación opositora. Los exabruptos de Sicilia están armando un frente opositor en donde una parte de la sociedad prefiere convivir con los delincuentes que combatirlos. Se trata de una decisión personal, propia, racional. Ya no se trata de enfoques sociales de convivencia o de pluralidad. Los gritos de la corriente de no más sangre nada han hecho para condenar a El Chapo Guzmán, a El Mayo Zambada o a El Lazca-Zetas. Piden la renuncia de funcionarios pero no el cese de los capos.
La protesta tiene dos niveles: la impulsada por el dolor y la dominada por las opciones. La primera justifica todo. La segunda argumenta las racionalidades. El poeta y activista Javier Sicilia colabora en la revista Proceso y es la hora en que no ha tomado posición sobre el encuentro social de Julio Scherer García con el Mayo Zambada, uno de los altos capos del cártel de Sinaloa jefaturado por El Chapo Guzmán, los dos en la lista de los criminales más buscados y los dos responsables de la lucha violenta entre cárteles y contra las autoridades y el Estado.
Una cosa es razonar filosófica, cristiana y liberalmente sobre la legalización de las drogas para convertir a los narcos en finísimas personas y otra cosa es eludir las definiciones. No ha habido ningún pronunciamiento claro de Sicilia contra los capos, salvo convocatorias cristianas a terminar con la violencia. El movimiento “no más sangre” ha cuajó como una organización anti gubernamental. El problema no es que haya sido así, sino que se convierta la lucha contra la inseguridad en una oculta bandera de oposición.
La sociedad debe vigilar y denunciar excesos, insatisfacciones e incapacidades en la estrategia de seguridad del gobierno federal. Pero debe dejar claro dónde comienza la indignación y donde termina la militancia anti gubernamental. En 1997 Marcelo Ebrard, entonces militante y candidato del Partido Verde, inventó la frase “México necesita menos rojo y más verde” para criticar la disputa sangrienta por el poder que había sumido al PRI, desde los asesinatos del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, aunque él mismo hubiera sido militante salinista en esos meses de la política violenta. Hoy el “no más sangre” forma parte ya de la misma oposición anti gubernamental.
Hasta ahora la militancia de Sicilia se ha centrado en la exigencia de resultados, aunque su estridencia esté entorpeciendo las investigaciones. Hasta el subcomandante Marcos se ha sumado a la capitalización (¿carroñera?) de las tragedias al designar a Sicilia como el heredero de un movimiento anti gubernamental. Pero se trataría del mismo Sicilia que no ha tomado posición de la fotografía del director de Proceso, revista de la que forma parte editorial, bajo el brazo protector del temible El Mayo Zambada, responsable de tráfico de drogas y de asesinatos.
Los cárteles de la droga aparecen en las críticas con responsabilidad circunstancial en la violencia criminal. Pero no ha habido una sola palabra de condena de la sociedad civil contra Los Zetas, señalados ya como responsables de la violencia en Tamaulipas y de las fosas clandestinas con más de 120 muertos por negarse a convertirse en miembros de las bandas en la fase desesperada de la leva delincuencial. El jefe de Los Zetas, el Lazca, Heriberto Lazcano Lazcano, aliado de los Beltrán Leyva que se asentaron en Cuernavaca. ¿Cuántos desplegados de la sociedad civil ha habido contra los cárteles y sus jefes, cuántas declaraciones directas y no elusivas ha habido contra las mafias? Hasta ahora: ninguna. Eso sí, hay pruebas de que los cárteles manejan organizaciones de derechos humanos para bloquear la acción de las autoridades.
El maniqueísmo, de origen religioso, conduce a la definición a nfavor del adversario.
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Excelente blog... muchas preguntas, esperemos que haya una sola respuesta
ResponderEliminarYes, Right, Yes, Right & Right Carlos....I couldn't agree more!..Excellent article...Thanks for sharing!
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