+ Obreros: tronó modelo PRI-CSG
+ Pacto histórico Estado-obreros
Carlos Ramírez
La iniciativa laboral del gobierno del presidente Calderón no logró redefinir un nuevo modelo de relación obrero-patronal pero eso sí obligó al sindicalismo priísta, al PRI y al PRD a atrincherarse en el modelo dependiente y tutelar del pasado.
El modelo de relación laboral que ya se agotó fue inventado por Lázaro Cárdenas con la organización de la CTM como sector obrero corporativo del PRI y del Estado, por la alianza Fidel Velázquez-Porfirio Muñoz Ledo para un sindicalismo subordinado al Estado a cambio de prestaciones y por la complicidad Carlos Salinas de Gortari-Francisco Hernández Juárez de 1990 para imponer la modernización y declinar beneficios a favor de la globalización económica neoliberal.
Históricamente, los sindicatos fueron subordinados a los intereses del Estado priísta, los revolucionarios y los conservadores. Los sindicatos que se opusieron a esos acuerdos y que anduvieron una línea de organización independiente fueron duramente reprimidos por toda la fuerza del Estado: ferrocarrileros, maestros, petroleros. Al final, todos los sindicatos convivieron con el Estado y el PRI porque tuvieron segura la protección tutelar. Por eso los desfiles del Primero de Mayo fueron siempre para agradecerle beneficios al “Señor Presidente”.
El sindicalismo modelo PRI fue dominado por Fidel Velázquez, pero con la complicidad de algunos de los que hoy desde la oposición se oponen a cualquier reforma laboral. La jugada es la misma: mantener a los sindicatos bajo la mano autoritaria del Estado priísta como un punto de equilibrio estratégico con los poderes fácticos patronales.
Por ello resulta patética la posición de Muñoz Ledo como diputado de la autodenominada izquierda petista-salinista-lopezobradorista agrediendo al secretario del Trabajo del gobierno de Calderón, cuando él como secretario del Trabajo de Luis Echeverría aplastó los movimientos democráticos de los electricistas y los universitarios porque querían ser independientes. Y como jefe de la autodenominada izquierda dialoguista --que sólo habla consigo misma-- está el Manuel Camacho Solís que como académico de El Colegio de México apoyó al sindicalismo independiente y criticó a Fidel pero luego como estratega salinista se postró frente al poder del gran cacique sindical para obtener su perdón porque quería ser candidato presidencial priísta en 1994.
Ahí se localiza precisamente la bulla del PRD y del PRI --los dos hijos del mismo venero corporativista del cardenismo-- para oponerse a cualquier decisión que quiera modificar el status laboral aún vigente del modelo sindicalista del PRI: el PRI porque quiere regresar a la presidencia en el 2012 y encontrar que todo siga igual y el PRD porque sobrevive del neopopulismo asistencialista priísta.
La reforma laboral ahora busca superar el acuerdo Salinas-trabajadores que operó el entonces secretario salinista alterno del Trabajo, Francisco Hernández Juárez, priísta antes y hoy… lo que sea y reconocido como el Fidel Velázquez del sindicalismo porque cumplió ya treinta y cuatro años de líder telefonista y de gran cacique del sindicalismo arropado por el PRD. El primero de mayo de 1990 la pareja Salinas-Hernández difundió un programa de ocho puntos para la “modernización” del sindicalismo. Lo importante no eran los puntos sino el hecho de que los líderes sindicales se sometían a Salinas.
La clave de ese acuerdo fue la aceptación sindical de dejar a un lado la confrontación callejera y las huelgas y garantizar el apoyo de obreros al Estado priísta en el periodo de declinación de conquistas sindicales por la decisión de Salinas de otorgarle al mercado el dominio de la actividad económica. Los sindicatos liderados por Hernández Juárez aceptaron el modelo Salinas, a cambio de convertir a los trabajadores en socios de las empresas vía la participación accionara. Salinas le entregó un porcentaje de acciones de Telmex al sindicato pero Hernández Juárez las revendió al patrón y prefirió su condición de explotado.
El debate de cualquier reforma se centra en el costo laboral en la producción. El ciclo del Estado como fuerza tutelar de los trabajadores se agotó cuando el Estado cedió la hegemonía al mercado. Asimismo, el sindicalismo perdió fuerza por el cambio estructural en el factor trabajo. Inclusive, como presidente del PRD, López Obrador puso como meta sindical la participación accionaria --propuesta Salinas-- de los trabajadores en las empresas.
El debate por la iniciativa de reforma laboral en el Congreso será aprovechado por el PRI para desempolvar los viejos discursos de Porfirio Muñoz Ledo como ideólogo priísta y sus propuestas de México como un “país de trabajadores” y del PRI como “un partido de trabajadores”, hoy, por cierto en un Partido del Trabajo que carece de trabajadores y se nutre del lumpen urbano, agrario y sobre todo político. Y será oportunidad para volver a sacar a las calles los membretes de la CTM, el congreso del Trabajo, a CROC y otros que vivieron a expensas del modelo priísta de liderazgo sindical corrupto.
Al contrario de Lampedusa, sindicatos, PRI y PRD no apoyan cambios para que las cosas sigan igual sino que no haya cambios para que las cosas empeoren.
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