INDICADOR POLITICO
+ UNAM: ¿son ni-nis o sin-sin?
+ Narro, sin oferta educacional
Carlos Ramírez
Luego de haber fracasado en la reforma universitaria que le encomendaron y después de cuatro años de flotar como rector, José Narro Robles se encamina a una segura reelección por convenir así a los intereses de los grupos fácticos de poder que dominan la UNAM.
La gestión del primer rectorado de Narro se delineó no para reformar la UNAM para los retos del siglo XXI, sino que se redujo a la administración del conflicto interno respetando los espacios de poder de los grupos dominantes. Si se reelige, su segundo periodo también estará determinado por la elusión de los problemas y, eso sí, el reposicionamiento mediático de la Universidad a través de propuestas que quieren resolver el problema del país sin antes solucionar los gravísimos problemas internos que han paralizado a la casa de estudios.
El problema de la UNAM no son los ni-nis, concepto tomado por Narro de la crisis española: jóvenes que ni estudian ni trabajan. La situación en México es peor: hay estudiantes que abandonan los estudios o egresan sin expectativas de empleo y sin comprensión del mundo real y utilizan su preparación universitaria para incursionar en el subempleo, en el que tiene una creciente participación el delito de la piratería.
El mensaje de este escenario tiene que ver con el papel de la educación universitaria: preparación profesional para el desempleo porque la UNAM carece de una visión estratégica de la modernización productiva que es el mercado de empleo de los egresados. El pensamiento económico de la UNAM se basa en la teoría crítica, que en los tiempos del Estado priísta sirvió como contrapeso pero que hoy sirve sólo para criticar y no para construir opciones.
Por tanto, el problema de los jóvenes que tanto preocupa a Narro no radica en los ni-nis sino en un problema mayor: los sin-sin, jóvenes sin preparación educativa para el nuevo mundo real que les tocará vivir y sin expectativas reales al carecer de una comprensión del mundo en constante modernización. El concepto de ni-nis en España se basa en el enfoque paternalista que espera que el Estado resuelva los problemas de empleo; en México, el mismo enfoque ha creado generaciones de jóvenes estado-dependientes. En una economía dominada por la producción en el sector privado, la permanencia en el empleo se basa en la competencia, no es el compromiso social.
Narro tenía un mandato que no cumplió; fue pieza importante en conflicto universitario de 1999-2000 cuando el CEU cerró la UNAM en protesta por la iniciativa de aumentar las cuotas universitarias: a finales de 1999 cayó el rector Francisco Barnés de Castro por el conflicto y llegó Juan Ramón de la Fuente procedente del gabinete del presidente Zedillo y en ese escenario Narro fue designado coordinador general de la Comisión Especial para el Congreso Universitario; este grupo debió de encargarse de organizar una reunión para la gran reforma de la UNAM, pero Narro usó el cargo sólo para afianzar la posición de De la Fuente, operar su reelección y ser designado por dedazo por De la Fuente como rector en 2007.
Desde la crisis de 1999, la UNAM ha eludido el paso decisivo de la gran reforma. Ello sólo establece la certeza de que dentro de la UNAM existe una estructura de poder dominante que convierte a los rectores en simples intendentes de la casa de estudios y los obliga a posicionar a la Universidad fuera del campus estudiantil. Por eso Narro se ha dedicado a fijar a la UNAM como un grupo de presión al Estado hoy dirigido por el PAN pero no para mejorar las condiciones de desarrollo sino para regresar al populismo paternalista priísta que usaba a la UNAM como centro de capacitación de los recursos de funcionarios públicos.
En estos años de cambio ideológico en la configuración del Estado, sobre todo del arribo del grupo salinista neoliberal a la administración pública a mediados de 1979, la UNAM ha ido perdiendo influencia en la dirección ideológica del Estado y del gobierno y también ha visto reducida su participación en las estructuras decisivas del poder, mientras que los egresados de las universidades privadas han ido desplazando a los unamitas. Por ello las propuestas de la UNAM en seguridad, reforma del Estado y reforma política y el papel mediático de Narro contra la política neoliberal que instauró en México el unamita Carlos Salinas de Gortari y unamitas que lo acompañaron.
Por eso la esperanza de Narro se sustenta en la restauración del PRI en la presidencia de la república --del viejo PRI populista-- y que ello permita la recuperación del viejo Estado social populista que los priístas ayudaron a consolidar. Sólo que la incomprensión de la política por parte del rector Narro no alcanza a prever que el PRI que podría regresar al poder presidencial no sería el populista sino el neoliberal de Salinas de Gortari a través de Enrique Peña Nieto. Lo peor del asunto fue que Narro fue cómplice de la neoliberalización del Estado mexicano por haber participado como priísta en el gabinete de Salinas.
Así, hay una generación de élites políticas --a la que pertenece Narro-- que forman su propia corriente de ni-nis: ni son coherentes con su pasado ni saben que el mundo productivo cambia demasiado rápido y su máxima aspiración se resume en la restauración del pasado priísta.
La UNAM se encuentra en un momento de definición en el que las amenazas de inestabilidad estudiantil sólo rehúyen el verdadero debate de fondo: la reforma de la educación pública para rehacer programas de estudio en función del perfil social del egresado vía subsidios del Estado pero también para diseñar egresados en las áreas científicas, humanistas y de gobierno para el nuevo mundo productivo. Pero Narro espera sólo empleo porque ve a estudiantes como ejército laboral y no líderes del cambio.
Narro podrá reelegirse, pero la UNAM seguirá igual porque el rector carece de un pensamiento educativo estratégico y sólo va a dedicarse a esperar que el PRI regrese a la presidencia.
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