INDICADOR POLITICO
+ PRI: el dinosaurio seguía ahí
+ Hank, estudiantes, Chaires…
Carlos Ramírez
Si el árbol no permite ver el bosque, entonces se está haciendo una lectura bastante superficial de los acontecimientos políticos del corto plazo: lo que está mostrando la realidad no nada más una derrota política del PAN sino la vigencia del viejo régimen priísta que se prepara para regresar al poder en el 2012 a restaurar su reinado.
El problema de fondo no radica en que el expediente judicial contra Jorge Hank Rhon haya sido desechado en tribunales sino que el proceso judicial ha revelado que el sistema penal sigue operando para proteger la impunidad del poder. Y también ha recordado el fracaso de los dos gobiernos panistas para realizar la gran reforma judicial al viejo sistema legal que creó el PRI para protegerse a sí mismo.
El caso Hank Rhon ha recordado aquellas dramáticas palabras de Luis Cabrera, uno de los principales colaboradores políticos de Venustiano Carranza, cuando le exigieron pruebas de sus acusaciones de ladrones a políticos ya incrustados en el sistema político de la Revolución Mexicana: “los acuso de corruptos, no de tarugos”.
Y también el caso Hank Rhon ha servido de contexto a las declaraciones del presidente Calderón en la Universidad de Stanford de que el PRI en el poder presidencial pasado del país, cuando él era estudiante, tenía más pasivos que activos: “México todavía contaba con un régimen autocrático, todos los gobernadores estatales y todos los senadores eran del mismo partido, durante muchas décadas ese solo partido controlaba todo; lo que se le permitía decir a los medios, lo que debían enseñar en las escuelas, qué conciertos de rock se permitían, todo. Cuando los estudiantes como ustedes protestaban eran masacrados. Muchos oponentes del régimen simplemente fueron desaparecidos”.
De ahí que el fracaso coyuntural de la PGR en el caso Hank Rhon permita exponer en todo su esplendor el papel de la vieja estructura judicial que permite aún la protección de la impunidad política del poder y la advertencia de que precisamente ese viejo régimen priísta podría venir de regreso en las próximas elecciones presidenciales, porque el PRI también perdió la oportunidad de renovarse y modernizarse y la élite que domina el PRI es precisamente la misma que perdió la presidencia de la república en el 2000.
Y al caso Hank se han sumado algunos otros expedientes del funcionamiento vigente del viejo régimen priísta: el caso, por ejemplo, del coahuilense Vicente Chaires Yáñez y su crecimiento como empresario al amparo del poder, lo que provocó el nerviosismo en la élites priísta y la desaparición de su nombre de la estructura del comité ejecutivo nacional del PRI. Y la comida del ministro de la Corte Suprema Sergio Valls Hernández con el ex presidente Carlos Salinas como invitado de honor, o la queja priísta de “campañas negras” que solamente son recordatorios de un pasado que regresa a cada rato, o la protección priísta a políticos locales presuntamente involucrados con el narco.
El debate de fondo no debe desgastarse en los asuntos concretos sino en el contexto. A eso se refería seguramente el presidente Calderón cuando mandó un twitter para que leyeran su discurso de Stanford justamente en el contexto. Apenas el viernes hubo otro recordatorio de la represión a estudiantes el 10 de junio de 1971 y pocos quisieron acordarse de que fue una represión del viejo régimen priísta contra los que pedían la liberalización del sistema político.
O la represión en Tlatelolco que no sólo masacró a estudiantes sino que puso en funcionamiento a todo el sistema judicial en contra de los líderes arrestados, con la presencia ominosa de uno de los jueces de consigna que marcaron el sistema judicial priísta: Eduardo Ferrer McGregor, quien condenó a los estudiantes a prisión a partir de su pertenencia a la estructura de dominación autoritaria del sistema judicial, como lo revela el cada día más vigente alegato judicial de defensa del escritor José Revueltas, acusado de ser el responsable intelectual del movimiento estudiantil del 68, de haber “insultado” al presidente Díaz Ordaz porque dijo que era el Tlacatlecuhtli --ningún insulto sino jefe militar indígena-- y por haber propuesto la “autosugestión universitaria” (autogestión).
El caso Hank Rhon volvió a poner en el tapete de debates la necesidad de reformar el sistema judicial a fondo para impedir que a los políticos los acusen de corruptos y no de tarugos. Los días de arresto de Hank Rhon sirvieron para que los medios desahogaran los expedientes del político mexiquense-tijuanense como una pieza fundamental del sistema político priísta pero que el sistema judicial existente fuera tan riguroso que lo sacara de prisión a partir de argucias legales y la aplicación purista de la ley que los priístas en el pasado no aplicaron.
Y ahora el político priísta Hank Rhon aparece como la estrella del viejo régimen priísta de la impunidad del poder, el triunfalismo del que se siente protegido por un sistema parcial de justicia, con todo su expediente a cuestas que sólo ayuda a recordar las herencias de ese pasado que no ha podido derrotarse y que se enfila hacia la restauración del reino perdido.
El contexto del caso Hank Rhon permite, pues, ver lo que el viejo régimen priísta se ha negado a cambiar --la limpieza de sus establos políticos--, lo que el PAN en el poder presidencial no ha podido transformar en un sistema democrático que se califique no por la coartada del bienestar social --el modelo de subsidios y toletazos-- sino por la aplicación de un hasta ahora inexistente nuevo Estado de derecho.
De ahí que la victoria priísta del caso Hank Rhon dibuje el bosque del viejo régimen agazapado y esa victoria se convierta paradójicamente en la dialéctica de la derrota moral de un sistema político que se niega a transformarse y que se prepara para reinstalarse de nueva cuenta en el poder y en el centro de una sociedad apática que ha pasado diez años quejándose del presente de la alternancia pero --ya se ve-- añorando el pasado.
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