INDICADOR POLITICO
+ Francia:
crisis ayuda a derecha
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Alponte: votos, ira de los pueblos
Carlos
Ramírez
A pesar del efecto geoestratégico en el mundo, la elección
de la primera vuelta francesa fue desdeñada por la sociedad y las élites
mexicanas. Pero las votaciones fueron un ejemplo, como en España, de las
elecciones como escenario de la ira
de los pueblos afectados por la crisis.
Por su importancia, Indicador Político reproduce el
comentario del profesor Juan María Alponte, sin duda una de las mentes más lúcidas para la interpretación de la
geopolítica, publicado en su sitio http://juanmariaalponte.blogspot.mx/.
Como de costumbre, enarbolando la
tradicional y lamentable tradición de “qué bien se vive de espaldas al mundo”,
las noticias de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia
han sido enterradas en las páginas interiores de nuestros periódicos. Se
siente, a la vez, un gran rubor y, al tiempo, una prueba de arcaísmo
nacionalista paralizante y reaccionario.
Se trataba de una elección, en el
seno de la crisis del euro y del mundo, en la segunda economía europea, cuyo
presidente, Nicolás Sarkozy, había vivido, en los últimos meses, una alianza
global con la Alemania de Ángela Merkel que había tomado las riendas de las
decisiones en la Europa del euro. Esa decisión histórica --un “matrimonio
morganático”-- no impidió que Francia perdiera la “triple A” y que, por tanto,
el país pasara de la “primera división económica a la segunda”.
Ello a unos meses --el 13 de
enero-- de las elecciones en su primera vuelta. Le Monde, en su editorial, no dudó en señalar, el día 15, que se
trataba de “un verdadero electrochoque político” sin ser, necesariamente --la
pérdida de las tres “A”-- una catástrofe económica. Era un dato que pesaría
sobre las elecciones. El candidato del Partido Socialista, Francois Hollande,
se apresuró a decir, inmediatamente, que la decisión adoptada por las tres
Agencias mundiales de mensuración era, sin más, “el signo del fracaso del
quinquenio del presidente Nicolás Sarkozy”. La frase era electoral, exagerada,
pero el Eje París-Berlín no ha resucitado a Sarkozy que tuvo, al revés, que
tomar medidas rigurosas en el presupuesto que la Sociedad resintió
inmediatamente.
Así se ha ido a las elecciones con
un desempleo que afectaba, en la Francia metropolitana (sin los territorios del
exterior) a 4 millones103 mil 700 personas según los datos de Le Monde. En suma, larga y pesada deuda
pública y doloroso desempleo que afectaba, sobre todo, a los jóvenes y con un
presidente de la República muy discutido. Sobre todo, por él mismo.
El Partido Socialista, principal
adversario, utilizaba todos esos elementos de la vida real para acelerar la
condena de Sarkozy, hijo de emigrantes --notable y valiosa apertura de la
Francia revolucionaria-- que ha sido más cercano a los magnates que al pueblo.
Los antecedentes de la primera
vuelta de las elecciones presidenciales, como se ve, no eran propicios a
Sarkozy. Los resultados, sin embargo, invitan a la meditación. En efecto,
Sarkozy ha obtenido el 26.9% del voto y Francois Hollande --los dos de 57
años-- el 28%. Lo extraordinario del voto electoral no es esa estrecha ventaja
del líder socialista --que seguro esperaba más-- sino dos acontecimientos en
las urnas.
Uno de ellos ha desconcertado a
Francia. En efecto, Marina Le Pen, sucesora de su padre al frente del ultraderechista
Frente Nacional --varias veces condenado por sus arrebatos nazis-- ha obtenido
un porcentaje histórico: el 19% de los votos. Ello quiere decir que el
descontento social ha penetrado en los votantes a un nivel alto de
desesperación.
Esa palabra --desesperación-- no es
exagerada porque se ha producido, a su vera, otro anuncio de ira. En efecto,
Jean-Luc Malenchon, enarbolando las banderas rojas, que parecían desaparecidas
en el Estado-Bienestar, ha logrado, a su vez, un 10.8% de los votos con la
vieja gesta de comunistas y marxistas despertados por la avidez y la estulticia
de financieros y banqueros.
Como se ve la segunda vuelta será
ríspida porque Sarkozy intentará ganar votos del Frente Nacional de Marine Le
Pen y Hollande, a su vez, de la extrema izquierda resurrecta y que, en principio,
no tiene otra opción lógica que votar en favor de Hollande.
El partido de Sarkozy --Unión por
un Movimiento Popular-- ha acusado las debilidades de su líder que no ha
logrado establecer una política coherente ni una vida familiar no chocante para
el votante medio. Esa doble desilusión dialéctica ha sido notoria, pero, de
todas formas, la segunda vuelta, con una extrema derecha alzada y una extrema
izquierda resurrecta (que se creía ya enterrada) revela que la exasperación de
los votantes contra los partidos tradicionales, en una crisis, desgarradora,
donde financieros y banqueros han forjado el caos, la desesperanza y el
diluvio.
En España generó un voto aplastante
por la derecha --Partido Popular de Rajoy-- y en la Francia, cartesiana, ha
generado una votación del 19% de los votantes --decisivos en la segunda
vuelta-- en favor de lo impensable: la extrema derecha y un 10.8% en pro de la
extrema izquierda. Ese casi 30% de protesta ardiente y agresiva merece atención
y meditación. En efecto, los “indignados” crecen en todas partes y justamente.
Lo que ocurre es que no tienen, aún, salida política. ¿Se producirá en el
futuro?
Lo único que sabemos es que la ira
de los pueblos es seria, pero no existe, aún, el ordenamiento político de ese
movimiento de protesta. En suma, Hollande y Sarkozy se medirán en la segunda
vuelta. Pero, como en España, ninguno de los dos representa, aún, la gran
tercera vía, pendiente, de un Partido de los Indignados que proponga, en serio,
la revolución del siglo XXI, es decir, la proposición de una reforma que libere
al Estado --hoy prisionero de los intereses financieros-- de una cadena de
acero que ha permitido que el capital controle el Estado y que los primeros
“salvados” --los bancos-- han sido los primeros en asumir el desorden, la
especulación y la desvergüenza. Mientras eso no esté claro en las conciencias
se vivirá el desvivir y, con Unamuno, el sentimiento trágico de la vida.
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