+ Estilo salinista de Camacho
+ Oaxaca: ¿clima como 1994?
Carlos Ramírez
Fracasadas las alianzas con el PAN por tendencias electorales en contra, el estratega de la autodenominada izquierda ha regresado a las andadas en Oaxaca: como en los tiempos salinistas, Manuel Camacho Solís crea un conflicto y luego se ofrece como solución.
Pero Camacho Solís tiene muchas deudas pendientes en Oaxaca. Resulta que Camacho Solís puede ser señalado como corresponsable del conflicto de ruptura que tiene al estado sumido en una crisis de élites desde 1992, cuando el candidato salinista --y Camacho era operador de Salinas-- Diódoro Carrasco Altamirano arribó a la gubernatura por dedazo de Salinas, Luis Donaldo Colosio y Camacho.
Con Carrasco, en 1999, se rompieron los acuerdos de 1977 para repartir posiciones de poder entre las familias priístas del poder. Carrasco primero quiso imponer a su tío como sucesor, pero el entonces senador José Murat amenazó con irse al PRD y le quitó el poder a Carrasco. El conflicto entre los dos llevó a Oaxaca a disputas entre las élites priístas, las mismas hoy encabezan todas las fuerzas políticas locales. Por tanto, la crisis de Oaxaca es entre priístas y no por la democracia, ni la paz, ni la transición.
El candidato coalicionista Gabino Cue es posición de Carrasco, quien busca restaurar su cacicazgo político con el apoyo del PAN. Por eso Cue nada tiene de demócrata ni de transicionista porque representa intereses de grupos de interés. Y paradójicamente, uno de los grupos de interés es el que encabeza Camacho Solís.
En 1992 Camacho tuvo la oportunidad de demostrar su autodeclarada filiación de demócrata. Uno de sus colaboradores, Luis Martínez Fernández del Campo, creyó en el discurso de democracia interna de Colosio y se lanzó en una campaña abierta por la candidatura a gobernador, luego de haber sido diputado y senador. Pero Camacho en aquel año no era el demócrata que hoy dice ser sino un vulgar priísta-salinista de intereses oscuros; por eso aceptó sin chistar el dedazo de Salinas, a sabiendas de que con ello ayudaba a romper con la estabilidad política de Oaxaca. Camacho fue el encargado de decirle a Martínez Fernández del Campo que no creyera en la democracia y que aceptara el dedazo de Salinas.
Lo que antier lunes escribió Camacho en El Universal no es más que una muestra de su hipocresía porque su papel en 1992 ayudó a instaurar el cacicazgo de Diódoro Carrasco que hoy quiere revivir su Juanito Gabino Cue.
La crisis de Oaxaca del 2006 fue una expresión de la crisis de 1992 por el arribo del cacicazgo de Carrasco y de 1998 con la imposición del cacicazgo de José Murat. Camacho Solís es un investigador de temas políticos y por eso no debe ser tan fundamentalista al escribir sobre la crisis de Oaxaca como si no hubiera sido corresponsable. Paradójicamente, hoy el DIA y sobre todo Camacho están impulsando una candidatura que representa los intereses caciquiles de Carrasco y Murat, aunque con el disfraz de demócrata.
Se trata, es cierto, de otro Camacho. Por ejemplo, Camacho quiso capitalizar para sí mismo el conflicto de 1991 cuando el doctor Salvador Nava hizo una marcha por la democracia hacia el DF para denunciar irregularidades electorales en la votaciones para gobernador. Camacho buscó a Nava para venderle una salida política que beneficiaba a Salinas. Y luego quiso apoderarse de las crisis en Tabasco y Michoacán. Y todo con el afán de resolverle problemas políticos a Salinas y con ello ganar votos para la selección del candidato presidencial de 1994.
En este contexto, Camacho quiere montarse sobre un conflicto histórico en San Juan Comala y con ello inventar las condiciones de una nueva crisis, aunque con ello contribuya a azuzar los choques locales que nada tienen que ver con la elección local. Pero ante el fracaso y la derrota en todas las alianzas, ahora Camacho quiere vandalizarse y con ello incendiar Oaxaca para capitalizar políticamente la violencia ante la incapacidad de DIA para posicionar a su candidato, quien por cierto viene de la línea de violencia y represión indígena del gobierno de Carrasco, donde Cue fue operador político personal del entonces gobernador.
De ahí que Camacho haya regresado a su papel de creador de conflictos y luego presentarse como el solucionador de crisis. El candidato de la coalición camachista enarbola la bandera de la paz, pero ahora mismo está promoviendo la violencia. Pero no debe extrañar: Camacho logró en esa coalición la confluencia de todos los grupos violentos, insurreccionistas y rupturistas del 2006, los que quisieron por la violencia instaurar una comuna revolucionaria y autogestionaria en Oaxaca. Ya los “pacíficos” de la 22 de maestros y de la APPO han comenzado a incendiar nuevamente la precaria estabilidad en Oaxaca. Y detrás de esa estrategia se encuentra Camacho Solís, el arquitecto del proyecto salinista transexenal.
La gobernabilidad que ofrece Camacho para Oaxaca es la que lleva el sello salinista: corrupción, violencia, compra de lealtades, chantajes y la creación de un clima de inestabilidad de la que Camacho es experto porque contribuyó a la ruptura de la estabilidad en 1994 por sus ambiciones presidenciales de poder. A lo mejor Camacho quiere crear un 1994 oaxaqueño.
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